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Lowell Brueckner

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Falsos profetas en Babilonia

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Ejecución por fuego de Nabucodonosor

                

   Capítulo 29 (2ª parte)

El cumplimiento de la profecía de los malos higos

 15. Mas habéis dicho: Jehová nos ha levantado profetas en Babilonia. 

 

 16. Pero así ha dicho Jehová acerca del rey que está sentado sobre el trono de David, y de todo el pueblo que mora en esta ciudad, de vuestros hermanos que no salieron con vosotros en cautiverio; 

 17. así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí envío yo contra ellos espada, hambre y pestilencia, y los pondré como los higos malos, que de tan malos no se pueden comer. 

 18. Los perseguiré con espada, con hambre y con pestilencia, y los daré por escarnio a todos los reinos de la tierra, por maldición y por espanto, y por burla y por afrenta para todas las naciones entre las cuales los he arrojado; 

 19. por cuanto no oyeron mis palabras, dice Jehová, que les envié por mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar; y no habéis escuchado, dice Jehová. 

 20. Oíd, pues, palabra de Jehová, vosotros todos los transportados que envié de Jerusalén a Babilonia. 

21. Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, acerca de Acab hijo de Colaías, y acerca de Sedequías hijo de Maasías, que os profetizan falsamente en mi nombre: He aquí los entrego yo en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, y él los matará delante de vuestros ojos. 

22. Y todos los transportados de Judá que están en Babilonia harán de ellos una maldición, diciendo: Póngate Jehová como a Sedequías y como a Acab, a quienes asó al fuego el rey de Babilonia. 

 23. Porque hicieron maldad en Israel, y cometieron adulterio con las mujeres de sus prójimos, y falsamente hablaron en mi nombre palabra que no les mandé; lo cual yo sé y testifico, dice Jehová. 

 ¿Recuerdas la parábola de los higos, en el capítulo 24, algunos muy buenos y otros tan podridos que no podían ser comidos? En aquel capítulo, la palabra del Señor vino en forma de profecía. Los higos buenos eran los judíos que se sometieron al cautiverio de Nabucodonosor, dando lugar al buen consejo del Señor con todo su corazón (29:13). “Asíha dicho Jehová Dios de Israel: Como a estos higos buenos, así miraré a los transportados de Judá” (24:5). Los malos higos representaban a los que se rebelaron, muchos de ellos permaneciendo en Judá, como declara el versículo 8: “Como los higos malos, que de malos no se pueden comer, así ha dicho Jehová, pondré a Sedequías rey de Judá, a sus príncipes y al resto de Jerusalén que quedó en esta tierra.”

 La profecía se cumplió en los que ya estaban en Babilonia y en los primeros 14 versículos de este capítulo. Jeremías había enviado una carta a los del cautiverio, dándoles esperanza para un futuro positivo. Pero de aquí en adelante escribe a los rebeldes que están en Babilonia, hablando principalmente sobre los de Judá, pero al mismo tiempo, se refiere a sus propias condiciones en cautiverio. Ellos dependían de los falsos profetas que moraban en Babilonia (v.15), que instruyeron a los cautivos a no establecerse allí, insistiendo en que la estancia sería breve.

 Sacaron la conclusión de que Dios había levantado a estos hombres, uno de los cuales fue Semaías de Nehelam, quien después escribe a la población de Judea. El Señor reafirma Su palabra sobre el rey Sedequías, los ciudadanos en Jerusalén, y sobre todos los que no fueron llevados a Babilonia (v.16). Es la misma profecía de espada, hambre y pestilencia que arruinaría su futuro. No dejarían nada por lo cual vivir (v.17).

 En el versículo 18 la maldición es reforzada; posiblemente se refiere a un doble cumplimiento, incluyendo una dispersión futura, haciendo que los judíos abandonen de nuevo su tierra nativa y sean dispersados por todo el mundo, por orden del Señor. No solamente son malditos, sino deshonrados por las naciones vecinas, que están asombradas del juicio que Dios ha traído sobre ellos. Son burlados y tratados con desprecio, como si hubieran sido abandonados por su Dios.

 El castigo no solamente se debe a haberse alejado de Dios, sino que es severamente incrementado por no escuchar Su súplica apasionada para que se vuelvan a Él, por medio de profetas fieles, desde muy al principio de su rebelión y que continuó hasta el día de Jeremías (v.19). El Señor repite la misma analogía de los higos, la misma maldición, la misma reacción entre las naciones paganas, y la misma declaración de Su fidelidad, avisándoles con persistencia por medio de los profetas.

 Cuando la Biblia pronuncia una destrucción sobre los rebeldes y desobedientes, es una palabra a la cual todos tenemos que prestar atención. Refinará nuestra propia determinación y resolución hacia la obediencia (v.20). La palabra del Señor nos habla a todos y todos debemos escucharla para poder renunciar y resistir las mentiras de los falsos profetas de nuestros días.

 Dios pronuncia una maldición sobre dos falsos profetas, en particular, Acab y Sedequías. Sedequías fue hermano de Sofonías, que era un importante sacerdote (fíjate en v.25). Estos hombres blasfemos atribuyen su mensaje a Dios, trayendo juicio sobre sí mismos. No sabemos la razón de por qué Nabucodonosor los mató públicamente ante los ojos del pueblo, pero Dios, por Su parte, está testificando a Su pueblo a través de su muerte que ellos han fomentado una mentira (v.21). La manera por la cual el emperador babilónico ejecutará a Acab y a Sedequías será por medio de fuego. Como los romanos después utilizaron la crucifixión, Nabucodonosor quemaba a aquellos que provocaban su disgusto. Nos acordamos de su amenaza sobre cualquiera que rehusara inclinarse delante de su imagen y de cómo, Sadrac, Mesac y Abed-nego, fueron librados sobrenaturalmente de un horno intensamente calentado. De lo que pasó con los dos falsos profetas, se levantó un dicho de maldición que era pronunciada habitualmente por los judíos en Babilonia, recordando su muerte por el fuego (v.22).

 Fueron hombres adúlteros los que me hacen recordar las sucias prácticas de Joseph Smith, el fundador de los mormones (v.23). Fue culpable de cometer adulterio con varias de las esposas de sus seguidores, pero después intentó justificar su pecado desarrollando una doctrina de poligamia. No debemos dudar… estas personas no llevan la profecía del Señor, por la cual hombres santos de Dios hablaron: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P.1:21).

 

                                                    La falsa profecía de Semaías 

24. Y a Semaías de Nehelam hablarás, diciendo: 

25. Así habló Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Tú enviaste cartas en tu nombre a todo el pueblo que está en Jerusalén, y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, y a todos los sacerdotes, diciendo: 

26. Jehová te ha puesto por sacerdote en lugar del sacerdote Joiada, para que te encargues en la casa de Jehová de todo hombre loco que profetice, poniéndolo en el calabozo y en el cepo. 

27. ¿Por qué, pues, no has reprendido ahora a Jeremías de Anatot, que os profetiza? 

28. Porque él nos envió a decir en Babilonia: Largo será el cautiverio; edificad casas, y habitadlas; plantad huertos, y comed el fruto de ellos. 

29. Y el sacerdote Sofonías había leído esta carta a oídos del profeta Jeremías. 

30. Y vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: 

31. Envía a decir a todos los cautivos: Así ha dicho Jehová de Semaías de Nehelam: Porque os profetizó Semaías, y yo no lo envié, y os hizo confiar en mentira; 

32. por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí que yo castigaré a Semaías de Nehelam y a su descendencia; no tendrá varón que more entre este pueblo, ni verá el bien que haré yo a mi pueblo, dice Jehová; porque contra Jehová ha hablado rebelión.

Ahora el Señor apunta a otro profeta, llamado Semaías (v.24) de Nehelam, que significa soñador en hebreo. Jeremías nos dice algunas cosas sobre los soñadores en este libro y, de hecho, en el versículo 8, nos trasmite el aviso del Señor sobre cómo el público, en general, hace caso a sus sueños.

 Jamieson-Faucett-Brown comenta: “Un proverbio latín dice: ‘El pueblo quiere ser engañado, así que sea engañado.’ No es la credulidad solo, lo que causa a los hombres errar, sino su propia perversidad por ‘amor a las tinieblas más que a la luz’. No fueron los sacerdotes los que iniciaron la brujería sacerdotal, sino el apetito patológico de la misma gente hacia el engaño; por ejemplo, Aarón y el becerro de oro (Ex.32:1-4). Así los judíos obligaron a los profetas a contarles sueños de aliento (Jer.23:25; 23:26; Ec.5:7; Zac.10:2; Jn.3:19-21).”

 Dios habla como el Señor de los ejércitos, refiriéndose a las fuerzas que Él tiene a Su disposición. Él es el Dios de Israel, lo que revela que solamente Su instrucción fiel vendrá como la verdad inerrante a Su pueblo. El Señor ha observado la oposición de Semaías a Su palabra y cómo él ha determinado fomentar una gran rebelión al adoctrinar a los judíos en el error. Lo hizo sin un temor piadoso, exaltando su propio nombre y utilizándolo para influenciar a toda la población de Jerusalén. Especialmente, él se dirige al sacerdocio y nombra a Sofonías con un mensaje específico. Repetiré el hecho, mencionado en el versículo 21, de que Sofonías y Sedequías eran hermanos (v.25).

Sedequías, un falso profeta, murió de forma horrible y, ahora, su hermano, Sofonías, un falso principal entre los sacerdotes, continuará actuando contra los siervos de Dios. Semaías quiere fortalecer su mano maligna, comparándole con el gran sacerdote, Joiada, quien se levantó contra la reina madre, Atalía. Este extraordinario sacerdote hizo un pacto con Dios y el pueblo de que ellos seguirían al Señor (2 R.11:15-17). Sofonías no tiene nada de la fuerza moral de Joiada y, por eso, las palabras de Semaías no tienen peso.  

 Él intenta levantar oficiales en el templo para oponerse a cada profeta llamado por Dios. Nos hace pensar en los sacerdotes, escribas y fariseos, que gobernaron enteramente a favor de los hombres y diablos en el tiempo de Jesús y que, en el proceso, llevaron a cabo Su crucifixión. Se consideraban guardianes del templo, pero lo utilizaron para sus propios negocios ambiciosos.

Semaías, por su arrogancia, consideraba a sus oficiales legítimos, mientras que consideraba a los profetas verdaderos como “locos” y autoproclamados. Históricamente podemos ver la razón de por qué personas a las que el Espíritu Santo no ha enseñado, consideran que los hombres de Dios son excéntricos. Uno de la escuela de los profetas fue enviado por Eliseo a ungir al rey, comandante del ejército de Israel, Jehú. Los compañeros desinformados de Jehú le preguntaron: “¿Para qué vino a ti aquel loco?” (2 R.9:1-11). Encuentro este comentario en las referencias de TSK: “Probablemente había algo extraño en las maneras y la presentación del joven profeta, semejante a las acciones apasionadas a veces usadas por los profetas bajo la influencia divina, causando a los presentes usar este lenguaje despectivo.”  

 Juan el Bautista estaba vestido de “pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre” (Mt.3:4). La gente creía que tenía un demonio (Mt.11:18). Su propia gente decía de Jesús: “Está fuera de sí” (Mc.3:21). Muchos de los judíos decían: “Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?” (Jn.10:20). Algunos se burlaban de los discípulos en el Día de Pentecostés: “Están llenos de mosto” (Hch.2:13). Nuestro gran apóstol Pablo sabía de la opinión crítica de un pueblo sofisticado, pero a la vez impiadoso, al decir: “Si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros” (2 Co.5:13).

 Semaías instruyó a Sofonías para encarcelar a los profetas de Dios (v.26). Le preguntó por qué los líderes religiosos de Jerusalén no habían reprendido a Jeremías, a quien este falso, pero influyente profeta, considera que está en la categoría de los autonombrados. Lo hace a pesar de que sus profecías se han cumplido, mientras que las de ellos han sido absolutamente ilegítimas (14:13). Los falsos profetas están retrocediendo sobre la promesa de que nunca llegaría el cautiverio, pero todavía rehúsan aceptar la palabra del Señor. Semaías no ofrece pruebas de evidencia por lo que reclama, sino que recurre a insultos degradantes, como hemos leído en el versículo anterior. Al enfatizar que Jeremías es de Anatot, un pueblo insignificante, es semejante a lo que leemos en los Evangelios. El Sanedrín rehusó el ministerio de Jesús porque venía de Galilea, precisamente de la aldea pequeña de Nazaret (v.27).

 Como ha sido llevado a Babilonia, Semaías está enfurecido por la carta de Jeremías, en la que aconseja a los judíos sacar provecho de su cautiverio. El hombre de Dios ha oído de su Señor que se extenderá sobre 70 años. Como hemos visto, el Señor quiere que ellos se aumenten y no que disminuyan (v.28).

 Sofonías, fiel a Semaías, lee la carta a Jeremías. Semaías está cautivo en Babilonia, mientras que Jeremías está en libertad en Jerusalén. Pero Sofonías tiene un prejuicio que le domina y no es capaz de razonar bien (v.29). Sin embargo, no encarcela a Jeremías, quizás mostrándole algún respeto. La autoridad del profeta es únicamente de Dios, no hace falta ninguna otra fuente (v.30). Por eso, la respuesta que Jeremías profiere es del cielo. 

 Es el trono de Dios que expulsa al falso profeta ante todo el cautiverio judío. Es la palabra de verdad que prevalecerá, no importa los intentos de descreditarla. No puede fallar y el engaño del falso profeta no puede prosperar. El pueblo ha creído y está confiando en una mentira. El soñador es descubierto por la palabra de Dios (v.31).

 Su crimen es la traición, provocando una rebelión entre el pueblo contra su Creador y Dios. Le declara culpable ante el Tribunal Supremo y no hay a quien apelar. Vimos caer el juicio de pena de muerte sobre Hananías en el capítulo anterior. Ahora, una triple condena cae sobre Semaías, haciéndose extensible a su familia: 1) Nadie heredará su posición. 2) Su familia permanecerá en Babilonia cuando el Señor restaure a los judíos en su tierra. 3) Nunca volverá a Israel para ver la bendición de Dios sobre los judíos. Su visión tan corta de la disciplina de Dios le prohibirá participar de su restauración cuando la disciplina llegue a su fin y propósito (v.32).

 A veces sucede que las autoridades gubernamentales, aunque sean malignas, proveen protección a la manada del Señor, y Él espera que su pueblo responda con lealtad y oración, “para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 T.2:2). De esta manera, el creyente pasa su vida, temporal e imperfectamente en la tierra, encaminándose hacia su habitación eterna y perfecta. Así puede dejar su liberación terrenal en manos de Dios para que Él decida si esta liberación está cerca o lejos.

 

 

 

 

 


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