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Lowell Brueckner

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El Dios desconocido del siglo 21

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 “Varones atenienses, en todas las cosas os observo como muy religiosos; porque pasando y viendo de cerca vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba inscrito: AL DIOS DESCONOCIDO… a Ese os anuncio yo.”   Hechos 17:22-23

El relato en Hechos 17, acerca de Pablo en Atenas, cuenta que “su espíritu estaba enardecido dentro de sí, al observar que la ciudad estaba llena de ídolos”. ¿Qué es lo que le molestó de tal manera? La palabra “enardecido” en griego también quiere decir “provocar” o “exasperar”. No cabe duda que lo que motivó a Pablo al ver una ciudad tan importante e influyente en el mundo, y al mismo tiempo, espiritualmente ignorante e idólatra, fueron su profundo amor y devoción extrema al Dios de la Biblia. El Dios de Pablo había sido excluido e insultado. Cualquier persona en este siglo que tenga el mismo amor y devoción que el apóstol, entenderá esta exasperación. Sin embargo, el humanista y religioso se quedará totalmente perplejo ante tal reacción.


¿Sería posible que después de 20 siglos de cristianismo, gran parte del mundo evangélico pueda caer en la misma ignorancia e idolatría? El hecho de tener una Biblia a mano y por ser creyentes en la inspiración de toda la Escritura, nos hace suponer que volver a un paganismo idólatra es prácticamente imposible. Sin embargo, sí es posible, debido a una ignorancia voluntaria que rehúsa enfrentarse con algunos aspectos de la revelación bíblica. Y como está sucediendo en general en el mundo evangélico, por un alejamiento gradual de la enseñanza de la Biblia que lleva a tener una mentalidad incompatible con la naturaleza de Dios.

A.W. Tozer, a medianos del siglo XX, pensó que esto era exactamente lo que estaba ocurriendo. “El pobre concepto de Dios que prevalece entre los cristianos de manera casi universal, es la causa de un centenar de males entre nosotros, dondequiera que estemos”, y añadió, “esta pérdida del concepto de majestad ha llegado en el momento en que las fuerzas de la religión están logrando un fuerte avance y las iglesias están más prósperas que en ningún otro momento en unos cuantos siglos. Lo alarmante es que nuestros éxitos son externos en su mayoría y nuestras pérdidas totalmente internas; y puesto que es la calidad de nuestra religión la afectada por las condiciones internas, bien podría ser que nuestros supuestos éxitos no sean más que pérdidas (en un inglés más exactamente traducido sería …pérdidas esparcidas sobre un campo más amplío, sea sobre los campos externos nuevamente ganados)”.

Ya han pasado cincuenta o sesenta años y, por lo que se observa actualmente en la iglesia, no hay nada que indique que la condición haya mejorado. Al contrario, nosotros, los que hemos vivido en las dos generaciones, estamos convencidos de que la iglesia ha caído a un nivel considerablemente más bajo.

Hace muchos años escribí un libro en el que consideraba, con temor y temblor, que posiblemente muchos cristianos no sólo tenían “un pobre concepto de Dios”, como expresa Tozer, sino que formulé la siguiente pregunta: “¿Sería mucho cuestionar si la adoración es, de hecho, una idolatría dirigida hacia otro Cristo, un espíritu extraño?” Me di cuenta que Pablo escribió a los corintios: “Si viene alguno predicando a OTRO JESUS… bien lo toleráis” (2 Co.11:3-4). Recordaba que Jesús había profetizado acerca de falsos cristos, pero no me acordaba si algún escritor de mi época había sugerido la idea de que muchos cristianos en verdad eran idólatras. Aunque había leído El conocimiento del Dios santo, de Tozer, se me habían olvidado estas palabras: “Mantengámonos alerta, no vaya a ser que en nuestro orgullo aceptemos la noción errónea de que la idolatría sólo consiste en doblar la rodilla ante objetos visibles de adoración y que, por tanto, los pueblos civilizados se hallan libres de ella. La esencia de la idolatría consiste en abrigar sobre DIOS pensamientos que son indignos de Él”.

En ninguna manera pienso quitar de Dios sus atributos maravillosos, de los cuales yo también gozo y por los cuales estoy sumamente agradecido. Me alegro de que Dios sea amor y de que en Él haya plenitud de gozo, y de que Él enviara a Su Hijo al mundo para salvar y no para condenar. Lo que pasa es que estas verdades son continuamente torcidas y sobre ellas se han añadido pensamientos humanistas, mientras que otras revelaciones bíblicas del carácter de Dios, menos agradables a la mente humana, pero igualmente verídicas, se mantienen totalmente ignoradas. Por esta razón, voy a desafiar algunos dichos comúnmente creídos y a veces pronunciados entre el mundo evangélico y exponerlos a la luz de la Biblia para ver si son o no ciertos.

1. Dios aborrece el pecado, pero ama el pecador. ¡No es enteramente cierto!! Paul Washer dijo: “¡Dios aborrece el pecado, y aborrece al pecador por haberlo cometido!” El amor de Dios hacia el pecador consiste en que ha provisto para él una limpieza y un escape del pecado. Si el pecador lo acepta entonces le concede una nueva naturaleza para que no practique más el pecado y de esta manera poder ser reconciliado con Dios. Sin embargo, mientras rehúsa ser reconciliado, el pecador permanece en un estado de enemistad contra Dios. Salmos 5:5 “Los arrogantes no se presentarán ante tu vista, aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruyes a los que hablan falsedad; el Señor abomina al hombre sanguinario y engañador”. Salmos 11:5 “El Señor prueba al justo, pero su alma aborrece al malvado…” David aprendió a aborrecerles de la misma manera (Sal.139:21-22): “¡Oh Señor! ¿No aborrezco a quienes te aborrecen? ¿No me repugnan los que se alzan contra ti? ¡Con gran aborrecimiento los aborrezco, y los tengo por enemigos!” Un día, el que ama a Dios tendrá que dar su amén, cuando sus familiares y conocidos sean sentenciados delante de Dios, el Juez, porque ellos rehusaron Su salvación. De esta manera, el que “no aborrece a su padre y a la madre, y a la mujer y a los hijos, y a los hermanos y a las hermanas, y aun también a su vida, no puede ser mi discípulo” (Lc.14:26).

2. Dios jamás enviaría una persona al infierno. ¡Falso! Yo estuve presente cuando un amigo mío preguntó a una mujer, sospechosa de creer en la salvación universal, si creía en el infierno, a lo que ella respondió: “Mi dios nunca mandaría a una persona a un infierno”. He oído a otros decir: “No es que Dios personalmente les envíe al infierno, sino que su mismo pecado e incredulidad es lo que les condena”. Pero una palabra de Jesús mismo pone fin a cualquier argumento: “Yo os advertiré a quién debéis temer: Temed a Aquél que, después de matar, tiene poder para echar en el infierno. Sí, os digo: a Éste temed” (Lc.12:5). Algunos incluso dirían que es al diablo a quien uno debe temer, porque él es quien echa al fuego. Pero cualquier argumento que insinúe que Jesús nos enseñó a temer al diablo es tan ridículo que no es necesario ni siquiera considerarlo. 

3. Jesús hablaba en parábolas para que, usando cosas de la vida cotidiana, la gente pudo entender mejor el evangelio y las verdades espirituales.  ¡Absolutamente falso! Los discípulos preguntaron precisamente sobre este tema (Mt.13:10): "¿Por qué les hablas en parábolas?" Y Jesús contestó (v.11,13):" Porque a vosotros ha sido dado a conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no ha sido dado... Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo, no oyen, ni entienden (también Mc.4:10-12; Lc.8:10). ¿Cómo podemos inventar y creer cosas tan opuestas a las que Dios claramente ha dicho.

4. Dios no quiere que nadie sea engañado. ¡Falso! En el Antiguo Testamento, Dios soltó un espíritu engañador en la boca de 400 profetas para que engañaran al rey Acab a fin de que fuera destruido. De la misma manera, en el Nuevo Testamento, Pablo advirtió que aparecería un inicuo “cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con toda clase de poderes, y señales milagrosas, y prodigios mentirosos… recompensa por no haber acogido el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía una fuerza de extravío, para que crean la mentira, y sean juzgados (y condenados) todos los que no creyeron a la verdad…”. Dios quiere que las personas acojan el amor de la verdad para ser salvos, pero si rehúsan la verdad, Dios mismo les enviará una fuerza de extravío para que crean la mentira. Dios ama la verdad más que a la gente. Dios también ama el arrepentimiento y la fe más que a la gente, y si la persona rehúsa la verdad y arrepentirse, y sigue en incredulidad, Dios le condenará.  

5. La expresión "Abba Padre" quiere decir "papacito" en español. Escuchando tales enseñanzas y creyéndolas, se oye algunas personas orando y hablando de Dios usando esa expresión. Es otra contribución moderna que nos lleva a un concepto ligero de Dios, que nos hace más fácil meternos en pecado y nos quita el asombro que debemos tener al pensar en Dios con el resultado que el corazón no adora en verdad. Los antiguos teólogos nunca daban este significado a esta expresión. Siempre tenlo presente: Las nuevas doctrinas son falsas doctrinas. 

6. Dios es amoroso y paciente en el tiempo del Nuevo Testamento; no debemos predicar de un Dios de ira. ¡Falso! Francis Chan dijo: “Tenemos que dejar de pedir disculpas a la sociedad por anunciar un Dios de ira, y pedir disculpas a Dios por no presentarle así. Sí, porque Dios está airado con los impíos todos los días – Salmos 7:11. “El Señor es Dios celoso y justiciero, el Señor se indigna y toma venganza, el Señor toma venganza de sus enemigos, la reserva para sus adversarios” (Nahúm 1:2). El mismo Dios del Antiguo Testamento es el Dios del Nuevo Testamento. Es un Dios que no cambia y actúa según Su naturaleza. Jesús “mirándolos en derredor con enojo, profundamente entristecido por la dureza de sus corazones…” (Mc.3:5). “Haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, con las ovejas y los bueyes, y desparramó las monedas de los cambistas, y volcó las mesas” (Jn.2:15). Jesús se enojó con los negociantes en el templo y con los líderes religiosos por su dureza de corazón, pero también se indignó con Sus propios discípulos al ver en ellos una mentalidad tan contraria a la Suya: “Le presentaban unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Cuando Jesús lo vio, se indignó…” (Mc.10:13,14). No tomaré lugar para mencionar cuántas veces el Nuevo Testamento habla de “hijos de ira”. Es un hecho que Jesús habló más del infierno que del cielo. Tampoco tomaré tiempo para argumentar sobre la necesidad de predicar fuertemente el arrepentimiento para que la gente pueda creer en el evangelio. Sólo quiero mencionar que Pablo habló a Félix del dominio propio, de la justicia y el juicio, de modo que Félix tembló de espanto. El Apocalipsis nos advierte “del furor de Dios, vertido puro en la copa de su ira”, añadiendo que el malhechor “será atormentado con fuego y azufre a la vista de los santos ángeles y a la vista del Cordero, y el humo de su tormento sube por siglos y siglos” (14:10-11).

Hay muchos en este tiempo que rehúsan enfrentarse con el tema de la ira de Dios. Marcos Vidal es uno de los que en España ha declarado que una “expresión de enfado, enojo o castigo para el ser humano de parte de Dios… es contraria al mensaje del evangelio… Presentar ante la humanidad a un Dios airado no tiene nada que ver con la Gran Comisión”. Phil Johnson es un predicador que te hace saber que enfatizar la ira de Dios es tan necesario en esta época como lo fue en los tiempos del Antiguo Testamento. Proclamó que no hay otro libro de la Biblia que hable más de la ira de Dios y del Cordero como el libro de Apocalipsis. También citó Hebreos 10:26-30, que avisa acerca de “una horrenda expectación de juicio y ardor de fuego que va a consumir a los adversarios”. Advierte que un castigo más severo espera al que “pisoteó al Hijo de Dios” que para el que viola la ley de Moisés. Concluye esa porción con la siguiente declaración: “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” Estos pasajes, dice Johnson, están escritos para producir temor y, como la Biblia enseña más de una vez, el temor de Dios es el principio de la sabiduría. Por eso, es imposible atender a las cosas de Dios con sabiduría si no poseemos primeramente Su temor.


Conocemos personas que no quieren que este tema sea enfatizado entre nosotros y no sea proclamado desde nuestros círculos hacía un mundo incrédulo. Están viviendo el dulce sueño del “amor incondicional”. Tienen vergüenza de un Dios de ira y piden disculpas por Él. No quieren que adquiramos fama de ser gente que enfatiza este atributo necesario y bueno de Dios. J. C. Ryle en su libro, Advertencias a las iglesias, dijo: “No nos detengamos por miedo a la controversia. Al ladrón le gustan los perros que no ladran y los vigías que no dan la voz de alarma. El diablo es un ladrón. Si nos callamos y no nos defendemos de la falsa doctrina, le agradamos a él y disgustamos a Dios. Mantener la verdad de Cristo en su Iglesia es aún más importante que mantener la paz.". Si el diablo halla una voz que advierte de los peligros, inspirará a quien sea para callarla. No debemos dejar en lo más mínimo que nos tapen la boca para hablar o detengan nuestra mano para escribir, porque estamos haciendo lo correcto en un tiempo cuando hace mucha falta que la gente lo escuche y lo lea. ¡Dios nos apoyará!

Necesitamos despertar a la evidente realidad de que muchos de los evangélicos de nuestros días son idólatras que están sirviendo a un dios que ellos mismos han fabricado en sus mentes. Algunos lo hacen para seguir viviendo una vida cómoda, y otros porque no quieren ser vituperados por proclamar al Dios que tiene los atributos que hemos mencionado en este artículo. Otros piensan que suavizar el mensaje de la ira de Dios es ser maduro y espiritual, malinterpretando lo que debe ser el testimonio y el mensaje de un cristiano. Por esta idolatría es necesario proclamar fuertemente al Dios desconocido entre los evangélicos del siglo XXI que, aunque tienen la Biblia en su mano, no tienen el valor ni el amor suficiente a Dios ni a la gente como para decirles toda la verdad. Tenemos que advertir poderosamente a esta generación de la ira venidera de Dios, motivados por el amor de Dios y bajo la unción de Su Espíritu. El hacerlo es un acto de bondad, para que puedan recibir la convicción de su pecado y arrepentirse, temiendo la ira de un Dios bueno que quiere salvar. “La benignidad de Dios te guía al arrepentimiento” (Ro.2:4).








1 comentarios:
Luis Conde-Salazar dijo...
12 de agosto de 2020, 9:48  


Buena exposición de una muy verdadera y valiosa predicación.

Gracias por enseñarnos a distinguir la verdad De Dios...Su Palabra

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