6. Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
7. Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
9. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
10. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas,
11. los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
En el Aposento Alto
12. Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.
13. Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.
14. Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.
15. En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo:
16. Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús,
17. y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio.
18. Éste, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.
19. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre.
20. Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: Tome otro su oficio.
21. Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros,
22. comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.
23. Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.
24. Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido,
25. para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.
26. Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.
De los cuatro escritores de los Evangelios, Lucas es quien presenta más claramente la relación entre la oración y el don del Espíritu Santo. Considera cómo cita a Jesús en Lucas 11:13: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” Por eso, los diez días que pasaron en el Aposento Alto los discípulos se dedicaron a la oración. No había nada más que hacer que orar, porque el esfuerzo humano era inútil para los propósitos divinos. Jesús dijo: “Separados de mí nada podéis hacer” (Jn.15:5).
Los discípulos,
unánimemente, estaban convencidos de este principio, y dirigieron sus corazones
hacia un solo propósito. La confianza y la esperanza para el futuro de su
ministerio estaba en el Espíritu Santo, y la única manera de recibir cosas
celestiales era por medio de la oración. Las siguientes citas demuestran cómo Lucas la enfatizó por todo el libro de los Hechos: 1:15-26; 2:42-43;
3:1; 4:23-31; 6:4: 7:55-60; 8:14-17; 9:11, 36-43; 10:1-4 ,9; 12:1-12; 13:1-3;
14:23; 16:13, 25; 20:36; 21:5; 27:35; 28:8.
En el versículo 15, Lucas relata que eran ciento veinte en el Aposento Alto. Aunque no podemos hallar la respuesta en la Escritura, pienso que es legítimo preguntarnos por qué no estaban allí presentes los otros trescientos ochenta creyentes que vieron al Cristo resucitado. Las razones podrían ser múltiples, así que no puedo criticar su ausencia después de que el Señor les mandara esperar en Jerusalén.
Leyendo el versículo 16 y continuando hasta el 20, tenemos la oportunidad de explorar la doctrina e historia de Judas Iscariote. Pedro nos cuenta aquí la historia, la cual es una infamia única. Judas no puede ser comparado con ningún otro carácter de la Escritura, ni con los de ninguna época de la iglesia. La razón de por qué considero única su historia, es porque Jesús, al orar al Padre, declaró: “A los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Jn.17:12). Jesús intercedió por cada discípulo que estuvo con Él y por los de todos los siglos: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Jn.17:20), pero no guardó a este. Por eso considero que no es sabio atemorizar a los creyentes con el relato de Judas, porque es diferente a todos los demás.
En el Salmo 41:9, David profetiza que será como un “amigo” traicionero: “Aun mi íntimo amigo en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, contra mí ha levantado su calcañar” (LBLA), y también en Salmos 55:12-13: “Porque no es un enemigo el que me reprocha, si así fuera, podría soportarlo; ni es uno que me odia el que se ha alzado contra mí, si así fuera, podría ocultarme de él; sino tú, que eres mi igual, mi compañero, mi íntimo amigo” (LBLA).
El tipo de Judas en el Antiguo Testamento fue un hombre llamado Ahitofel. Él fue un consejero sabio en el reino de David que conspiró con Absalón contra el rey. Puedes aprender la historia en 2 Samuel 15:12, 31; 16:23; y 17:14, 23. Veo fascinante que Ahitofel fuera el padre de Eliam (2 S. 23:34), que fue padre de Betsabé, con quien David cometió adulterio (2 S. 11:3). Por eso, Ahitofel fue abuelo de Betsabé. ¿Puede esta relación tener algo que ver con el motín de Ahitofel contra David?
Cuando una mujer derramó un aceite costoso y fragante sobre la cabeza de Jesús, Judas Iscariote, junto con todos los discípulos, se indignó (Mt. 26:8). Sin embargo, Judas llevó el asunto a un nivel más serio que los demás; fue inmediatamente a los principales sacerdotes y les ofreció entregar a Jesús por treinta piezas de plata (Mt. 26:14-16). Este acto no sorprendió al Señor porque ya conocía la palabra profética contra Judas. En Juan 6:70-71 le llamó diablo, y en Juan 13:21 anunció que le iba a entregar.
En Mateo 27:3-5, Judas tuvo remordimientos y devolvió el dinero a los principales sacerdotes y a los ancianos, confesando su traición como pecado. Tiró la plata en el templo, se fue y se ahorcó. Ahitofel experimentó lo mismo después de que sus consejos fueran rechazados (2 Samuel 17:23). La palabra profética en Zacarías 11:12-13, nos dice que el precio del trato fueron treinta piezas de plata, y también nos dice cómo fue usado el dinero.
Leemos del cumplimiento de la profecía en Mateo 27:6-10: “Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero”. Después, Mateo cita la profecía de Zacarías (aunque Mateo acredita a Jeremías la autoría de la profecía, ya que estos libros proféticos del Antiguo Testamento, que incluyen Zacarías, estaban bajo el título de Jeremías en el tiempo de Mateo). Encontrarás más profecías sobre Judas en los Salmos 69:25 y 109:9-15.
Ahora Pedro se fija en la necesidad de remplazar a Judas Iscariote, escogiendo a uno de entre los ciento veinte en el Aposento Alto. Había ciertos calificativos: 1) El candidato tenía que estar entre los discípulos de Juan Bautista, porque después ellos fueron discípulos de Jesús. Juan solo preparó el camino para ellos. 2) Tenía que haber visto la ascensión de Cristo (recuerda el mandato de Elías a Eliseo de atestiguar su ascensión en 2 Reyes 2:10). 3) También tenía que haber visto al Señor resucitado (vs. 21-22).
Fueron dos los que cumplían con los requisitos: Jose Justo y Matías (v.23). La decisión fue dejada en las manos del Señor por medio de la oración. También lo echaron a suertes (vs.24-26), que era una práctica usada en el Antiguo Testamento (Lv.16:8-9; Jos.14:2). Esta es una de las señales de que los discípulos judíos siguieron con algunos ritos del Antiguo Testamento, hasta que aprendieron a ser dirigidos completamente por el Espíritu Santo. Bueno, la suerte cayó sobre Matías.
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