2. EL CRISTO QUE VE
“(Abraham) se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había
concebido, miraba con desprecio a su señora. Entonces Sarai dijo a Abram: Mi
afrenta sea sobre ti; yo te di mi sierva por mujer, y viéndose encinta, me mira
con desprecio; juzgue Jehová entre tú y yo. Y respondió Abram a Sarai: He aquí,
tu sierva está en tu mano; haz con ella lo que bien te parezca. Y como Sarai la
afligía, ella huyó de su presencia. Y la halló el ángel de Jehová junto a la
fuente que está en el camino de Sur. Y le dijo: Agar, sierva de Sarai, ¿de
dónde vienes tú, y a dónde vas? Y ella respondió: Huyo de delante de Sarai mi
señora. Y le dijo el ángel de Jehová: vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo
su mano. Le dijo también el ángel de Jehová: Multiplicaré tanto tu
descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud. Además le dijo
el ángel de Jehová: He aquí que has concebido, y darás a luz un hijo, y
llamarás su nombre Ismael (Dios oye), porque Jehová ha oído tu aflicción. Y el
será hombre fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él, y
delante de todos sus hermanos habitará. Entonces llamó el nombre de Jehová que
con ella hablaba: Tú eres Dios que ve; porque dijo: ¿No he visto también aquí al
que me ve?”. Génesis 16:4-13
UNA MUJER JUNTO A UNA FUENTE
Uno de los temas más importantes de las Sagradas Escrituras tiene que ver
con las características que existen en el corazón del ser humano. La Escritura
te permite tener una visión clara de lo que hay dentro de él, y es sorprendente
ver que básicamente no ha cambiado mucho. Las costumbres y la cultura de los
tiempos bíblicos son diferentes pero, si eres sincero, reconocerás que los
fallos y características son los mismos que en el día de hoy.
Hace cuatro mil años, un nómada rico e importante de Mesopotamia, llamado
Abram (convertido después en Abraham), vagaba en el territorio de Canaán. El
hombre tenía mucho ganado y muchos esclavos. Su mujer, Sarai (posteriormente
Sara), era estéril, por lo que no podía dar un descendiente a su esposo. En la
cultura del tiempo y lugar donde vivían, esto representaba un gravísimo
problema. Sarai buscaba desesperadamente una solución, y la encontró en una de
sus esclavas, una egipcia llamada Agar. Se la ofreció a su esposo como una
sustituta para darle el hijo deseado. Y de esta manera, aunque es difícil de
entender por la sociedad moderna en que vivimos, le fue dado a la pobre chica
un honor y dignidad que jamás hubiera imaginado poder tener en la sociedad de aquel
entonces.