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Lowell Brueckner

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El Cristo resucitado

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(Lucas 24)

           David Brueckner

C
uando conocemos el final de una historia, perdemos mucha de la emoción y el suspense que experimentaron aquellos que la protagonizaron. Lo mismo pasa con el relato de la resurrección. Tenemos que intentar “ponernos en los zapatos” de las personas que pasaron los tres días más horribles de su vida. Algunos habían sacrificado sus negocios y carreras para seguir a este Hombre, cuyo cuerpo, ahora muerto, se encontraba postrado en un sepulcro. Todo lo que esperaban desapareció cuando Jesús fue crucificado.

Al despertar, el domingo por la mañana, no tenían ni idea de que éste sería el día más glorioso de la historia del universo. Mientras que desarrollaban los eventos, ellos ascendieron de las profundidades de la desesperación a las alturas del gozo. En verdad fue “el día del Señor”.

Testimonio de Mike, el hijo menor

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Cuando Mike era niño, no solamente predicaba en el cuarto de la calefacción, como cuenta en el artículo, sino también recorría nuestra vecindad en Alemania, buscando a quien poder hablar de Cristo. Una vecina le dijo: “¿Por qué vienes a nuestra casa? Ya somos cristianos”. Mike no podía entender como esta mujer podía decir que era cristiana, si no había ninguna evidencia de la realidad de Cristo en su vida. Aparentemente, esta misma pretensión en otros que se “dicen” cristianos, sigue siendo un misterio para él. Lee su artículo y aprende de su nuevo trabajo con la juventud. Le han pedido tomar esta posición por la buena comunicación que tiene con ellos y por un don dado por Dios de tocar sus corazones.

Mike escribió este artículo hace diez años y ahora podría contar muchas cosas más.


Los caminos de Dios no son los nuestros

por Mike Brueckner

Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.                                  Proverbios 3:5, 6

Demasiado a menudo queremos dirigir nuestros propios caminos y no estamos dispuestos a confiar en Él con todo nuestro corazón. Si Dios no tiene nuestros corazones, no hay por qué esperar que Él nos escuche al pedirle dirección. Será en vano quejarnos porque no nos oye.

Asuntos que no pueden esperar hasta mañana, última parte

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 Presentamos aquí el último de tres artículos sobre cosas que no podemos dejar hasta mañana. El primer ultimátum fue el arrepentimiento. Uno no debe esperar un día más para dejar atrás el pecado, el mundo y una vida que no agrada a Dios. Sigue inmediatemente después un ultimátum de fijarse en el Cordero de Dios que quita el pecado. Es un insulto dejar para el futuro algo que Dios nos ofrece hoy. Entonces el tercer ultimátum es compartir con otros lo que Dios nos ha dado, pero solamente por el poder del Espíritu Santo. Entonces incluido en este ultimátum es el mandamiento, "Sed llenos del Espíritu" 

Un ultimátum de entrar en la cosecha

Jesús dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”. En ese pasaje está comparando a Dios con un granjero que invierte todo su esfuerzo y actividad para al fin tener una cosecha. Él enseñó a Sus discípulos que la cosecha ya había llegado y les envió a cosechar. Todavía hoy es tiempo de cosechar, y los campos blancos no pueden ser ignorados. Este trabajo no espera hasta mañana. Cada discípulo de Cristo es un segador desde el primer día que entra en las cosas de Dios. Tú y yo tenemos la gran responsabilidad de segar el fruto eterno para Dios. El fruto son las almas de nuestros semejantes seres humanos a los cuales tenemos que dar el mensaje de la salvación y llevarlos personalmente a Jesucristo.

Asuntos que no pueden esperar hasta mañana, segunda parte

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He estado dando programas para la radio sobre las profecías de los últimos tiempos y he quedado más impresionado que nunca del poder del pecado sobre el hombre y la dureza de su corazón. Después de horribles plagas de las siete copas de la ira de Dios, dice: "Blasfemaron contra el Dios del cielo... y no se arrepintieron de sus obras". Después del reino milenio de Cristo, los hombres son otra vez engañado por el diablo, y se juntan contra Dios. Verdaderamente es el milagro sobre todos los milagros cuando una persona se inclina delante del Cordero de Dios. Y este es el segundo ultimátum: 

El Segundo artículo sobre “el ultimátum de Dios”,
que no espera hasta “mañana”:
¡He aquí el Cordero de Dios!

Como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz,
no endurezcáis vuestros corazones” . Hebreos 3:7

En esta lección, primeramente, intentaremos entender algo de la importancia del problema del pecado. El pecado lleva muchos disfraces. Una de sus mascaras preferidas es la del comportamiento natural:  “El problema está en tus genes, no puedes hacer nada diferente. A fin de cuentas, eres un ser humano”, dice. Al pecado le encanta esconderse tras la cultura: “Tú eres de tal país, y toda la gente de allí lo hace. Lo han practicado por siglos”. Esto no es más que el engaño del pecado; endurecerá el corazón, para que la verdad de Dios no penetre. Solamente por medio del arrepentimiento… por dar la espalda al pecado… puede la gente ser salva.

Asuntos que no pueden esperar hasta mañana

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A veces me dan la fama de ser muy estudioso. La verdad es que me gustaría poder leer mucho más. Intento de leer de un libro diariamente, pero solamente una o dos páginas. Leo de la Biblia cinco capítulos cada mañana antes del desayuno. Lo leo, digo, no escucho una grabación, porque lo que entra por el ojo te impresiona mucho más que lo que entra por el oído. Bueno, mi intención al decir esto, es para que sepáis que no hay comparación entre la atención que doy a la palabra de Dios y a los libros. Con estos comentarios, os presenta el siguiente artículo escrito en inglés en 2002, que abre con un pensamiento sobre la comparación que acabo de mencionar:  

“Como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.” Hebreos 3:7

El escritor de Hebreos, citando el Salmo 95, menciona al autor, no como el salmista, sino como el Espíritu Santo. En las Escrituras no tratamos con los hombres, sino con Dios.

Por eso no podemos tratar con la Palabra de Dios como lo hacemos con otros libros. Tenemos derecho a evaluar las obras de los hombres y decidir hasta que punto estamos conformes con lo que está escrito, pero no podemos hacerlo con el libro de Dios. Ignorarlo o rechazarlo pone en peligro nuestras almas eternas. 

  
Dios nos da un ultimátum, y no tenemos más opción que obedecer. Demorar en ello causará dureza de corazón; una enfermedad más peligrosa que cualquier otra. Las enfermedades físicas pueden enviarte al sepulcro, pero la dureza de corazón te mandará al infierno. Si no obedeces a Dios hoy, es menos probable que lo harás mañana, y llegará el día, tarde o temprano, cuando no sientas Su toque en tu interior.

¿Dónde están los que escuchan de Dios?

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John, Paul Shelley con Anna, Dan y Josh


Mientras compartíamos con los refugiados en Alemania, nuestro hijo, Daniel, junto con su esposa, Shelly, escucharon la voz de Dios llamándoles a Macedonia. Al principio, los únicos que estábamos con ellos éramos nosotros, los de la familia, y algunos amigos. Daniel había conocido a un macedonio, no cristiano, mientras trabajaba en Alemania, que le invitó a su casa. No conocían cristianos en ese país, así que ellos, junto a sus tres niños pequeños, se quedaron con él y su familia. Yugoslavia estaba en guerra, y amenazaba Macedonia. Era invierno y no había calefacción en la habitación donde dormían. Además el retrete estaba afuera.

Después de algunas semanas encontraron una casa de alquiler, junto a un barrio de gitanos. Daniel no llegó allí respaldado por una iglesia local, como la mayoría de los misioneros que vivían allí. La única manera que tenía de mantener su residencia en la nación era involucrándose en un negocio. Así que consiguió un préstamo y después, junto con un macedonio, se dedicaron a importar rejas de arado desde Bulgaria. Pronto pudieron liquidar todo el préstamo.

Un maestro en fe y verdad

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FRANK McLAUGHLIN

Cuando yo tenía sólo 10 años, Frank ya era pastor, pero le he considerado un amigo de toda la vida. Era un verdadero hombre de Dios, un ejemplo que uno pudiera seguir. Murió hace como diez años y justo después escribí este artículo, describiendo un poco lo que significaba su vida para mí.


E
s difícil hallar amigos verdaderos hoy en día. Son pocos con quienes podemos abrir nuestros corazones y sentirnos totalmente cómodos. Pero más escasos aún son los mentores… gente en quien poder confiar y tener como modelos y ejemplos. En mi caso, he tenido tres, a quienes conocí cuando era muy joven. Aunque la posibilidad de una caída siempre existe en cada ser humano, yo estaba bastante seguro de que ninguno de ellos estaría involucrado en un escándalo financiero, adulterio, o metido en falsas doctrinas. No eran cristianos marginales ni raros, sino cristianos sólidos moral y doctrinalmente, hechos del mismo material que los escritores del Nuevo Testamento (aunque no tan perfectos como ellos). Lo mejor de todo era que mantenían una relación muy cercana a Dios y demostraban una aguda sensibilidad a la dirección del Espíritu Santo. Los tres ya están con el Señor.

Uno de ellos fue Frank McLaughlin. Nuestra familia le conoció cuando yo tenía diez años. Fue un sobresaliente maestro de la Biblia, que instruía con claridad y sencillez. Aunque yo era joven, tenía poca dificultad para entender sus lecciones, e incluso algunas de ellas, después de muchos años, todavía están guardadas en mi mente. Frank no jugaba ni hacía experimentos con las Escrituras. Parecía considerar todas las posibilidades, pero después quedaba firmemente plantado en la verdad que era razonable e irrefutable.