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Lowell Brueckner

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¿Un amor incondicional?

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Quisiera preguntar a quienes oigo pronunciar las palabras: “el amor incondicional”, qué significa para ellos esa expresión. A veces se oye a alguien mencionar: “El amor de Dios es incondicional. Él ama y no espera nada a cambio.” Interpretada de esta manera, tengo un problema con ese término.  Posiblemente la persona misma no ha pensado sobre el asunto e ignora su significado.

Ahora, es muy cierto que nuestra historia de vida espiritual empieza con el amor de Dios. “Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida…” (Ef.2:4). Nos amó cuando éramos incapaces de amar. Fue Su bondad la que nos condujo al arrepentimiento, y fue Su Espíritu quien hizo posible que pudiéramos tener oídos para oír Su palabra. Solamente por esta razón pudimos creer. Estamos confesando lo mismo al decir que somos salvos únicamente por Su gracia. Sin embargo, no es lo mismo decir que por gracia somos salvados, que decir que “Su amor es incondicional y no espera nada a cambio.” Su amor nos amó cuando no había nada que amar, pero Su amor demanda una respuesta, es decir, Su amor demanda condiciones.

El desarrollo de una expresión como ésta, tiene historia… una historia que se repite muchas veces. Seguidamente, todo el mundo está hablando del “amor incondicional… amor incondicional… amor incondicional”. La expresión se hace popular y totalmente aceptada entre los cristianos. En verdad, es una expresión muy atrayente para la persona sentimental… y muchos juzgan las cosas según sus sentimientos, y no según la razón. Muchos viven la vida “cristiana” así, satisfaciendo sus emociones, pero sin querer pensar claramente sobre la verdad bíblica. Por ello, en verdad, surgen muchas expresiones que carecen de apoyo bíblico o cuando menos mucha gente las interpreta de forma que no es bíblica.


Es muy peligroso tratar las cosas así. Esta expresión fácilmente podría ser inventada por gente universalista o, cuando menos, tiende de volver los pensamientos en la dirección del universalismo. Aún entre los evangélicos de hoy en día, el universalismo está creciendo de forma sorprendente. Fue una plaga doctrinal en el tiempo de Charles Finney (en el siglo XVIII), e incluso él tuvo que luchar mucho con las mentes de la gente religiosa de su día que habían aceptado dicha doctrina o que estaban en el proceso de aceptarla. Es una doctrina muy agradable para el hombre, y al aceptarla le hace sentir muy bien, ya que la esencia del universalismo consiste en que, al final, todo el mundo será salvo. Ofrece, pues, una salvación incondicional. El concepto de Dios es de puro amor. Dios ama tan incondicionalmente que Su amor jamás podrá soportar el castigo eterno de Sus criaturas. Algunos están tan metidos y cautivados por estos conceptos que incluso hallan una esperanza para el diablo y sus demonios. No quieren aborrecer a nada ni a nadie.  (Tengo unos parientes sumergidos en este error y he observado el desarrollo del error en sus vidas desde el principio.)

Es una doctrina enteramente falsa, y cualquier persona que tome seriamente en cuenta las enseñanzas de la Biblia, lo reconocerá. ¡Sí hay condiciones para que el hombre sea salvo! Tiene que cumplir con las demandas de Dios. Ya sabemos que las obras no salvan, pero hay ciertas actitudes que uno tiene que poseer, antes de que le sea posible aceptar gratuitamente la salvación. Una de las condiciones es que la persona no puede confiar en sí misma ni en sus propias obras. No puede justificarse de ninguna forma delante de Dios. Otra condición es que la persona tiene que arrepentirse. El Hijo de Dios ha hablado tan claramente que es imposible que cualquier persona honesta y sincera malinterprete Su enseñanza. El que lo malinterpreta no ama la verdad, y concluiremos que no ama realmente a Cristo, quien es la Verdad. “Jesús fue a Galilea proclamando el evangelio de Dios, y diciendo: ‘¡El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado! ¡Arrepentíos, y creed en el evangelio!’” (Mc.1:15). Estas demandas son presentadas por todo el Nuevo Testamento.

Cristo está demandando arrepentimiento y fe en el evangelio, y nadie aprovechará del amor de Dios, ni de Su salvación, hasta que se arrepienta y crea, depositando su vida en las manos del Señor, confiando en las provisiones de Su salvación.

Además, para esta salvación, la ira de Dios tenía que ser aplacada y Su justicia satisfecha, antes de que Su amor pudiera fluir libremente para salvar. Dios no podía ni quería ofrecer Su amor incondicionalmente, hasta que en la cruz, Cristo cumpliera toda justicia, llevando sobre Sí la ira de Dios. Dios no pudo decir: “Te amo incondicionalmente y te perdono”, hasta que Sus condiciones fueran realizadas en la cruz. 


  






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