“Acerquémonos,
pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro”. Hebreos
4:16
La oración es un generador de potencia.
En el primer artículo, he dedicado
mucho espacio a Éxodo 33, pero me gustaría que viéramos algo más. Es
maravilloso saber de un encuentro amistoso con Dios, pero también queremos conocer
el poder de la oración: “Elías era
hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para
que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses” (Stg.5:17).
La oración de Elías cerró los cielos y no llovió durante tres años y medio.
¡Esto, sí, es poder! Vayamos juntos a Apocalipsis 8:3-5: “Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de
oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los
santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del
ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de
los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo
arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto”. ¡Esto, sí, es poder! Y ahora vayamos a
Hechos 1:14; 2:1-2: “Todos estos
perseveraban unánimes en oración y ruego… estaban todos unánimes juntos. Y de
repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el
cual llenó toda la casa donde estaban sentados”. ¡Esto, sí, es poder!