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Expresar lo indecible

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Un intento de… Expresar lo indecible

“Conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento”  Efesios 3:19

El día ocho, presenté en este blog, una clarificación de A. W. Tozer, sobre el muy conocido declaración del apóstol Juan, “Dios es amor” (1 Jn.4:8). Tozer sintió una obligación hacerlo, porque comúnmente hay una malinterpretación y un mal entendimiento sobre el versículo. Este fue la parte apologética de su capítulo 20, El amor de Dios, en su libro, El conocimiento del Dios santo.   

De lo que he oído o escuchado de muchos predicadores que intentan presentar el amor de Dios a sus lectores o audiencia, observo que pocos alcancen el nivel a donde asciende Tozer en sus sermones. Tengo una grabación, en la cual Tozer dice que, por la primera vez, utiliza como texto a Juan 3:16 en más que 40 años de ministerio. Siguió explicando que nunca sentía capaz de predicar específicamente sobre este magnífica declaración, dado a nosotros por el mismo Verbo de Vida. Sintió obligado a enfrentarlo, porque estaba dando un estudio expositivo sobre el Evangelio de Juan y ya había llegado a 3:16. Al haberla escuchado varias veces yo jamás he podido evitar que lágrimas vienen a mis ojos.

Los primeros dos párrafos de este artículo, incluyen la clarificación sobre “Dios es amor” y también como corresponde el amor de Dios con los demás atributos Suyos. Entonces procederemos adelante. Aunque Tozer reconoce su falta de capacidad, que es la misma falta que tiene todo ser humano, expresar dignamente el amor de Dios en un lenguaje humano, creo que verás que él hace lo mejor que sea posible en su intento.


A. W. Tozer
“Las palabras ‘Dios es amor’ significan que el amor es un atributo esencial de Dios. El amor es algo cierto con respecto a Dios, pero no es Dios. Expresa la forma en que Dios es en su ser unitario, como lo hacen las palabras santidad, justicia, fidelidad y verdad. Puesto que Él es inmutable, siempre actúa de acuerdo con su propia personalidad, y puesto que es una unidad, nunca suspende uno de sus atributos para ejercer otro.

A partir de los otros atributos conocidos de Dios, podemos aprender mucho acerca de su amor. Por ejemplo, podemos saber que, al ser Dios auto-existente, su amor no tuvo principio; al ser Él eterno, su amor no podrá tener fin; al ser Él infinito, no tiene límite; al ser Él santo, es la quintaesencia de toda pureza inmaculada; al ser Él inmenso, su amor es un amor incomprensiblemente amplio, sin fondo y sin orillas, ante el cual nos arrodillamos en gozoso silencio, y del cual la elocuencia más elevada se aparta confusa y humillada.

Con todo, si queremos conocer a Dios, y por el bien de los demás, decir lo que sabemos, debemos tratar de hablar acerca de su amor. Todos los cristianos lo han intentado, pero ninguno lo ha hecho muy bien. Yo tengo tanta capacidad para hacerle justicia a este tema tan asombroso y lleno de maravillas como la que tendría un niño para alcanzar una estrella. Con todo, al tratar de alcanzar la estrella el niño pudiera estar llamando la atención sobre ella, e incluso indicar la dirección en que es necesario mirar para verla. De igual forma, al elevar yo mi corazón hacia el alto y resplandeciente amor de Dios, alguien que antes no haya sabido nada de él, pudiera animarse a mirar a lo alto y tener esperanza.

No sabemos lo que es el amor, y quizá nunca lo sepamos, pero sí podemos saber cómo se manifiesta, y que es suficiente para nosotros aquí. Primeramente, lo vemos presentándose como benevolencia. El amor desea el bien de todos, y nunca tiene la voluntad de herir o hacer mal a nadie. Esto explica las palabras del  apóstol Juan: ‘En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor.’ El temor es la dolorosa emoción que surge con el pensamiento de que algo nos puede hacer daño, o causar sufrimiento. Este temor persiste mientras estamos sometidos a la voluntad de alguien que no desea nuestro bienestar. Desde el momento en que entramos bajo la protección de alguien benevolente, el temor es echado fuera. Un niño perdido en medio de una tienda atestada de gente se siente lleno de temor, porque ve como enemigos a los extraños que lo rodean. Un momento más tarde, cuando ya está en los brazos de su madre, el terror desaparece. El conocimiento de la benevolencia de la madre es el que lo echa fuera.

El mundo está lleno de enemigos, y mientras estemos sujetos a la posibilidad de que esos enemigos nos dañen, el temor es inevitable. El esfuerzo por vencer el temor sin destruir sus causas es totalmente inútil. El corazón es más sabio que todos esos apóstoles de la serenidad. Mientras nos consideremos en las manos del azar, mientras busquemos una esperanza en la ley de las posibilidades, mientras tengamos que confiar nuestra supervivencia a nuestra capacidad para adelantarnos al enemigo en el pensamiento o en sus maniobras, tendremos unas cuantas buenas razones para sentir miedo. Y el miedo produce tormento.

Saber que el amor es de Dios, y entrar en el lugar secreto apoyados en el brazo del Amado; esto y sólo esto puede echar fuera el temor. Si un hombre se llega a convencer de que nada lo puede dañar, al instante, todos sus temores habrán desaparecido del universo. Podrá sentir algunas veces el reflejo nervioso, la repugnancia natural ante el dolor físico, pero el profundo tormento del temor desaparece para siempre. Dios es amor, y es soberano. Su amor lo predispone a desear nuestro bienestar perdurable, y su soberanía lo capacita para asegurárnoslo. Nada puede herir a un buen hombre. El cuerpo podrán matar; con todo, la verdad de Dios permanecerá y su reino es para siempre… Martín Lutero

El amor de Dios nos dice que Él es amistoso, y su Palabra nos asegura que es nuestro amigo y quiere que nosotros lo seamos suyos. Ningún hombre con un rastro de humildad pensaría que él ha sido el que ha comenzado su amistad con Dios; la idea no tuvo su origen en los hombres. Abraham nunca habría dicho: ‘Yo soy amigo de Dios’, sino que Dios mismo fue el que dijo que Abraham era su amigo. Los discípulos habrían vacilado con mucha razón al afirmar que tenían amistad con Cristo, pero fue Él quien les dijo: ‘Sois mis amigos.’

Aunque la modestia dude ante un pensamiento tan temerario, la fe, en su audacia, se atreve a creer en la Palabra y afirma tener amistad con Dios. Le hacemos a Dios un honor mayor creyendo lo que Él ha dicho acerca de sí mismo y teniendo la valentía de acercarnos osadamente al trono de la gracia que escondiéndonos en una humildad demasiado consciente de sí misma entre los árboles del huerto.

El amor es también una identificación emocional. No considera suyo nada, sino que se lo da todo gratuitamente al objeto de su afecto. Vemos esto constantemente en nuestro mundo de seres humanos. Una madre joven, delgada y agotada, alimenta con sus pechos a un infante sano y rozagante, y lejos de quejarse, contempla a su niño con ojos resplandecientes de felicidad y satisfacción. Los actos de sacrificio personal son algo corriente en el amor. Cristo dijo acerca de sí mismo: ‘Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos.’

Es una extraña y hermosa excentricidad por parte del Dios que es libre el que haya permitido que su corazón se identifique emocionalmente con los seres humanos. A pesar de que Él se basta a sí mismo, quiere nuestro amor y no se sentirá satisfecho hasta conseguirlo. Libre como es, ha dejado que su corazón se ate a nosotros para siempre. "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados."

Porque Aquél que está por encima de todos ama tan especialmente a nuestra alma, dice Juliana de Norwich, que ese amor sobrepasa el conocimiento de todas las criaturas; es decir, que no se ha hecho criatura alguna que pueda saber cuánto, y cuán dulcemente, y cuán tiernamente nos ama nuestro Hacedor. Y por consiguiente, nosotros podemos, con su gracia y ayuda, permanecer en contemplación espiritual, maravillándonos eternamente de este Amor exaltado, sobreabundante e incalculable que el Dios Todopoderoso nos ha tenido en su bondad.

Otra característica del amor es que se complace en su objeto. Dios disfruta de su creación. El apóstol Juan dice con toda franqueza que el propósito de Dios al crear fue su propia complacencia. Dios está feliz en su amor por todo cuanto Él ha hecho.

No podemos dejar de notar el sentimiento de complacencia que se palpa en las regocijadas referencias que hace Dios a la obra de sus manos. El Salmo 104 es un poema sobre la naturaleza, hecho por inspiración divina, casi rapsódica en su felicidad, y a lo largo de todo él se siente la complacencia de Dios. ‘Sea la gloria de Jehová para siempre; alégrese Jehová en sus obras.’

El Señor se complace de manera especial en sus santos. Muchos piensan que Dios está tan lejano, tiene un humor tan sombrío y está tan grandemente disgustado con todo, que mira hacia abajo con un estado de ánimo de continua apatía a un mundo en el que hace mucho tiempo que perdió su interés; pero esto es pensar equivocadamente. Dios odia el pecado, y nunca podrá mirar la iniquidad con agrado, pero donde los hombres tratan de cumplir su voluntad, Él responde con un afecto genuino.

Cristo, en su expiación, quitó de en medio cuanto impedía la comunión con Dios. Ahora, en Cristo todas las almas creyentes son objeto del deleite divino. ‘Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.’

Según el libro de Job, la obra creadora de Dios fue hecha con acompañamiento musical. ‘¿Dónde estabas tú’, dice Dios, ‘cuando yo fundaba la tierra... cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?’ John Dryden lleva esta idea un poco más lejos aún, aunque quizá no demasiado lejos de la verdad:”

Desde la armonía, desde la armonía celestial,
comenzó el marco de este universo:
cuando la naturaleza yacía debajo de un montón
 de átomos en desconcierto,
 y no podía levantar la cabeza,
 se oyó de lo alto la melodiosa voz:
 ‘¡Levántate, tú que estás más que muerta!’
 Entonces, el frío y el calor, la humedad y la sequedad,
 saltaron por orden a sus estaciones,
 y obedecieron al poder de la Música.
 Desde la armonía, desde la armonía celestial,
Comenzó el marco de este universo;
desde la armonía, y hacia la armonía,
 recamó todo el compás de las notas,
hasta que el diapasón resonó
con máxima intensidad en el Hombre.
 Tomado de A Song for Sta. Cecilia's Day (Un canto para el día de Santa Cecilia)

La música es a un tiempo una expresión y una fuente de placer, y el placer que es más puro y cercano a Dios es el placer del amor. El infierno es un lugar donde no hay placer, porque no hay amor en él. El cielo está lleno de música, porque es el lugar donde abundan los placeres del amor santo. La tierra es el lugar donde los placeres del amor están mezclados con el dolor, porque aquí hay pecado, y odio, y mala voluntad. En un mundo como el nuestro, a veces el amor tiene que sufrir, como sufrió Cristo al entregarse por los suyos. Sin embargo, tenemos la promesa cierta de que las causas de la angustia terminarán por ser abolidas, y la nueva raza disfrutará para siempre de un mundo de amor perfecto y desprendido.

Forma parte de la naturaleza del amor el que no pueda quedarse tranquilo. Es activo, creador y benigno. ‘Dios muestra' su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.’ ‘De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito.’ Así debe ser donde hay amor; el amor siempre les tiene que dar a los suyos, cualquiera que sea el precio. Los apóstoles reprendían fuertemente a las iglesias jóvenes porque unos pocos de entre sus miembros se habían olvidado de esto y habían permitido que su amor se gastase en el disfrute personal, mientras que sus hermanos estaban en necesidad. ‘Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?’ Así escribió Juan, el que ha sido conocido a lo largo de los siglos como ‘el discípulo amado’.

 El amor de Dios es una de las grandes realidades del universo; un pilar sobre el que descansa la esperanza del mundo, Con todo, también es algo personal e íntimo. Dios no ama a los pueblos, sino a las personas. Él no ama a las masas, sino a los seres humanos. Él nos ama a todos con un amor poderoso que no ha tenido principio, y que no podrá tener fin.

En la experiencia del cristianismo hay un contenido de amor altamente satisfactorio que lo distingue de todas las otras religiones y lo eleva a alturas muy por encima incluso de la filosofía más pura y noble. Este contenido de amor es más que una cosa: es Dios mismo en medio de su Iglesia, cantando sobre su pueblo. El verdadero gozo cristiano es la armoniosa respuesta del corazón al cántico de amor que entona el Señor.

Tú, escondido amor de Dios, cuyo peso,  
cuya profundidad insondable, ningún hombre conoce;
 distingo desde lejos tu beatífica luz,
y dentro de mí suspiro por tu reposo;
 mi corazón siente dolor, y no podrá tener descanso,
 hasta que halle su descanso en ti.
                                                         Gerhard Tersteegen





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