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Lowell Brueckner

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A la mañana vendrá la alegría

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46. Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 50 y 51

Capítulo 50
 

Jesús, hablando de parte de Su Padre, manifestó que el divorcio nunca había sido una consideración divina (Mt.19:3-6). Isaías vuelve al principio, al tiempo cuando Dios llamó a Su pueblo por primera vez (al referirse a “vuestra madre”), para que Su pueblo, en su día, y todos los judíos hasta el día de hoy, pudieran estar seguros de que el pacto con ellos queda intacto. Que todo el mundo sepa que no hay nada que indique, bíblicamente, que Dios les haya desechado ni reemplazado por la iglesia. 

Pablo refuerza el principio divino: “Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo” (2 Ti.2:13). El divorcio es totalmente opuesto a Su naturaleza absolutamente fiel, aunque puede disciplinar severamente a Sus hijos o separarse de ellos por un tiempo: “¿Qué es de la carta de repudio de vuestra madre, con la cual yo la repudié?” ¿De qué manera he renegado Mi responsabilidad hacia vosotros?, está diciendo.

Debido a una pobreza extrema y a la incapacidad de poder pagar sus deudas, a veces sus niños fueron tomados como pago. Tenemos un caso durante el ministerio de Eliseo, en 2 Reyes 4:1-7. Aquí Dios continúa razonando con el judío: “¿Quiénes son mis acreedores, a quienes yo os he vendido?” Cualquier concepto de pobreza o infidelidad de parte de Dios es totalmente ridículo. Lo que el pueblo puede sufrir siendo llevado al cautiverio, es estrictamente el resultado de sus pecados (v.1), que resultan en la separación o como una deuda hacia Dios.



Cuando Adán y Eva pecaron, se escondieron en el jardín y Dios vino a buscarles. Otra vez, Él viene a Judá y no encuentra a nadie; llama y nadie contesta. La pregunta que Él formula ahora es… ¿No tiene el Señor poder para redimirles… comprarles de nuevo? ¿No puede redimir a los que han caído en mano de sus opresores? Una sencilla pero grande canción, me llamó la atención hace pocos días:

Venid, pecadores, perdidos y sin esperanza,
La sangre de Jesús puede libraros…
Y yo sé, muy bien lo sé,
Que la sangre de Jesús salvará al malhechor.

“Con mi reprensión hago secar el mar; convierto los ríos en desierto… Visto de oscuridad los cielos…” (vs.2-3). El Mar Rojo y el Río Jordán se sometieron a la mano del Dios Todopoderoso y abrieron camino a Su pueblo. Las densas tinieblas cubrieron la tierra de los egipcios. Jesús reprendió al viento y a las olas, y salvó la vida de Sus temerosos discípulos. Él es capaz de librar a Su pueblo de las ataduras causadas por su pecado:
“A los débiles da fuerzas,
Por la montaña provee camino;
Encuentra agua en el desierto,
Torna la noche en un día dorado.

Continuando con la lección del capítulo 49, donde habla de la boca del Mesías como una espada afilada y una saeta bruñida, hace referencia otra vez al poder de Su palabra. “Para saber hablar palabras al cansado”. Habla con autoridad divina, no Su propia doctrina, sino la que es enseñada por el Padre (Jn.5:30; 7:16). “Mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios…” (vs.4-5). Isaías, hermosamente, enriquece el relato de los Evangelios.

La palabra profética sobre la obra de la redención, mencionada en el versículo 2, sigue más intensamente. El Mesías habla de Sus sufrimientos: “Ofrecí mis espaldas a los que me azotaban, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no aparté mi rostro de injurias y escupitajos” (v.6, BTX). Fíjate en el cumplimiento literal de este versículo en Mateo 26:67; 27:26,30; Marcos14:65; 15:19 y Juan18:22.  



Cristo está seguro de Su llamado divino y no esquiva del deber que tiene por delante: “Puse mi rostro como un pedernal” (v.7). Lucas, cuenta el cumplimiento (9:51): “Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén”. Él lo compartió con Sus discípulos: “Subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre” (Lc.18:31).


¡Que se acerquen los adversarios! Toda la oposición es vana; ni el complot de hombres ni de demonios pueden frustrar el plan de Dios. Los enemigos, con sus peores esfuerzos, solamente llevan a cabo lo que el Padre ha determinado (v.8). “A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hch.2:23).

Todos sus esfuerzos para avergonzarle, simplemente dan gloria al Padre. El juicio contra Él solamente adelanta los propósitos eternos de Dios. Los oponentes de Cristo son mortales y, “como ropa de vestir, serán comidos por la polilla” (v.9). Se levantan sólo para llevar a cabo la palabra eterna y confiable: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirán las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” (Mt.26:53-54).

Setecientos años antes, el Señor mostró estas cosas a Isaías y le inspiró para escribirlas, para que las generaciones futuras vieran estos importantes eventos, y supieran que Dios los había ordenado hacía muchos siglos. El Espíritu de Dios busca, desde aquellos días hasta ahora, a los que teman al descubrir la voluntad soberana tras estas palabras: “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios” (v.10).

Esta palabra incluye un aviso. Tened cuidado de no ver por vuestra propia tea o antorcha e intentar hallar el camino encendiendo vuestra propia luz. Si lo hacéis, el mismo Dios que ha hablado y cumplido todo lo que hemos estudiado en este capítulo, os dirá la siguiente palabra: “En dolor seréis sepultados” (v.11). Esto ocurrirá, porque el propósito de haber designado y escrito todas estas cosas, es para que los lectores pongan toda su confianza en Él.

Capítulo 51

El Señor habla a los que siguen la justicia y la verdad, primeramente, al judío y después al gentil. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt.5:6). ¡No hay palabras para describir qué tan benditos sois! Sigue Sus consejos: “Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados” (v.1). No nos está presentando un proverbio difícil de descifrar; simplemente, está deseando que pongamos nuestra confianza en Él y aprendamos Sus caminos.

Toma el ejemplo de Abraham y Sara. Es donde todo empieza y donde nosotros empezamos a aprender los principios espirituales. Dios está a punto de edificar una nación y, más allá de esa nación, tiene planeado edificar un reino espiritual de multitudes sin número (v.2). Él comienza con uno solo… ¡un hombre con su mujer que tiene un seno estéril y 90 años de edad! Por favor, aprende la lección y no busques un método fuera de lo que es enseñado por toda la Biblia. Lee 1 Corintios, capítulos 1 y 2; memorízalos, si es necesario, pero no esperes nada de Dios fuera de lo que el hombre considera insensato y débil… incluso inexistente. Como hemos leído en el último capítulo, no enciendas tu propia antorcha.  



¿Estás siguiendo la justicia? Esta es la justicia… Es la manera justa en la que Dios hace las cosas. Él es Jehová, el Dios de la pequeña nación de Judá. No está profetizando para las prominentes cimas del Monte Everest o el Monte McKinley. Habla de consuelo para los que moran en la pequeña colina de Sion y de sus soledades, “y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová”. El verdadero gozo y alegría solamente es hallado en dar gracias al que obra maravillas en lo que es despreciado por los hombres (v.3).

Sion será el legislador universal y una luz para todas las naciones (v.4). Será la fuente del reino de justicia y salvación de Cristo. En Sion estará el trono de justicia mundial para las desesperadas costas, que solamente han conocido los desilusionadores gobiernos de los hombres. Durante mucho tiempo han esperado las capacidades sin límites del Príncipe de justicia y salvación (v.5).

“Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir… pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá”. Su reino durará mil años y por toda la eternidad. Ahora, puedes empezar a vivir su reinado justo en las profundidades personales de tu corazón. No serás desilusionado ahora, ni en Su reino de mil años, ni por toda una eternidad (v.6). Una vieja canción proclama:

“No hay desilusión en Jesús,
Él es todo lo que ha prometido ser;
Su amor y preocupación me consuelan dondequiera,
No es una desilusión para mí”

Entre un remanente en el tiempo de Isaías, (igual que entre el remanente de Su iglesia verdadera), existe un conocimiento personal de una justicia del corazón. Pablo la define como la justicia de la fe (Ro.4:13), porque solamente la experimentan los que han puesto su confianza en Cristo y Su justicia. Su ley está escrita en sus corazones; es lo mismo que decir que han recibido una nueva naturaleza por medio del nuevo nacimiento, que anhela obedecer y agradar al Señor. Pablo repite lo que Isaías enseña en el versículo 7: “…pueblo en cuyo corazón está mi ley”, al escribir, “mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones…”  (Ro.2:15).

Tras ver la lepra del rey Uzías, antes de dar comienzo a su ministerio, Isaías habló de la mortalidad y corrupción humanas. Justo en el último capítulo, usó una metáfora, comparando a los enemigos con vestidos comidos por la polilla, demostrando la insensatez de tomar en serio la crítica u oposición de los hombres. Hace lo mismo en el versículo 8, añadiendo otra metáfora semejante… una lana comida por gusanos. ¿Por qué, entonces, vamos a permitir la más mínima influencia del hombre en nuestras vidas? Busca lo que es eterno… la justicia y salvación de Dios.

“Oh brazo de Jehová; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados”. La gente que confía en la Biblia levanta monumentos recordando los grandes movimientos de Dios en la historia. No permitas que nadie te desanime por anhelarlos. Lee el libro de los Hechos con un corazón hambriento. Busca libros sobre el avivamiento en la historia de la iglesia. Déjate conmover por un deseo intenso de ver lo mismo en estos tiempos. Observa en ellos las maravillosas victorias sobre las fuerzas del enemigo (v.9), como estudiamos en el capítulo 37. El Señor, no solamente calma el mar para proteger a los Suyos, sino que también utiliza su furia para destruir a los enemigos (v.10).


Sion y su gozo están por delante para los que Cristo ha rescatado. David dijo: “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Sal.30:5). El futuro no puede ser más positivo para los redimidos del Señor. La tristeza y el lloro huirán, y el gozo permanecerá (v.11). El verdadero consuelo solamente viene de lo alto. El tema que prevalece en  el “Evangelio” de Isaías continúa: “¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre que es mortal?” ¡El Señor es salvación! ¿Cómo podemos olvidarnos del “que extendió los cielos y fundó la tierra”? No tomemos en cuenta la autoridad terrenal de hombres que son criaturas como nosotros, si Él es Hacedor de todo (vs.12-13).

Escucha Su promesa y recibe Su consuelo: “El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra, ni le faltará su pan” (v.14). “Soy tu Dios” … Él es quien lo ha dicho. “Cuyo nombre es Jehová de los ejércitos”. Tiene a Su disposición los ejércitos del cielo y la tierra. ¿Escucharás las mentiras de los hombres y los demonios? (v.15).

A los judíos “fueron encomendados los oráculos de Dios”, escribió Pablo (Ro.3:2, BTX). Ellos establecieron el canon del Antiguo Testamento, aceptado y honrado por Cristo y Sus apóstoles. Él no ha quitado su llamamiento. De hecho, Jerusalén despertará a un día más glorioso, cuando se levantará para enseñar a las naciones: “En tu boca he puesto mis palabras” (v.16).

En los próximos versículos, el Señor presenta la severidad de Su ira. Diferente a todos los demás juicios que han venido sobre ellos en el pasado, en éste no ha provisto un juez o un rey para librarles: “…que bebiste de la mano de Jehová el cáliz de su ira… No hay quien la guíe… Asolamiento y quebrantamiento, hambre y espada. ¿Quién se dolerá de ti? ¿Quién te consolará? Tus hijos desmayaron… llenos de la indignación de Jehová, de la ira del Dios tuyo” (vs.17-20).

“Oye, pues, ahora esto…” (v.21). Ahora les va a hablar, demostrando así que no les ha abandonado. Todo lo que les ha pasado es fruto de la disciplina, por lo tanto, hay una lección para aprender. Todo tiene un propósito y un fin. Ahora promete que la luz está por delante y que la pesada mano del castigo se ha quitado: “Así dijo Jehová tu Señor… el cual aboga por su pueblo: He aquí he quitado de tu mano el cáliz de aturdimiento, los sedimentos del cáliz de mi ira; nunca más lo beberás. Y lo pondré en mano de tus angustiadores”. Ellos han pisoteado sobre Israel, habiendo puesto “tu cuerpo como tierra, y como camino, para que pasaran” (vs.22-23). La larga noche ha pasado, les asegura el Señor, y es tiempo de despertar a un día nuevo.

Ahora, el judío ha vuelto y está volviendo a su patria, y es auto-gobernado. Todavía queda una Gran Tribulación por delante, que será la más severa de todas, pero solamente durará tres años y medio, acortados por causa de los escogidos. Después, les vendrán mil años de honor, seguidos por una eternidad. Ciertamente, como dijo el apóstol de la tribu  de Benjamín, la aflicción es leve y momentánea, comparada con el excelente y eterno peso de gloria.



Ahora, el judío ha vuelto y está volviendo a su patria, y es auto-gobernado. Todavía queda una Gran Tribulación por delante, que será la más severa de todas, pero solamente durará tres años y medio, acortados por causa de los escogidos. Después, les vendrán mil años de honor, seguidos por una eternidad. Ciertamente, como dijo el apóstol de la tribu de Benjamín, la aflicción es leve y momentánea, comparada con el excelente y eterno peso de gloria.


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