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Lowell Brueckner

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Un profeta verdadero y uno falso

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Capítulo 28

 

Hananías desafía a Jeremías y a su Dios

      1.     Aconteció en el mismo año, en el principio del reinado de Sedequías rey de Judá, en el año cuarto, en el quinto mes, que Hananías hijo de Azur, profeta que era de Gabaón, me habló en la casa de Jehová delante de los sacerdotes y de todo el pueblo, diciendo: 

2.     Así habló Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Quebranté el yugo del rey de Babilonia. 

3.     Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Jehová, que Nabucodonosor rey de Babilonia tomó de este lugar para llevarlos a Babilonia,

4.     y yo haré volver a este lugar a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los transportados de Judá que entraron en Babilonia, dice Jehová; porque yo quebrantaré el yugo del rey de Babilonia. 

 Acabamos de llegar a la porción a la que me referí en el capítulo 25: la controversia entre Jeremías y Hananías, la cual veremos más cuidadosa y detalladamente. Mencioné que los hombres caen bajo la maldición del engaño cuando rehúsan aceptar la verdad. A menudo apunto al principio divino que enseñó Pablo a los tesalonicenses: “(El) inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.” (2 Ts 2:9-10) 

 Lo que acontece en este capítulo sucedió en el mismo año, como en el capítulo 27, pero aquí nombra que fue específicamente el cuarto año y el quinto mes del reino de Sedequías. El versículo 1 introduce a Hananías como ciudadano de Gabaón, ciudad prominente en la historia bíblica. Geográficamente está situada en la parte norte del territorio de la tribu de Benjamín, y fue una ciudad dada exclusivamente a los sacerdotes. Por eso, es enteramente lógico concluir que Hananías, igual que Jeremías, fue sacerdote. 

 

 Aparentemente, Hananías se aprovecha de la importancia de su ciudad natal y su herencia como sacerdote para ganar prestigio. Muchas veces la gente se siente impresionada por estas cosas y, por eso, está dispuesta a escuchar a tales personas. Hananías se atreve a desafiar a Jeremías directamente, insinuando que su profecía es mentira. Elige un tiempo, posiblemente un sábado o quizás en luna nueva, cuando habrá muchas personas de Jerusalén y sacerdotes en el templo (v.1).

 Manifiesta las mismas características de los falsos profetas, las cuales, tanto Pedro como Judas, definen: “Estos soñadores (fíjate en Jer.23:25) mancillan la carne (Jud 8); atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores (2 P 2:10); hablan cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho (Jud 16); seducen con concupiscencias de la carne… les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción.” (2 P 2:18-19)

 Lleno de autoconfianza, seguro de su pretendido llamamiento, Hananías se anima a sí mismo hablando con denuedo, desafiando incluso al emperador de Babilonia en el nombre del Señor (v.2). Continúa con gran orgullo, y afirma que “dentro de dos años” serán restaurados los tesoros del templo que Nabucodonosor había saqueado (v.3). También dice que el rey destronado y encarcelado, Jeconías, volverá con todos los cautivos de Judá. Como en el versículo 2, menosprecia el símbolo del yugo que Dios usó para representar el cautiverio Babilonio, diciendo que será quebrado. En el versículo 10, incluso quita el yugo de madera del cuello de Jeremías y lo quiebra. ¡Qué blasfemia tan arrogante! (v.4).

 

Características de la profecía legítima

 6.     Entonces respondió el profeta Jeremías al profeta Hananías, delante de los sacerdotes y delante de todo el pueblo que estaba en la casa de Jehová. 

7.     Y dijo el profeta Jeremías: Amén, así lo haga Jehová. Confirme Jehová tus palabras, con las cuales profetizaste que los utensilios de la casa de Jehová, y todos los transportados, han de ser devueltos de Babilonia a este lugar. 

8.     Con todo eso, oye ahora esta palabra que yo hablo en tus oídos y en los oídos de todo el pueblo: 

9.     Los profetas que fueron antes de mí y antes de ti en tiempos pasados, profetizaron guerra, aflicción y pestilencia contra muchas tierras y contra grandes reinos. 

10.  El profeta que profetiza de paz, cuando se cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió. 

 Ahora Jeremías aprovecha la ocasión para hablar bajo las mismas circunstancias, es decir, para hablar en el templo con los sacerdotes y el pueblo allí presente (v.5). Vamos a considerar un posible contraste social entre Jeremías y Hananías. Pudiéramos imaginar que Jeremías es, aunque no lo puedo comprobar, descendiente de Abiatar, a quien Salomón deshonró y le quitó de su sumo sacerdocio: Vete a Anatot, a tus heredades, pues eres digno de muerte” (1 R.2:26). Le mandó fuera de Jerusalén, a una ciudad de sacerdotes que, seguramente, no tenía la fama de Gabaón, ciudad natal de Hananías. Jeremías fue un sacerdote nacido en Anatot.

 Cualquier ciudadano de Judá estaría muy contento de que la profecía de Hananías fuera verdad, y Jeremías no es una excepción. “¡Amén!” dice. Matthew Henry observa que Cristo oró en Getsemaní: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt.26:39). Igual que Jesús tuvo que beber la copa amarga, el yugo de Babilonia no será quebrado, los tesoros no serán devueltos, ni el rey regresará a su trono. Fueron solamente ilusiones (v.6).

 Sin embargo, observemos el razonamiento de Jeremías contra la profecía de Hananías. Él manda al pueblo que le escuche porque el principio que va a presentar tiene más peso que si intentara argumentar la autenticidad de su profecía sobre la de Hananías (v.7). Él se refiere a una norma divina, algo que ningún verdadero profeta podría negar.

 Jeremías señala una inconsistencia en la palabra de Hananías, en comparación a la de todos los verdaderos profetas, que siempre predecían las consecuencias negativas del pecado. Como proclamaban Pedro y Judas, el falso profeta busca “sacar provecho” de la gente. Él adula y seduce, prometiendo una libertad que no puede alcanzar; ciertamente Dios no la va a proveer. Él es atrevido y contumaz, en ninguna manera sumiso al Señor.

 La profecía de Hananías no dice nada sobre el pecado y el arrepentimiento. La santidad y la justica de Dios son echadas a un lado, y lo que resta es algo que llamaríamos, en el día de hoy, humanismo…. la felicidad del hombre por encima de la santidad de Dios. Pero el hombre no puede estar verdaderamente feliz delante de un Dios ofendido, y este principio sigue siendo totalmente veraz en el siglo XXI. La palabra del falso profeta está de acuerdo con el espíritu del presente mundo caído. No importa a qué tipo de gente pecaminosa hablaran los antiguos profetas. Ellos profetizaban de guerra, aflicción y pestilencia, como justa retribución, como resultado de su iniquidad. ¿Podemos ver, como Jeremías, la verdadera naturaleza de la palabra del Señor?  (v.8)

¿Podemos entender la necesidad de la cruz para tratar con el pecado? Sí, sí existe tal cosa como verdadera restitución y paz para con Dios. Hay un evangelio de paz que, los verdaderos profetas, enviados por Dios, pueden declarar. Jeremías afirma que el mensaje será probado por sus frutos, que tendrán lugar sobrenaturalmente en los corazones de hombres y mujeres. ¡Toda la gloria sea a Dios por la cruz!  “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.” ¡Gracias al Señor Jesucristo, quien fue inmolado sobre la cruz! “El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is.53:5,10). 

 

Una osada resistencia contra la palabra de Dios

 11.  Entonces el profeta Hananías quitó el yugo del cuello del profeta Jeremías, y lo quebró. 

12.  Y habló Hananías en presencia de todo el pueblo, diciendo: Así ha dicho Jehová: De esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor rey de Babilonia, del cuello de todas las naciones, dentro de dos años. Y siguió Jeremías su camino. 

13.  Y después que el profeta Hananías rompió el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: 

14.  Ve y habla a Hananías, diciendo: Así ha dicho Jehová: Yugos de madera quebraste, mas en vez de ellos harás yugos de hierro. 

 El falso profeta quitó el yugo de madera que Dios puso sobre el cuello de Jeremías y lo quebró (v.10). El yugo de madera quebrado simboliza su reclamación de librarse de Nabucodonosor después de dos años. Tipifica la intención del hombre por lograr su propia salvación, pero no puede remover lo que Dios ha puesto en su lugar. Una larga cautividad está en marcha por parte del rey de Babilonia. Además, existe un cautiverio permanente como una maldición sobre cada pecador. Todos los esfuerzos por aliviar el peso del castigo por medio de un purgatorio o un periodo temporal en el infierno, solamente reforzarán la realidad y resultarán en la condenación de los que promocionan tal engaño. Observa lo que pasa con Hananías.

 Hay un engaño que los hombres malignos han practicado durante siglos y, hasta la fecha, quizás más que nunca. Se basa en la estrategia de repetir una mentira hasta hacer que sea universalmente aceptada como una verdad. ¿Has observado cómo un medio de comunicación inventa, utiliza y repite una noticia, e intenta persuadir a otros compañeros de otros medios para que la usen también, si es posible? Así lavan el cerebro del público debido a haber escuchado muchísimas veces la misma cosa por medio de diferentes periodistas. Es una maquinación de Satanás.

 En el versículo 11, este falso profeta repite su mentira, originalmente dada en los versículos del 2 al 4. Otros falsos profetas y sacerdotes se aliaron con él y, como estaremos viendo, también los del gobierno, porque Jeremías los descubrió a través de todo su libro. Añadirán hechos a sus palabras, como hizo Hananías, al quebrar el yugo. Son capaces de convertir sus palabras y pensamientos en leyes, obligando, si es posible, a eliminar lo que Dios ha ordenado.   

 “Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas” (Sal.2:3). El salmista valora correctamente los esfuerzos del débil ser humano contra su Dios Omnipotente. En este versículo profetiza acerca de la oposición del sanedrín en Jerusalén contra los apóstoles. Ellos oraban que el Señor les diera denuedo para seguir hablando la verdad a pesar de la oposición. David también declaró la reacción del cielo con la risa, respondiendo a los esfuerzos inútiles. “El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos” (Sal.2:4). El “amén” de Jeremías a la palabra de Hananías también puede interpretarse como burla.

 El intento engañoso de reducir el cautiverio babilónico de setenta años a dos, solamente causa una reafirmación inmutable desde el cielo. El yugo de hierro simboliza aquellos setenta años de cautividad. El esfuerzo físico de romper el yugo de madera se encuentra con una resolución invulnerable de parte de Dios. Hananías es responsable de que Dios haya tenido que reforzar la servidumbre simbolizada en el yugo. Él es quien ha roto el yugo de madera y, por culpa de su extrema resistencia contra el propósito de Dios, él mismo es quien ha provocado que ahora el yugo sea de hierro. La profecía de Jeremías sigue exactamente como ha dicho.

 Ahora vamos a observar una diferencia entre la presentación de Jeremías en los versículos del 13 al 16, y los versículos del 6 al 9, después que “siguió su camino”, saliendo del templo. Más tarde tuvo otro encuentro con el Señor (v.12). El profeta experimenta el mismo denuedo que los discípulos en Jerusalén. De parte del cielo, la burla ha sido cambiada en ira: Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira” (Sal.2:5).

 En el capítulo 27, un yugo simbólico de madera fue enviado a cada uno de los cinco reyes de las naciones que rodeaban a Judá. Estos reyes, y más reyes y naciones todavía, sentirán el yugo de hierro sobre sus cuellos, porque Dios, con una sabiduría infinita, propone que, en aquel tiempo de la historia, Babilonia llegue a ser un imperio gobernando sobre el Medio Oriente, e incluso más allá. El emperador poseerá el ganado y los animales salvajes de los montes y bosques de las naciones (v.14).

 Dos imperios, Egipto y Asiria, ya han existido, y cuatro más seguirán al de Babilonia, siendo un total de siete. El libro de Apocalipsis los describe (17:10). Ellos han gobernado y continuarán haciéndolo sobre los reinos de los hombres, pero al final fracasarán miserablemente. Después, Dios levantará Su Reino sobre la tierra para demostrar al mundo el perfecto éxito de Su plan en la creación. Ningún hombre fue capaz ni digno de tomar el rollo de la mano del Creador. El poderoso León de la tribu de Judá se presenta con la mansedumbre de un Cordero inmolado para redimir al mundo y reclamarlo como Suyo. Él es digno de tomar el rollo (Ap. 5) y, al hacerlo, descubre los eventos finales del gobierno del hombre (empezando en Ap. 6). Él vuelve a la tierra destruyendo al emperador final, el Anticristo, y a su falso profeta (Ap.19:11-21), y se sentará sobre Su trono en Jerusalén, y reinará por mil años (Ap. 20).

 

El falso profeta muere

15.  Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Yugo de hierro puse sobre el cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor rey de Babilonia, y han de servirle; y aun también le he dado las bestias del campo. 

16.  Entonces dijo el profeta Jeremías al profeta Hananías: Ahora oye, Hananías: Jehová no te envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo. 

17.  Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí que yo te quito de sobre la faz de la tierra; morirás en este año, porque hablaste rebelión contra Jehová. 

18.  Y en el mismo año murió Hananías, en el mes séptimo. 

 Jeremías hace lo que no ha hecho anteriormente en este capítulo. Expone con denuedo a Hananías como un falso profeta y declara su condenación. El verdadero hombre de Dios desafía valientemente la autoridad que Hananías ha pretendido tener y la popularidad que ha ganado por su agradable mensaje. Dios no le ha enviado, son mentiras las que están en su boca, no la verdad de la palabra de Dios. El pueblo ha elegido su mensaje positivo por encima de la verdad (v.15).

Jeremías expresa la ira de Dios, personalmente, sobre el falso profeta. Declara la maldición de muerte que vendrá sobre él y el tiempo en el que tendrá lugar. Hananías morirá en un año y el cargo contra él es haber proferido rebelión contra el Señor, lo cual es un crimen de los más graves, digno de muerte, muy por encima de cualquier delito cometido contra un simple hombre, sin importar su estado bajo el sol (v.16)

 Ofender a Dios es el pecado sobre todos los pecados y cada pecador tendrá que enfrentarlo. No son sus hechos dañinos los que han destruido su propia vida, ni la culpa por haber causado tristeza a sus padres, esposa e hijos. El pecado contra sus compañeros mundanos no es para ser comparado con su motín contra Dios. No debe asumir que Dios le apoyará, ayudándole a reparar todo el daño terrenal que ha hecho. Primeramente, él tiene que enfrentarse con la verdad de que el Señor es su enemigo y, sobre todo, tiene que recuperar su relación con Dios. Haré una pausa para preguntar al lector si se ha enfrentado cara a cara con esta verdad. ¡Tenemos que hacerlo!

 Este capítulo empezó en el cuarto año y el quinto mes del reinado de Sedequías. Hananías murió en el séptimo mes (v.17), solamente dos meses después de cumplirse los dos años en los que, según su profecía, Nabucodonosor perdería su control sobre Judá. La ira de Dios cayó sobre el falso profeta y pasó a la eternidad. ¿Qué pasó con la popularidad de su mensaje? ¿Cómo influyó a su favor el honor de su ciudad natal, Gabaón, ciudad de sacerdotes, delante de Dios? Toda la fama, todas las ventajas terrenales, todo rango e influencia, todos son vanidad, según enseñó el predicador en Eclesiastés. Toda ganancia bajo el sol termina en un cementerio.


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