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Lowell Brueckner

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Judá abandona a su Dios

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1. Un estudio expositivo sobre Isaías, capítulo 1, versículos 2-9

Isaías empieza con una declaración a Judá y a Jerusalén en nombre del Señor, sin embargo, es un mensaje que se puede aplicar a todo el mundo. ¡Qué clara y detalladamente habla Dios a Su profeta y por medio de él! Es una protesta contra Su pueblo y una llamada al arrepentimiento. Le insta a pensar de forma razonable con la intención de ofrecerle el perdón y seguidamente bendecirle. El Señor habla acerca de la caída de Israel a la corrupción y de cómo ha llegado a ser Su enemigo. De ser hijos de Dios se han vuelto en hijos depravados. Al final Él hará una obra de juicio justo que les llevará al arrepentimiento.

Dios habla: El cielo y la tierra tienen que hacerle caso

El Señor quiere que le escuchen: “¡Oíd, cielos, y tú, tierra, escucha, que habla el Señor!” (v.2a). Él desea comunicar, por eso, por toda la Biblia, manda a Sus siervos que escriban. Sus palabras llenan los cielos, descienden a la tierra y se extienden a todos los tiempos. Él revela los pensamientos y sentimientos de Su corazón.

Dios es digno de ser escuchado y debemos darle toda nuestra atención. Es Señor de Señores, y por eso debemos volver nuestros oídos hacia el cielo… Abre tu Biblia y Él se revelará a ti. Para ese propósito la ha escrito.

Con palabras semejantes, Moisés, el hombre de Dios, manda que al universo que le preste atención: “¡Prestad oído, cielos, y hablaré! Oye, oh tierra, los dichos de mi boca” (Dt.32:1-3). Cada uno debe escuchar y ninguno debe ignorar las palabras que nos llegan desde el trono del universo. La ignorancia por parte de los seres humanos no tiene excusa, y puesto que es una ignorancia voluntaria, ellos serán juzgados. La autoridad de Moisés se basa en el tema de su mensaje. Habla en el nombre del Señor y declara el significado de Su nombre, que denota Sus atributos… es decir, quien es Él. Él es la Roca (Dt.32:4), perfecto en todas Sus obras, justo en todos Sus caminos, nunca culpable de la injusticia, fiel, justo y recto.

Miqueas también llama a la población de la tierra a prestar atención: “¡Escuchad, pueblos todos! Atiende, oh tierra, y cuanto hay en ti” (Mi.1:2). El mundo entero debe saber que el Señor está cuidadosamente notando la situación. Él observa desde el asiento de la santidad… juicio asombroso y supremo se decide desde allí y Él, personalmente, lo llevará a cabo (Mi.1:3)

La rebelión produce estupidez

El Señor es el único capaz de crear vida (Is.1:2b). Produce hijos y los cría como una familia. La maldad del hombre es comprobada porque, aunque el Señor es un Padre fiel, Sus hijos se han rebelado (v.3). Su discernimiento es peor que el de los animales. La rebeldía fomenta la estupidez. “¿Quién es Dios?”, preguntan. “¿Quién es nuestro Hacedor?” Él se hizo Hombre y “el mundo fue hecho por Él pero el mundo no lo conoció. A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron” (Jn.1:10-11).

¡Los bueyes y los asnos saben mejor! Ellos responden al entrar su dueño en el granero. Jamás un extranjero puede hacerlos reconocerle. Jesús dijo a los judíos en Su día: “No sois de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz, y Yo las conozco, y me siguen” (Jn.10:26-27). ¿Quiénes son estos, entonces, que rehúsan escuchar la verdad, pelean contra Su obra y apagan cada llama que empieza a resplandecer? Ellos malinterpretan Su obra y Sus tratos.

Isaías tenía el mismo mensaje que Jesús unos 700 años antes y se ha extendido sobre los siglos de la época cristiana. Tiene que ver con una nación espiritual con malos genes, una “¡generación de perversos, hijos depravados!” (v.4a). Observa las palabras que describen sus acciones: abandonar, despreciar, volverse atrás (v.4b).

Oposición contra el señorío de Dios, Su santidad y el cielo

Están involucrados en una rebelión personal contra su Dios. Abandonan Su señorío… “abandonaron al Señor”; Su reino legítimo sobre sus vidas. Las cosas no mejoran en el Nuevo Testamento, de hecho, la acusación suena aún más severa: “Habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, negando aun el Soberano (gr. Despotes) que los adquirió” (2 P.2:1)

Entonces, ellos aborrecen al Santo, precisamente porque Él es santo… “despreciaron al Santo de Israel”, y su naturaleza impía se levanta contra Su pureza. Por todo su libro, el profeta hace recordar al pueblo, específicamente, Su nombre… el Santo de Israel. Al terminar la introducción, indiqué las muchas veces que Isaías le menciona con este nombre. Jesús en Su oración sumo-sacerdotal declara: “Manifesté tu nombre a los hombres que del mundo me diste” (Jn.17:6). Los que le han sido dados en este tiempo también aprovecharán la manifestación del Santo de Israel en Isaías.

Los rebeldes han dado marcha atrás, alejándose del Dios del cielo y eligiendo el camino hacia el infierno. Todos los tipos de disciplina sobre estos hijos incorregibles han sido agotados. No hay ninguna parte de su ser que no haya sido herida ya, desde la cabeza hasta los pies. La falta de arrepentimiento se nota porque sus heridas no han sido curadas para nada (v.5-6). Isaías está presentando a Judá su posición pecaminosa, y los evangelistas hoy, igual que Isaías, de forma personal o pública, necesitan presentar a los pecadores su estado. A menos que ellos puedan ver su condición delante un Dios Santo, no se arrepentirán, y si no arrepienten, ¡no podrán ser salvos!   

La historia… su pecado y sus consecuencias

La alegoría de un cuerpo golpeado, sin vendajes ni ungüento sanador, nos es dada para demostrar el estado espiritual de la nación, aunque su castigo también vino en forma de plaga física. La historia de la destrucción data desde los días de Joram, y la causa fue un compromiso entre el buen rey de Judá, Josafat, y el maligno rey de Israel, Acab. La hija de Acab y Jezabel, Atalía, fue la esposa del hijo de Josafat, Joram (fíjate en las consecuencias en 2Cr.21:14-20). El hijo malo de Joram, Ocozías, solamente reinó un año y, cuando fue matado, Atalía, su madre, reinó sobre Judá. Eran días extremamente oscuros para la nación y quedan como ejemplo para la iglesia de lo que sucede cuando buenas personas transigen en nombre de la tolerancia y la hermandad.

Después, Joás, hizo bien bajo la influencia de un sacerdote, Joiada, pero cuando éste murió, Joás envió las cosas sagradas desde La Casa del Señor al rey de Siria, para que se retirara de Jerusalén. Entonces él escuchó a malos consejeros, se volvió a la idolatría y mató a un sacerdote justo. Aparentemente, la sangre mala de Acab todavía fluía en sus venas y la influencia externa de Joiada no fue suficiente para cambiar su corazón. 

Amasías reinó y también se apartó del Señor cuando era mayor; se hizo orgulloso e idólatra porque tampoco tenía “un corazón íntegro” (2 Cr.25:15) para Dios. En el tiempo de Isaías, Uzías reinó y fue mejor que su padre, Amasías, en cumplir lo que era recto la mayor parte de sus 52 años de reinado y “fue ayudado maravillosamente” (2 Cr. 26:15) y fortalecido. Sin  embargo, el éxito no fue bueno para Uzías, ya que se llenó de orgullo y perdió el temor de Dios. Su pecado más grande fue asumir sobre sí mismo el sacerdocio. Se hizo leproso y perdió el reino como resultado de ello. Quizás recuerdes que el rey Saúl también perdió el reino por la misma razón (1S.13:9,14). Los dos oficios, de sacerdote y rey, estaban reservados solamente para el Hijo del Hombre.

Comienza el ministerio de Isaías

El ministerio profético de Isaías comenzó al morir Uzías (cap. 6) y continuó durante el buen reinado de Jotam. El único fallo de Jotam fue no remover los lugares altos que parecían tener un poder cultural sobre la gente. Algunos reyes, aunque pudieron hacer muchas otras reformas, no pudieron persuadir al pueblo a que abandonara los lugares altos.

Después, Acaz, fue rey y fue malo, siguiendo a los reyes de Israel en su idolatría. Isaías intentó llevar a Acaz a la fe y persuadirle para ignorar las amenazas mundanas contra Judá, pero no tuvo éxito. El conocimiento que Isaías tenía de la historia de su nación y lo que él personalmente observó hasta el reinado de Acaz, le provocó a hacer la declaración que estamos estudiando (v.7-9). A nosotros también nos haría bien estudiar la historia de la iglesia para poder avisar a los creyentes en el día de hoy sobre los errores del pasado. Desafortunadamente, esos errores a menudo son repetidos porque los cristianos solamente piensan en el tiempo presente, sin tener en cuenta el pasado.

Isaías observa la hija de Sión, un término utilizado para describir algo que tiene hermosura espiritual (la hija) y lo que a Dios le interesa sobremanera (Sion), que fue la ciudad de David, sobre la que fue edificada Jerusalén. La expresión fue dada al remanente del que habla Isaías. Aunque Dios le salvó de la destrucción, su situación presente sigue siendo insegura y está en un terreno reducido. Cuando Dios destruyó Sodoma y Gomorra, no había suficiente remanente para detener Su ira. Su pueblo es la sal de la tierra y ellos interceden, como lo hizo Abraham (Gn.18:22-23). Su remanente, aún en tiempos modernos, están ejercitándose en varios lugares, por toda la tierra. Ellos conocen el poder de la oración intercesora, y entienden que solamente Dios puede remediar la auto-destrucción que existe en una sociedad malvada; por eso están reducidos a la oración.  


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