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Lowell Brueckner

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Libertad, fe, verdad y amor

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Gálatas 5:1-12 

1.  Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. 
2.  He aquí, yo Pablo os digo que, si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo.
3.  Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. 
4.   De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caido. 

Warren Wiersbe escribió: “Es triste tener que decir que hay algunas personas que se sienten muy inseguros con la libertad. Quisieran mejor estar bajo la tiranía de algún líder que tener que hacer libremente sus propias decisiones. Hay algunos creyentes que se asustan por la libertad que hay en la gracia de Dios; así que buscan una asamblea de personas que sea legalista y autoritaria, donde puedan permitir que otros hagan decisiones para ellos. Es comparable a un adulto que otra vez se mete en la cuna. El camino de la libertad cristiana es el camino en que podemos hallar el cumplimiento en Cristo. No es para asombrarse escuchar este ultimátum: “No estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. Estad firmes en la libertad”.  

¿Qué es la libertad bíblica? Una vez más, tenemos que estar seguros de obtener la definición por medio de la Biblia. Es más de lo que el mundo describe como libertad y también es contrario a la opinión mundana.

Puesto que el hombre del mundo es básicamente egocéntrico, la libertad, para él, significaría remover todos los obstáculos para poder conseguir sus propios deseos, ambiciones y felicidad. También podría significar que, si está atado a vicios y malos hábitos, busque ser libres de ellos para poder gozarse a un nivel mucho más alto. Un grado de moralidad y decencia le haría obtener de otros más respeto y honor. Sin embargo, todas sus metas están contra los propósitos de Dios y, por eso, la libertad que busca no es la que hallamos en la Biblia. 

Pero las definiciones humanas no quitan nada del hecho de que Dios es el Dios de la libertad y ofrece, por medio del evangelio, la verdadera libertad. La libertad es el ambiente de la Jerusalén celestial y solamente en ese ambiente puede desarrollarse la nueva naturaleza espiritual. No hay manera de poder darle el verdadero valor a la libertad de Dios, porque va mucho más allá de lo que podamos decir o imaginar. Aprecio los comentarios de Warren Wiersbe por toda esta epístola. Sobre la libertad evangélica dice: “La doctrina de Pablo sobre la libertad cristiana por medio de la gracia no es doctrina peligrosa. La doctrina peligrosa es la del legalismo, porque el legalismo intenta hacer lo que es imposible: es decir, cambiar la vieja naturaleza y forzarla a obedecer las Leyes de Dios”.


Seguramente, el evangelio librará a quien esté esclavizado por vicios y malos hábitos, pero esto no es todo. Librará también de todas las atracciones del mundo, que engañan y tientan a codiciarlas, teniendo que malgastar gran cantidad de tiempo y energías para poder obtenerlas. También libra de las tentaciones sobrenaturales del diablo y su reino. 

Además, ataca y destruye a un enemigo presente, 24 horas al día, siete días a la semana. Este persistente amo es el ego que mencioné antes como el centro de control del hombre mundano. Demanda nuestra obediencia día y noche. Durante toda la vida, le hemos dado todo lo que pedía. Nos hace levantarnos de la cama por la noche para obtener algún capricho que pueda desear y se sienta con nosotros a la mesa, dominando nuestro apetito. Demanda diversión y entretenimiento. Insiste en tener reconocimiento, alta auto-estima y amor propio. Pero el evangelio dirige nuestra atención fuera de nosotros mismos, para poder experimentar un gozo mucho más alto y digno.

En esta carta, Pablo se enfoca en una libertad que nos libera de la terrible tiranía de las obras de justicia del hombre por medio de la ley. Nuestro orgulloso ego intenta gobernarnos, declarando que tenemos que hacer algo por nuestras propias esfuerzas, si queremos ganar la salvación. Es un engaño arrogante, haciendo pensar al individuo que tiene alguna bondad en sí mismo, algún potencial digno, por el cual poder obtener el favor de Dios. Se exalta a sí mismo, en lugar de ensalzar a Dios por Su misericordia y gracia para un pecador depravado y débil. Todos sus esfuerzos y atenciones dados para cumplir la ley, solamente le dejan bajo un yugo de esclavitud, exactamente como dijo Pedro: “Poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar” (Hch.15:10).

La decisión de los gálatas de cumplir con el rito de la circuncisión (relacionada con su salvación) fue una iniciación para entrar bajo el yugo de la ley. De esta manera, entrega su libertad, anula las bendiciones de Cristo y “está obligado a guardar toda la ley”. Si te interesa ver un ejemplo gráfico en el Antiguo Testamento de un yugo de servidumbre, lee la historia de Sansón, cegado y prisionero, moliendo en un molino como un buey (Jue.16:21). Pablo, varias veces en la epístola, demuestra hasta qué extremos puede llegar uno, y no permite un estado espiritual intermedio; tiene que ser un extremo u otro… la ley o la gracia. En este capítulo 5:2 y 4: “Si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo… De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.” Nota también 1:6; 2:21; y 4:11. 

La libertad del evangelio viene por medio del conocimiento de la verdad, en primer lugar, pero solamente la verdad misma tiene poder para librar: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn.8:32). Jesucristo es la verdad incorporada: “Yo soy… la verdad”, dijo, que os dirige al Padre y al cielo (Jn.14:2,6). “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Jn.8:36).

Estad, pues, firmes”. Hay mucho valor en poder estar firmes. A menudo miramos y admiramos a los que, aparentemente, progresan rápidamente, sacando mucha ventaja al resto del cuerpo de cristianos, pero después, les vemos cansados o caídos de diferentes maneras. Después de observar tales cosas durante los años, uno aprende a apreciar y a estimar a la gente que va despacio pero fielmente adelante, año tras año, siempre firmes y sólidos en su fe y en su doctrina.

5.  Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; 
6.   porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. 
7.  Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbo para no obedecer a la verdad?
8.   Esta persuasión no procede de aquel que os llama. 
9.    Un poco de levadura leuda toda la masa.

10.  Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea. 
11.  Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz. 
12. ¡Ojalá se mutilasen los que os perturban! 

“Por el Espíritu… por fe”, son palabras que se puede adjuntar a casi todos (o posiblemente a todos) los consejos y mandamientos espirituales. Si estas palabras fueran siempre escritas, la Biblia sería mucho más gruesa de lo que lo es en la actualidad. Podemos asumir legítimamente que su presencia, aunque no escrita, está en toda la verdad del evangelio. Por ejemplo, como en el versículo 5: “Nosotros aguardamos la esperanza de la justicia… por el Espíritu por fe”. El cristiano, sólo así, puede tener esperanza. No citaré otra vez el capítulo 3, versículos 2-5, pero es allí donde Pablo enseña que toda la obra evangélica se lleva a cabo por el Espíritu y por la fe. El cristiano vive, funciona, logra, entiende, evangeliza, ministra y es santificado, por el Espíritu y por la fe, y nunca puede depender de sus propios esfuerzos y capacidades.

La esperanza es la fe en el tiempo futuro. Por la fe, somos justos, pero también esperamos… (la palabra griega da el sentido de anticipar con ansia) … la esperanza de un futuro de perfecta justicia. Esta es “la esperanza que os está guardada en los cielos” (Col.1:5). Es “la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti.4:8).

Ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión”. La circuncisión no es correcta ni incorrecta, y la incircuncisión, en sí misma, tampoco lo es, ni una ni la otra valen, ni nunca han valido, delante de Dios. Siempre fue claramente simbólica y ya, en el Antiguo Testamento, aún el que dio la ley, Moisés, aclara: “Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz” (Dt.10:16). “Circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Dt.30:6). Siglos después, Jeremías ordenó: “Quitad el prepucio de vuestro corazón…” (Jer.4:4).

Por otro lado, la fe obrando por el amor, es lo que Dios busca. La fe y el amor son las virtudes fundamentales dadas al cristiano. El amor es la fuerza motivacional tras todo el servicio cristiano, y nos obliga a servirle libre y voluntariamente. La fe nos capacita para poder cumplir Sus propósitos.

La verdad es la enseñanza esencial que provee al creyente el conocimiento de la voluntad de Dios. Es la oposición directa a todo el centro de la filosofía e ideología del mundo, que es un engaño total. La suposición de que la doctrina no es importante, dejará un vacío en la vida de la persona que piensa así y dará sitio en su corazón para el engaño.

Como Pablo nos ha estado enseñando que “los rudimentos del mundo” (4:3) conducen a la esclavitud y, finalmente, a la ruina espiritual, Juan enseña sencillamente: “Ninguna mentira procede de la verdad” (1 Jn.2:21). Jesús orando al Padre pide: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn.17:17). El cristiano solamente puede avanzar obedeciendo a la verdad de la palabra de Dios. Su crecimiento termina inmediatamente al entrar doctrinas falsas. “¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad?” Obviamente, no fue Él el que les llamó. Era un elemento extraño; algunas personas entraron presentando doctrinas falsas que les estorbaron y, finalmente, los gálatas fueron responsables por haberlas seguido.

Un poco de levadura leuda toda la masa”. La levadura hace que una substancia parezca más grande de lo que es en realidad. Es simbólica del engaño, la hipocresía y el orgullo, tres ingredientes nada saludables que actúan juntos, produciendo un producto carnal. De esta manera tan sutil, Pablo demuestra otra vez que las obras de la ley son totalmente incompatibles con Cristo y Su gracia, y anularán Su obra en el cristiano. La levadura entra totalmente en la masa y la infla.

Yo no veo nada positivo acerca de la levadura en ninguna parte de la Biblia. Los judíos observaban una fiesta de pan sin levadura y la levadura no estaba permitida en ningún sacrificio de fuego, el cual era ofrecido solamente a Dios. Hay dos excepciones, por las cuales el pan con levadura era ofrecido aparte de los sacrificios hechos por fuego. En estas ofrendas excepcionales (Lev.7:13; 23:17), la levadura simbolizó la realidad del pecado siempre presente en el individuo y en la iglesia, como Juan nos enseña: “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Jn.1:10).  

Jesús advirtió a Sus discípulos acerca de la levadura. Estoy entre una minoría de cristianos que creen que la parábola de Jesús sobre la levadura en tres medidas de masa (Mt.13:31-33) en verdad es una profecía que apunta a lo que ya es un hecho histórico. El reino de Dios sobre esta tierra, sembrado como un grano de mostaza, creció indebidamente haciéndose un árbol monstruoso, lleno de corrupción, en lugar de lo deseado por el Sembrador… una planta de mostaza. En 1 Corintios 5:6-7, igual que en la porción que estamos estudiando, Pablo nos advierte de las consecuencias negativas de poner levadura en la masa.

Pablo demuestra confianza en que el problema entre los gálatas será resuelto; su confianza no está en ellos, sino en el Señor. Jesús dijo: “Edificaré mi iglesia” (Mt.16:18) y, por medio del apóstol, Él está interviniendo para eliminar la seria amenaza causada por los judaizantes, mientras Él obra directamente en la profundidad del corazón de los individuos. Podemos estar seguros, también, que dondequiera que se halla la verdadera iglesia hoy en día, Él tratará con la corrupción, antes que se produzca un daño irreparable. Por amor a Su novia, Él obra para salvarla de los lobos. Puede que recuerdes que mencioné tal intervención mucho antes, en nuestro estudio. Los falsos maestros experimentarán Su juicio y la iglesia, de su parte, tiene que actuar, renunciando y alejándose de ellos.

Mucha de la persecución en la iglesia primitiva se originó por los judíos. La enseñanza sobre la circuncisión y guardar la ley de Moisés era aceptada por ellos. Por eso, esta enseñanza, se hizo popular en el tiempo de Pablo. Quizás algunos creían falsamente que Pablo predicaba la circuncisión; de hecho, él circuncidó a Timoteo. Pero aquí argumenta que la gran ofensa para los judíos y todo el mundo, era la predicación acerca de la cruz, que va totalmente contra la corriente de la enseñanza sobre la circuncisión. Su argumento se basa en el hecho de que la persecución resulta al predicar la cruz y Pablo fue perseguido en todos lugares. Proclamó que la salvación se obtiene solamente por medio de la cruz y la circuncisión no tiene absolutamente nada que ver en ella.

El versículo 12 es una declaración fuerte y gráfica que normalmente nadie esperaría del apóstol. Tampoco hallarás algo semejante en ninguna otra parte de sus 14 epístolas. No señalaré unos pocos lugares en la Biblia, donde los portavoces de Dios hablaban palabras sorprendentemente crudas. Al decirlo, no acepto ni excuso a algunos predicadores de nuestros días que abusan de los límites de un vocabulario que es normalmente aceptable. Jesús enseñó: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Lc.6:45), lo que significa que estos maestros que tienen la boca sucia, también tienen un corazón sucio. Sin embargo, Pablo está deseando, simplemente, que los maestros de la circuncisión sean excomulgados, pero la palabra griega, traducida como “mutilarse” sería correctamente traducida como “castrarse”. A aquellos que se gloriaban en el número de cristianos que persuadían para circuncidarse, Pablo sugiere que deberían tomar un paso más, cortando parte de sus propios cuerpos. Quizás se refiera a un estado espiritual de impotencia en el cual su enseñanza no produzca ningún converso más.   



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