(Lucas 24)
David Brueckner
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uando conocemos el final de una historia, perdemos mucha de la emoción y el suspense que experimentaron aquellos que la protagonizaron. Lo mismo pasa con el relato de la resurrección. Tenemos que intentar “ponernos en los zapatos” de las personas que pasaron los tres días más horribles de su vida. Algunos habían sacrificado sus negocios y carreras para seguir a este Hombre, cuyo cuerpo, ahora muerto, se encontraba postrado en un sepulcro. Todo lo que esperaban desapareció cuando Jesús fue crucificado.
Al despertar, el domingo por la mañana, no tenían ni idea de que éste sería el día más glorioso de la historia del universo. Mientras que desarrollaban los eventos, ellos ascendieron de las profundidades de la desesperación a las alturas del gozo. En verdad fue “el día del Señor”.