De todos los mensajes que he
escuchado en toda mi vida, considero este el mejor. Fue predicado por S.M. Lockridge,
un predicador moreno, nacido en una pequeña aldea en Texas. La gente le
despreciaba como niño, decía que no tenía futuro, que le debían quitar del
colegio. Pero el Señor le salvó y le dio un ministerio. Fue el primer predicador
negro que fue invitado dar un discurso en la
convención general de las Iglesias Bautistas del Sur ( la denominación más grande en el sur de los Estados Unidos, donde dominaba el perjuicio racial) en los años 1960s. Este es el mensaje, combinado con otro que dio a los estudiantes en la universidad cristiana Moody, una de las más grandes en los Estados Unidos. Cristiano, leelo y regocíjate....
convención general de las Iglesias Bautistas del Sur ( la denominación más grande en el sur de los Estados Unidos, donde dominaba el perjuicio racial) en los años 1960s. Este es el mensaje, combinado con otro que dio a los estudiantes en la universidad cristiana Moody, una de las más grandes en los Estados Unidos. Cristiano, leelo y regocíjate....
El hebreo ortodoxo en el
tiempo de Jesús, como en el nuestro también, no pronunciaría el nombre de Dios
o Jahweh. En lugar de esto, cuando leería el nombre sagrado e incomunicable de
Dios, él diría, “El Señor”. “Oye,
Israel: El Señor nuestro Dios, es un Señor.” Los cristianos han aplicado este
título a Cristo. Hablando humanamente o divinamente, el título “Señor” demanda
respeto y un voto de obediencia. Un día, Simón Pedro estuvo de pie delante de
una multitud hostil y proclamó, “A este Jesús a quien vosotros crucificasteis,
Dios le ha hecho Señor y Cristo.”