Rebeldes desde la concepción
44. Un estudio expositivo de Isaías,
capítulo 48
Estoy más convencido que nunca de que los cristianos
necesitan estar bajo la influencia de la enseñanza expositiva de la Biblia. Una
vez más, invito a quien sea, que por casualidad lee este artículo, a que se una
con nosotros en este estudio, versículo tras versículo, del libro de Isaías. Personalmente,
estoy aprendiendo, y estoy seguro de que tú también aprenderás.
Jacob e Israel
En un estudio expositivo tenemos que definir los
términos que la Biblia utiliza. Generalmente, la gente de los tiempos bíblicos
los entendía, pero a menudo, nosotros, los interpretamos muy diferentemente de cómo
los escritores inspirados intentaban transmitirlos. ¡No nos atrevamos a hacerlo
según nuestro entendimiento! Por ejemplo, en el versículo 1, Isaías se dirige a
la casa de Jacob. Anteriormente, en el
capítulo 7, leímos sobre la casa de David,
y vimos que esta expresión se refería a los descendientes de David. Entonces,
sencillamente, la casa de Jacob, se refiere, en un sentido natural y en
general, a los descendientes de Jacob.
Sin embargo, cuando Isaías escribe “que os llamáis del
nombre de Israel”, está siendo más específico y espiritual. Esta cláusula nos
recuerda a una experiencia de crisis en la vida de Jacob, cuando Dios obró en
él, transformándole, y le dio un nombre nuevo, que quiere decir príncipe de Dios. Este nombre
significaba que Dios residía en su nueva naturaleza. Dios también espera que sus
descendientes sean un pueblo transformado y espiritual, representando Su propia
naturaleza. Hay otro término que necesita una explicación… los que salieron de las aguas de Judá. Es más específico todavía. Significa
un manantial, como una fuente por la cual fluyen las aguas.
El reino del sur tomó su nombre de Judá, para
distinguirlo de las tribus norteñas. Su pueblo quiso ser más leal y fiel a
Jehová, como los que “juran en el nombre de Jehová, y hacen memoria del Dios de
Israel”, pero Isaías descubre que tales afirmaciones son superficiales. Él
discierne el vacío que hay en el corazón. Él dice que ellos se expresan “no en
verdad ni en justicia”. Estas dos cualidades… la verdad y la justicia… tienen que estar presentes para que, lo
que uno quiera llegar a ser, sea genuino.
No podemos exagerar la necesidad de que el pueblo de
Dios esté en la verdad. Sobre todos los atributos, la verdad tiene que tener su
lugar en el corazón del pueblo de Dios, cuando y dondequiera que lo hallemos. ¡No
podemos permitir que cualquier otra cosa tome el primer lugar, encima de la
verdad! Puedes presentar los maravillosos ingredientes que se encuentran en el
cristianismo; el amor, la unidad, la felicidad y el conocimiento…, pero la
verdad tiene que tener prioridad sobre todos los demás. Cualquier otra cosa se
puede falsificar y puede engañarnos; pero la verdad es la bandera que mejor
representa al cristianismo. Pablo declara a Timoteo que la iglesia es “columna y
baluarte de la verdad” (1 Ti.3:15). Antes de poder considerar llamar iglesia a
un grupo de gente, debemos saber su posición y lealtad en cuanto a la verdad.
“De la santa ciudad se nombran, y en el Dios de Israel
confían” (v.2). Cualquier grupo o persona que representa al Señor sobre esta
tierra tiene que demostrar justicia: “Todo aquel que no hace justicia… no es de
Dios” (1 Jn.3:10). Podrán profesar lo que quieran; podrán llamarse Jacob,
Israel, Judá, cristiano o evangélico, y decir que están confiando en el Dios de
Israel, pero si no andan en la verdad y en la justicia, todo lo demás no
significa nada.
Nuestro concepto de Dios
Una de las razones por las que Dios se revela es para
que podamos reconocer a los que pertenecen verdaderamente a Su pueblo; si son
de Él, le representarán a Él. Otra razón, es para que tengamos un ejemplo de
cómo vivir un cristianismo verdadero. Todo en nuestra vida depende de nuestro
concepto de Dios. A. W. Tozer dijo: “Lo
que nos viene a la mente cuando pensamos en Dios es lo más importante de
nosotros… Tener un concepto correcto de Dios es algo fundamental para la vida cristiana
práctica”. Si tenemos un concepto indigno de Dios, también nuestro estilo
de vida será indigno de Él. Tozer también dijo: “Esto no es cierto solamente con respecto al cristiano de manera
individual, sino también con respecto al conjunto de cristianos que forman la
Iglesia”.
¿Quién es Dios? Él es quien forma la sustancia, vida e
historia, por el poder de Su palabra, y habla de ellos antes de que existan o
acontezcan: “Las cosas pasadas desde hace tiempo las declaré, de mi boca
salieron y las proclamé. De repente actué y se cumplieron” (v.3 LBLA). Por esta
razón, la Biblia se llama la Palabra de Dios; es una palabra que promete y
después lleva a cabo lo prometido. No hay nada en este mundo comparable a ella.
Estamos aprendiendo algo sobre la profecía,
especialmente en estos últimos capítulos. Este versículo 3 contiene otra
característica. A veces, puede haber un largo periodo de espera por Sus
promesas, pero el cumplimiento ocurre de repente. Pudiera dar muchos ejemplos,
pero permíteme mencionar uno que es muy clásico: “Yo enviaré la promesa de mi
Padre sobre vosotros; pero quedaos en
la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lc.24:49).
Esperaron en el aposento alto y, “de
repente, vino del cielo un estruendo… y fueron todos llenos del Espíritu
Santo” (Hch.2:2,4).
Si te es posible, la próxima vez que leas el Evangelio
de Marcos, léelo en La Biblia de las Américas o La Biblia Textual,
y verás que muy frecuentemente aparecen las palabras inmediatamente, de inmediato, al instante y enseguida (en la RV60, desafortunadamente, la palabra usada es luego). Sólo en el primer capítulo
aparece en todos estos versículos: 10, 12, 18, 20, 21, 28, 29, 30, 42, y 43.
Puede ser que Marcos, inspirado por el Espíritu, pudo discernir que, de acuerdo
con la profecía de Isaías y después de tanto tiempo de esperar al Mesías, Su
ministerio iba llevándose a cabo de
repente.
El orgullo producido por la sabiduría y
la opinión
En el versículo 4, vemos a Dios tratando con un pueblo
obstinado y terco, con dos características; son soberbios e incrédulos. La
incredulidad cederá lugar a lo que sea o a quien sea, menos al Señor (v.5). No
es tanto el resultado de una mente científica o materialista, sino de un
corazón duro hacia Dios. Los científicos ateístas pueden creer que el universo
es eterno, pero no están dispuestos a creer que hay un Dios eterno que lo creó.
Escuché a un famoso incrédulo, Richard Dawson, explicar que, posiblemente, la
vida vino a este planeta por medio de una visita de seres extraterrestres.
Sorprendentemente, Dawson no tiene dificultad para creer en tales seres; su
problema es, enteramente, con Dios.
Faraón, debido a su corazón endurecido, tenía a sus
magos al lado para imitar, si fuera posible, todo lo que Dios iba a hacer por
medio de Moisés y Aarón. Después de la tercera o cuarta plaga, se dieron por
vencidos. La obra de Dios es única, tanto que no hay una explicación científica
ni psicológica para lo que Él hace, ni tampoco pueden los poderes de las tinieblas
imitarla. El Dr. Lloyd-Jones dijo que, si hay una manera de explicar nuestra
experiencia religiosa, entonces no es una obra genuina de Dios. También es
verdad que no hay manera de explicar la profecía: “Ahora, pues, te he hecho oír
cosas nuevas y ocultas que tú no sabías” (v.6).
El orgullo del hombre se manifiesta en acumular conocimiento,
llegar a sus propias conclusiones y mantenerlas obstinadamente. Las capacidades
creativas de Dios siguen produciendo cosas frescas y nuevas para evitar que el
hombre diga, como dicen comúnmente en inglés, “been there; done it” o “ya he estado y lo he hecho” … significando que
el que oye algo, ya lo sabía. “Para que no digas: He aquí que yo lo sabía”
(v.7). Cuando el paralítico fue sanado, la multitud admitió, “nunca hemos visto
tal cosa” (Mc.2:12).
Las Escrituras demuestran que Dios no es pasivo ni
tolerante con la sabiduría que el hombre orgulloso pretende poseer. La
Traducción Amplificada dice en 1 Corintios 3:19: “La sabiduría de este mundo es
insensatez (absurdo y estupidez) para con Dios; pues escrito está (en Job
5:13), Él prende a los sabios en su (propia) astucia”. En el versículo 8, Dios
dice: “Si, nunca lo habías oído, ni nunca lo habías conocido; ciertamente no se
abrió antes tu oído”. Él entiende la traición y la rebelión que hay en la
sabiduría humana.
Rebeldes desde la concepción
“Te llamé rebelde desde el vientre”. Aquí, la
Escritura comprueba la depravación absoluta del hombre y declara que él, no
solamente ha nacido en pecado, sino que fue concebido así. Haz un pequeño
estudio sobre esta doctrina esencial, porque a menos que aceptemos el
diagnóstico bíblico de la condición del hombre en su pecado, nunca tomaremos la
cura; será más probable desarrollar una mentalidad humanista. “En maldad he
sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Sal.51:5) … “Se apartaron los
impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron” (Sal.58:3).
Pablo toma varios textos del Antiguo Testamento y forma un argumento sobre la
maldad innata del ser humano: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda,
no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no
hay ni siquiera uno” (Ro.3:10-12, lee hasta el 18; lee también Dt.9:7-24;
Ez.16:3-5).
“Por amor de mi nombre diferiré mi ira, y para
alabanza mía la reprimiré, para no destruirte” … “Por mí, por amor de mí mismo
lo haré, para que no sea amancillado mi nombre”, declara Dios en los versículos
9 y 11. En ningún caso, Dios puede ser difamado legítimamente. Su gloria es
fuerte y segura, y ningún enemigo puede sustraer de ella. John MacArthur
comenta: “La nación de Israel no tenía
méritos con los que despertar el favor de Dios hacia ellos. Merecían la ira y
la muerte, pero Su misericordia hacia ellos se origina en Su deseo de ser
glorificado y Su deseo de demostrar la integridad de Su propio nombre”. Dios no permitirá que dioses ajenos
reciban la gloria por haber destruido totalmente a Su pueblo. Su gloria está en
juego. El hecho de que Él obra por Su propia causa, independientemente de los
méritos humanos, da mucho más peso a Sus promesas acerca de la liberación.
Añadiré que, aunque Dios habla a la nación de Israel, la nación consiste en individuos, todos concebidos con la
misma depravación. La gente no judía, también es absolutamente depravada: “También
todos nosotros… éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Ef.2:3),
dijo Pablo a todos los miembros, tanto gentiles como judíos, de la iglesia en
Éfeso. La única razón por la que el hombre sigue existiendo y no ha sido
totalmente aniquilado, no tiene nada que ver con su valor o méritos.
Una vez establecido este concepto de la depravación de
todo ser humano, tenemos que recordar que esta profecía se dirige,
especialmente, a Israel. Todo lo que uno tiene que hacer para confirmarla es
estudiar brevemente su historia. Empieza en el Antiguo Testamento, y continua
con la invasión romana en el año 70 d.C. Lee su historia durante los siglos y
verás como “el horno de aflicción” ha consumido con ardiente calor, incluso literalmente,
en los incineradores nazis durante la II Guerra Mundial (v.10).
Poder para librar
Pon atención a la
diferencia entre Jacob e Israel. Ve otra vez al principio de este capítulo para
poder entender por qué llama a los dos. Por lo que escribe Isaías, el Señor
habla a un pueblo en el futuro, e incluso a veces a los que existirán en los últimos
días, cuando Su pueblo esté en las garras de la Gran Tribulación. Le recuerda,
una vez más, que Él es el primero y el postrero, que Él es quien ha hablado y por
quien el universo fue creado, y quien, al final, terminará destruyéndolo,
creando un cielo nuevo y una tierra nueva (v.12).
“Mi mano fundó también
la tierra, y mi mano derecha midió los cielos con el palmo; al llamarlos yo,
comparecieron juntamente” (v.13). Esta es una declaración de Su poder para poner
fin al tiempo de juicio sobre los judíos por mano de los babilonios. ¿Hay algo con
lo que podamos comparar Su obra creativa? Él junta a todos para que escuchen Su
promesa. A nadie, en ninguna parte del mundo, se le ocurrió predecir las
conquistas de Ciro y la caída de Babilonia. Dios enfoca Su atención sobre este
hombre, y estará activamente involucrado con la obra que él llevará a cabo. En
la Biblia, ignorar o no hacer caso, significa aborrecer. Ser elegido por Dios
para formar parte de Su plan, significa que uno es amado por Él: “Aquel a quien
Jehová amó ejecutará su voluntad en Babilonia”. Dios Amó a Ciro porque le usó
en Su plan de derrotar a Babilonia (v.14).
Dios declara la caída
de Babilonia más de cien años antes de que Babilonia alcance la cima de su
poder. El Hacedor del cielo y la tierra determina el curso de la historia. Él
llama a Ciro y asegura su éxito (v.15). No hace nada de esto en secreto.
Profetiza de forma escrita, y nunca será avergonzado por no llevarla a cabo.
Acércate a Él para poder escuchar Su palabra. “Y”, añade Isaías, “ahora me
envió Jehová el Señor, y su Espíritu” para cumplir este propósito presente, específicamente, para profetizar sobre
Ciro y Babilonia.
Sin embargo, para
cumplir con una misión más importante y más grande, Isaías se está refiriendo
al Verbo hecho carne (v.16). A menudo, Isaías señala hacia Él como el
cumplimiento perfecto de todo el propósito de Dios. Él es “el Señor, Redentor
tuyo, el Santo de Israel”. Dios ha combinado estos mismos títulos en el capítulo
43… el Señor Soberano, el que redime a Israel de sus ataduras, quien todo lo
hace para santificar Su nombre. Él es el que te “enseña provechosamente, que te
encamina por el camino que debes seguir” (v.17).
¡Oh!, una palabra
apasionada
“¡Oh, si hubieras
atendido a mis mandamientos!” Este “oh” está expresado con dolor y pasión
porque, para recibir el bien que Dios quiere darles, Israel tiene que acercarse
y poner atención. Tenían que tomar en serio Sus mandamientos y actuar, pero
ellos no lo hicieron (leer el Salmo 81:13-16). El provecho que no lograron alcanzar
se describe como “paz como un río” y “justicia como las ondas del mar”. El río
trae pleno bienestar, una relación amistosa con Dios y la ausencia de
calamidad. Las olas del mar traen bendiciones continuas, una tras otra, donde
prevalecen la pureza y la santidad (v.18). En lugar de haberse reducido la
población, por la guerra y la cautividad, la tierra hubiese estado repleta
(v.19), morando en la presencia del Señor, que nunca quiso traer una
destrucción de semejantes proporciones.
Los cautivos llevan la
palabra escrita a Babilonia y, en el tiempo apropiado y en el contexto de lo
que Dios promete en este capítulo y en los anteriores, la palabra dice: “Salid
de Babilonia, huid…” Estas son noticias gozosas y, según los versículos
anteriores, fueron inesperadas e impredecibles para todos, menos para los que
estaban escuchando la palabra de Dios con mucha atención. En nuestros días,
estas noticias nos dan testimonio de que la fidelidad de Dios seguirá siendo
declarada, hasta el fin del mundo: “Llevadlo hasta lo postrero de la tierra;
decid: Redimió Jehová a Jacob su siervo” (v.20).
Desde que les sacó de
Egipto y les dio agua de forma sobrenatural, desafiando la aridez del desierto,
Dios demostró Su preocupación por Israel. El agua fluyó de la Roca que, según
el apóstol, era Cristo (1 Co.10:4). Ni Isaías, ni ningún otro escritor, pueden
hablar de la verdadera libertad, la provisión sobrenatural y la plena
salvación, sin señalar a Cristo. Todo lo demás es provisional y, como dice un
himno, “cualquier otra tierra es arena movediza”. Para los malos, que no tienen
el favor del Señor Jesucristo y no han bebido Sus vivientes aguas, “no hay paz…
dijo Jehová” (v.22). La liberación de la esclavitud espiritual, las olas de
justicia y el río de paz, fluyen de Su cruz.
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