A la izquierda están Matt Luneau y su familia, que ahora asisten a la iglesia en Swanton, Vermont, donde nuestro hijo Daniel es pastor. Con ellos, el pastor Parker. Matt ha conseguido trabajar como entrenador del equipo de baloncesto en un instituto. Ayer recibimos una carta suya, que sigue después de mis comentarios.
En el instituto, que pertenece a una aldea cerca de Swanton, llamada Enosburg, se sienten muy agradecidos por tener un entrenador como Matt, que da tanta calidad al equipo. En un artículo del periódico, Brandon Gleason, el mejor encestador del equipo, comentó: “Al principio fue un poco diferente. Los chicos se quejaban: “¿Tenemos que hacer todo esto?... Pero nos ha ayudado”. Yo no diría que ha sido sólo “un poco diferente”… Matt dijo que habían mejorado las calificaciones de todo el equipo… Matt buscó a un chico que no había jugado desde hacía dos años, debido a su adicción a las drogas, le dirigió a Cristo, dejó las drogas y se convirtió en uno de los mejores jugadores del equipo. Brandon Gleason también recibió a Cristo. ¿Un poco diferente sólo? Matt enseñó al equipo a cantar varias canciones cristianas (aunque nunca las habían cantado antes) y les llevó a diferentes iglesias para cantarlas. Después de un encuentro de baloncesto victorioso, Matt escribió un mensaje de teléfono a Brandon (citando un himno que habían aprendido) “¡Oh, victoria en Cristo!”, y Brandon contestó citando la siguiente línea: “¡Mi Salvador para siempre!”
¿Por qué iba un hombre a dejar su empleo en una universidad, famosa por su calidad deportiva, con un buen futuro y un mejor salario, para recibir mucho menos, entrenando a un equipo de baloncesto en un instituto? No parece lógico. Matt Luneau contesta esta pregunta en la siguiente carta, recibida ayer, el 28 de abril de 2013.