David Brueckner, maestro de la Biblia...
Por muchos años en Irlanda y ahora en el USA
Por muchos años en Irlanda y ahora en el USA
“Yo Juan… estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta…” Ap. 1:9-10
En estos días, leyendo el libro de Apocalipsis, pude notar que el cielo no es nada silencioso. Juan mencionó un tiempo cuando hubo silencio por media hora, pero era algo fuera de lo normal. De hecho, leí sobre “un ángel fuerte que pregonaba a gran voz” (5:2). Juan vio millones de millones de ángeles y los escuchó “que decían a gran voz” (5:12). Las almas bajo el altar del cielo “clamaban a gran voz” (6:10). Cuando cayó Babilonia hubo “una voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya!” (19:6). Estoy mencionando sólo algunas de las ocasiones, pero si tú buscas puedes hallar muchas más. El cielo no es un sitio monástico, donde todos están flotando tranquilos sobre suaves nubes blancas.
Escuchando voces celestiales
Aunque la voz del cielo es alta y clara, raras veces es escuchada, debido a la sordera de los oídos humanos. Por eso leemos repetidas veces en los capítulos 2 y 3: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Jesús hablaba en parábolas para descubrir a los que querían afinar sus oídos con las palabras eternas. Los que quedaban después de que la mayoría se fuera, conversaban con Él sobre las cosas que no habían comprendido al escucharle la primera vez. Obtener un oído bíblico no es algo ligero, requiere tiempo y esfuerzo.