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Lowell Brueckner

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La oración del pecador

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… en las palabras de un puritano

“La oración del pecador” es recomendado a una persona, dispuesta recibir a Cristo.  Posiblemente el consejero le conduce en una oración que, por ejemplo, prosigue de esta manera: “O Dios, reconozco que soy un pecador y que el pago del pecado es la muerte. Sé que el castigo del pecado es la separación de Tu presencia después de la muerte…” Y la oración sigue, tomando en cuenta la cruz y la salvación, y entonces abarca la invitación para que Jesús entre en la vida. Bien, en estos pocos párrafos solo quiero enfatizar la parte de la oración que tiene que ver con el reconocimiento de ser pecador.

Probablemente La oración del pecador refiere al publicano en el templo que en pocas palabras confesó que era un pecador y pidió de Dios la misericordia. Se encuentra en Lucas 18:13: “¡Oh Dios, sé propicio a mí, pecador!” Jesús dijo, “Éste bajó a su casa justificado,” indicando que orar de esta forma es todo lo que es necesario para poder ser salvo.

No diré, en ninguna manera, que esto no sea cierto. Al contrario, por supuesto, estoy de acuerdo. Lo que sí diré, es que estoy en contra la idea que por solamente pronunciar estas palabras, el consejero le asegura, “Ya eres salvo. ¡Bienvenido al Reino de Dios!” Fácilmente puede dar a una persona una falsa esperanza. Te apunto a la expresión justo antes: “No querría ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho…” Tendré que aclarar que el acto de golpear el pecho y la postura de no alzar los ojos tampoco salva, a menos que describe una manifestación de la actitud del publicano tras la oración: Las palabras eran pocas, pero la actitud arrepentida decía mucho.


Vamos al libro El valle de la visión y permitiremos que algún puritano amplía La oración del pecador para que mejor veamos lo que el publicano llevaba en su corazón:

“Sálvame de mí mismo, de las argucias y los engaños del pecado, de mi naturaleza perversa y traicionera, de negar tu acusación contra mis delitos, de una vida de rebelión continua contra ti, de principios, opiniones y fines equivocados, porque sé que todos mis pensamientos, sentimientos, deseos y propósitos están alejados de ti.” 

“Me he comportado como si te odiara, aunque tú eres el amor mismo; he intentado tentarte en todo, hasta agotar tu paciencia; he vivido malignamente de palabra y acto… Rey de mi vida, no me envíes a la destrucción, no me apartes de tu presencia, sino hiere mi corazón para que sea curado, hazlo añicos para que tu propia mano lo recomponga.”

“¿Cómo puedo presentarme ante ti con mis innumerables y graves delitos? A menudo he amado las tinieblas, he seguido vanidades mentirosas, he abandonado las misericordias recibidas, he pisoteado a tu Hijo amado, me he mofado de tus providencias, te he adulado con mis labios, he quebrantado tu pacto.”

“Guíame al arrepentimiento y sálvame de la desesperación; Déjame acercarme a ti renunciando a mí mismo, condenándome y aborreciéndome, pero confiando en la gracia que fluye hasta el primero de los pecadores. Que en la cruz contemple el mal del pecado y lo aborrezca, observe a quien atravesé como uno que fue inmolado para mí y por mí.”

¡Oh Dios, se propicio a mí, pecador!



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