miércoles

Hechos 1:6-26



 

   La ascensión y la promesa de Su regreso

 6.     Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?     

       7.     Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; 

8.     pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. 

9.     Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. 

10.  Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 

11.  los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. 


Durante todo el tiempo que siguieron a Cristo, a los discípulos siempre les preocupó lo siguiente: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” Por esa razón, Jacobo y Juan pidieron sentarse a Su derecha y a Su izquierda en Su gloria (Mc.10:37). Tenían el mismo concepto que los judíos, en general, respeto a la venida del Mesías. Pensaban que sería un gran Príncipe de paz, que libraría a Israel de la opresión de sus enemigos, especialmente de los romanos, que gobernaron sobre ellos durante Su tiempo en la tierra. Después de haber dado de comer a cinco mil hombres más sus familias, hubo un alto porcentaje de personas que quisieron hacerle rey: “Entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo” (Jn.6:15). Él siempre rehusó caminar por la senda que conducía a la popularidad, por esta razón mandó a aquellos que experimentaron Su poder milagroso que no publicaran lo bueno que había hecho por ellos.

¿Por qué, entonces, tenemos estas maravillosas obras escritas en la Biblia y proclamadas entre todas las naciones? La razón es claramente entendida por lo que Jesús mandó a Pedro, a Jacobo y a Juan, al descender del Monte de la Transfiguración: “No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos” (Mt.17:9). El consejo de no declarar Sus obras sobrenaturales no era algo de principios, sino de tiempo. Su misión, en ese tiempo, era la cruz y no un trono. Su reino físico vendrá en el Milenio. En el tiempo del libro de los Hechos, Él empezó a desarrollar un reino espiritual. Un compositor escribió: “Él observó Su reino desde una cruz”.

Dios quiso que la profecía dada en la Biblia revelara cosas que tomarían lugar en el futuro. Jesús dijo: “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad… os hará saber las cosas que habrán de venir” (Jn.16:13). El Espíritu Santo es un Maestro de la profecía. Sin embargo, hay asuntos que Dios ha guardado “en su sola potestad”, y no nos los revela. Los cristianos no tienen por qué intentar descubrir tales secretos (v.7); solo deben concentrarse en la misión que Él les dio para cumplirla en esta dispensación o tiempo.

La gran comisión para la iglesia en esta época nos es dada en el versículo 8, y también al final de los Evangelios de Mateo (Mt. 28:19-20), Marcos (Mc.16:15-18) y Lucas (Lc. 24:47-48). Debemos ir por todo el mundo y predicar el arrepentimiento y el evangelio del perdón de pecados a cada uno, haciendo discípulos en todas las naciones, bautizando a los creyentes y enseñándoles que obedezcan los mandamientos de Cristo, haciendo señales milagrosas y maravillosas. Pero para poder cumplir la gran comisión y ser testigos de Cristo, necesitaban un poder sobrenatural; no debían salir de Jerusalén sin ese poder. Sin embargo, una vez recibido, tenían que alcanzar más lugares: desde Jerusalén a Judea y a Samaria, y más allá, a todos los rincones del planeta. Esta fue la misión primordial que Dios entregó en las manos de Su pueblo, quienes deben trabajar con su mano en la mano del Espíritu Santo, que es el verdadero Testigo de todas las palabras y obras de Cristo (Jn. 16:14-15).

El libro de los Hechos es la historia de cómo los primeros discípulos obedecieron el mandato del Señor. Primeramente, llenaron Jerusalén con el evangelio (capítulos 1-7), después alcanzaron Judea y Samaria (8:1-25), y a un hombre noble de Etiopía (8:26-39). El hombre que fue un apóstol a los gentiles fue convertido en Hechos 9; un centurión romano en el capítulo 10; y la ciudad de Antioquía llegó a ser muy importante en la obra del evangelio en los capítulos 11-13. Pablo dirige a un equipo a Macedonia (cap. 16), Acaya (que es Grecia, cap.18), Asia Menor (cap.19), y hasta llegar a Roma. Él también quiso alcanzar España.

Los versículos 9-11 relatan la ascensión de Jesús, junto con la promesa de Su regreso a la tierra, contada por dos individuos con vestiduras blancas. Él fue alzado en una nube, y los dos varones dijeron que “vendrá como le habéis visto ir al cielo”; en una nube subió y en las nubes volverá (1 Tes.4:17; Lc.21:27; Ap.1:7; 11:12). Subió del monte de los Olivos, fuera de Jerusalén, al pueblo de Betania. El versículo 12 nos cuenta que los discípulos salieron del monte de los Olivos y que regresaron a Jerusalén, cerca de un kilómetro a pie. El gran profeta del Israel de los últimos tiempos promete: “Se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente…” (Zac.14:4).

Los dos varones probablemente eran ángeles, pero también hay razones para creer que fueron, literalmente, Moisés y Elías, quienes también hablaron con Jesús en el monte de la Transfiguración (Mt.17:3). Es posible que ellos sean los dos testigos de Apocalipsis 11. Hay un hecho interesante en el Antiguo Testamento sobre la ascensión de Elías. Él y Eliseo son un tipo de la ascensión de Cristo que los discípulos observaron. Elías dijo: “Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no” (2 R.2:10). Eliseo iba a recibir una doble porción del Espíritu cuando eso sucediera. Los discípulos que estaban presentes cuando Jesús ascendió también recibieron una doble porción del Espíritu Santo.


Quisiera que anotaras lo que dice el versículo 11 en cuanto a cómo los dos individuos, específicamente, se refirieron a los discípulos: varones de Galilea. Hay algo muy importante en el hecho de que Jesús tratara con los galileos durante todo su ministerio. Tiene algo que enseñarnos sobre los caminos de Dios y debemos prestar atención. Volveré a este tema en el capítulo 2.
 

En el Aposento Alto

 12.    Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca                de Jerusalén, camino de un día de reposo. 

13.    Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. 

14.    Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

15.    En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo: 

16.    Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, 

17.    y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. 

18.    Éste, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. 

19.    Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. 

20.    Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: Tome otro su oficio. 

21.    Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, 

22.    comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección. 

23.    Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. 

24.    Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, 

25.    para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. 

26. Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.

 Lucas, en el versículo 12, nos dice claramente que los discípulos habían estado en el Monte de Olivos cuando Jesús ascendió al cielo, el cual se localiza entre Jerusalén y Betania, de hecho, en su Evangelio, Lucas llamó a aquel lugar Betania (Lc.24:50). Ahora vuelven al Aposento Alto en Jerusalén.

Vemos que los once apóstoles estaban allí presentes (v.13) y, en el versículo 14, Lucas menciona a algunos más. Las mujeres fieles que siguieron a Jesús acompañaron a los once. A partir de este momento Su familia es parte de los ciento veinte presentes. Sus hermanos, que anteriormente no eran creyentes, ya lo son (Jn.7:5). Este es un gran misterio porque ellos habían observado personalmente la pureza y el comportamiento de Jesús durante Su juventud. Esto demuestra el principio de que, a pesar de la cercanía física, la verdad espiritual solamente es obtenida por medio del Espíritu Santo. Sus hermanos vieron Su ministerio de lejos y fueron escépticos hasta tal punto que una vez intentaron detenerle a la fuerza. Pensaban que estaba fuera de sí (Mc.3:21), algo que habían aprendido de los escribas de Jerusalén (Mc.3:22). Era extraño que Su madre, María, estuviese entre ellos (Mc.3:31).

Probablemente, fue la resurrección de Jesús lo que les convenció de que Él era el Mesías y de que tenía una naturaleza divina. María, sin embargo, estaba al pie de la cruz cuando antes de morir, Jesús mandó a Juan, Su amado discípulo, que la aceptara como su madre. Entre Sus hermanos estaban Jacobo y Judas, cada uno autor de una epístola del Nuevo Testamento. Jacobo fue una columna en la iglesia de Jerusalén (Stg.1:1).

Ellos fueron obedientes al mandato de Jesús de quedarse en Jerusalén. En su Evangelio, Lucas revela el propósito por el cual están allí. Jesús les mandó: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lc.24:49). Para llevar a cabo lo que Jesús les estaba comisionando necesitaban un poder sobrenatural y celestial, un asunto clave en el libro de los Hechos: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. (Hch. 1:8)

De los cuatro escritores de los Evangelios, Lucas es quien presenta más claramente la relación entre la oración y el don del Espíritu Santo. Considera cómo cita a Jesús en Lucas 11:13: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” Por eso, los diez días que pasaron en el Aposento Alto los discípulos se dedicaron a la oración. No había nada más que hacer que orar, porque el esfuerzo humano era inútil para los propósitos divinos. Jesús dijo: “Separados de mí nada podéis hacer” (Jn.15:5). 

Los discípulos, unánimemente, estaban convencidos de este principio, y dirigieron sus corazones hacia un solo propósito. La confianza y la esperanza para el futuro de su ministerio estaba en el Espíritu Santo, y la única manera de recibir cosas celestiales era por medio de la oración. Las siguientes citas demuestran cómo Lucas la enfatizó por todo el libro de los Hechos: 1:15-26; 2:42-43; 3:1; 4:23-31; 6:4: 7:55-60; 8:14-17; 9:11, 36-43; 10:1-4 ,9; 12:1-12; 13:1-3; 14:23; 16:13, 25; 20:36; 21:5; 27:35; 28:8.

 En el versículo 15, Lucas relata que eran ciento veinte en el Aposento Alto. Aunque no podemos hallar la respuesta en la Escritura, pienso que es legítimo preguntarnos por qué no estaban allí presentes los otros trescientos ochenta creyentes que vieron al Cristo resucitado. Las razones podrían ser múltiples, así que no puedo criticar su ausencia después de que el Señor les mandara esperar en Jerusalén.

 Leyendo el versículo 16 y continuando hasta el 20, tenemos la oportunidad de explorar la doctrina e historia de Judas Iscariote. Pedro nos cuenta aquí la historia, la cual es una infamia única. Judas no puede ser comparado con ningún otro carácter de la Escritura, ni con los de ninguna época de la iglesia. La razón de por qué considero única su historia, es porque Jesús, al orar al Padre, declaró: “A los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Jn.17:12). Jesús intercedió por cada discípulo que estuvo con Él y por los de todos los siglos: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Jn.17:20), pero no guardó a este. Por eso considero que no es sabio atemorizar a los creyentes con el relato de Judas, porque es diferente a todos los demás.

 En el Salmo 41:9, David profetiza que será como un “amigo” traicionero: Aun mi íntimo amigo en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, contra mí ha levantado su calcañar” (LBLA), y también en Salmos 55:12-13: Porque no es un enemigo el que me reprocha, si así fuera, podría soportarlo; ni es uno que me odia el que se ha alzado contra mí, si así fuera, podría ocultarme de él; sino tú, que eres mi igual, mi compañero, mi íntimo amigo” (LBLA).

 El tipo de Judas en el Antiguo Testamento fue un hombre llamado Ahitofel. Él fue un consejero sabio en el reino de David que conspiró con Absalón contra el rey. Puedes aprender la historia en 2 Samuel 15:12, 31; 16:23; y 17:14, 23. Veo fascinante que Ahitofel fuera el padre de Eliam (2 S. 23:34), que fue padre de Betsabé, con quien David cometió adulterio (2 S. 11:3). Por eso, Ahitofel fue abuelo de Betsabé. ¿Puede esta relación tener algo que ver con el motín de Ahitofel contra David?

 Cuando una mujer derramó un aceite costoso y fragante sobre la cabeza de Jesús, Judas Iscariote, junto con todos los discípulos, se indignó (Mt. 26:8). Sin embargo, Judas llevó el asunto a un nivel más serio que los demás; fue inmediatamente a los principales sacerdotes y les ofreció entregar a Jesús por treinta piezas de plata (Mt. 26:14-16). Este acto no sorprendió al Señor porque ya conocía la palabra profética contra Judas. En Juan 6:70-71 le llamó diablo, y en Juan 13:21 anunció que le iba a entregar.

 En Mateo 27:3-5, Judas tuvo remordimientos y devolvió el dinero a los principales sacerdotes y a los ancianos, confesando su traición como pecado. Tiró la plata en el templo, se fue y se ahorcó. Ahitofel experimentó lo mismo después de que sus consejos fueran rechazados (2 Samuel 17:23). La palabra profética en Zacarías 11:12-13, nos dice que el precio del trato fueron treinta piezas de plata, y también nos dice cómo fue usado el dinero.

 Leemos del cumplimiento de la profecía en Mateo 27:6-10: Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero”. Después, Mateo cita la profecía de Zacarías (aunque Mateo acredita a Jeremías la autoría de la profecía, ya que estos libros proféticos del Antiguo Testamento, que incluyen Zacarías, estaban bajo el título de Jeremías en el tiempo de Mateo). Encontrarás más profecías sobre Judas en los Salmos 69:25 y 109:9-15.

 Ahora Pedro se fija en la necesidad de remplazar a Judas Iscariote, escogiendo a uno de entre los ciento veinte en el Aposento Alto. Había ciertos calificativos: 1) El candidato tenía que estar entre los discípulos de Juan Bautista, porque después ellos fueron discípulos de Jesús. Juan solo preparó el camino para ellos. 2) Tenía que haber visto la ascensión de Cristo (recuerda el mandato de Elías a Eliseo de atestiguar su ascensión en 2 Reyes 2:10). 3) También tenía que haber visto al Señor resucitado (vs. 21-22).

Fueron dos los que cumplían con los requisitos: Jose Justo y Matías (v.23). La decisión fue dejada en las manos del Señor por medio de la oración. También lo echaron a suertes (vs.24-26), que era una práctica usada en el Antiguo Testamento (Lv.16:8-9; Jos.14:2). Esta es una de las señales de que los discípulos judíos siguieron con algunos ritos del Antiguo Testamento, hasta que aprendieron a ser dirigidos completamente por el Espíritu Santo. Bueno, la suerte cayó sobre Matías.

 

 

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