Capítulo1:7-19
Preparación del Espíritu Santo
Podemos comparar a Samuel, a
quien Dios habló por primera vez cuando sólo tenía 12 años, con Jeremías,
también muy joven cuando Dios le llamó al ministerio. “Samuel no
había conocido aún a Jehová” (1 S.3:7), y no reconoció Su voz. Dios le tuvo
que llamar tres veces, antes de saber, por medio de Elí, Quien le estaba
llamando. Samuel conocía a su anciano tutor y guardián, y fue a él antes de
conocer a Dios. A quien uno acude cuando tiene dudas, muestra con quien tiene una
relación espiritual. Si tiene que recibir sus consejos e instrucciones
continuamente de los hombres, es obvio que no tiene una relación íntima con
Dios. Cada uno puede juzgar su propia vida a través del ejemplo de Samuel, para
saber si tiene o no, un contacto directo con Dios. Al tener un encuentro
genuino con Él, todo lo que Dios esperaba de Samuel es que entregara Su mensaje
a Elí. Él no tenía que pensar en transmitir un mensaje hermoso, sino que tan
solo tenía que repetir exactamente la palabra de Dios. Esto es lo que Él espera
de todos aquellos que comparten Su palabra. Samuel no añadía opiniones
personales.
Obviamente, es esencial que un siervo del Señor tenga un conocimiento personal de Él al recibir su llamamiento. Podemos tener la certeza de que Jeremías ya conocía a Dios y, por supuesto, Dios le conocía a él, por la libre conversación que vemos al empezar el libro. Dios le predestinó para ser un profeta a las naciones, es decir, a cada nación, incluyendo la nuestra, por medio del Libro inspirado que contiene sus escritos. “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (v.5).