Santiago 4
Feligreses inconversos
1. ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
2. Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
3. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
4. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
Creo que los apóstoles, cuando escribieron a las iglesias cristianas, sabían que no escribían a una congregación en la que todos estaban convertidos. Sin embargo, escribieron para el beneficio de todos: conversos y no conversos. El apóstol Juan enseñó que los que abandonaron la iglesia, “salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Jn.2:19).
Pablo dijo que “de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hch.20:30). Dijo que las divisiones en la iglesia eran necesarias para revelar a los aprobados como verdaderos cristianos: “Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados” (1Co.11:19). Después retó a los miembros a examinar sus corazones para asegurarse que fueran genuinos: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Co.13:5).
Especialmente Jeremías, y otros profetas también, revelaron que había falsos profetas y sacerdotes entre el liderazgo en Israel: “Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha (Jer.2:8). Jesús enseñó claramente que la misma tendencia llegó a un punto culminante en Su día. Él dijo lo siguiente sobre el liderazgo en Jerusalén: “Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros” (Jn.5:42). “Pero vosotros no le conocéis; mas yo le conozco, y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra” (Jn.8:55). Dijo a Sus discípulos, hablando de la oposición de los mismos líderes: “Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí” (Jn.16:3).