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Lowell Brueckner

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Una introducción a la profecía de Zacarías

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Zacarías… un estudio

¡El fin de año marca un tiempo especial en mi vida devocional! Si me permites, voy a descubrir mis hábitos personales sobre la lectura de la Biblia. Diariamente leo un capítulo de los cuatro Evangelios y los Hechos; un capítulo desde la carta a los romanos en adelante; y tres capítulos del Antiguo Testamento o algunos más, dependiendo de si son cortos, como en el caso de los Salmos. Así puedo leer el Nuevo Testamento casi tres veces al año y terminar completamente el Antiguo Testamento a finales de octubre. Los dos últimos meses del año los dedico a hacer un estudio especial sobre un tema o libro de la Biblia.

Ahora, durante el mes de noviembre, estoy estudiando el libro de Zacarías. Casi todo el libro tiene que ver con el Cristo venidero y, gran parte de él, con su segunda venida. Al estudiarlo vemos que las profecías están cumpliéndose en nuestros días y, en un futuro no muy lejano, muchas más llegarán a cumplirse. El cumplimiento de las profecías es una gran prueba de que la Biblia sí es la palabra de Dios. No hay otro libro igual en este aspecto. Si no estudiamos cuidadosamente el Antiguo Testamento, permaneceremos ignorantes de cosas asombrosas sobre el plan de Dios que están pasando en los últimos tiempos.


¡Qué privilegiados somos! ¡Dios nos ha rodeado de riquezas divinas para nuestro provecho! Pero la riqueza que es sobre todas, es Su Palabra; para la cual nos ha dado la facultad sobrenatural de poder captarla para nuestro provecho. Nos ha dado la mente de Cristo, gobernada y alumbrada por el Espíritu Santo. Ser iluminados sobre las cosas espirituales y celestiales es otra gran obra del trino Dios. También tenemos la oportunidad de aprender unos de los otros compartiendo lo que recibimos y, para mí, sería un gran placer daros algo de lo que he aprendido sobre los primeros versículos del libro de Zacarías. ¿No te gustaría estudiar, versículo tras versículo, este libro? No cabe duda de que un estudio expositivo es la mejor forma de estudiar la palabra y la mejor forma de dar un estudio… explicando versículo tras versículo lo que la palabra está presentándonos. Esto es algo que poco se hace hoy en día, ¿verdad?

El nombre Zacarías significa “el Señor recuerda” y, en verdad, éste sería un buen título para este libro. Israel había estado en el cautiverio por 70 años y ahora, el Señor, les está sacando de esa situación y ayudándoles a volver a su tierra. Zacarías fue el hijo de Berequías y el nieto de Iddo. Quizás volvió de Babilonia con su abuelo siendo un niño. No sabemos nada de su padre. Posiblemente murió cuando Zacarías era pequeño, pero su abuelo fue mencionado en los libros de Esdras y Nehemías  (Esd.5:1; Neh.12:4,16). No pocas veces, la Biblia presenta a un abuelo como el padre de cierta persona y, por eso, tal hecho, no debe extrañarnos.  

Hageo y Esdras fueron contemporáneos de Zacarías. Esther fue reina unos años después de los eventos mencionados en este libro y Nehemías edificó el muro más tarde todavía. Últimamente profetizó Malaquías. Zacarías, como su abuelo Iddo, era sacerdote, pero ser profeta no era algo que se podía heredar de los antepasados, ni por pertenecer a cierta tribu; sino porque a tal persona le había llegado la palabra de Dios.

Capítulo uno (versículos 1-6)

El mes de noviembre del año 520 a.C., durante el tiempo del imperio persa, en el reinado de Dario, llegó la palabra de Dios a Zacarías (v.1). Fue en ese momento cuando empezó su ministerio como profeta. Es el único suceso que califica a un hombre para este oficio. Con la excepción de Isaías, este es el profeta que más tiene que decir sobre el Cristo venidero.

Por lo regular, tiene un mensaje muy positivo, pero no ignora la ira de Dios. Recuerda a Israel Su indignación contra sus padres (v.2)… una indignación que les llevó a tener que estar 70 años en el cautiverio (v.12). Si quieres saber acerca de la intensidad de Su ira, solamente tienes que leer el libro de Lamentaciones. Allí verás las tristes calamidades que les acontecieron a mano de los babilonios.

Tampoco el evangelio del Nuevo Testamento ignora la ira de Dios. Nos recuerda que todos estábamos bajo esa ira y que, en el tiempo presente, los incrédulos son hijos de ira. El libro de Hebreos nos anuncia que es horrenda cosa caer en manos del Dios vivo. Pero en toda la Biblia no hay otro libro como el de Apocalipsis, en el que se nos hable más de la ira de Dios y del Cordero, y del infeliz fin de los que no se rinden a Él.

Permíteme presentar algunos versículos del Nuevo Testamento que nos hablan de la ira de Dios: Mateo 3:7; Lc.3:7; Lc.21:23; Jn.3:36; Ro.1:18; 2:5,8; 3:5; 5:9; 9:22; 12:19; 13:4; Ef.2:3; 5:6; Col.3:6; 1 Tes.1:10; 2:16; Heb.3:11, 4:3; Ap.6:16, 17; 11:18; 14:10, 19; 15:1, 7; 16:1, 19; 19:15.

Además, Jesús, que representó perfectamente la persona del Padre en la tierra, se indignó contra Sus discípulos por la actitud demostrada contra los que habían traído a sus niños para que Él les bendijera (Mc.10:14). En el templo, se indignó al ver la dureza del corazón de los judíos, que no pudieron gozarse por la sanidad de un manco, porque era más importante su propia interpretación sobre guardar el sábado (Mc.3:15). Además, creo que todos nosotros sabemos del día cuando Cristo entró en el templo y observó a la gente negociando en un lugar dedicado a la adoración a Dios. Allí mismo se encendió Su ira y echó fuera a todos con un azote de cuerdas, volcando las mesas y desparramando las monedas (Jn.2:13-17).

Ahora, Zacarías amonesta a los judíos del privilegio que tienen de disfrutar de una nueva oportunidad, por lo que deben tener mucho cuidado de no seguir los pasos de sus padres (v.3). Dios, con su perfecta sabiduría, sabía que 70 años en el cautiverio, ni un día más ni un día menos, fueron necesarios para quebrantar la terquedad de Su pueblo; Su misericordia no permitió que pasara más de un día de lo que fuera necesario. Pero ahora era el tiempo de invitarles a volverse al Señor y decirles que el Señor estaba dispuesto a volverse a ellos. El nombre de Dios que se repite en todo el libro es YHVH Sebaot = Jehovah de las huestes (el Señor de los ejércitos). Él vendrá a favor de Su pueblo, batallando por ellos con todos Sus ejércitos. Esta expresión aparece varias veces en este capítulo (v.4, 6, 14, 17, y 26), y más veces por todo el libro.

Zacarías cuenta un poco de la historia de los judíos, recordándoles cómo Dios había demandado el arrepentimiento de sus padres, pero que ellos no habían hecho caso (v.4). Entonces, con Su ira encendida, vino contra ellos con Sus huestes. Fíjate cómo un profeta impresiona a sus oyentes o lectores. No solamente presenta un mensaje, sino que lo hace de la mejor manera, para que ellos le hagan caso. Si hemos sido llamados por Dios para predicar Su palabra, tenemos que hallar también esta manera.

Zacarías enfatiza los límites humanos (v.5), en contraste con la Palabra de Dios. Los padres que desobedecieron estaban muertos, y los profetas que les habían avisado también eran mortales y falibles; pero la palabra de Dios es infinita, permanente, segura y se cumple sin fallar (v.6). Incluso los desobedientes padres tuvieron que reconocerlo durante aquellos 70 años de prueba en Babilonia y ahora, sus hijos, pueden testificar lo mismo. Hay un reconocimiento de que el Señor de los ejércitos ha cumplido Su palabra. La mejor aplicación a estos seis versículos inspirados por el Espíritu Santo, por medio de un profeta llamado de Dios, es que nosotros pongamos toda la atención a esta advertencia. Tú y yo moriremos, como el profeta inspirado murió, pero la palabra de Dios nos ha llegado hasta el Siglo XXI y seguramente se cumplirá en nuestras vidas.


Hasta aquí la introducción del libro de Zacarías


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