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Lowell Brueckner

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¿Como va tu alma?

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¿CÓMO VA TU ALMA?

“… el que gana almas es sabio”. Proverbios 11:30

N
o hace mucho tiempo, respondiendo a una pregunta de uno de sus lectores acerca del infierno, una columnista destacada reveló que no había pensado mucho en el tema. Desde que lo leí, me ha estado molestando. ¿Cómo puede ser que una persona, reconocida por su sentido práctico y común, pueda dejar de lado algo tan sumamente importante? No sé lo que profesa creer, pero estoy seguro de que para ella no es una realidad que los seres humanos son almas imperecederas.

El rey Salomón, quien escribió el texto que figura arriba, fue más sabio. Él sabía que la gente necesitaba respuestas a cuestiones mucho más avanzadas que las que tienen que ver con el mero hecho de subsistir diariamente. Entendía que el hombre es más que un animal sofisticado y que sus preocupaciones van más allá que sólo satisfacer al cuerpo y preservar la salud. La gente enseguida va al médico si se enferma, pero su existencia y bienestar no dependen esencialmente de su estado físico. La Biblia enseña que el hombre es un alma que habita en carne y sangre. La Escritura nos lleva hacia el comienzo del tiempo, cuando Dios creó al hombre a Su imagen, sopló en él el aliento de vida y el hombre fue hecho un alma viviente. Sin embargo, pocos se ocupan de sus almas.

¿Me salvará Dios?

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¿ME SALVARÁ DIOS?

“Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

Uno de los testimonios más dramáticos que oí, fue de los labios de un nativo americano. Era el orador invitado a una iglesia donde era pastor un amigo de nuestra familia. Este hombre raras veces daba su testimonio en público, por ser demasiado doloroso. Sin embargo, en la privacidad de la casa parroquial, después de una reunión, el pastor le pidió que lo compartiese con mi padre y conmigo.

A menudo le caían las lágrimas mientras contaba como, bajo la influencia de la heroína y totalmente inconsciente de sus acciones, dio una paliza a su mujer, que estaba embarazada, y mató a su hijo antes de nacer. Más tarde, desde su habitación en el hospital corrió a un callejón y se cortó las venas de las dos muñecas. A medida que perdía conocimiento, sentía que su alma abandonaba su cuerpo e iba precipitándose para abajo.