Capítulo 10
Una falsa conclusión debido a la
experiencia
1.
Porque no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros
padres todos estuvieron bajo la nube y todos pasaron por el mar;
2.
y en Moisés todos fueron bautizados en la nube y en el
mar;
3.
y todos comieron el mismo alimento espiritual;
4.
y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque
bebían de una roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo.
5.
Sin embargo, Dios no se agradó de la mayor parte de
ellos, pues quedaron tendidos en el desierto.
El apóstol Pablo tomó responsabilidad y quiso
asegurarse de que el cristianismo no fuera una religión de ignorancia. En el capítulo
12:2, escribió de la ceguera que tenían los corintios, como paganos, siguiendo a
sus líderes religiosos tras la idolatría, siendo tan ignorantes como aquellos
ídolos mudos a los que servían. La instrucción cristiana no es un adorno dado
para embellecer a la iglesia y a sus miembros, sino que es esencial para poder
llevar a cabo su misión y dar gloria a Dios.
¿Cual fue la fuente del texto que nos enseña el
apóstol? Fue, ni más ni menos, que la Escritura del Antiguo Testamento. Jesús
dijo: “Mi enseñanza no es mía, sino del que me envió” (Jn.7:16). La
enseñanza había sido establecida antes de que Él viniera a la tierra, y Él,
sencillamente, edificó sobre aquella Escritura. Jesús reconoció la inspiración
divina de los 22 libros, ya determinados por los judíos para ser la verdad
inerrante e infalible. Sus discípulos le seguían y después enseñaban a la
iglesia su doctrina (Hch.2:42). Hoy hemos convertido los mismos 22 libros en
39, pero, provienen íntegramente del mismo texto que fue enseñado a los
creyentes primitivos en el primer siglo.
En verdad, es asombroso ver a muchos creyentes
tratar la Biblia con indiferencia. Dios, bondadosamente, nos ha concedido este
tesoro único de pensamientos y caminos divinos. No hay nada a qué compararla en
todo el mundo; en ningún otro lugar sobre la tierra podemos aprender acerca de la
verdad celestial y eterna.