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Lowell Brueckner

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Juicio contra los filisteos

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Gaza, ciudad moderna. Población 600.000

                              Capítulo 47

1.      Palabra de Jehová que vino al profeta Jeremías acerca de los filisteos, antes que Faraón destruyese a Gaza. 

2.      Así ha dicho Jehová: He aquí que suben aguas del norte, y se harán torrente; inundarán la tierra y su plenitud, la ciudad y los moradores de ella; y los hombres clamarán, y lamentará todo morador de la tierra. 

3.      Por el sonido de los cascos de sus caballos, por el alboroto de sus carros, por el estruendo de sus ruedas, los padres no cuidaron a los hijos por la debilidad de sus manos; 

4.      a causa del día que viene para destrucción de todos los filisteos, para destruir a Tiro y a Sidón todo aliado que les queda todavía; porque Jehová destruirá a los filisteos, al resto de la costa de Caftor. 

5.      Gaza fue rapada, Ascalón ha perecido, y el resto de su valle; ¿hasta cuándo te sajarás? 

6.      Oh espada de Jehová, ¿hasta cuándo reposarás? Vuelve a tu vaina, reposa y sosiégate. 

7.      ¿Cómo reposarás? pues Jehová te ha enviado contra Ascalón, y contra la costa del mar, allí te puso. 

Leímos acerca del juicio de los egipcios en el capítulo 46 y, apropiadamente, en este capítulo 47, sigue el de los filisteos. Digo apropiadamente porque, aunque Egipto, el poderoso y formidable imperio, era el enemigo número uno, los filisteos, con menos potencia, ocupaba el segundo lugar, porque su enemistad era persistente durante toda su historia. Egipto dominó y esclavizó a la nación, pero los filisteos eran enemigos cercanos y constantes, en la frontera sudoeste, que estaban continuamente molestando y amenazando. La historia de Israel está muy entrelazada con la de los filisteos. 

Las raíces de los filisteos están incluidas en las genealogías de Génesis, entre los descendientes de Mizraim, un hijo de Cam. Están registrados como hermanos de las tribus egipcias (Gn.10:6-14). Cuando Abraham moraba como forastero en la tierra de la promesa, durante el tiempo que vivió en Beerseba, hizo un acuerdo con el rey de los filisteos, Abimelec. Abimelec ya era un peligro (Gn.20:2), no solamente para Abraham y Sara, sino para la promesa de Dios acerca del hijo que vendría por medio de Sara. La misma amenaza se repitió contra Isaac y Rebeca y el propósito del Señor por medio de ellos (Gn. 26:7-11). La vida de Isaac y los suyos se vieron amenazadas cuando los filisteos taparon con tierra los pozos que había cavado Abraham (Gn.26:15).

 Cuando los israelitas abandonaron Egipto, Dios les condujo lejos de la tierra de los filisteos para evitar un conflicto militar. Cuando Josué hizo guerra contra todas las naciones dentro de Canaán, los filisteos quedaron sin conquistar. Sus dioses estaban entre los ídolos de Israel, en el tiempo de los jueces. Mientras Sansón fue juez, los filisteos oprimían al pueblo de Dios, y el propósito de su vida fue el de quebrar el dominio que tenían sobre Israel. Lo hizo majestuosamente, destruyendo a los principales de los filisteos, cerca de tres mil personas a la vez que él moría.

 En una batalla contra los filisteos murieron el sacerdote Elí y sus hijos, y el arca del pacto fue capturada, algo que les perjudicó, porque el Señor trajo una maldición sobre su dios Dagón, y sobre toda su tierra. Con gran angustia, devolvieron el arca a sus dueños. Samuel, el profeta, y el rey Saúl continuaron en guerra contra los filisteos durante toda su vida, de hecho serían ellos quienes matarían a Saúl.

 Además, tenemos la famosa lucha entre el campeón filisteo, Goliat, y el joven, David. Más tarde, David y un ejército de seiscientos hombres, fueron a morar con el rey filisteo de Gat, Aquis. David debería haber peleado contra su propia nación, pero el Señor le rescató de esta trampa. El rey Saúl y su hijo, Jonatán, el amigo de David, murieron en aquella batalla. El rey David luchó contra los filisteos durante todo su reinado y les mantuvo sujetos. La guerra contra los filisteos continuó de manera esporádica durante toda la historia de los reyes.

 Mencionaré un incidente más en la historia de Israel, sobre las relaciones con los filisteos. Tuvo que ver con el rey Ocozías, en el reino norte, que vivió en Samaria. Fue herido accidentalmente, y envió siervos a la ciudad filistea de Ecrón para inquirir de su dios, Baal-zebub, si sanaría o no. Entonces, el profeta Elías les encontró en su camino y dijo: “¿No hay Dios en Israel, que vais a consultar a Baal-zebub dios de Ecrón?” Pronto les mandó volver al rey con el mensaje de que seguramente moriría (2 R.1:1-17).

 Los filisteos tenían cinco grandes ciudades, gobernadas por cinco principales: Gaza, Asdod, Ecrón, Gat, y Ascalón. La franja de Gaza, en la parte sudoeste de Israel, es bien conocida por nosotros hoy. La ciudad de Gaza, dentro de la franja, continúa existiendo actualmente, con una población de casi seiscientos mil habitantes. También sigue existiendo Asdod, un puerto en el mar Mediterráneo. Ascalón es una ciudad moderna con cerca de ciento cincuenta mil personas. Las antiguas Ecrón y Gat han sido excavadas por los arqueólogos, y se pueden visitar sus ruinas hasta el día de hoy.

 El texto nos informa que el faraón Necao II atacó Gaza, pero aunque acontecería después de la profecía de Jeremías, su palabra no tenía que ver con Necao, sino con una invasión desde el norte por parte de los caldeos (v.1). Como es común en la Biblia, cuando se habla de aguas o inundación, se refiere a la entrada de una gran multitud de gente. Los filisteos, llenos de pánico, tendrán que huir ante la invasión babilónica. El temor fue tan fuerte que dejaron a sus hijos atrás (v.3). Su derrota afectó a sus aliados, Tiro y Sidón, en la costa mediterránea al norte, porque por su propia derrota no los pudieron socorrer.

 El juicio contra Tiro y Sidón tiene que ver con el de los filisteos, porque Nabucodonosor atacó los dos lugares. Es interesante estudiar los avances de Alejandro Magno, quien destruyó aún más a Tiro que Nabucodonosor, y después, su ejército descendió por la costa para atacar a los filisteos. El Espíritu de Dios, sabiendo perfectamente la raíz de los filisteos, hace referencia aquí a la tierra de Caftor, relacionándola con ellos (v.4) (Gn.10:14). Después del ataque del faraón y el ataque caldeo que le siguió, sólo quedó un remanente.

 También, en las ciudades filisteas de Gaza y Ascalón, sólo quedó un remanente. Raparse la cabeza y sajarse el cuerpo son indicaciones paganas de una extrema lamentación (v.5). El Señor les preguntó que hasta cuando iban a continuar con sus prácticas paganas, ya que no podrían detener el juicio del cielo. La respuesta correcta hubiese sido abandonar estas bárbaras demostraciones y sujetarse al Dios que estaba tratando con ellos.

 La humanidad clama para que termine el juicio de la espada del Señor. Los filisteos de la ciudad de Ascalón y la costa suplican para que la espada vuelva a la vaina (v.6), pero es tiempo de que los hombres aprendan los caminos de Dios. El perfecto juicio de Dios tiene que llegar a su meta, restaurando así la justicia por medio del juicio. El humanismo, que clama para que termine el juicio, tiene que quedarse a un lado. Recuerdo el clamor del ladrón en la cruz: “Sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lc.23:39). ¡Pero Dios estaba cumpliendo toda justicia y Su Hijo tenía que estar colgado hasta la muerte! Fue el viernes santo el día en el que Dios trató con justicia el pecado. El domingo estaba por delante. Como dijo un predicador: “¡Es mejor levantarse de los muertos, que bajarse de la cruz!” Es tiempo de que los caminos de Dios sean reconocidos y aceptados por encima de los caminos del hombre (v.7).

 

 


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