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Lowell Brueckner

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DAME HIJOS, O SI NO, ME MUERO

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En 1994, imprimimos el primer folleto en inglés de lo que se llama en español "Una llamada a la entrega". Pues, en 1994, no habíamos empezado todavía imprimirlos en español. Pero ahora, poco a poco, quiero traducirlos por vosotros, empezando con este importante artículo (puedes ver el mismo en la lista de folletos, si pulsas el butón arriba al lado derecho...


LLEVAR HIJOS ESPIRITUALES

Una cuestión de vida y muerte


“Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob: Dame hijos, o si no, me muero”.     Génesis 30:1

Cada creyente nacido verdaderamente de nuevo, quiere llevar a otros a Cristo. Solo este versículo de la Biblia le dará bastante material para contemplar espiritualmente, con el fin de ayudarle a mejorar y a profundizar ese deseo interior. Es obvio que lo que tenemos delante es algo más que una simple petición. Es el clamor desesperado del corazón roto de una persona cuyo anhelo ha llegado a un nivel óptimo. Ha tocado la fuente de su existencia y está dispuesta a sacrificar su vida para ver este anhelo cumplido. En verdad, fue lo que pasó a Raquel al nacer su segundo hijo.

Este texto expresa mucho más que el deseo natural y común de una mujer por dar a luz. Pienso que también tenía que ver con algo más que simplemente la cultura de aquellos días. Dios mismo puso en el corazón de las mujeres hebreas un principio, especialmente fuerte, de tener hijos con el fin de preservar y propagar la raza.

La introducción a "Tenemos un altar"

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Esta es la introducción al nuevo libro, "Tenemos un altar". Espero que sea una motivación para leer todo el libro. Todos los cristianos sabemos que Cristo murió por nosotros en la cruz. Pero este libro te conducirá a un mejor entendimiento del propósito de Su muerte. Fue escrito con el fin de ayudar al creyente tener un firme fundamento para su vida espiritual.

Introducción

En el Antiguo Testamento, Dios había establecido un lugar para el sacrificio, y a Israel no le estaba permitido ofrecerlo en cualquier otra parte. Antes que Israel supiese dónde, Dios ya había determinado el sitio. Sus planes habían sido formados antes de la fundación del mundo. Precisamente fue a ese lugar donde Dios envió a Abraham en un viaje de tres días para ofrecer a Isaac. Allí también fue donde David intercedió, y una gran plaga, que había destruído a miles, fue erradicada. No había alternativa, ningún plan “B”, a pesar de la dificultad que suponía llegar allí. Cuando el rey Jeroboam edificó un altar en otro lugar, Dios envió a un hombre para proclamar juicio contra ello.

El escritor de Hebreos se refirió a “un altar del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo” (He.13:10), diciendo que era nuestro: Nosotros “tenemos un altar”, refiriéndose a algo que poseen en común y de manera exclusiva los cristianos. Los sacerdotes del Antiguo Testamento no tenían derecho a ello y, de hecho, ninguna persona religiosa y, por supuesto, la gente materialista y humanista, tampoco pueden acercarse. Sólo puede empezar a aproximarse la persona sinceramente arrepentida que toma pasos de fe. Dios mismo lo estableció bajo un nuevo pacto, hecho para los verdaderos creyentes en todo el mundo. ¿Qué puede ser este altar?

Hay pocas posibilidades de errar en esto; el único altar de sacrificio bajo el Nuevo Pacto es “el Lugar de la Calavera”, fuera de Jerusalén…el monte Calvario, el sitio de ejecución romana, el último lugar del Autor de nuestra fe. Y es allí donde tenemos que encontrarle, enfrentarnos con Su altar y extraer de él todo lo referente a la vida cristiana.