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Lowell Brueckner

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El toque de Dios

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Capítulo1:7-19


 
Preparación del Espíritu Santo

 Por favor, abre tu propia Biblia. No escribiremos todo el texto, así que nos puede seguir con tu Biblia.

 Podemos comparar a Samuel, a quien Dios habló por primera vez cuando sólo tenía 12 años, con Jeremías, también muy joven cuando Dios le llamó al ministerio. “Samuel no había conocido aún a Jehová” (1 S.3:7), y no reconoció Su voz. Dios le tuvo que llamar tres veces, antes de saber, por medio de Elí, Quien le estaba llamando. Samuel conocía a su anciano tutor y guardián, y fue a él antes de conocer a Dios. A quien uno acude cuando tiene dudas, muestra con quien tiene una relación espiritual. Si tiene que recibir sus consejos e instrucciones continuamente de los hombres, es obvio que no tiene una relación íntima con Dios. Cada uno puede juzgar su propia vida a través del ejemplo de Samuel, para saber si tiene o no, un contacto directo con Dios. Al tener un encuentro genuino con Él, todo lo que Dios esperaba de Samuel es que entregara Su mensaje a Elí. Él no tenía que pensar en transmitir un mensaje hermoso, sino que tan solo tenía que repetir exactamente la palabra de Dios. Esto es lo que Él espera de todos aquellos que comparten Su palabra. Samuel no añadía opiniones personales.

 Obviamente, es esencial que un siervo del Señor tenga un conocimiento personal de Él al recibir su llamamiento. Podemos tener la certeza de que Jeremías ya conocía a Dios y, por supuesto, Dios le conocía a él, por la libre conversación que vemos al empezar el libro. Dios le predestinó para ser un profeta a las naciones, es decir, a cada nación, incluyendo la nuestra, por medio del Libro inspirado que contiene sus escritos. Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (v.5).

Introducción a Jeremías

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 Capítulo 1:1-6

Hoy empiezo un nuevo estudio expositivo del libro del profeta Jeremías. Espero que me acompañes en este esfuerzo, cuyo propósito, como pueblo de Dios, es darnos un entendimiento mejor de Su palabra. Como siempre, en un estudio expositivo tendrás que abrir tu propia Biblia para seguirlo, ya que sería mucho escribir todo el texto en estos artículos. El plan de Dios al entregarnos el libro comenzó antes del nacimiento de Jeremías. Era urgente, porque le llamó siendo muy joven. Preservó esta palabra y la puso permanentemente en nuestras Biblias, dada su importancia para nuestras vidas. No puedo enfatizar suficientemente la necesidad que tenemos de estar atentos a la voz de Dios, estudiando y haciendo caso a Su palabra.

 La persona y el ministerio de Jeremías

 En 1976, un muy conocido y apreciado predicador, llamado Vance Havner (de 75 años), nacido en las montañas Cresta Azul de Carolina del Norte, rememoró públicamente sobre el llamamiento de Dios a su vida. Dijo con una pronunciación lenta, típica del sur de los Estados Unidos: “Nunca conocí un día en el que no sintiera el llamado a predicar”. Predicó por primera vez a los 12 años. Tampoco Charles Spurgeon tenía muchos más cuando comenzó a hacerlo. La primera vez que le invitaron a predicar en Londres, algunos sonreían por su acento campesino. No podían imaginar que un día Londres no tendría un auditorio lo suficientemente grande como para albergar a las multitudes que se reunirían a escucharle.

 Todos los buenos comentaristas están de acuerdo en que Jeremías también era muy joven cuando Dios le llamó para el oficio profético: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jer.1:5). Alguien pudiera suponer que Jeremías estaba expresando humildemente un argumento sobre su incompetencia espiritual para el ministerio, pero no, estaba hablando literalmente de su juventud: “¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño” (1:6). El comentarista Adam Clarke estimó que tendría como 14 años.

 Jeremías era sacerdote de nacimiento, de la tribu de Leví, de un pueblo benjamita, llamado Anatot. Cuando Salomón ascendió al trono, destituyó al sumo sacerdote, Abiatar, mandándole desde Jerusalén a este lugar, a pocos kilómetros (1R.2:26-35). Abiatar se había unido a David durante el exilio, escapando de la masacre de los sacerdotes de Nob (1 S.22:20). Puede ser que Jeremías fuera descendiente del desacreditado sumo sacerdote, aunque desde el tiempo de Josué, Anatot fue una residencia para el sacerdocio (Jos.21:18), así que antes de Abiatar, otros sacerdotes ya moraban allí.

 La Biblia no menciona nada de que tuviera esposa o familia, pero su padre fue Hilcías, posiblemente, el mismo sumo sacerdote que descubrió en el tiempo oportuno el Libro de la Ley en el templo abandonado durante el reinado de Josías. El rey Josías había empezado su búsqueda de Dios cuando tenía dieciséis años (2 R.22:8) y, como respuesta de parte de Dios, dos años después Hilcías encontró el Libro de la Ley trayendo avivamiento en Judá.

 Ezequiel, profeta contemporáneo de Jeremías, también era sacerdote. Sin embargo, un profeta no nace profeta, sino que es llamado por Dios según Su placer. Su manera es llamar a los improbables, patrón que observamos por toda la Biblia, especialmente en el llamamiento de Cristo a sus discípulos.

Copiado del paganismo

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 Tomado de mis anotaciones para el programa de radio, “Los Libros Históricos”.

 2 Reyes 16:10-16.

10 Después fue el rey Acaz a encontrar a Tiglat-pileser rey de Asiria en Damasco; y cuando vio el rey Acaz el altar que estaba en Damasco, envió al sacerdote Urías el diseño y la descripción del altar, conforme a toda su hechura. 11 Y el sacerdote Urías edificó el altar; conforme a todo lo que el rey Acaz había enviado de Damasco, así lo hizo el sacerdote Urías, entre tanto que el rey Acaz venía de Damasco. 12 Y luego que el rey vino de Damasco, y vio el altar, se acercó el rey a él, y ofreció sacrificios en él; 13 y encendió su holocausto y su ofrenda, y derramó sus libaciones, y esparció la sangre de sus sacrificios de paz junto al altar. 14 E hizo acercar el altar de bronce que estaba delante de Jehová, en la parte delantera de la casa, entre el altar y el templo de Jehová, y lo puso al lado del altar hacia el norte. 15 Y mandó el rey Acaz al sacerdote Urías, diciendo: En el gran altar encenderás el holocausto de la mañana y la ofrenda de la tarde, y el holocausto del rey y su ofrenda, y asimismo el holocausto de todo el pueblo de la tierra y su ofrenda y sus libaciones; y esparcirás sobre él toda la sangre del holocausto, y toda la sangre del sacrificio. El altar de bronce será mío para consultar en él. 16 E hizo el sacerdote Urías conforme a todas las cosas que el rey Acaz le mandó.

V.10 En Damasco, Acaz vio el altar de Siria derrotado por Asiria. ¡La locura idólatra del corazón que se aleja de Dios! Lo mismo hizo Amasías, su bisabuelo, que después de derrotar a los edomitas, se llevó a sus dioses y los adoró. Entonces Dios le mandó un profeta a decirle: “¿Por qué has buscado los dioses de otra nación, que no libraron a su pueblo de tus manos?” 2 Cr.25:15. Acaz es otro que no aprendió de los errores de la historia y los repitió. 

Cartas de Ravenhill, número 17

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Citas de las cartas personales de Leonard Ravenhill, número 17

 En nuestro blog en inglés, acabo de colgar un pequeño artículo de A.B. Simpson sobre el poder espiritual en el ministerio. Él escribió que, en primer lugar, es lo que “convence del pecado. Es el poder que hace a los oyentes juzgarse como Dios les juzga. Envía a la gente desde la casa de Dios a sus casas, no sintiéndose mejor, sino peor; no admirando al predicador, sino determinados a no volverle a escuchar jamás, aunque en su corazón saben que tiene razón y que son ellos quienes están en error. Es el poder de la convicción; el poder que despierta la consciencia y habla al alma diciendo, como Natán a David, ‘¡Tú eres el hombre!’ Un predicador dio testimonio de su experiencia personal, contando lo indignado que se sintió con el evangelista, por medio de quien fue convertido, y a quien esperó tras la puerta durante un buen tiempo, con el propósito de darle una buena paliza.”

 Hoy solamente colgaré esta carta, pero por favor, ¡absórbela! Estamos estudiando el carácter de un hombre que creyó y vivió bajo una unción poderosa del Espíritu Santo. Él vio que la Escritura no enseñaba que los dones indispensables del Espíritu en el ministerio de la Iglesia habían cesado. Sin embargo, no arrascó el “comezón de oídos” carismático que busca el sensacionalismo y categoriza la experiencia por encima de la Palabra. Él sabía que la explosión de manifestaciones físicas de nuestro tiempo no significaba un avivamiento verdadero, y que el éxito y la popularidad no comprobaban la piedad. Len estaba contento por complacer a Dios y dar al pueblo una palabra recibida del cielo, pero, como dijo Jesús, “desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías”, siempre cuesta caro ser fiel a Dios. A veces a Sus siervos les cuesta pagar con su propia sangre.

 Por lo que escribe Leonard, deduzco que le escribí después de haber leído un libro de Joy Dawson, de Juventud con una Misión, que me molestó muchísimo.