El Mesías restaura a Israel
Debido a unos viajes, ha pasado tiempo desde que he colgado un capítulo de Isaías. Por fin, he tenido oportunidad y aquí presento capítulo 49. Espero que lo sea de provecho. Es un hermoso cuadro del Mesías y a los judíos al entrar en el Milenio. Hallo especialmente hermoso como Dios cuidó a sus niños durante la Gran Tribulación.
45. Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 49
“Oídme, costas, y escuchad, pueblos
lejanos”. De nuevo, Isaías, hace su llamado a las tierras lejanas, a los que
están fuera de la ciudadanía de Israel. Toda la creación está obligada a escuchar
la palabra del Señor y a someterse a las consecuencias, si no la obedece. No
aprovecha la oportunidad y por eso la ignorancia no es excusa. En todos los casos,
cada persona será juzgada por la palabra que Dios ha hablado. Ahora, como en
aquellos tiempos, la situación es la misma, porque Jesús ha dicho: “El que me
rechaza, y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue; la palabra que he
hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Jn.12:48).
“El Señor Jehová me llamó desde el seno
materno, desde las entrañas de mi madre mencionó mi nombre” (v.1, LBLA). El
pecador es concebido en pecado y el único remedio para él es el Mesías, el
Cordero de Dios desde la eternidad, concebido sin mancha en el seno de una
virgen. Él es el Cristo, la única esperanza para el mundo. Es nombrado desde
las entrañas de Su madre: “Le pusieron por nombre JESÚS, el cual le
había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido” (Lc.2:21).
“Ha hecho mi boca como espada afilada”
(v.2, LBLA). Él es el logos, el vivo
y poderoso Verbo encarnado, preparado como una espada afilada, desenvainada en
el tiempo apropiado para cumplir perfectamente el propósito eterno de Dios. Él
fue puesto en un pesebre en Belén; después fue escondido y guardado por la mano
de Dios en Egipto. Cuando el Señor miró a la nación de Israel, vio que Su
propósito supremo era traer a Su Hijo al mundo (v.3). Oseas profetizó en 11:1:
“Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo”. Mateo
discernió que la nación entera tipificaba al Hijo y, como la nación, en su
infancia, había salido de Egipto, dirigida por Moisés, así el muchacho Jesús, fue
escondido por José en Egipto y después llevado a Galilea, donde sería
carpintero.
La preparación del cuerpo del Cordero
(He.10:5) empezó muchas generaciones antes de Su concepción en el seno de una
virgen. Pablo discernió que el Siervo era el Descendiente de Abraham
(Gál.3:16), nacido en la nación de Israel y de la tribu de Judá. Era judío,
pero, como dijo el apóstol Juan: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”
(Jn.1:11). Unos capítulos más adelante, Isaías escribiría: “Despreciado y
desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y
como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos”
(53:3).
Honrar al Padre
Desde el punto de visto humano, Él mismo
pudo decir: “Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis
fuerzas”, por eso no buscó el favor de los hombres, sino hacer, exclusivamente,
la voluntad del Padre. Siendo así dijo: “Mi causa está delante de Jehová, y mi
recompensa con mi Dios” (v.4). Al final, Cristo hará volver a Jacob “para
congregar a Israel” (v.5), pero, sobre todo, Sus ojos están perfectamente
fijados en el honor y la estima que viene de Dios. Él espera que cada verdadero
creyente tenga la misma motivación que Él tenía, y reprendió a los incrédulos por
no buscar lo mismo: “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos
de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” (Jn.5:44). Buscar
sólo estar bien delante de los hombres, en la Biblia, es llamado “el temor del
hombre”, y Salomón determina que es un estado opuesto al de confiar en Dios: “El
temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová estará seguro”
(Pr.29:25, LBLA).
¿Cómo cumplirá el Siervo la voluntad del
Padre? No solamente levantando a las tribus de Jacob, sino también siendo luz a
las naciones. Él será el Salvador hasta los últimos confines de la tierra
(v.6). El propósito final del Dios soberano es que, gente de todas las
naciones, tribus, lenguas y tierras, sea salva. Isaías pudo ver esto claramente;
anteriormente había escrito acerca de ello (11:10; 42:6).
“Así dice el Señor, el Redentor de
Israel, el Santo suyo, al menospreciado, al aborrecido de la nación, al siervo
de gobernantes. Lo verán reyes y se levantarán, príncipes, y se postrarán…” (LBLA).
Dios dijo que este Siervo, aborrecido por hombres rebeldes, sometido al juicio
y condenación de ellos, un día sería el Señor de las naciones. “Por lo cual
Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo
nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla… y toda lengua
confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil.2:9-11).
En el versículo 7, Isaías ve a los príncipes postrados delante de Él… algo que hará
el fiel y Santo de Israel. Isaías enfatiza que, durante todo su ministerio,
todo se lleva a cabo para glorificar Su santidad.
El versículo 8 es una promesa al Mesías,
que será manifestada a su tiempo. “En tiempo aceptable te oí, y en el día de
salvación te ayudé”. Pablo aplicó este versículo especialmente a los corintios
y, en general, a toda la época del evangelio: “He aquí ahora el tiempo
aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2Co.6:2). Les dijo que la única manera
de recibir la salvación es por la gracia.
Un tiempo aceptable quiere decir, literalmente, un tiempo en el que a Dios le complace. Una y otra vez, la
naturaleza orgullosa del hombre tiene que ser humillada, recordándole que no
hay nada que pueda hacer para lograr su propia salvación. Por la gracia significa que sólo Dios elige el tiempo favorable.
Aunque este tiempo es ahora, hablando en general, nunca debemos dar la
impresión de que Cristo está al alcance para que el individuo le reciba cuando
él quiera.
Dios nos enseña aquí acerca de Su
autoridad soberana. Él dice que Cristo tiene que llamar a los presos o jamás
serán librados, y a las almas escondidas en las tinieblas o nunca saldrán a la
luz (v.9). “Para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas;
Mostraos”. Si el hombre pudiera hacer algo para conseguir su salvación, muchos
más responderían al evangelio y así satisfarían su orgullo, pero, al tenerse
que humillar y depender enteramente del llamamiento del Señor, el número de los
que responden se reduce drásticamente. La condición caída del ser humano hace que
le sea imposible tomar la iniciativa para conseguir su propia salvación.
“En los caminos serán apacentados, y en
todas las alturas tendrán sus pastos. No tendrán hambre ni sed…” Los creyentes
son puestos en las manos del Buen Pastor para su cuidado eterno. Digo, cuidado eterno, porque durante toda la
eternidad dependeremos de Él y confiaremos en Él para nuestro bienestar. El texto
de los versículos 9 y 10 se aplica en el libro de Apocalipsis: “El Cordero que
está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de
vida” (Ap.7:17, fíjate desde v.16). Por eso la fe permanece durante todo el
Milenio y hasta la eternidad (1 Co.13:13).
Un sentir de estar abandonado
Una vez más, Isaías nos lleva al
Milenio. Es un asunto importante para Dios y para el Espíritu Santo, quien
inspira a Isaías, y por eso no permite que el tema se nos escape. Los montes se
entregarán a Su placer y abrirán caminos a la Tierra Prometida (v.11). Desde tierras
lejanas, los judíos saldrán para hallar descanso, desde el norte y oeste, y
desde Sinim, mencionado una sola vez en la Biblia. Varios comentaristas piensan
que podría ser China, pero nosotros no entraremos en tal discusión, sino que solamente
diremos que vendrán de partes desconocidas de la tierra (v.12).
En otros pasajes Sion se describe como
el gozo de toda la tierra y, universalmente, la población mundial se unirá al gozo
del cielo al ver consolada a la gente más afligida del planeta (v.13). Aún la
naturaleza responde a la compasión del Señor hacia Sion.
Personalmente, puedo testificar acerca
de la tendencia natural a sentir el rechazo divino. ¿Y tú? Probablemente se
deba a un fuerte sentir de indignidad y por estar consciente a fallos
espirituales. Escucha como se lamenta Sion: “Me dejó Jehová, y el Señor se
olvidó de mí” (v.14).
Pienso que José es un ejemplo de cómo el
Señor reacciona a nuestro temor, cuando sus hermanos sospecharon que él se
vengaría de ellos después de la muerte de Jacob. “José lloró mientras hablaban…
Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo
que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis
miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les
habló al corazón” (Gn.50:17-21).
¡Dios es tan benigno! Nuestra
desconfianza le da tristeza. “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para
dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me
olvidaré de ti” (v.15). Este es un consuelo asombroso, seguido por una
referencia a una costumbre hebrea de marcar sus manos para recordar algo
importante (Éx.13:9), pero tiene que ser, también, una referencia profética a
la cruz. Es la expresión de un amor que sobrepasa al de una madre (v.16).
Matthew Henry escribe: “La compasión de
Dios para Su pueblo excede infinitamente la de los padres más amables hacia sus
hijos. ¡Qué son los afectos de la naturaleza a los afectos del Dios de la
naturaleza!” Su compasión alcanza aún a un Tomás en dudas… “Mira mis manos;
y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (Jn.20:27).
Restauración asombrosa
Los destruidores y asoladores han salido,
y los edificadores toman su lugar (v.17). Los enemigos desaparecerán y serán
olvidados (v.19). Los días de aflicción se han acabado, el consuelo llegó y se empieza
a edificar para el reino de mil años. Los gentiles convertidos se juntan,
rodeando Sion: “Todos ellos se reúnen, vienen a ti… a todos ellos como joyas te
los pondrás, y te ceñirás con ellos como una novia” (v.18, LBLA). Sion no
solamente será reedificado, sino también adornado. La tierra será demasiado
pequeña para su población, y los territorios devastados y los desiertos serán
llenados.
Será un día en el que los judíos
despertarán a realidades asombrosas, cuando los padres en Sion se acuerden de
los hijos nacidos en un tiempo de grandes temores y tristezas, quizás aún
arrepentidos de haberlos dado luz. Si las palabras de la canción por los
Gaithers, Porque Él vive, ha traído
consuelo en estos tiempos turbulentos, piensa del alivio dado a padres que hayan
pasado por la Gran Tribulación…
Es dulce sostener un
recién nacido,
Sentir el orgullo y la
alegría que da;
Pero aún es mejor la
garantía de seguridad
Que el niño pueda
tener en días inciertos…
porque Él vive.
Esa misma generación de niños encontrará
la tierra de Israel estrecha y demasiado pequeña para sostenerles, ya que el
pueblo se multiplicará grandemente (v.20). “Y dirás en tu corazón: ¿Quién me
engendró éstos? Porque yo había sido privada de hijos y estaba sola, peregrina
y desterrada; ¿quién, pues, crio éstos? He aquí yo había sido dejada sola;
¿dónde estaban éstos?” (v.21) ¡Porque Él vive y Su palabra es la verdad, la
tristeza se ha cambiado en baile, el luto en gozo, y la alegría ha tomado el
lugar del espíritu angustiado (Sal.30:11; Is.61:3)! El Señor ha cumplido Sus
promesas y sueños increíbles se han realizado.
Justo antes del reino de mil años, tendrá
lugar el Juicio de las Naciones. Literalmente, creo que esta escena será muy
semejante a lo que oímos durante el tiempo de la persecución por los nazis. En aquel
tiempo, nenes judíos fueron escondidos por trabajadores gentiles en cajas de
herramientas y llevados a un lugar seguro. Judíos fueron escondidos en paredes falsas,
especialmente construidas en hogares holandeses. En los últimos tiempos, niños
judíos reaparecerán en los brazos y sobre los hombros de gentiles que les habrán
cuidado secretamente durante la Gran Tribulación (v.22).
Reyes y reinas, ansiosos de ayudar,
serán levantados. El antisemitismo ya no existirá en el corazón de la gente,
sino que, en su lugar, habrá un respeto santo por los que Dios ha llamado Suyos
desde el tiempo de Abraham. Como los hermanos de José, caerán sobre sus rostros
y “lamerán el polvo de tus pies; y conocerás que yo soy Jehová, que no se avergonzarán
los que esperan en mí” (v.23). Aún la Gran Tribulación no podrá desafiar la
fidelidad de Dios hacia Su pueblo, de modo que la respuesta a la pregunta del
versículo 24, “¿Será quitado el botín al valiente? ¿Será rescatado el cautivo
de un tirano?” indudablemente, ¡será que sí!
El Señor rescatará a las víctimas
atormentadas y librará a los cautivos tomados por el anticristo y el falso
profeta. “Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta… Estos dos
fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre” (Ap.19:20).
Como acabamos de ver en los versículos anteriores, Dios hará algo especial para
salvar a los niños (v.25).
El versículo 26 será cumplido en el
libro de Apocalipsis. Nunca jamás habrá un juicio semejante sobre la tierra
como el que tomará lugar cuando las copas de la ira de Dios sean derramadas.
Los enemigos practicarán el canibalismo. El ángel de las aguas proclama en
Apocalipsis 16:6: “Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los
profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen”. John
MacArthur comenta: “La liberación de
Israel será tan dramática que el mundo entero reconocerá que el Señor, el
Salvador, el Redentor y el Fuerte de Jacob es el Dios verdadero”.
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