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Lowell Brueckner

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Eclesiastés 7

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Capítulo 7

      1. Mejor es el buen nombre que el buen ungüento, y el día de la muerte que el día del nacimiento.  
      2. Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete, porque aquello es el fin de todo hombre, y al que vive lo hará reflexionar en su corazón. 
      3. Mejor es la tristeza que la risa, porque cuando el rostro está triste el corazón puede estar contento. 
      4. El corazón de los sabios está en la casa del luto, mientras que el corazón de los necios está en la casa del placer. 
      5. Mejor es oír la reprensión del sabio que oír la canción de los necios. 
      6. Porque como crepitar de espinos bajo la olla, así es la risa del necio. Y también esto es vanidad.

La tristeza comparada con la risa

Es importante tener presente que, tras la mentalidad tan fascinante de Salomón, está la inspiración del Espíritu Santo. Está considerando las cosas desde la perspectiva divina y, esta verdad, es lo que hace que sus pensamientos sean provechosos para nuestras vidas. Es obvio que, cualquiera que hable como este predicador, no tendrá popularidad.

El escritor empieza el capítulo con una declaración sobre un buen nombre y continúa comparando la tristeza con la risa. Tengo que creer que hay un propósito al mencionar uno después del otro, para así poder mostrar qué actitudes conducen a tener un buen nombre. Los nombres en la Biblia tienen significado y se refieren al carácter de la persona; cuando éste cambia, entonces le es cambiado el nombre. Por eso, un buen nombre, significa un buen carácter que, como dice Salomón, es mejor manifestar un buen carácter que un ungüento precioso. Deja tras sí mejor aroma que el perfume caro.


El ungüento aquí, es simbólico de una experiencia agradable, pero el buen carácter es producido por estar dispuesto a enfrentar eventos desagradables y sufrimiento emocional. El predicador considera que es bueno contemplar la muerte y preparar el corazón para ese día. Bienaventurada es la persona que está preparada para morir y que puede enfrentar la muerte con denuedo porque ha preparado su alma para la vida después de la muerte. Esto es mucho mejor que celebrar cumpleaños (v.1).

La siguiente cosa que aprendemos es que es mejor ir a un funeral que a una boda. Sobre el asunto de predicar, prefiero compartir en el primero. Los corazones están más preparados para escuchar el evangelio en un funeral. Se enfrentan con la realidad de la muerte y, en ese momento, piensan en cosas más saludables para su espíritu. ¡Enfrentémonos con el hecho! ¡todos vamos en la misma dirección! Las estadísticas comprueban que de cada 100 personas que nacen, el 100% morirán (v.2). Sin embargo, la tendencia natural es a no pensar en la muerte, y mucho menos a hablar de ella. Esta costumbre es común y natural, pero no es provechosa. En la predicación la muerte tiene que ser un tema frecuente.

Jesús dijo: “Bienaventurados los que lloran…” (Mt.5:4), y la predicación, inspirada por el Espíritu Santo, concurre con la siguiente afirmación: Mejor es la tristeza que la risa” (v.3). Como cristianos, tenemos que buscar, e incluso desear, lo que mejora el corazón. La tristeza es buena para el corazón ya que produce profundidad de carácter. La persona con un carácter superficial y liviano, no posee una personalidad atractiva. La gente rodea, como abejas en un jardín de flores, a aquella persona que ha conocido y valora el sufrimiento.

Algunos enseñan que un cristiano puede evitar las pruebas y andar siempre sobre la cima de la montaña de la victoria. Personalmente, no quisiera tener un pastor que reclama tales cosas. Es un mensaje que se opone a la verdad y a la buena enseñanza bíblica, produciendo características indeseables en el corazón de cada individuo del pueblo de Dios. El versículo 4 lanza un mensaje sencillo: El corazón sabio busca lo que trae fuerza interior, mientras que el insensato es adicto a la comedia.

Algo que añade calidad a la persona sabia es el deseo de ser reprendido cuando se equivoca. La reprensión, reclama el rey, es mejor que la canción (v.5) y levanta el corazón por encima de las emociones. Personalmente, admiro esta característica en el apóstol Pedro, cuando Pablo, más joven y con menos experiencia que él, le reprendió correctamente. No hay ninguna indicación de que Pedro se ofendiera. Para él, la Escritura valía más que la diferencia de edad y la experiencia. Escribió después: “Nuestro amado hermano Pablo” (2 P.3:15). Esta es la actitud cristiana correcta y lo que debemos desear manifestar en nuestras vidas. Nota el vívido ejemplo utilizado por Salomón acerca de la risa tonta… “como crepitar de espinos bajo la olla” (v.6). Él la echa al basurero de la vanidad, donde están todas las cosas inútiles que ha coleccionado en este libro, aunque la gente se goce con ellas y vivan para obtenerlas… bajo el sol.

      7.  Ciertamente la opresión enloquece al sabio, y el soborno corrompe el corazón.
          8.  Mejor es el fin de un asunto que su comienzo; mejor es la paciencia de espíritu
           que la altivez de espíritu.
          9.  No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo se anida en el seno de 
           los necios.
     10. No digas: ¿Por qué fueron los días pasados mejores que estos? Pues no es sabio
           que preguntes sobre esto.
         11. Buena es la sabiduría con herencia, y provechosa para los que ven el sol.
     12. Porque la sabiduría protege como el dinero protege; pero la ventaja del
           conocimiento es que la sabiduría preserva la vida de sus poseedores.
       13. Considera la obra de Dios: porque ¿quién puede enderezar lo que Él ha torcido?
       14. Alégrate en el día de la prosperidad, y en el día de la adversidad considera; Dios
          ha hecho tanto el uno como el otro para que el hombre no descubra nada que 
          suceda después de él.

Los sabios consideran la obra soberana de Dios

Salomón, tanto en este libro como en los Proverbios, escribe acerca del soborno a los jueces (v.7). La gente sabia e inteligente puede llegar a corromperse, perder su integridad y, finalmente, ser opresiva. Esto es algo que pasa frecuentemente en la política, y el rey lo ha observado. El principio espiritual nos enseña que, la manera en la que la gente termina al final, es más importante que la manera en la que ha principiado (v.8).

Nota este principio en el libro de Ezequiel: “Cuando un justo se desvíe de su justicia y cometa iniquidad, yo pondré un obstáculo delante de él, y morirá (el soborno que acabamos de mencionar puede ser la manera en la que Dios pone un obstáculo delante de él) … él morirá por su pecado, y las obras de justicia que había hecho no serán recordadas…” (Ez.3:20). Jesús enseñó que en los últimos tiempos “muchos tropezarán entonces y caerán, y se traicionarán unos a otros, y unos a otros se odiarán. Y se levantarán muchos falsos profetas, y a muchos engañarán… el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt.24:10-13).

Practicar este principio producirá paciencia en el carácter de uno. El versículo 8 contrasta la paciencia con el orgullo, concluyendo que la persona impaciente es una persona orgullosa, ya que piensa que merece resultados inmediatos, e impulsado por su autoconfianza se apresura a conseguirlos. La persona humilde confía en la sabiduría soberana de Dios.

Lo que acabamos de aprender se aplica a nuestro temperamento. Explotar en enojo es el resultado de la impaciencia y del orgullo (v.9). Aprendemos del Señor y Su palabra a ser lentos para la ira (Sal.103:8; 145:8). Salomón dice en sus Proverbios: “Mejor es el lento para la ira que el poderoso, y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad” (Pr.16:32). Pienso que lo que estamos aprendiendo aquí es que, si buscamos edificar el carácter, significa que seremos más como nuestro Creador. Esto, en el sentido del Nuevo Testamento, significa ser más como Cristo.

El pecado del versículo 10 reside en preguntar “¿Por qué? Cuestionar los caminos soberanos de Dios es dudar de que Él continúa haciendo Su voluntad, incrementándola hasta completarla. Cuando “los hombres malos e impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2 T.3:13), Dios seguirá siendo fiel en Su bondad y santidad. Cuando los cristianos descuidan y están más indiferentes a la obra del evangelismo, Dios continúa Su obra en los corazones de los pecadores. Cuando los predicadores dejan de exponer la verdad, “sea hallado Dios veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso” (Ro.3:4). Los propósitos de Dios siguen adelante y nadie los podrá detener.

Aún en estos días tan imperfectos, que vivimos bajo el sol, hay buenas cosas reservadas para la persona que teme a Dios. Por ejemplo, un hombre sabio sacar provecho de una heredad y utilizarla bien (v.11). Si uno protege la sabiduría, la sabiduría protegerá su vida (v.12). Anhelar la sabiduría y guardarla es mejor que tener dinero en el banco. Pienso del Proverbio: “Compra la verdad y no la vendas, adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia” (Pr.23:23). En Proverbios 8, la sabiduría es personificada: “Recibid mi instrucción y no la plata, y conocimiento antes que el oro escogido; porque mejor es la sabiduría que las joyas, y todas las cosas deseables no pueden compararse con ella… Conmigo están las riquezas y el honor, la fortuna duradera y la justicia. Mi fruto es mejor que el oro” (Pr.8:10, 11, 18, 19).

Esta porción del capítulo tiene que ver totalmente con confiar en la soberanía de Dios. Ningún ser humano puede hacer Su obra y ningún ser humano podrá deshacerla. El cristiano debe descansar en la obra de Dios, confiando completamente en Él. Podemos contemplar el versículo 13 junto al versículo 10. La caída de Adán no tomó a Dios por sorpresa y la maldad de esta generación tampoco. Él seguirá trabajando, a pesar de todo, y al final, reinará en justicia.

No tengas miedo de regocijarte en los días buenos. Para algunas personas, creo, es difícil hacerlo, especialmente si han pasado por tiempos dolorosos en el pasado. Debemos tomar ventaja de los tiempos buenos y, cuando Dios mande la adversidad, recordar como Job, que tanto la adversidad como lo bueno, vienen ambos de Su mano: “El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor… ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 1:21; 2:10). No podemos predecir si tendremos prosperidad o adversidad en el futuro, pero podemos confiar en la fidelidad de Dios en todo tiempo.

      15.  He visto todo durante mi vida de vanidad: hay justo que perece en su justicia, y 
            hay impío que alarga su vida en su perversidad.
      16.  No seas demasiado justo, ni seas sabio en exceso. ¿Por qué has de destruirte? 
      17.  No seas demasiado impío, ni seas necio. ¿Por qué has de morir antes de tu
            tiempo? 
      18.  Bueno es que retengas esto sin soltar aquello de tu mano; porque el que teme a 
            Dios se sale con todo ello. 
      19.  La sabiduría hace más fuerte al sabio que diez gobernantes que haya en una
            ciudad. 
      20.  Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y nunca peque.

La severidad religiosa y el libertinaje

Observar la vida como se describe en el versículo 15, ha hecho que algunos hayan caído en una trampa de incredulidad. Esto es producido por una interpretación incorrecta de Dios y lo que Él tolera, como también por una mala interpretación de la vida bajo el sol. Por esta razón, Salomón existía y escribía, porque él veía claramente estas cosas y podía discernir los caminos soberanos de Dios. Lo que vemos bajo el sol es abundante injusticia. Veremos cosas malas pasar a gente buena y buenas cosas pasar a gente mala. Muchas veces, la vida del hombre justo es cortada y la del malhechor alargada, y así serán las cosas hasta que Jesús vuelva para establecer su reino justo.

Algunos, incluso cristianos, tienen la tendencia a ser demasiado meticulosos, lo que el predicador denomina como ser sobremanera justo. Podemos nombrarlo también como ser muy religiosos, y ciertas personas tienen una gran tendencia a seguir en esa dirección. Al proseguir con tal actitud y llevarla a la práctica, terminan siendo legalistas o auto-justos. En verdad, conocen demasiado e intentan vivir de acuerdo a su conocimiento. Batallan sobre asuntos que no son esenciales, sobre los cuales, otras personas a su rededor no se preocupan, pero ellos los guardan con mucha tenacidad (v.16). Los fariseos personificaron esta mentalidad y Jesús les dijo: “Coláis el mosquito y os tragáis el camello” (Mt.23:24).

Otros, tienen la tendencia opuesta y son demasiados permisivos. El predicador no está dando lugar a que nosotros seamos “un poco malos o pecaminosos”, sino que está describiendo a los que toman la posición opuesta a los que son “demasiados justos”. Son muy negligentes y necios, y se arriesgan extremadamente. Quieren evitar totalmente la religión o el legalismo y se alejan de ello lo más posible. Es interesante observar que ambas actitudes tienen las mismas consecuencias y Salomón pregunta algo semejante, referente a los dos casos: ¿Por qué destruirte o por qué morir antes del tiempo? El primero se destruye bajo el estrés de esforzarse por cumplir cada jota y tilde de la ley, mientras que el segundo entra con ganas al peligro (v.17). Yo creo que este asunto se aplica al ambiente visible, manifestándose a través de cosas físicas, pero también tiene mucho que ver con la situación invisible y espiritual de las dos clases de personas.

Mucho tiempo antes de tener un ordenador, guardaba mis pensamientos en un cuaderno. El 2 de abril de 1985, escribí lo siguiente: Es incorrecto pensar que tenemos que mantener un equilibrio entre el legalismo y el libertinaje. En verdad, los dos son el extremo opuesto del mismo espectro de la naturaleza carnal. El versículo 18 nos dice que la respuesta a ambos extremos es el temor de Dios. La cruz pasa la línea, tanto del legalismo como del libertinaje, de forma perpendicular y nos da la perspectiva apropiada (fíjate en la ilustración). La cruz proporciona un golpe mortal a la carne y a sus esfuerzos orgullosos de intentar agradar a Dios a través de ejercicios religiosos. Por otro lado, los que son de Cristo han “crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gá.5:24). Es una obra de la cruz, y aquel que ha ido a la cruz es gobernado por el temor de Dios.

La vida espiritual
 
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                                                 el legalismo......la carne......el libertinaje
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La cruz

Es para nuestro provecho poder captar esta verdad y, el versículo 18, nos enseña que no debemos vacilar en abrazarla. Pregunto, ¿y por qué no abrazarla, si es semejante a entrar en un río y, al alcanzar cierta profundidad y no poder tocar fondo, dejarse llevar por la corriente? La tendencia natural es mantener el control, pero el temor de Dios implica una absoluta confianza en Él para llevarnos. El resultado debería ser quedar libres de ambos extremos, descritos en los versículos anteriores.

La Biblia, frecuentemente, nos enseña a no confiar en príncipes: “No confiéis en príncipes, ni en hijo de hombre en quien no hay salvación” (Sal.146:3). Por otro lado, la sabiduría que viene de Dios da muchas promesas al individuo que la busca: “Porque el que me halla, halla la vida, y alcanza el favor del Señor” (Pr.8:35 y el capítulo 8 entero), y produce una fuerza interior que nos establece más que las palabras de diez príncipes (v.19).

La lección del versículo 20 es un principio bíblico vital. El apóstol Juan lo enseña en su primera carta: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros… si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso y su palabra no está en nosotros” (1 Jn.1:8 y 10). Pablo lo expone en Romanos 3. La doctrina de Eclesiastés deja claro que no debemos esperar ninguna perfección bajo el sol. 

      21. Tampoco tomes en serio todas las palabras que se hablan, no sea que oigas a tu siervo maldecirte.
      22.  Porque tú también te das cuenta que muchas veces has maldecido a otros de la misma manera. 
      23.  Todo esto probé con sabiduría, y dije: Seré sabio; pero eso estaba lejos de mí. 
      24.  Está lejos lo que ha sido, y en extremo profundo. ¿Quién lo descubrirá? 
      25.  Dirigí mi corazón a conocer, a investigar y a buscar la sabiduría y la razón y a reconocer la maldad de la insensatez y la necedad de la locura.  
     26.  Y hallé más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, cuyas manos son cadenas. El que agrada a Dios escapará de ella, pero el pecador será por ella apresado.
      27.  Mira – dice el Predicador – he descubierto esto, agregando una cosa a otra para hallar la razón, 
     28.  que mi alma está todavía buscando mas no ha hallado: He hallado a un hombre entre mil, pero mujer entre todas éstas no he hallado. 
     29.  Mira, sólo esto he hallado: que Dios hizo rectos a los hombres, pero ellos se buscaron muchas artimañas.

La profundidad de la sabiduría y la razón

Mi hermano volvió del servicio en el cuerpo de Marines de los Estados Unidos con esta declaración: “¡No creas nada de lo que escuches y sólo la mitad de lo que veas!” Por supuesto, es una exageración, sin embargo, nos advierte de una maldad mayor, que es la de creer todo lo que escuchamos. Por favor, no creas todo lo que leas o escuches en Internet. Mucho de lo que hay es “engaño”. Estoy constantemente asombrado de cómo hay gente que puede engañar de modo tan persuasivo, aunque saben que están mintiendo descaradamente.

Si recibes un insulto personal, no intentes investigar para refutar la acusación. Solamente recuerda, avisa el predicador, las muchas veces que has hablado contra alguien. Santiago afirma: “Si alguno no tropieza en lo que dice, es un hombre perfecto…” (Stg.3:2).  O toma el consejo de Charles Spurgeon: “Si alguno habla mal de ti, no te enfades con él; ¡porque eres mucho peor de lo que él piensa!” Escucha a tu propio corazón y no tengas miedo de enfrentar la verdad sobre ti mismo (vs.21-22).

La sabiduría no se obtiene por tener una fuerte autodeterminación, porque la verdadera sabiduría viene de Dios (vs.23-24). Volvemos a Santiago: “Si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios” (Stg.1:5). Las profundidades de la sabiduría están muy fuera del alcance de la capacidad humana. Recomiendo todo el capítulo 8 de Proverbios porque allí aprendemos acerca de la sabiduría personificada… “el Señor me poseyó al principio de su camino, antes de sus obras de tiempos pasados. Desde la eternidad fui establecida, desde el principio, desde los orígenes de la tierra” (Pr.8:22-23). El Señor preguntó a Job: “¿Dónde estabas tú cuando yo echaba los cimientos de la tierra? Dímelo, si tienes inteligencia” (Job 38:4).

Salomón habla de haber entrado en una búsqueda profunda después de haberse arrepentido (Me volví y fijé mi corazón para saber”, RV60), investigando en cual ha sido la raíz de su necedad y locura. Está buscando “la razón” de su pecado. Está cavando profundamente dentro de sí en el intento de hallar la verdad (v.25). Parece extraña su determinación de ir primeramente en esta dirección, antes de buscar el perdón y la salvación, pero es que necesita saber acerca de las trampas y el enredo que le llevó a la idolatría y a la impiedad. Si no, ¿cómo va a informar a otros?

Hemos oído sobre personas santas que ven el pecado como más amargo que la muerte. Bienaventurados son aquellos que tienen miedo de pecar y prefieren encontrar la muerte antes que cometer pecado. La experiencia de Salomón fue que la lujuria para las mujeres fue la razón personal tras su fracaso. ¿Fue la hija de Faraón el comienzo de los “lazos y redes… manos que son ligaduras”? ¿Está describiendo a aquella, a quien edificó una casa fuera de la ciudad de David (1 R.9:24)? ¿Quiso alejarla de la adoración a Dios en Israel porque vio en ella, en primer lugar, una amenaza para entregarse a la idolatría? Pues, tal precaución no fue suficiente porque después, “edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc ídolo abominable de los hijos de Amón. Así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses” (1 R.11:7-8). Este rey desagradó a Dios y cayó en lazo profundo (v.26).

Al observar la causa y seguir el proceso del pecado en su vida, pudo ver claramente la trampa. Su historia cuenta con 700 esposas y 300 concubinas… ¡un total de mil! Pudo haber un hombre en su reino que intentara llevarle a Dios, pero no hubo una sola mujer, entre las mil de su harén, que le influyera para bien (vs.27-28). No es una condenación al sexo femenino, sino el relato personal de la experiencia de su caída, que le llevó tan lejos de Dios.

Salomón no está culpando a Dios por su caída, pero las manipulaciones del diablo fueron muchas y profundas (v.29). Él sabía la debilidad del rey y, desde el principio, relacionado a su unión con la hija de Faraón, fue contra el mandamiento de Dios: “El rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas… porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus  dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor” (1 R.11:1-2).





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