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Lowell Brueckner

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Eclesiastés 4

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Capítulo 4

La opresión, la soledad y la necedad 

1.  Entonces yo me volví y observé todas las opresiones que se cometen bajo el sol: Y he aquí, vi las lágrimas de los oprimidos, sin que tuvieran consolador; en mano de sus opresores estaba el poder, sin que tuvieran consolador. 
2.  Y felicité a los muertos, los que ya murieron, más que a los vivos, los que aún viven. 
3.  Pero mejor que ambos está el que nunca ha existido, que nunca ha visto las malas obras que se cometen bajo el sol. 
4.  Y he visto que todo trabajo y toda obra hábil que se hace, es el resultado de la rivalidad entre el hombre y su prójimo. También esto es vanidad y correr tras el viento. 
5.  El necio se cruza de manos, y devora su propia carne. 
6.  Más vale una mano llena de descanso que dos puños llenos de trabajo y correr tras el viento. 
7.  Entonces yo me volví y observé la vanidad bajo el sol: 
8.  Había un hombre solo, sin sucesor, que no tenía hijo ni hermano, sin embargo, no había fin a todo su trabajo. En verdad, sus ojos no se saciaban de las riquezas, y nunca se preguntó: ¿Para quién trabajo yo y privo a mi vida del placer? También esto es vanidad y tarea penosa. 
9.  Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo. 
10. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante! 
11. Además, si dos se acuestan juntos se mantienen calientes, pero uno solo ¿cómo se calentará? 
12. Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo, dos lo resistirán. Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente.
13. Mejor es un joven pobre y sabio, que un rey viejo y necio, que ya no sabe recibir consejos. 
14. Porque ha salido de la cárcel para reinar, aunque nació pobre en su reino. 
15. He visto a todos los vivientes bajo el sol apresurarse a ir junto al joven sucesor que lo reemplaza. 
16. No tenía fin la multitud de todos los que lo seguían, y ni aun los que vendrán después estarán contentos con él; pues también esto es vanidad y correr tras el viento. 

Eclesiastés 3:9-22

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Eternidad en el corazón


9.   ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana? 
10.  Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. 
11.  Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. 
12. Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; 
13.  y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. 
14.  He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres. 
15.  Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó. 

El propósito de este libro es provocar al lector a pensar y a examinar correctamente su vida y acciones. Hay demasiadas personas que se pasan la vida funcionando, sin tomar en cuenta el propósito por el cual están viviendo. Se mueven igual que una máquina, habitual y rutinariamente. El arte de predicar está designado para estorbar la conciencia dormida y avisar al alma de la alarmante velocidad a la que está lanzándose hacia su destino eterno. La pregunta con la que empieza esta sección... "¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?" está dirigida hacia el individuo, para que considere sinceramente si existe un verdadero propósito tras sus acciones (v.9). El texto no nos da la respuesta, sino que presume no haber provecho en lo que la gran mayoría de la población del mundo está involucrada. 

Eclesiastés 3:1-8

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Capítulo 3

El tiempo apropiado


1.  Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. 
2.  Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; 
3.  tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; 
4.  tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; 
5.  tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; 
6.  tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; 
7.  tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; 
8.  tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz. 

Un estudio honesto sobre Eclesiastés destruirá cierto cristianismo adulterado, basado en la bondad y compasión humanas. Un viejo amigo mío definió tal clase de personas como “El club de corazones sangrantes” y les categorizó bajo una bandera de “santidad” externa. Ellos se deleitan en la suave brisa del hablar tiernamente, practicar la tolerancia y, con los brazos abiertos, aceptar confiadamente a todos. Se horrorizan por una manifestación de enojo, por voces alzadas en señal de protesta, y por la severidad de la disciplina. Casi eliminan de sus conversaciones y de su credo la denuncia del pecado y el castigo eterno. Su amor cubre multitud de pecados, sin necesidad de ningún sacrificio de sangre.

Eclesiastés 2:12-26

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El mundo del intelectualismo o la falta del mismo


12.  Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho. 
13.  Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas. 
14.  El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro. 
15.  Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad. 
16.  Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio. 
17.  Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu. 

Volvemos con el predicador. Mientras él considera todo el campo de la sabiduría, incluyendo el conocimiento y el intelecto, por otro lado, está la falta de sabiduría, un estado de locura e insensatez. Primero, él considera algo que ya nos ha presentado; la ley de la invariabilidad básica, que enseña que nada es nuevo bajo el sol. Él concluye que el siguiente rey, sin importar sus esfuerzos intelectuales, no podrá crear algo a lo que realmente se le pueda llamar progreso. Volverá a este principio en el versículo 18.