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Lowell Brueckner

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Bel y Nebo caen

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43. Un estudio expositivo de Isaías, capítulos 46 y 47

Capítulo 46
 

Una buena porción de los primeros capítulos de Isaías tenía que ver con la historia y profecía sobre Asiria. Varios de los últimos capítulos nos apuntan hacia el futuro, y hablan de Babilonia y su caída a manos de Ciro, rey de Persia. La religión idólatra de Babilonia tuvo mucha influencia sobre todo el mundo conocido de aquel entonces. Los romanos asociaban a Bel con Júpiter y a Nebo con Mercurio, por eso podemos ver que, en el tiempo del apóstol Juan, la religión siempre se manifestaba en “la ciudad que reina sobre los reyes de la tierra”, es decir, Roma (Ap.17:18). De diferentes maneras, la religión babilónica aún existe hoy en día.

Bel y Nebo eran dioses babilónicos. Bel es otro nombre dado a Baal; ya sabemos el efecto que éste tuvo sobre los Israelitas. La adoración a Baal llegó hasta Fenicia; ya hemos estudiado su influencia sobre la reina Jezabel, esposa de Acab, rey al norte de Israel. Nebo se encuentra incluido entre algunos de los nombres de los reyes de Babilonia, incluido Nabucodonosor. El nombre del dios Bel se encuentra en el nombre del rey Bel-sasar, y Nabucodonosor dio a Daniel el nombre de su dios, Bel-tsasar (Dn.4:8).

El primer versículo nos dice que estos dioses eran una carga para su pueblo y para las bestias que los llevaban. No pudieron defender la ciudad ni escapar a la invasión de Persia, sino que fueron llevados junto con el pueblo que los adoraba (vs.1-2). La derrota de Babilonia también fue una derrota para sus dioses. Observé un comentario en Wikipedia, sobre la acción supersticiosa del padre de Bel-sasar: “Las fuentes nos informan que Nabonido hizo transportar a Babilonia las más importantes estatuas de culto de la baja Mesopotamia en el momento en el que la ciudad era amenazada por el ejército persa”.



Jehová es quien levantó a Ciro y, por eso, Él es el gran conquistador; Bel y Nebo se inclinan ante Él. Muy diferente de los dioses paganos, Jehová no es llevado, sino que Él lleva a Su pueblo, aún antes de nacer: “Oh casa de Jacob, y todo el resto de la casa de Israel, los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz” (v.3). Les llevó como una mujer encinta para después darles a luz. Este concepto de embarazo espiritual se ve por toda la Biblia. Moisés se quejó ante Dios: “¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas; Llévalo en tu seno…?" (Nm.11:12).

Sin embargo, el apóstol Pablo, dice a los Gálatas: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gá.4:19). Sus siervos deben soportar el dolor con Él, al dar a luz a hijos espirituales, “los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn.1:13). El compositor de estos versos, aparentemente, sentía esta carga: 

Señor, pon algún alma sobre mi corazón,
Y ama esa alma por medio de mí;
Y que yo, humildemente, haga lo que me corresponde,
Ganar esa alma para Ti.  

El Señor concibe a Su pueblo, y Su Espíritu inicia una obra en ellos aún antes de nacer. Les lleva en Su seno hasta que nacen de nuevo. Les trae, “como trae el hombre a su hijo” (Dt.1:31), les enseña andar (Os.11:3), y después… “con cuerdas humanas los conduje, con lazos de amor” (Os.11:4 LBLA).

Estudia este principio en algunos de los capítulos anteriores que hemos visto; sumérgete en ello: “Porque eres precioso a mis ojos, fuiste exaltado, porque Yo te amo” (43:4). “Jehová, Hacedor tuyo, y el que te formó desde el seno materno, tu Ayudador… Jesurún (diminutivo… pequeño Jesurún... significando leal o justo), mi escogido” (44:2). “Hasta vuestra vejez Yo seré el mismo, y hasta la ancianidad cargaré con vosotros. Yo lo he hecho, y os seguiré llevando; Yo cargaré con vosotros y os salvaré” (v.4, todos los textos tomados del BTX). Éste es el amor y la preocupación del Dios vivo y verdadero, que cría a los Suyos desde la concepción y los lleva hasta la vejez.

Bel y Nebo son cargas; sin embargo, nuestro Dios de gracia lleva nuestras cargas y también a nosotros mismos. Él que, “como pastor apacentará su grey, recogerá a los corderitos en sus brazos, los llevará en su regazo, y sustentará a las recién paridas” (40:11 BTX). Él es único, y no hay nada ni nadie para compararle. No podemos formarnos una imagen de Él en nuestra mente, ni hacer una con las manos. Dios nos lo prohíbe, porque cualquier intento terminará en idolatría y blasfemia (v.5). Derrocha el oro, derrama la plata y emplea al mejor artesano; paga el precio más alto para hacer la obra más experta… todo terminará en fracaso en el intento de asemejar lo que sea con el Dios de Israel (v.6). 



“Se lo echan sobre los hombros, lo llevan… lo colocan… allí se está… no se mueve… Le gritan, y tampoco responde, ni libra de la tribulación” (v.7). ¿A qué ídolo podemos aproximarnos? ¿Dónde hallaremos consuelo y apoyo? “Recordadlo y meditadlo”. A la luz de Su gloria y gracia, Su misericordia y preocupación…  ¡Cuán grande es la trasgresión de volverse a los dioses de este mundo! (v.8 BTX). ¿Quién es semejante a Su persona? (v.9). Su palabra nos revela Sus atributos. ¿Qué puede compararse a ella? ¿Dónde puedes aprender acerca del pasado no documentado y del futuro inexplorado? ¿Qué libros de texto, profesores, o instituciones pueden instruirte en las cosas que más importan? 

¿Quién puede planear y después llevar a cabo perfectamente, como Él lo hace? ¿Quién puede prometer y después cumplir fielmente cada palabra? (v.10). El Señor, otra vez, se refiere a Ciro, a la invasión dramática de Babilonia y a su caída. Nadie podría predecirlo y nadie lo creyó posible, sin embargo, mientras Bel-sasar cenaba y bebía, los persas cambiaron la corriente del Río Éufrates e hicieron disminuir el nivel sus aguas, para poder marchar por el río y entrar a la gran ciudad (v.11). El historiador griego, Heródoto, escribió sobre el acontecimiento, y su relato está totalmente de acuerdo con el texto bíblico:  Abrió una acequia o introdujo por ella el agua en la laguna, que a la sazón estaba convertida en un pantano, logrando de este modo desviar la corriente del río y hacer vadeable la madre. Cuando los persas, apostados a las orillas del Éufrates, le vieron menguado de manera que el agua no les llegaba más que a la mitad del muslo, se fueron entrando por él en Babilonia. Si en aquella ocasión los babilonios… no hubiesen estado nimiamente confiados de que los persas no podrían entrar en la ciudad, hubieran acabado malamente con ellos. Porque sólo con cerrar todas las puertas que miran al río, y subirse sobre las cercas que corren por sus márgenes, los hubieran podido coger como a los peces en la nasa. Pero entonces fueron sorprendidos por los persas;… estaban ya prisioneros los que moraban en los extremos de ella, y los que vivían en el centro ignoraban absolutamente lo que pasaba… porque siendo además un día de fiesta, se hallaban bailando y divirtiendo en sus convites y festines, en los cuales continuaron hasta que del todo se vieron en poder del enemigo. De este modo fue tomada Babilonia la primera vez”.  

Heródoto, historiador griego
“Próxima está mi justicia, no está lejos, mi salvación no tardará”. De la misma manera que el Señor derrotó, para Su pueblo, a Babilonia en una sola noche, Él obró la justicia y trajo la salvación en solamente tres horas. Entre las 3 y las 6 de la tarde, en el monte Calvario, “la misericordia y la verdad se han encontrado, la justicia y la paz se han besado” (Sal.85:10). La justicia fue vista a la luz más brillante, condenando cada transgresión de la Santa Ley, y llevando a cabo la feroz sentencia contra ella. El amor declaró justo al pecador y le concedió el perdón completo. Fue algo impredecible e inimaginable para la mente humana.


Vendrá otro día, cuando el hombre, que debido a su necio e infiel corazón y por su incredulidad existe lejos de la justicia, escuchará una declaración de justicia desde el Monte Sion. Declarará salva a toda la nación de Israel, para la gloria de Dios. “Pondré salvación en Sion, y en Israel mi gloria” (vs.12-13).

Capítulo 47 

Babilonia existía en el tiempo de Isaías, pero todavía no era considerada como un imperio. La profecía se extiende más allá de los días de su gloria, hasta su caída, en el año 539 a.C. El primer versículo de este capítulo nos da la definición exacta de un término usado, a menudo, en el Antiguo Testamento… “virgen hija”. En este caso, indica un buen porcentaje de la población de Babilonia y es descrita con los adjetivos tierna y delicada. Pudiéramos, correctamente, añadir otros, como protegida e incluso mimada.


La profecía de Isaías intenta despertar a esta clase de personas, dando un duro golpe a su manera de vivir. Serán arrastrados de sus tronos o, como diríamos ahora, de sus sofás y sillones, y se sentarán en el suelo. Tendrán que ocuparse en los trabajos de la gente común y ser expuestos públicamente: “Toma el molino y muele harina; descubre tus guedejas, descalza los pies, descubre las piernas, pasa los ríos” (v.2). Los del rango más alto de la sociedad caldea sufrirán la venganza del Santo de Israel por haber tratado mal a Su pueblo. Él les deshonrará. El Dios de venganza es el Redentor de Su pueblo, quien les restaura su dignidad y redime sus posesiones a través de una gran demostración de Su fuerza, como el Señor de los Ejércitos (vs.3-4). El ejército, en esta ocasión, será el de Persia.

Esta profecía empieza a aparecer como la visión apocalíptica de la Babilonia de los últimos tiempos. “Dadle a ella como ella os ha dado” (Ap.18:6). Sin temor a equivocarnos, podemos comparar los dos textos, ya que Isaías nos ha demostrado que un buen número de sus revelaciones tendrán su cumplimiento final en el futuro. Juan dice que Babilonia no se sentirá más como una reina y, en el versículo 5, Isaías revela… “nunca más te llamarán señora de reinos”. 

Dios explica a Babilonia la parte que ellos han tenido en Su disciplina a Israel, pero les hace saber que la llevaron más allá de lo que eran Sus intenciones: “Me enojé contra mi pueblo, profané mi heredad, y los entregué en tu mano; no los tuviste compasión; sobre el anciano agravaste mucho tu yugo” (v.6). Babilonia castigó sin misericordia. El Señor demuestra misericordia en Su justicia. David lo sabía bien y, por eso, eligió ser castigado directamente por el Señor y no por sus enemigos humanos (2 S.24:14).

El orgullo de Babilonia es el de una señora en el tiempo de Isaías. Como hemos observado, en Apocalipsis, ella se ve a sí misma como una reina: “Dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto. Por lo cual en un solo día vendrán sus plagas…” (Ap.18:7-8). Su auto-exaltación ha llegado hasta lo sumo y Dios la condenará al aniquilamiento total. Nabucodonosor vio su reino como una cabeza de oro sobre una gran imagen, y la profecía, en Isaías 47, descubre el espíritu de Babilonia. Su orgullo no la permite ser corregida y la impide ver las consecuencias (v.7).

Una de las grandes señales de los últimos tiempos es la profecía de Pablo sobre la gente de aquellos días. Entre sus descripciones está la de “amadores de deleites más que de Dios” (2 Ti.3:4). En la profecía de Isaías, ya vemos esta característica en Babilonia: “O mujer lasciva” (v.8 BTX). Los ciudadanos del imperio espiritual de los últimos tiempos serán entregados a la lascivia y a los deleites. 

A continuación, vamos a observar las semejanzas entre la profecía de Isaías y la de Juan (todo citado de Apocalipsis, capítulo 18). Isaías: “Estas dos cosas te vendrán de repente en un mismo día”. Juan: “En un solo día vendrán sus plagas” (v.8). Isaías: “No quedaré viuda”. Juan: “No soy viuda, y no veré llanto” (v.7). Isaías: “La multitud de tus hechizos y de tus muchos encantamientos”. Juan: “Por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones” (v.23). Isaías: “Te confiaste en tu maldad, diciendo: Nadie me ve”. Juan: “En ella se halló la sangre de los profetas y de los santos” (v.24). Isaías: “Yo y nadie más” (vs.9-10). Juan: “¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?” (v.18).


“Vendrá sobre ti una desgracia que no sabrás conjurar” (v.11). Me hace recordar del ‘profeta’ Balaam que, con la intención de agradar al rey Barac y pronunciar maldición sobre Israel, “cuando vio Balaam que parecía bien a Jehová que él bendijese a Israel, no fue, como la primera y segunda vez, en busca de agüero” (Nm.24:1).Sabía que ningún agüero o hechizo podría repeler el poder de Su palabra. Todos los poderes del ocultismo fracasan ante el movimiento de Dios. 

La actividad espiritual en Babilonia estaba extremamente desarrollada. La historia dice que Nabucodonosor era muy religioso y que tenía un departamento de su gobierno dedicado a hechizos espirituales. Cuando Daniel estaba a cargo de todo el orden espiritual del reino, éste recibió algo de influencia positiva, sin embargo, la religión de Babilonia era tan potente que, de alguna forma, continúa en tiempos modernos. Sus espiritistas eran expertos (“en los cuales te fatigaste desde tu juventud”), y entre ellos había astrólogos. Pero Dios obrará de forma única y no tendrá manera de defenderse.

A Dios, por supuesto, no le importa desafiarles a que intenten fortalecerse contra Él (vs.12-13). Siglos antes, en la historia de Israel, el profeta Elías estaba tan lleno del Espíritu, que él, un solo hombre, se burló y provocó a los 450 profetas de Baal: “Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo (según el hebreo: ¡quizás está aliviándose en el baño!), o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle”. Elías hizo todo lo posible por estar, físicamente, en desventaja; mojó la leña, el sacrificio, el altar y llenó 3 veces una zanja de agua alrededor del altar, pero al caer el fuego de Dios, “consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja” (1 R.18:27, 33-35, 38).

Dios proclama Su palabra contra los expertos adivinos y hechiceros del imperio que dominaba el mundo: “Serán como tamo; fuego los quemará, no salvarán sus vidas del poder de la llama… Así te serán aquellos con quienes te fatigaste, los que traficaron contigo desde tu juventud”. Dicho de otra manera; los mejores que tenéis, los de la más alta posición en vuestro gobierno, los mejores pagados, “cada uno irá por su camino, no habrá quien te salve” (vs.14-15). ¿Creemos que el Dios, a quien nosotros servimos, es todopoderoso y soberano, o no lo creemos? Entonces, ¡vivamos y hagamos todo como si Él estuviese controlando totalmente nuestra situación; confiemos valientemente en Él para todos los asuntos de nuestra vida! 



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