Capítulo 7
Enseñanza falsa por profetas falsos
1. Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor, diciendo:2. Párate a la puerta de la casa del Señor y proclama allí esta palabra, y di: «Oíd la palabra del Señor, todos los de Judá, los que entráis por estas puertas para adorar al Señor».
3. Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Enmendad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar.
4. No confiéis en palabras engañosas, diciendo: «Este es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor».
5. Porque si en verdad enmendáis vuestros caminos y vuestras obras, si en verdad hacéis justicia entre el hombre y su prójimo,
6. y no oprimís al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni derramáis sangre inocente en este lugar, ni andáis en pos de otros dioses para vuestra propia ruina,
7. entonces os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre.
8. He aquí, vosotros confiáis en palabras engañosas que no aprovechan,
* Versión LBLA.
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!”, lamentaba Jesús (Lc.13:34). Este es el tercer mensaje que tenemos en el libro, predicado al principio del reinado de Joacim, y está conectado con el capítulo 26, que estudiaremos más adelante. Joacim fue hijo del buen rey Josías y fue puesto sobre el trono de Jerusalén por el rey de Egipto. Fue un rey malo y Jeremías estaba arriesgando su vida al dar este mensaje, pero tenía que hablar mientras existiese alguna posibilidad de que el pueblo le oyera (Jer. 26:3).
El Señor envió a Jeremías desde su pueblo natal de Anatot a Jerusalén para empezar su ministerio profético. Al principio de este capítulo el Señor le manda ponerse en el atrio del templo de la ciudad, durante la celebración de una fiesta religiosa. Él se dirige a la multitud que viene a congregarse de los alrededores, asistiendo fielmente a la casa del Señor, mientras continúan con sus prácticas opresivas (v.2). Una vez más, el Dios de toda esperanza y misericordia ofrece una manera de escapar del castigo venidero, si es que se arrepienten (v.3).
No importa si es el Antiguo Testamento o el Nuevo, los dos muestran claramente que la salvación empieza cuando hay arrepentimiento. Juan Bautista preparó el camino para Jesús y el evangelio predicando acerca del arrepentimiento. Jesús comenzó Su ministerio en Galilea, “predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mc.1:15). En el día de Pentecostés, Pedro predicó el primer mensaje apostólico en el libro de los Hechos. Los judíos, compungidos de corazón por la convicción del Espíritu Santo, al abrir sus ojos al hecho de que habían crucificado a su Mesías, preguntaron: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” La primera palabra con la que respondió Pedro fue: “Arrepentíos” (Hch.2:37-38).
Un ministerio verdaderamente profético no compromete su mensaje y no evita hablar en lugares públicos donde se congregan las masas. Es imperativo que el pueblo sea avisado. Dios ha enviado a Jeremías y le está respaldando. Los falsos profetas son populares en el mundo, por eso, con más razón, el hombre de Dios tiene que ser fiel y hablar la verdad entre ellos. Ahora, vamos a ver el daño provocado por hombres y falsos profetas con aspiraciones populares.