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Lowell Brueckner

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Salvar un alma de la muerte

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Capítulo 5

 

Santiago advierte a los prósperos  

         1.      ¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. 

      2.      Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. 

3.      Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. 

4.      He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. 

5.      Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. 

6.      Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia. 

Santiago no promocionó para nada la prosperidad económica, de hecho, advirtió seriamente a los ricos de su peligro. Pablo, también, totalmente de acuerdo con Santiago, conocía las trampas de las riquezas y, aunque había pocos ricos entre los cristianos, seguramente existían. Él mandó a Timoteo que aconsejara: “A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. Enséñales que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir, acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida” (1Tim.6:17-19). Hay cristianos que han escuchado este consejo, han sabido usar bien su fortuna, y Dios les ha utilizado maravillosamente para avanzar Sus propósitos. 

Sin embargo, en 1 Timoteo 6:5-11, Pablo enseña clara y brevemente a Timoteo acerca de la posición cristiana en cuanto a la prosperidad terrenal. Empezó su doctrina escribiendo acerca de las disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia”. Merece la pena investigar esta porción. El versículo 5 enseña que los hombres que se aprovechan económicamente del cristianismo tienen una mentalidad corrupta; se alejan de la verdad y emplean medios torcidos. “Apártate de los tales”, dice Pablo. Los cristianos, especialmente los que están en el ministerio, tiene que alejarse de esta práctica.

Adulterio “cristiano”

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Capítulo 4

 

Feligreses inconversos

1.      ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?

2.      Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 

3.      Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. 

4.      ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. 

 Creo que los apóstoles, cuando escribieron a las iglesias cristianas, sabían que no escribían a una congregación en la que todos estaban convertidos. Sin embargo, escribieron para el beneficio de todos: conversos y no conversos. El apóstol Juan enseñó que los que abandonaron la iglesia, “salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Jn.2:19).

 Pablo dijo que de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hch.20:30). Dijo que las divisiones en la iglesia eran necesarias para revelar a los aprobados como verdaderos cristianos: Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados” (1Co.11:19). Después retó a los miembros a examinar sus corazones para asegurarse que fueran genuinos: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Co.13:5).

 Especialmente Jeremías, y otros profetas también, revelaron que había falsos profetas y sacerdotes entre el liderazgo en Israel: Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha (Jer.2:8). Jesús enseñó claramente que la misma tendencia llegó a un punto culminante en Su día. Él dijo lo siguiente sobre el liderazgo en Jerusalén: Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros” (Jn.5:42). “Pero vosotros no le conocéis; mas yo le conozco, y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra” (Jn.8:55). Dijo a Sus discípulos, hablando de la oposición de los mismos líderes: “Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí” (Jn.16:3).  

Sobre la lengua y la sabiduría

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Capítulo 3

 

El poder de la lengua

      1.      Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. 

      2.      Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. 

3.      He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. 

4.      Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. 

5.      Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! 

6.      Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. 

7.      Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; 

8.      pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. 

9.      Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. 

10.  De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 

11.   ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? 

12.    Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. 

He de decir que la primera parte de mi ministerio fue el evangelismo misionero. Por supuesto, además del evangelismo tuve que estar involucrado en la enseñanza bíblica y el discipulado de nuevos conversos. Lo que quiero decir es que no me concentré, particularmente, en la enseñanza. Muchas veces menciono que los primeros cinco años en la Costa Chica de Oaxaca, Méjico, fue mi entrenamiento para la obra de Dios. Gané experiencia práctica en el cristianismo sobre la hostil tierra extranjera, vi evidencias de la providencia de Dios, y leí constantemente, vez tras vez, las páginas sagradas de la Palabra de Dios. Formaba doctrinas también al observar cómo la palabra obraba en las circunstancias de la gente con historias como las que estudiaba en la Biblia.

 Mis “héroes” en la fe siempre han sido los que han batallado en el frente de fuertes conflictos contra fuerzas espirituales. Muchas veces me preguntaba cómo los estudiantes jóvenes pueden poner tanta fe y confianza en maestros que han aprendido la mayor parte de su teología sentados en cómodas oficinas, estudiando comentarios y volúmenes de obras hermenéuticas, escritos por hombres superiormente intelectuales. 

El paquete de la fe y las obras

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Capítulo 2:14-26

 

14. Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? 

15. Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 

16.  y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 

17.  Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. 

18.  Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 

19.  Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 

20.  ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 

21¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 

22.  ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 

23.  Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. 

24.  Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. 

25.  Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? 

26.  Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. 

 Una fe inefectiva. Si alguien critica a Santiago, sin importar quien, debería examinar cuidadosamente su enseñanza. Verá que su doctrina sobre la fe es muy constructiva y positiva. Es verdad que enfrenta una fe inefectiva, que no es capaz de salvar, pero también presenta una fe verdadera. Pudiéramos decir que Santiago demuestra que las obras son el fruto de la fe verdadera. Observo que la versión LBLA inserta la palabra “esa” a fe en él versículo 14, como otras versiones que tengo en inglés. En ellas pregunta: “¿Acaso puede esa fe salvarlo?” Estas traducciones indican que hay diferentes tipos de fe y aprenderemos que vienen de diferentes fuentes.    

La ley real de la libertad

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¿Dónde está el flautín?

Capítulo 2:1-13

 El pecado de hacer acepción de personas

1.      Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. 

2.      Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, 

3.      y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; 

4.      ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? 

5.      Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? 

6.      Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? 

7.      ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?

¿Podemos ver que Santiago es un creyente firme en la “fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo”, igual que lo fue el apóstol Pablo? Sin embargo, en este capítulo Santiago está desafiando una fe que es manchada por hacer acepción de personas. Él trata con este defecto en la primera mitad de este capítulo y después, a partir del versículo 14, enseña acerca de una fe que no termina cumpliendo el propósito de Dios. En Efesios 2:10 leemos: Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras”. Sí, Pablo también creyó en buenas obras.  

 La fe de Jesucristo no es compatible con las prácticas mundanas que dan preferencia a los más exitosos, y no representan dignamente el nombre del “glorioso Señor”. Tal gloria se presenta en los Evangelios cuando Cristo, en Su enseñanza, relata la buena obra del buen samaritano que atendió al pobre viajero, que tanto el levita como el sacerdote habían ignorado (Lc.10:33). Jesús conversó con la mujer samaritana, aunque “los judíos y samaritanos no se tratan entre sí” (Jn.4:9). Fue un leproso samaritano quien se volvió a Jesús para darle las gracias después de haber sido sanado por Él (Lc.17:6).

 Felipe demostró la práctica cristiana cuando descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo” (Hch.8:5). Pedro y Juan le siguieron, orando por los samaritanos para que fuesen maravillosamente bautizados en el Espíritu Santo. De vuelta a Jerusalén “ellos predicaron en muchas poblaciones de los samaritanos” (Hch.8:25). La gloria de Jesucristo continúa brillando en el libro de los Hechos, mientras el evangelio se abre, paso a paso, a los gentiles despreciados en la religión judía.