Capítulo 30
Un principio divino… el temor antes de la restauración
1. Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo:
2. Así habló Jehová Dios de Israel, diciendo: Escríbete en un libro todas las palabras que te he hablado.
3. Porque he aquí que vienen días, dice Jehová, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo Israel y Judá, ha dicho Jehová, y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán.
4. Éstas, pues, son las palabras que habló Jehová acerca de Israel y de Judá.
5. Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz.
Una frase muy cierta y muchas veces repetida por todo el Antiguo Testamento es: “La palabra de Dios que vino…”. Esta es una de las pruebas de que la Biblia es la palabra inspirada de Dios. Los cinco libros de Moisés, versículo tras versículo, lo proclaman. Después de la muerte de Moisés, el Señor habló a Josué, su sucesor. Todos los profetas escuchaban directamente del Señor, y Job, Salomón, David y otros salmistas, compartían Su sabiduría en lo que escribieron. Los que se oponen a la inspiración divina de la Biblia deben llegar a la conclusión de que todos estos hombres mentían al decir que habían oído directamente de Dios. Igualmente opinan que, la Escritura, tan apreciada por multitudes durante los siglos, es un libro de mentiras.
En el Nuevo Testamento leemos: “Aquel Verbo fue hecho carne” (Jn.1:14) y “Dios… en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (He.1:1-2). El eterno Hijo de Dios, igual al Padre, vino a la tierra y habló al hombre directamente. Pablo y otros apóstoles formaron sus doctrinas por medio de las palabras de Jesucristo y se las entregaron a la iglesia. Sí, la Biblia, incluyendo lo que estudiamos hoy del profeta Jeremías, es la palabra inspirada de Dios. Podemos abrazarla, creerla, y aplicar sus principios a nuestras vidas. Formemos nuestros conceptos sobre la persona de Dios y Sus revelaciones.
La palabra del Señor vino a Jeremías (v.1), instruyéndole para que escribiera un libro (v.2). Dios estaba en el proceso de preparar sesenta y seis libros, formando un canon de máxima autoridad, el cual pudiera estudiar todo el mundo y, según sus preceptos, gobernar sus vidas. Jeremías escribe, primeramente, para el beneficio de los judíos, el pueblo escogido de Dios, y su tema es la libertad de su cautiverio para establecerse, de nuevo, en su Tierra Prometida (v.3). El apóstol Pablo declara, principalmente, en su carta a los Romanos, que el Evangelio vino primero al judío (Ro.1:16; 2:9-10). Él enseña a los gentiles de Éfeso: “Estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef.2:12).