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Lowell Brueckner

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Una conversión real

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El libro del profeta Daniel

“… ¡quienes cerraron bocas de leones, apagaron la violencia del fuego!”
Hebreos. 11:33, 34

Capítulo 4:19-37                                Una conversión real

19.  Entonces Daniel, a quien llamaban Beltsasar, se quedó atónito por un momento, y le turbaron sus pensamientos. El rey habló, y dijo: "Beltsasar, no dejes que el sueño ni su interpretación te turben." Beltsasar respondió, y dijo: "Señor mío; sea el sueño para los que te odian, y su interpretación para tus adversarios. 
20.  "El árbol que viste, que se hizo fuerte y corpulento, cuya copa llegaba hasta el cielo y que era visible en toda la tierra, 
21.  y cuyo follaje era hermoso y su fruto abundante, y en el que había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo, 
22.  eres tú, oh rey, que te has hecho grande y fuerte, y tu grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra. 
23.  "Y en cuanto al vigilante, al santo que el rey vio, que descendía del cielo y decía: 'Derribad el árbol y destruidlo, pero dejad el tocón con sus raíces en la tierra, con ataduras de hierro y bronce en la hierba del campo, y que se empape con el rocío del cielo, y que comparta con las bestias del campo, hasta que pasen sobre él siete tiempos,' 
24.  esta es la interpretación, oh rey, y este es el decreto del Altísimo que ha venido sobre mi señor el rey: 
25.  Serás echado de entre los hombres, y tu morada estará con las bestias del campo, y te darán hierba para comer como al ganado, y serás empapado con el rocío del cielo; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres y que lo da a quien le place. 
26.  "Y en cuanto a la orden de dejar el tocón con las raíces del árbol, tu reino te será afirmado después que reconozcas que es el Cielo el que gobierna. 
27.  "Por tanto, oh rey, que mi consejo te sea grato: pon fin a tus pecados haciendo justicia, y a tus iniquidades mostrando misericordia a los pobres; quizás sea prolongada tu prosperidad." 

Los caminos providenciales de Dios son únicos; no según los patrones de los hombres. Él envió a Daniel, como cautivo, para ser Su embajador a Babilonia y a su rey Nabucodonosor. Dios le capacitó con sabiduría y un don para interpretar mensajes espirituales. El enemigo intentó impedir el propósito del Señor y neutralizar, desesperadamente, a Su instrumento elegido, dentro de una sociedad impía.


Hemos visto cómo el diablo intentó, por medio de una preparación escolar pagana y un cambio en su dieta judaica, que Daniel hiciera concesiones y corrompiera su testimonio. El enemigo también obró para que, la mayoría del tiempo, Daniel fuera ignorado por el rey y quedara fuera de su presencia, a pesar de que le podría ser muy útil. El jefe de los eunucos le cambió su nombre, Daniel, que significa “juicio de Dios” o “Dios es Juez”, por Beltsasar, “príncipe o tesoro de Bel o Baal”, y así dañar su piadosa identidad.

Sin embargo, el Dios soberano había preparado a este hombre tan fiel para todo lo que tendría que enfrentar, y nada iba a poder detenerle. Daniel, no solamente pudo funcionar a un nivel más alto que los oficiales páganos, sino que fue “diez veces mejor” (1:20). Al llegar el tiempo correcto, “la plenitud del tiempo” (Gá.4:4), el Señor sacó a Daniel de donde estaba, prácticamente escondido, y el emperador ya no pudo ignorarle más. En el versículo 19, observamos que Nabucodonosor no había olvidado su nombre original que, en sí mismo, es un testimonio personal. Quiere decir, Dios es Juez, y este nombre es precisamente relativo al mensaje que ahora presenta al rey. El mensaje era que el rey estaba bajo el juicio de Dios, juicio que pronto caería sobre él.

Lo que Dios tiene preparado para Nabucodonosor es muy severo, pero no es más que lo que es necesario. En los primeros capítulos vimos la dureza de su corazón. Viendo la gran depravación y arrogancia del corazón humano, más evidente todavía en alguien que ha saboreado tanto poder, no nos sorprendamos por el juicio que viene. Aún el infierno es demasiado bueno para una raza humana caída y amotinada. Ésta tiene que ser la posición doctrinal de cada verdadero cristiano. Si lo vemos así, reconoceremos la misericordia tan maravillosa que Dios tuvo hacia el futuro del rey.

Un profeta solamente podrá representar a Dios si su corazón está completamente involucrado con Su mensaje. Necesitará ser compasivo con sus oyentes o lectores. Solamente de esta manera podrá entregarles la palabra de Dios y hacer que ésta penetre profundamente en ellos. Isaías llamaba a sus profecías oráculos, significando cargas, que pesaban sobre aquel que las llevaba. Los sentimientos de Daniel hacia su emperador tocan mucho el corazón: Él “se quedó atónito por un momento, y le turbaron sus pensamientos”. Cuando Nabucodonosor le animó y rogó para que le transmitiera el mensaje, Daniel exclamó: "Señor mío; sea el sueño para los que te odian, y su interpretación para tus adversarios”. Jesús tenía razones al enseñarnos a amar a nuestros enemigos porque, por medio de ello, Dios cumplirá sus propósitos en ellos. En este párrafo vemos cómo el amor que Daniel tenía para el rey, ayudó para que el mensaje penetrara con más efectividad en su corazón.

Daniel aclara que Nabucodonosor era este hermoso árbol fructuoso, que “ha crecido y ha llegado hasta el cielo”, y ha influido al mundo entero. Daniel relata el mensaje del “vigilante”, y vemos que el mensajero angelical está declarando un decreto del Altísimo. Dios mismo ha pronunciado juicio contra el emperador. El profeta cita el mensaje casi palabra por palabra, enfatizando la importancia de cada detalle.

La locura iba a separarle totalmente de cualquier compañerismo humano, e iba a convertirle en un animal; morando al aire libre, sin protección del rocío de la madrugada y comiendo hierba con el ganado. Siete ciclos enteros significan que su condición iba a durar siete años. Todo en la profecía es literal.

Una de las señales que distingue un aviso o advertencia del Espíritu Santo, designado para traer convicción al corazón, de una tentación de Satanás, designada sólo para traer condenación, es que el Espíritu de Dios deja brillar una luz al final del túnel. De hecho, Daniel, ofrece al rey un remedio inmediato: “Pon fin a tus pecados haciendo justicia, y a tus iniquidades mostrando misericordia a los pobres; quizás sea prolongada tu prosperidad". 

Pero el rey todavía no está dispuesto a recibir las Buenas Noticias del arrepentimiento y la fe. Recuerda bien este punto si esperas ser un evangelista llamado por Dios (cada cristiano es llamado a evangelizar), porque encontraremos la misma condición espiritual en la gente de la calle, en el siglo XXI. El hombre natural, por sí mismo, no tiene con qué responder positivamente al evangelio… ¡no puede! No es que sea difícil, ¡sino imposible! ¡Por favor, aprende esta lección!

El apóstol Pablo lo deja totalmente claro en su carta a los romanos (3:10-18). ¿Por qué la gente lo ignora a menudo en el día de hoy? ¿Por qué hemos olvidado los caminos de la Escritura; de Cristo, Pablo, los reformistas, John Wesley, George Whitefield, Jonathan Edwards, Charles Finney, C. H. Spurgeon, Martyn Lloyd-Jones, y todos los demás evangelistas enseñados por Dios?

Pablo también enseña que Dios dio la ley para definir lo que es el pecado y para traer al pecador la convicción por sus propios pecados; aprende que “todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Ro.3:23). Los mandamientos demuestran que el pecado es extremamente pecaminoso (7:13). La ley, acompañada por el poder de la convicción del Espíritu Santo (Jn.16:8; Hch.24:25), tiene que hacer primeramente su obra, que es preparar el corazón para poder recibir el evangelio. Por eso, Jesús dijo: “Todos los profetas y la ley profetizaron hasta (e incluyendo a) Juan” (Mt.11:13). Juan fue el precursor del evangelio; el evangelio siempre tiene que tener un precursor que presente la ley.

La gracia preveniente de Dios, obrando por medio de la ley, rompe, moldea y ablanda el corazón duro del pecador. Sin excepción, cada pecador tiene que ver su actitud orgullosa contra Dios y rendirse humildemente, confiando sólo en el Señor. Daniel quería que el rey se arrepintiera en el momento, ofreciéndole la oportunidad de hacerlo, pero el quebrantamiento de Nabucodonosor iba a tardar siete años… ni un día más ni un día menos. Primero tenía que reconocer “que es el Cielo el que gobierna”. El viejo tronco iba a ser tumbado, sus ramas cortadas y sus hojas arrancadas, Todas sus confianzas del pasado huirían de él. Pero, aunque el viejo árbol está destinado a pudrirse, la nueva vida brotará desde las raíces. Éste es el evangelio y, el Espíritu de Dios, el Espíritu de Esperanza, ¡se lo relata a Nabucodonosor por medio de Daniel!

28.  Todo esto le sucedió al rey Nabucodonosor. 
29.  Doce meses después, paseándose por la azotea del palacio real de Babilonia, 
30.  el rey reflexionó, y dijo: "¿No es ésta la gran Babilonia que yo he edificado como residencia real con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad?" 
31.  Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando una voz vino del cielo: "Rey Nabucodonosor, a ti se te declara: El reino te ha sido quitado, 
32.  y serás echado de entre los hombres, y tu morada estará con las bestias del campo; te darán hierba para comer como al ganado, y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres, y que lo da a quien le place." 
33.  En aquel mismo instante se cumplió la palabra acerca de Nabucodonosor: fue echado de entre los hombres, comía hierba como el ganado y su cuerpo se empapó con el rocío del cielo hasta que sus cabellos crecieron como las plumas de las águilas y sus uñas como las de las aves. 
34.  Pero al fin de los días, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo, y recobré mi razón, y bendije al Altísimo y alabé y glorifiqué al que vive para siempre; porque su dominio es un dominio eterno, y su reino permanece de generación en generación. 
35.  Y todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, mas El actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle: "¿Qué has hecho?" 
36.  En ese momento recobré mi razón. Y mi majestad y mi esplendor me fueron devueltos para gloria de mi reino, y mis consejeros y mis nobles vinieron a buscarme; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. 
37.  Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, porque sus obras son todas verdaderas y justos sus caminos; Él puede humillar a los que caminan con soberbia. 

“Todo esto le sucedió al rey Nabucodonosor”. Una de las pruebas que Dios nos ha dado sobre la veracidad de la Biblia y Su autoría divina, es el cumplimiento de la profecía. Jesús dijo: “Os lo digo desde ahora, antes de que pase, para que cuando suceda, creáis que yo soy” (Jn.13:19). En este capítulo, sólo pasaron 12 meses hasta que se cumplió la palabra, pero tenemos cientos de profecías sobre el advenimiento del Mesías, dadas muchos siglos antes que, literalmente, se cumplieron. Las profecías se hacen realidades hasta el día de hoy, en este siglo XXI, y muchas más se cumplirán en el futuro; quizás en un futuro muy cercano. ¡Las esperamos!

El hombre no regenerado repele la verdad divina como “las plumas del pato repelen el agua”, dice un proverbio. Nabucodonosor dejó desvanecerse la verdad vez tras vez, pero la persona misma del Señor está en la verdad, y no importa como el hombre la trate, quedará firme, no fallará: “Sea hallado Dios veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso” (Ro.3:4). No sabemos qué hizo el rey con la súplica de Daniel de que se arrepintiera, pero en los versículos 29 y 30 es muy evidente que todavía no era un hombre arrepentido; seguía obsesionado con el orgullo.

Jesús dijo: “En verdad (amén) os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt.18:3). Aquí nos está hablando de la humildad de los niños (18:4). La humildad es una condición necesaria para que una persona pueda ser salva. Nadie puede arrepentirse verdaderamente a menos que sea humillado primero. Dios no tolera el orgullo, por eso fueron necesarios siete años de locura para tratar con la arrogancia del emperador. Aunque todo el contacto que había tenido con el Señor y Su pueblo no había cambiado su corazón, ahora veremos una diferencia muy evidente.

“Aún estaba la palabra en la boca del rey”, cuando el juicio cayó y la palabra profética que había escuchado un año antes se repitió. Aunque no puede discernirse humanamente, Nabucodonosor había llegado a un punto por el que la copa de la ira divina se había llenado hasta el borde y se había llevado a cabo la sentencia. Perdió su razón y enloqueció; y como los endemoniados de Gadara, perdió todo el compañerismo humano y se comportó como un animal. Siete años de juicio fueron aplicados a su vida. Siete años habla de la perfección de Dios, y la justicia de Dios va a cumplirse perfectamente en el rey. También, de la misma manera, el justo juicio de Dios caerá sobre cada pecador no arrepentido. Aquí se añade otro detalle acerca del estado del rey: “Sus cabellos crecieron como las plumas de las águilas y sus uñas como las de las aves”. 

Como Lucas dijo acerca del pródigo: “Volviendo en sí” (Lc.15:17), empezó a razonar bien. El hijo pródigo fue tan irracional como lo fue el rey y, para que entendamos bien, cada persona que anda en orgullo y según su propia voluntad está en la misma condición que ambos. Las únicas personas que están en su mente cabal son las que se han rendido a su Creador y han encontrado un lugar al pie de la cruz de Cristo.

En el momento en el que una persona levanta humildemente sus ojos al cielo, vuelve en sí. Es cuando puede empezar a pensar correctamente y cuando puede bendecir, alabar y honrar al Dios eterno. Es cuando el loco puede volver a gobernar, el leproso puede empezar a vivir entre la sociedad, y cuando el endemoniado puede regresar a vivir con sus seres queridos. 

¡Oh amigo mío, Dios es bueno! Él tiene buenas nuevas para el corazón arrepentido. Las alabanzas de la corte del cielo resuenan cuando uno de los habitantes de la tierra se vuelve a su Creador. Como dijo el Señor con amor: “Compensaré por los años que ha comido la langosta” (Joel 2:25). La confianza perdida por la locura del rey entre la gente antes conocida, fue restaurada y “mayor grandeza me fue añadida”, dijo el emperador. No tuvo que buscar una restauración, sino que la obra hecha en él convenció a todos. ¡Qué absolutamente maravillosa es la declaración del rey: “…vinieron a buscarme!” Ninguna resolución humana o auto-esfuerzo podrían hacer esto; solamente un renacimiento espiritual puede convencer al desilusionado oficial del gobierno, al socio del negocio o al miembro de la familia. Es una vida nueva la que Cristo da, y la da en abundancia. “La bendición del Señor es la que enriquece, y Él no añade tristeza con ella” (Pr.10:22).

¡Qué rica y poderosa es la gracia de Dios! ¡Qué conversión tan poderosa es la que experimenta un hombre que, sentado en la silla del anticristo, es reconciliado con Dios! (Debo decir inmediatamente, antes de que alguien me malinterprete, que la Escritura deja claro que el anticristo final no será reconciliado). Yo creo que veremos a Nabucodonosor en el cielo contando todavía la antigua historia que nosotros tanto amamos. Él se la relató humildemente a su generación y, como fue escrita, la tenemos hasta ahora disponible para nuestra generación.

Vamos a leer una vez más su palabra de testimonio y alabanza: “Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, porque sus obras son todas verdaderas y justos sus caminos; Él puede humillar a los que caminan con soberbia”. ¡Amen, hermano Nabucodonosor!



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