Los últimos tres sellos
9. Cuando el Cordero abrió el quinto
sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de
la palabra de Dios y del testimonio que habían mantenido;
10.
y clamaban a gran voz, diciendo:
¿Hasta cuándo, oh Señor santo y verdadero, esperarás para juzgar y vengar
nuestra sangre de los que moran en la tierra?
11.
Y se les dio a cada uno una
vestidura blanca; y se les dijo que descansaran un poco más de tiempo, hasta
que se completara también el número de sus consiervos y de sus hermanos que
habrían de ser muertos como ellos lo habían sido.
12.
Vi cuando el Cordero abrió el sexto
sello, y hubo un gran terremoto, y el sol se puso negro como cilicio hecho de
cerda, y toda la luna se volvió como sangre,
13.
y las estrellas del cielo cayeron a
la tierra, como la higuera deja caer sus higos verdes al ser sacudida por un
fuerte viento.
14. Y el cielo desapareció como un
pergamino que se enrolla, y todo monte e isla fueron removidos de su lugar.
15.
Y los reyes de la tierra, y los
grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos, y todo siervo y todo libre,
se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
16.
y decían a los montes y a las peñas:
Caed sobre nosotros y escondednos de la presencia del que está sentado en el
trono y de la ira del Cordero,
17.
porque ha llegado el gran día de la
ira de ellos, ¿y quién podrá sostenerse?
El quinto sello: Martirio del último
tiempo
Ahora hemos llegado a la segunda parte de los sellos, que contiene los
últimos tres. Aquí, ya no se mencionan los cuatro seres vivientes. En su lugar,
cuando se abre el quinto sello, quienes hablan bajo el altar en el cielo, son las
almas de los mártires. Interpretaremos esto de forma literal, entendiendo que
hay almas conscientes delante del trono de Dios. Supongo que pertenecen
a las personas martirizadas desde el tiempo de los apóstoles y hasta los
últimos tiempos (v.9).
Las imágenes del libro de Levítico son extremamente importantes para poder
entender aquí el significado de las almas bajo el altar, el
sacrificio de Cristo y nuestra salvación: “Porque
la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he dado sobre el altar para
hacer expiación por vuestras almas; porque es la sangre, por razón de la vida,
la que hace expiación” (Lv.17:11). Por la vida que hay en la santísima sangre
de Cristo sobre el altar, y sólo por ella, las almas pueden estar en el cielo
bajo el altar, cubiertas por la sangre.
Pablo entendió que la libación de vino ofrecida,
junto con el sacrificio, representaba su futuro martirio (Nú.15:5; 28:7,14): “Porque yo ya estoy para ser derramado como
una ofrenda de libación, y el tiempo de mi partida ha llegado” (2 T.4:6). Pablo
ya estaba sentenciado a pena de muerte, pero él, confiando en la sangre del
Cordero, ofreció voluntariamente su sangre para la gloria de Cristo. El
significado de partida aquí, es como un barco que se ha soltado del muelle; el
alma de Pablo navegará en la eternidad.