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Lowell Brueckner

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Eclesiastés 3:9-22

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Eternidad en el corazón


9.   ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana? 
10.  Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. 
11.  Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. 
12. Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; 
13.  y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. 
14.  He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres. 
15.  Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó. 

El propósito de este libro es provocar al lector a pensar y a examinar correctamente su vida y acciones. Hay demasiadas personas que se pasan la vida funcionando, sin tomar en cuenta el propósito por el cual están viviendo. Se mueven igual que una máquina, habitual y rutinariamente. El arte de predicar está designado para estorbar la conciencia dormida y avisar al alma de la alarmante velocidad a la que está lanzándose hacia su destino eterno. La pregunta con la que empieza esta sección... "¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?" está dirigida hacia el individuo, para que considere sinceramente si existe un verdadero propósito tras sus acciones (v.9). El texto no nos da la respuesta, sino que presume no haber provecho en lo que la gran mayoría de la población del mundo está involucrada. 


Salomón observa el trabajo que se hace a su alrededor y ve que es el resultado de la maldición sobre la humanidad, por culpa de su pecado (v.10). Dios declaró al Adán caído: “Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá… Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra” (Gé.3:17-19). La consecuencia del pecado se traduce en una existencia miserable en esta tierra. Sin embargo, hay una hermosura reservada para aquel que responde a las oportunidades que Dios ofrece (vs.1-8); son tiempos de sanidad, edificación, risa, baile, de abrazar, de paz y de amor, que vienen para romper la monótona rutina de la vida. 

El ser humano tiene el potencial para responder desde su interior a estas bendiciones celestiales. Dios ha puesto la eternidad en su corazón (v.11), es decir, algo a lo que su intelecto no está consciente, pero que le lleva más allá de su limitada capacidad de comprender. De repente, la realidad celestial, más hermosa que cualquier cosa que pueda ser entendida o descrita por el lenguaje humano, se cruza en su camino. Ahora, entra en territorio no conocido; lo terrenal se desvanece, y el pasado, presente y futuro desaparecen, mientras la eternidad se despliega frente a los ojos interiores. La majestuosa realidad de Dios llena su corazón, haciéndole saborear la gran obra en la que Dios ha estado involucrado durante toda la historia, mucho más allá de lo que su intelecto pueda captar.

Para la persona que, en su corazón, responde a la eternidad, la monotonía y el arduo trabajo desaparecen de sus labores terrenales. Ahora, hay dos cosas que caracterizan su vida en esta tierra, como el rey nos presenta: El gozo y la justicia (hacer bien, v.12). Estos son dos de los tres ingredientes con los que Pablo describe el Reino de Dios. Explica que “no es comida ni bebida (según las normas religiosas), sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro.14:17). Cuando el Reino de Dios gobierna el corazón, se vive la vida en un nivel más alto. El apóstol Juan declaró: “El que hace justicia es justo” (1 Jn.3:7). Él hace bien alegremente, según la justicia interior. Ahora, incluso el comer y el beber tienen propósito, y su trabajo se ha convertido en un placer (1 Co.10:31).

Esta persona ha descubierto el propósito de vivir porque ha hallado el plan eterno de Dios. Dios solamente se involucra en lo que es real, verdadero y perdurable (vs.13-14). Vamos a tomar un poco de tiempo estudiando este principio. En Juan 6:32-35, Jesús contradijo la afirmación de los judíos de que el maná, dado por intervención de Moisés, era del cielo. Él contestó, pronunciando dos veces la palabra de autoridad absoluta: “Amén, amén”. Algo es verdadero solamente si el Padre está involucrado en ello: “Mi Padre os da el verdadero pan del cielo”. Añadió que el verdadero pan es “aquel que descendió del cielo y da vida al mundo”. Él fue la hermosura del cielo manifestada en la tierra, y la vida que Él da, es la vida eterna. El maná cesó cuando Israel entró en la Tierra Prometida, pero este Pan satisface eternamente (Jn.6:35).

En Juan 15:1, Jesús enseñó una parábola sobre una vid. Dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador”. La Biblia nos enseña este principio espiritual que estamos aprendiendo ahora: El Padre sólo hace obras eternas y solamente Su obra puede ser considerada una obra verdadera. Fíjate en Hebreos 8:2: “Aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”. El escritor habla del lugar santísimo, celestial y eterno, en el que el hombre no tiene nada que ver. Ese es el verdadero lugar santo. En el capítulo anterior, hablando del sumo sacerdocio, explica que la razón por la que había muchos sumos sacerdotes es porque morían y tenían que ser reemplazados.

Sólo Jesús es el verdadero Sumo Sacerdote, ordenado por el Padre, porque vive eternamente. La razón por la que “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios” (He.7:23-25), es porque Él intercede eternamente por ellos. Perpetuamente, significa total, perfecta y eternamente. Tu salvación eterna descansa sobre tu Sacerdote; pero si éste sacerdote es un ser humano, incluyéndote a ti mismo o a cualquier otro ser, aparte de Dios, no tienes la salvación verdadera y tu fe es vana.

Nada puede ser añadido como un intento de mejorar la obra de Cristo, que es recibida solamente por la fe. El padre de Salomón, David, entendió “la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras”, y el apóstol Pablo enseña que esta bendición es dada por la gracia, “al que no obra sino cree en aquel que justifica al impío” (Ro.4:5-6). Pablo afirma la misma verdad a su discípulo, Tito: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:5). Ahora, une todo en dos versículos a los Colosenses: “En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él” (Col.2:9-10).

La salvación es una obra totalmente de Dios, a la que no se puede añadir ni quitar. Cualquier otra cosa fuera de Él hará que la cruz de Cristo sea declarada nula. Hemos sido advertidos para no alterar Su palabra, por medio de la cual, nos ha comunicado Su salvación. “Toda palabra de Dios es limpia… No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso” (Pr.30:5-6). Moisés avisó dos veces en contra de añadir o quitar de Su palabra inspirada (Dt.4:2; 12:32) y, al cerrar el canon completo de las Escrituras, Juan escribió acerca de las severas consecuencias de alterarla: “Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida y de la santa ciudad” (Ap.22:18-19). Tenemos que tratar la obra y palabra de Dios con un temor piadoso y reverente.

En el texto que acabamos de estudiar acerca de la obra eterna de Dios, Salomón reitera el mismo tema que anunció desde el principio (cap.1:9-10). No hay nada en el presente ni en el futuro que no haya existido en el pasado. Dios no cambia y Su palabra tampoco. Las leyes de la naturaleza siguen fieles e inmutables, por eso, no esperes un cambio en el futuro o el descubrimiento de cualquier nueva verdad, que de alguna manera deshaga lo que Dios ha declarado. Sobre el destino eterno de la humanidad, hay un cielo para obtener y un infierno para evitar. “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos” (Sal.119:89).

Confusión bajo el sol


16.   Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí impiedad; y en lugar de la justicia, allí iniquidad. 
17.   Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace. 
18.   Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los hombres, para que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son semejantes a las bestias. 
19.   Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. 
20.    Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. 
21.   ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra? 
22.   Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque ésta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él? 

Dios requiere ahora lo que siempre ha requerido, y requerirá lo mismo en el futuro. Lo que aparentemente se ha perdido, será recuperado. Sin embargo, bajo el sol, la justicia inmutable de Dios no es muy evidente. En general, ésta es la clave del libro y de la sección que tenemos por delante. Al empezarlo, es imperativo que entendamos el alcance del mensaje de Salomón, o si no, quedaremos terriblemente confusos.

¿Crees que la injusticia reina en este mundo y que los hombres malvados pervierten la justicia? ¿Son perseguidas las personas por haber hecho lo que es bueno, piadoso y bíblico, mientras que los malvados consiguen sus “derechos humanos”? ¿Ha sido malinterpretada la justicia, llamando malo a lo que es bueno, y bueno a lo que es malo? A las madres se las concede el derecho de asesinar a sus bebes no nacidos, y los pervertidos sexuales tienen derecho a casarse (v.16); sin embargo, los que protestan pueden ser multados o encarcelados.

Con la eternidad en su corazón, Salomón puede discernir que, al final, Dios hará juicio y la justicia perfecta tomará lugar. Juzgará a los justos y a los impíos (v.17). No se conformará al tiempo que vivamos. Él no acomodará Su ley a los caprichos de la mayoría ni a las decisiones de los grandes de la tierra. Amigo, no deambules siguiendo el paso del sistema mundano. Ten paciencia, llegará el día de juicio en el que Dios hará cuentas, y los que se burlan arrogantemente del verdadero cristianismo y legislan leyes para justificar el pecado, estarán delante de un Juez inmutable.

Dios deja que el hombre pueda manifestar su maldad absoluta (18). ¡Qué devastador fue el pecado de Adán y qué grande la caída de la humanidad! La sociedad lo ignora por completo, e incluso los cristianos han dejado de sentir el horror que debieran. La raza caída del hombre ha abandonado el temor de Dios, independizándose de Él y rechazando reconocer a su Creador. “Los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2 Ti.3:13). La aceptación universal de la Teoría de la Evolución es la prueba de su motín. Su comportamiento es peor que el de los animales. El hombre quiere olvidar e ignorar que llegará el día en el que cada uno dará cuentas a Dios por su existencia.

Vendrá una Gran Tribulación y las copas de la ira de Dios serán derramadas sobre la tierra. En lugar de arrepentirse y clamar a Dios para que tenga misericordia, en medio de un sufrimiento extremo, la Biblia predice que las gentes blasfemarán (Ap.16:9,11). Después, tras mil años de paraíso y paz sobre la tierra bajo el reinado de Cristo, el diablo volverá a ser soltado en la tierra. Habrá los que hayan vivido en el Milenio que seguirán a su héroe maligno hasta llegar al Lago de Fuego (Ap.20:7-10). ¡No es para sorprenderse de que Dios haya creado un infierno!

Al aproximarnos a los versículos 19-22, necesitamos tener muy presente otra vez el alcance del mensaje de Salomón… “bajo el sol”. Se trata de lo físico, temporal y presente, refiriéndose continuamente a cómo suceden, aparentemente, los asuntos de la tierra. Estos son versículos que las sectas intentan manipular, concretamente, los Testigos de Jehová y los Adventistas del Séptimo Día, para decretar que todo termina con la muerte del cuerpo. Según lo que ve el ojo natural y lo que razona la mente humana, así parece ser. Hasta ahí llega Salomón en este libro, demostrando así que la vida terrenal es vanidad, pues él está escribiendo a los que viven bajo el sol.

Los adventistas creen que el alma duerme. Enseñan que, cuando muere el cuerpo, el alma permanece inconscientemente dormido hasta la resurrección. No voy a meterme en más detalles sobre la historia y creencias de las dos sectas mencionadas. No podemos esperar que las sectas falsas, con líderes y miembros que no han nacido de nuevo y no tienen el Espíritu de Dios como su Maestro, puedan interpretar correctamente la Biblia. Si te interesa estudiar más acerca de ellas, escribe en el espacio para búsqueda, situado a la derecha, Adventistas del Séptimo Día o Testigos de Jehová, y aparecerán los artículos que tengo preparados.

Es verdad que la Biblia, comúnmente, usa dormir para referirse a la muerte física. El Señor mismo es el autor de este término. Personalmente, encuentro muy consolador para los cristianos pensar de esta manera acerca de su muerte o de la muerte de sus seres queridos. La despedida apropiada entre el creyente que se aparta para estar con el Señor y sus parientes o amigos cristianos debiera ser “Buenas Noches”, y no “Adiós”, ya que se volverán a reunir de nuevo en una mañana más brillante.

Bíblicamente, el término dormir es usado siempre para referirse al cuerpo, la única parte del hombre que es visible bajo el sol. La Biblia habla del cuerpo como una tienda; es el lugar en el que el alma humana habita bajo el sol, y  cuando ésta se aparta del cuerpo, el verdadero hombre va directamente a la presencia de Cristo en el cielo. Un cuidadoso estudio de los siguientes versículos dará a la persona sincera una clara visión de la vida después de la muerte para el cristiano (Gé.25:8; 35:29; 49:33; Nú.20:24; Lc.16:19-31; Hch.7:56,59; 2 Co.5:8; Fil.1:21-25).

No haría falta explicar estos versículos si no fuera por el peligro de la confusión, causada por una doctrina de mentes y corazones pervertidos que han rechazado el verdadero evangelio. El diablo es el encargado de sembrar temor y duda en el corazón de un hijo de Dios, y de quitarle el consuelo y el gozo que debe tener al pensar en abandonar este mundo para presentarse inmediatamente en el cielo. Doctrinas de demonios inspiran a las sectas. ¡No las escuches, no leas su literatura, y no les permitas entrar en el lugar consagrado, que debe ser tu hogar! (2 Jn.1:10)

Es verdad que para el ojo natural, bajo el sol, la muerte de una persona parece ser igual a la de un animal. Sin embargo, el punto de vista del ojo humano nos engaña de muchas maneras. Daré un ejemplo simple: Cuando vemos al sol subir por el este, sabemos que no es el movimiento del sol lo que estamos observando, sino el de la tierra. Así parece el hombre, tan mortal como el animal; cesa de respirar, muere y es sepultado; bajo el sol, no discernimos la diferencia (v.19).  Aparentemente, todos van a la tierra y vuelven al polvo (v.20). Pero, ¿cómo podrá el ojo, la mente natural o cualquier ciencia sobre la tierra, enseñarnos lo que pasa después? ¿Podrá la vida del animal descender con su cuerpo y dejar de existir? ¿Podrá la vida del hombre apartarse de su cuerpo y ascender conscientemente? Bajo el sol no encontraremos la respuesta (v.21).

La Escritura arroja una luz espiritual que no podremos encontrar en ningún otro lugar: “Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres… Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Co.15:17-19,32).

Si solamente tenemos esperanza para esta vida somos las personas más miserables, y entonces, el mensaje que Salomón ha escrito para la gente bajo el sol, es verdad. “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Si no es mejor partir del cuerpo y estar con Cristo, entonces no hay nada mejor para la humanidad que comer, beber y gozarse de su trabajo. Esta es la filosofía del ateísta… si se trata de 70, 80 o 90 años sobre la tierra… lo mejor sería gozarla a tope. ¡Extrae cada gota de placer que hay en ella!– te dirá, porque no puede saber lo que hay más allá de la tumba (v.22).

Lo que hemos estudiado no es el credo de Salomón. Se trata de la vana existencia de la persona que ignora la vida espiritual. Es la opinión de todo aquel que no ha ido a la fuente de la cual aprender acerca de la vida más allá del sol. Dios nos ha dado Su palabra y la esperanza que viene por medio de la muerte y la resurrección de Su Hijo. Albert Barnes concluye: “Es evidente por las referencias (en los márgenes de la Biblia) atribuidas a Salomón en sus otros libros, que él no dudaba de la existencia y el destino del alma”.   

   






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