Entradas Recientes
Lowell Brueckner

Ingrese su dirección de correo electrónico:


Entregado por FeedBurner

La introducción a "Tenemos un altar"

Etiquetas:

Esta es la introducción al nuevo libro, "Tenemos un altar". Espero que sea una motivación para leer todo el libro. Todos los cristianos sabemos que Cristo murió por nosotros en la cruz. Pero este libro te conducirá a un mejor entendimiento del propósito de Su muerte. Fue escrito con el fin de ayudar al creyente tener un firme fundamento para su vida espiritual.

Introducción

En el Antiguo Testamento, Dios había establecido un lugar para el sacrificio, y a Israel no le estaba permitido ofrecerlo en cualquier otra parte. Antes que Israel supiese dónde, Dios ya había determinado el sitio. Sus planes habían sido formados antes de la fundación del mundo. Precisamente fue a ese lugar donde Dios envió a Abraham en un viaje de tres días para ofrecer a Isaac. Allí también fue donde David intercedió, y una gran plaga, que había destruído a miles, fue erradicada. No había alternativa, ningún plan “B”, a pesar de la dificultad que suponía llegar allí. Cuando el rey Jeroboam edificó un altar en otro lugar, Dios envió a un hombre para proclamar juicio contra ello.

El escritor de Hebreos se refirió a “un altar del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo” (He.13:10), diciendo que era nuestro: Nosotros “tenemos un altar”, refiriéndose a algo que poseen en común y de manera exclusiva los cristianos. Los sacerdotes del Antiguo Testamento no tenían derecho a ello y, de hecho, ninguna persona religiosa y, por supuesto, la gente materialista y humanista, tampoco pueden acercarse. Sólo puede empezar a aproximarse la persona sinceramente arrepentida que toma pasos de fe. Dios mismo lo estableció bajo un nuevo pacto, hecho para los verdaderos creyentes en todo el mundo. ¿Qué puede ser este altar?

Hay pocas posibilidades de errar en esto; el único altar de sacrificio bajo el Nuevo Pacto es “el Lugar de la Calavera”, fuera de Jerusalén…el monte Calvario, el sitio de ejecución romana, el último lugar del Autor de nuestra fe. Y es allí donde tenemos que encontrarle, enfrentarnos con Su altar y extraer de él todo lo referente a la vida cristiana.

Marcos nos recuerda en su Evangelio que Jesús había avisado previamente a Sus discípulos tres veces acerca de Su sufrimiento y muerte, y cuatro veces de Su resurrección (8:31-32; 9:9; 9:31-32; 10:33-34). No lo hizo de forma alegórica, se lo dejó muy claro. Pero ellos, buscando alguna clave secreta en el mensaje, pudieron escapar de su verdadero significado porque en el fondo no querían escucharlo.

Aparentemente, su rechazo a aceptar la cruz hizo que sus oídos se cerraran a las buenas nuevas de que Jesús se había levantado de los muertos. En los cuatro casos Él les aseguró que resucitaría pero, cuando sucedió, no estaban preparados para creer a los primeros testigos de Su resurrección. Incluso viéndole personalmente, la incredulidad impidió que le reconocieran.

Los judíos, en general, siempre tenían la idea de que el Mesías sería el gran libertador de Israel que traería paz a la tierra, y hasta el día de hoy tienen problemas teológicos con un Mesías que sufre. Sin embargo, Jesús reprendió fuertemente a dos de Sus discípulos diciéndoles: “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera…?” (Lc.24:25-26). Es asombroso ver cómo uno puede discriminar con las escrituras, escogiendo lo que le gusta y rechazando el resto. Jesús dijo que aún Sus seguidores eran tardos para creer todo lo que la Escritura había dicho.

“Tú no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mr.8:33), fueron las palabras con las que Jesús reprendió a Pedro por la reacción que tuvo cuando le habló del dolor y la agonía que tenía por delante. La naturaleza del hombre, en todos los tiempos, no es receptiva a un mensaje de sufrimiento y muerte, aunque hoy en día esa tendencia ha alcanzado un altísimo nivel de resistencia. El hombre actual está siendo expuesto continuamente a una educación enfocada a pensar y a hablar de manera positiva.

La iglesia se enfrenta actualmente al mismo problema, ante el que presenta dos alternativas. Algunos de sus expertos han optado por ignorar totalmente el mensaje de la cruz y presentar un cristianismo sin ella. En su lugar, enfocan sus mensajes al bienestar temporal, que ofrece una seguridad terrenal, salud física, prosperidad financiera y una actitud mental saludable. Debemos dudar si al fin logran estas cosas, pero al menos las ofrecen, sin mencionar mucho la eternidad. Otros, con más orientación bíblica, tienen que hallar una respuesta más cercana a la verdad, algo que a la vez sea más aceptable para el hombre moderno. Éstos han optado por tomar la vieja y cruda cruz, lijarla, barnizarla y decorarla, haciéndola más cómoda para la mentalidad y cultura del siglo XXI.

Ya a mitad del siglo XX, A. W. Tozer se percató de esta tendencia: “Sin ser anunciada y casi ni detectada, ha entrado en el círculo evangélico moderno una nueva cruz. Se parece a la vieja, pero no lo es, y aunque las semejanzas son superficiales, las diferencias son fundamentales.

De esa nueva cruz mana una nueva filosofía acerca de la vida cristiana, de la que procede una nueva técnica evangélica, con una nueva clase de reunión y predicación. Ese evangelismo nuevo emplea el mismo lenguaje que antes, pero ni su contenido ni su énfasis son los mismos.

La vieja cruz no tenía nada que ver con el mundo, y para la orgullosa carne de Adán suponía el fin de su viaje. Ella ejecutaba la sentencia impuesta por la ley del Sinaí. En cambio, la nueva cruz no se opone a la raza humana, más bien, es una compañera amistosa que, si es entendida correctamente, puede ser fuente de océanos de diversión y disfrute, ya que deja vivir a “Adán” sin interferencias. La motivación de su vida sigue sin cambios y todavía vive para su propio placer, aunque ahora le gusta cantar canciones evangélicas y mirar películas religiosas en lugar de acudir a fiestas repletas de canciones sugestivas y copas. Todavía se acentúa el placer, aunque se supone que ahora la diversión ha subido a un nivel más alto de moral, pero no intelectual” .

El mundo evangélico ha elegido ir en esta dirección, no solamente por la dificultad (mejor dicho, imposibilidad) de presentar el mensaje neo-testamentario al corazón y mente adámicos, sino también porque, en toda forma práctica, ha perdido la confianza en la obra del Espíritu Santo. La manera celestial de pensar y hablar tiene que llegar a los pobres mundanos caídos por medio de la revelación y el alumbramiento divinos. Tiene que ser canalizada a través de vasos humanos ungidos, capacitados por el Espíritu de Dios con autoridad espiritual para predicar el evangelio.

Sobre la lista de verdades bíblicas que son rechazadas por una generación cegada espiritualmente, está el tema central de la cruz. El concepto que ofrecen las Escrituras de un Campeón sangriento y un Conquistador moribundo es despreciado por aquellos a quienes les motiva el éxito. La filosofía primordial de nuestros tiempos es el pragmatismo, que dice que – “si algo es exitoso, sólo por eso, tenemos que aceptarlo” . La cruz no suena como algo exitoso y no contribuye a tal mentalidad. La técnica de publicidad y el sistema de expansión de la Coca Cola y McDonalds ha llegado a ser la metodología de la iglesia. Ellos se preguntan: “¿Qué pueden ofrecer unas manos traspasadas y unos pies inertes a una sociedad moderna? ¿Qué pueden decirnos las palabras agonizantes de un Jesús de Nazaret?” El problema es que ellos tienen que hallar algo más atractivo.

Otros, con una consciencia espiritual más influenciada por la historia de los cuatro Evangelios, tienen que dar un paso más. Ellos reconocen la necesidad vital de la cruz para la salvación de un pecador, y la necesidad que éste tiene de arrodillarse delante de ella para recibir el perdón y librarse de la carga del pecado que le condena. Sin embargo, intentan relegar la utilidad y el significado relevante de la cruz a ese primer momento. Dicen: “Ven e inclínate delante de la cruz, y después levántate y abandónala para siempre. ¡Deja atrás la debilidad y avanza en poder a niveles más altos de victoria! ¡Aprende a enfrentar la vida con una sonrisa de auto-confianza! ¡Sé firme y enérgico y reivindica tu futuro agresivamente!”

Pablo contradice todo esto en su siguiente declaración: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1Co.2:2). Su siguiente frase enfatiza el marcado contraste entre el principio divino y la visión del mundo humanista… “y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor” (1Co.2:3). Esto, obviamente, no es sobre lo que uno escucharía que se pone énfasis en un seminario motivacional del siglo XXI, aunque quizás nos sorprenda saber que también fue un problema en Corinto en el siglo primero. Ellos tuvieron mucha dificultad para poder ver más allá de una cruz ofensiva, y captar por medio de la cruz la sabiduría de Dios. Estaban rindiendo homenaje a las capacidades humanas de hombres como Apolo, Pablo y Cefas, por lo que Pablo tuvo que escribir su epístola para corregirles.

Pablo se encontraba extremamente perturbado por la mentalidad de los corintios. En primer lugar, porque un entendimiento correcto del valor de la cruz es esencial para la salvación, así como lo es para que el plan de Dios se desarrolle individualmente en la vida de un creyente, y de forma colectiva en la iglesia. Me parece a mí que la Biblia enseña claramente que los únicos que pueden participar en la maravilla incomparable de una vida espiritualmente resucitada, son los que abrazan la cruz y aprenden de sus sufrimientos.

Por eso intentaré poner delante de vosotros la manera en la que yo creo que Dios ve las cosas, y Su manera de exaltar lo que parece ser débil e insensato al ojo humano. Alguien ha dicho que tenemos que aprender a pensar los pensamientos de Dios, y estoy muy de acuerdo con ello. Sin embargo, tengo miedo de presentar esto como algo que podemos alcanzar por medio de un ejercicio o proceso mental, y no por medio de una obra transformadora que toma lugar en el centro de nuestro ser. Y aunque es cierto que tiene que cambiar la manera humana de pensar, la obra tiene que empezar en la profundidad de nuestra personalidad.

Este libro es un intento de atraer a más gente de Dios a una vida de entera dependencia de Él y a la obra que Él llevó perfectamente a cabo hace 2.000 años. Trata sobre la fe en Su Hijo, quien fue llamado el nazareno, despreciado y desechado entre los hombres, y lo que Él hizo en debilidad sobre una cruz dura y cruel, utilizada por los romanos para ejecutar a los criminales. Nosotros tenemos este altar…

Veremos la cruz desde dos posiciones diferentes. Primero la obra de la sustitución y después la de la identificación. La sustitución tiene que ver con lo que Él ha hecho por nosotros a través de Sus sufrimientos y muerte. Tomó nuestro lugar. La identificación significa que tenemos que vernos muertos con Él, y también ver los efectos de Su muerte obrando en nosotros para transformar todo nuestro carácter según el propósito de Dios. Este propósito consiste en crear una nueva raza de seres “hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro.8:29).


0 comentarios:

Publicar un comentario