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Lowell Brueckner

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Delante del Juez supremo

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Lo que tenemos aquí es la primera parte de una excelente herramienta para el evangelismo. Si quieres dar a la gente algo de valor para leer, puedes conseguir lo que colgamos aqui y las otras dos partes en forma de un librito. Solo hay que pedirlo a joseyana@asociacionreto.com. Un folleto es bueno para llamar a la atención, pero informa muy poco en cuanto de lo que es la salvación y porque uno la necesita. Este librito les informa claramente en cuanto de la justicia y el amor de Dios. Yo quisiera que fuera mucho más utilizado de las personas que tienen el anhelo de evangelizar.

 Reflexión
¿Puedes imaginar por un momento qué pasaría si los
países no tuvieran leyes para regirse, y si la justicia no
actuara para garantizar su cumplimiento? ¿Qué sucedería
si los asesinos, ladrones, estafadores, traficantes,
violadores…, supieran que no existe ninguna ley que
condene sus hechos? Es obvio que sería un caos. Para
hacernos una pequeña idea, nos basta con mirar a países
con gobiernos corruptos o con un sistema judicial
deficiente, para ver como resultado un alto índice de
asesinatos, violaciones, abusos, prostitución, pobreza,
inseguridad ciudadana, desestabilidad económica, una
alta deficiencia en todos los servicios a nivel de
educación, sanidad, etc.…

Por ello, todos los gobiernos en el mundo civilizado,
para evitar la anarquía y el caos, han creado sus
departamentos de justicia, ya que es imposible, y aún
contra la ley, que el hombre pueda ejercitar tal justicia
por su propia cuenta. Lo que sí es un hecho es que hoy
en día la justicia está perdiendo su fuerza e incluso su
significado.


Nosotros, por lo general, estamos a favor la ley, siempre y cuando ésta no nos perjudique y garantice
nuestra seguridad y bienestar. A veces, incluso, llegamos a mostrarnos solidarios con aquellos que han sido
víctimas del incumplimiento de la ley por parte de otros. De manera casi inconsciente, algo dentro de nosotrosnos hace apelar a la justicia para que ésta se apliquecorrectamente, a menos que seamos nosotros los quehayamos infringido alguna ley, y entonces queramos evitar enfrentar las consecuencias.

Algo que también es muy común y característico del ser humano, es decir que Dios no es justo cuando, por
una falta de justicia en el hombre, le culpamos a Él por todas las desgracias que ocurren. Esta actitud está muybien definida en la Biblia, que a pesar de haber sido escrita hace miles de años, es el libro más actual y
preciso en cuanto al comportamiento del ser humano. Como si supiera los argumentos de hoy en día, dice así:“La insensatez del hombre tuerce su camino y luego contra Dios se irrita su corazón” (Proverbios 19:3).

El origen de las leyes y la justicia

Ahora, después de esta pequeña reflexión práctica,llegamos a la conclusión de que la ley es buena y la
justicia necesaria. ¿Has pensado alguna vez donde seoriginó la necesidad de tener leyes y por qué, y una
justicia que asegure su cumplimiento?

El hombre, desde su antigüedad, decidió desobedecer a Dios, y desde entonces ha existido la necesidad de
definir, restringir y castigar el pecado por medio de una ley. Dios instituyó esa ley por medio de Moisés,
encabezada por los famosos diez mandamientos, los cuales el hombre ha adaptado para hacer funcionar su
justicia en la tierra.

En la actualidad, todos los sistemas judiciales del mundo civilizado están basados en la justicia presentada
en la Biblia. Las naciones que rechazan o, sencillamente, ignoran esta justicia, se extinguen o se hacen muy
primitivas. La razón por la que esto sucede es porque la justicia de Dios no puede ser ignorada, y hacerlo acarreaconsecuencias fatales, tanto a una nación como al individuo. La justicia que aplica una nación civilizada espara su preservación aunque, dadas las imperfecciones humanas, solamente puede aplicarse de forma limitada.En este mundo la justicia no se lleva a cabo con perfección. En una sociedad terrenal muchas personas viven su vida de forma incorrecta y consiguen escapar de la justicia, sin embargo, en cuanto a Dios, no sucede lo mismo, ya que su justicia sí es perfecta y nunca tolera una infracción. “No os engañéis, Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7).

La justicia de Dios es perfecta

Desde un principio nunca estuvo en la mente de Dios hacer una raza de esclavos, por lo que dio al hombre el derecho de elegir libremente qué camino tomar.

Mientras esté en este mundo podrá intentar gobernarse a sí mismo; quizá durante su corta vida podrá profesar y declarar lo que quiere y cree, decidir y elegir lo que considera conveniente, pero finalmente, cuando su corazón deje de palpitar, todo aquello que ha conocido y en lo que ha confiado terminará y todo será cambiado. 

Un día Dios, según su estándar perfecto, juzgará al mundo, trayendo a cuenta cada delito. Nadie podrá
escapar de ello. No hay cosa que Él ignore o que pueda esconderse de sus ojos. “No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13). Además, también existe un archivo donde están registradas todas las ofensas del hombre. Éste, cada vez que comete un pecado, ensucia su alma con una mancha que no puede ser borrada y que le descalifica para entrar a una dichosa eternidad.

Dios protege cuidadosa y celosamente su hogar eterno, y nada sucio podrá entrar en su presencia. “¿Quién
ascenderá al monte de Dios? El limpio de manos y puro de corazón” (Salmos 24:3-4). Lo que quiere decir
aquí, es que Dios demanda que el ser humano, para poder estar con Él en su gloria, sea completamente puro y limpio, sin una sola mancha.

“Ignorancia legis non excusat”

No importa si tú no reconoces al Señor e ignoras totalmente sus caminos, porque al final tendrás que
rendirle cuentas de todos modos. Un dicho popular de los antiguos romanos viene a decir, más o menos, que “la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento”, y ahora, cada sistema de justicia reconoce que tenían razón. La ignorancia es algo voluntario, por eso ser ignorante no excusa ni exculpa.

Como ciudadano de cualquier país tienes la obligación de estar informado acerca de las leyes que lo rigen, ya que si infringes alguna de ellas tendrás que enfrentar las consecuencias; no importa si las ignoras o no. La justicia, por su misma naturaleza, no perdona, sino que demanda una retribución. Si conduces, es obvio que
tienes que conocer bien el código de circulación, porque si rebasas la velocidad permitida o incumples alguna otra norma, serás sancionado y tendrás que pagar por ello. Cuando te pare el policía no podrás decir: “Lo siento señor, es que yo no sabía que esta señal significa que no se puede pasar”, porque te responderá que debías saberlo y, como consecuencia, tendrás que pagar la multa. Nada cambiará el hecho de si lo sabías o no. Lo mismo sucede con nosotros en cuanto a la ley de Dios.

La Biblia dice claramente que el ser humano no tiene excusa ya que, “las cosas invisibles de Él, su eterno
poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de
las cosas hechas…” (Romanos 1:20).

Además, cada persona cuenta también con un elemento creado por Dios, que se llama conciencia. Dios nos ha dado un conocimiento básico de lo que está bien o mal, es decir, que tenemos una ley natural grabada en nuestra naturaleza, que es la ley de Dios. Aunque habría mucho que hablar y detallar sobre este asunto, lo que importa ahora es saber que somos naturalmente dotados de algo que también nos deja sin excusa delante de Él.

La ley escrita refleja la naturaleza de Dios

A través de la Biblia, Dios ha puesto su ley delante de nosotros de forma detallada, sin dejar que nuestro
criterio u opinión, incluso la que tenemos de nosotros mismos, determinen lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto, justo o injusto. Si hemos quebrantado su ley, entonces hemos traspasado una línea definida y clara; hemos pecado y nuestro pecado ha ofendido a Dios.

Nuestra idea de lo que es bueno o malo debe basarse, única y exclusivamente, en lo que Dios dice. Su palabra nos advierte claramente: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo…!” (Isaías 5:20). Esta advertencia debería tomarse muy en cuenta hoy en día cuando, más que nunca, el hombre ha dejado que la opinión del gobierno, instituciones religiosas, escuelas, medios de comunicación…, determinen lo que es bueno y lo que no lo es, dejando a un lado, como algo que pertenece al pasado, lo que Dios ha establecido. El concepto de Dios no está sujeto a los tiempos que vivimos; lo que era bueno o malo hace 1000 años lo sigue siendo hoy, y nosotros, como creación suya, tenemos que sujetarnos y aceptar lo que Él ha determinado.

La Biblia es la revelación misma de su persona. Además de algunas normas y un sistema legal sin  comparación, la Ley de Dios nos revela su mente y su corazón. Las cosas que nos manda hacer son las cosas que le agradan y las que nos prohíbe son las que le irritan, e incluso, las que le hacen airarse. En los Salmos nos dice que “Dios está airado con el impío todos los días” (Salmos 7:11). Esto es así porque hay cosas que su naturaleza no puede tolerar y provocan su ira.

Permíteme ilustrar lo que trato de decir con algunos ejemplos. Cuando pasas por cierto lugar donde ha
muerto un animal, o tienes delante un huevo podrido, tapas tu nariz e intentas no respirar hasta que lo has
alejado de ti. Lo que sucede aquí es que tu naturaleza, es decir, tu sentido del olfato, rechaza totalmente ese olor. Lo mismo sucede con Dios y lo que es llamado “pecado”.


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