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Lowell Brueckner

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El bautismo en el Espíritu Santo II

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 Segunda Parte

“El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: ‘De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva’. Pero Él decía esto del Espíritu, que los que habían creído en Él habían de recibir; porque el Espíritu no había sido dado todavía, pues Jesús aún no había sido glorificado”. 
                                                                                                                      Juan 7:38-39

“Como ha dicho la Escritura”

Me parece que Jesús no está hablando aquí de una sola promesa o profecía, sino de un principio espiritual del que hablan las Antiguas Escrituras en muchas partes y de muchas maneras. El símbolo del agua tiene mucho significado para el judío. Israel es “tierra de montes y valles, bebe el agua de las lluvias del cielo. Es una tierra que el Señor tu Dios cuida; los ojos del Señor tu Dios están siempre sobre ella” (Dt.11:11-12). Las aguas simbolizan la abundante bendición de Dios sobre Su pueblo. Son aguas en el desierto: “Derramaré agua sobre la tierra sedienta, y torrentes sobre la tierra seca; derramaré mi Espíritu sobre tu posteridad, y mi bendición sobre tus descendientes” (Is.44:3). Son “aguas que tenían que pasarse a nado, un río que no se podía vadear” (Ez.47:5).

Hay dos historias en el Antiguo Testamento que prefiguran el bautismo en el Espíritu. Una tiene que ver con los israelitas al cruzar el río Jordán. En Egipto, la sangre de un cordero, aplicada a sus puertas, les había salvado del ángel de la muerte; habían logrado escapar de Egipto y de la mano del tirano Faraón, que simboliza Satanás. La salvación no estaba completa hasta que el pueblo cruzó milagrosamente el mar Rojo en tierra seca; cuando éste se cerró, quedó atrás su vida vieja. La liberación de los israelitas de la esclavitud de Egipto simboliza la salvación del pecado, llevada a cabo por Cristo Jesús. Todos pudieron testificar que habían sido salvos por medio de la sangre. Pablo llamó a esta travesía del mar Rojo – “un bautismo” (1 Co.10:2), ya que significa la muerte y resurrección a una nueva vida. Solamente la mano milagrosa de Dios salvó ese día a los israelitas de la muerte, aunque le siguió otro bautismo.

El plan de Dios no terminó con la llegada al otro lado del mar. Frente a ellos había un gran desierto, que tuvieron que atravesar, viviendo en tiendas. Era imposible que los cientos de miles de israelitas descansaran allí; edificando casas, sembrando y cosechando. Dios les había prometido una tierra de la que fluía leche y miel, y quería que ellos entraran pronto allí.

Desde un principio, cuando Dios eligió a Moisés para ser el libertador, le dio el plan: “Di a los hijos de Israel: … os sacaré de debajo de las cargas de los egipcios y os libraré de su esclavitud… y os traeré a la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac, y a Jacob, y os la daré por heredad” (Ex.6:6-8). Nunca fue la intención de Dios que pasaran sus vidas en una terrible soledad. Dios los llevó hasta la Tierra Prometida. Después de escuchar a los espías hablar de las situaciones tan amenazadoras que habían encontrado en la tierra de la promesa, se quedaron espantados y llenos de temor. Por su pecado de incredulidad, tuvieron que vagar durante 40 años en el desierto, y sólo la siguiente generación pudo entrar.

Al llegar, por fin, a la tierra prometida, encontraron un gran obstáculo: “El Jordán se desborda por todas sus riberas todos los días de la cosecha” (Jos.3:15). Para pasar el río, como cuando pasaron el mar Rojo, el pueblo tenía que ver un segundo milagro, es decir, un segundo bautismo. Era necesario volver a ver la mano poderosa de Dios obrando, para poder tomar posesión de la tierra. Una vez más, Dios abrió las aguas y fueron “bautizados” en el río Jordán al entrar en la Tierra Prometida. Después erigieron un monumento al otro lado del río, “para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano del Señor es poderosa, a fin de que temáis al Señor vuestro Dios para siempre” (Jos.4:24).

Cuarenta años y un desierto estaban en medio de estos “dos cruces”. Eran distintos en cuanto a tiempo, lugar y propósito. El primero les ayudó a escapar de la esclavitud y de la muerte; el segundo les hizo tomar la tierra de la promesa: “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”, les aseguró Jesús a Sus discípulos, “y me seréis testigos… hasta los últimos rincones de la tierra”. Fue entonces cuando pudieron empezar a realizar el plan de Dios. Se involucraron con lo que era imposible: matar gigantes, derrumbar ciudades amuralladas, despojar a naciones más fuertes que ellos y tomar posesión de sus tierras… ¡todo por el poder de Dios!

Un segundo ejemplo del Antiguo Testamento es el de Eliseo, cuando cruzó el río Jordán. Cuando Elías encontró a Eliseo y puso su manto sobre él, Eliseo nunca volvió a ser el mismo (1R.19:19). De la misma manera que los israelitas salieron de la esclavitud, dejando atrás el mar Rojo entre ellos y los egipcios, Eliseo abandonó su campo, quemó su arado y mató a sus bueyes. Desde aquel día siguió a Elías, igual que Israel siguió a Moisés en el desierto. Sin embargo, él pidió una doble porción del Espíritu (2 R.2:9). Eliseo estuvo presente cuando Elías ascendió al cielo, y fue testigo de ello. Él tomó el manto de Elías, que cayó por segunda vez, y con él golpeó las aguas, que se abrieron, como Elías lo había hecho, y caminó por tierra seca (2 R.2:14).

Eliseo fue revestido de poder desde lo alto. Experimentó un ministerio que sobrepasaba al de Elías. Jesús, refiriéndose a cualquier discípulo, dijo: “Las obras que yo hago… aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Jn.14:12), sin embargo, “quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”  (Lc.24:49).
                                                                   
Hay muchos cristianos que solamente pueden testificar de un nuevo nacimiento, y bien, no quitaré nada de lo maravilloso de esta experiencia. Sin embargo, asumen mucho, si creen que por eso ya han sido bautizados en el Espíritu. Ellos todavía no han entrado en el plan completo de Dios, ya que no pueden testificar de un segundo bautismo. No pueden testificar a “los pueblos de la tierra… que la mano del Señor es poderosa” (Jos.4:24). Todavía no han cruzado el desbordado río Jordán y no han muerto a las posibilidades humanas, para poder demostrar, por medio de sus vidas, el poder milagroso de Dios. No han sido bautizados en el Espíritu Santo.

Esas aguas no eran solamente para el beneficio de Israel; el mar Muerto, al lado este de la tierra, era una lección de su misma geografía, que enseñaba lo que pasa cuando existe una entrada de agua sin salida; el agua se estanca y nada puede vivir en ella. Acerca de las aguas de Ezequiel 47, en el versículo 9, el hebreo indica plural… ríos, que se llenan de peces, y a cuyas orillas hay pescadores y árboles. Las aguas que entran en contacto con el mar salado se purifican. La promesa del Espíritu, dada por Jesús, es que “de su ser brotarán ríos de agua viva”. ¡Las aguas rebosan para el beneficio de muchas otras personas!

“¿Has cruzado el Río Jordán?” ¿Sabes el día y la hora en que te cayó el manto encima? ¿Estás preparado para ser un testigo sobrenatural en la tierra de las imposibilidades? Si no lo estás, entonces enfócate en esta segunda tremenda necesidad. ¡No te quedes en el desierto!

Hechos 2:8 no es lo mismo que Efesios 5:18

Nadie duda de que lo que dijo Juan Bautista, sobre el bautismo en el Espíritu Santo, halló su cumplimiento en Hechos, capítulo 2. Sin embargo, este capítulo no usa el término bautismo, sino, ser llenos del Espíritu. Comúnmente, es el término más usado en todo el libro. Estas personas no hicieron nada más que orar, y Jesús derramó sobre ellos el Espíritu Santo, que les llenó, como había prometido. Sin embargo, no debemos confundirnos con el mandamiento de Pablo acerca de lo que el cristiano nacido de nuevo tiene que hacer: “Sed llenos del Espíritu”.

En este punto quisiera citar las palabras del Dt. Martyn Lloyd-Jones, de su libro “Gozo Inefable”, el cual considero el mejor que existe acerca del tema del bautismo en el Espíritu: “Muchas personas se confunden totalmente cuando leen: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Ef.5:18). ‘Ahí está,’ dicen, ‘Sed llenos del Espíritu’, y los discípulos fueron llenos del Espíritu en el día de Pentecostés.” De este modo tienden a caer en el error y la confusión, presuponiendo que ambas cosas son idénticas.

Quiero señalarte que, en Efesios 5:18, Pablo se refiere a la santificación…; no tiene que ver directamente con lo que se entiende por el bautismo con el Espíritu Santo. El bautismo con el Espíritu pertenece a la categoría de lo excepcional y directo… el término principal es “derramado”, lo que naturalmente nos hace pensar en una gran abundancia, y esto es lo que queremos subrayar. El Espíritu vino sobre aquellos que estaban reunidos en el Aposento Alto como lo había hecho sobre nuestro Señor.

La gente tiende a pensar que ésta es una doctrina nueva y extraña; pero en realidad es muy antigua, tanto como lo es el Nuevo Testamento mismo, y ha sido prominente en la iglesia a lo largo de los siglos. Hay un ejemplo que tal vez sea de ayuda para destacar este punto…

Estas andando por un camino rural cuando está lloviznando y, puesto que llevas un abrigo, sigues caminando hasta que acabas completamente empapado. No ha sido inmediato, sino que has tardado algún tiempo en estarlo, debido a que se trataba simplemente de una leve llovizna.

Por otra parte, puedes estar andando por ese mismo camino en otro momento y, de repente, cae un fuerte chaparrón, y te calas hasta los huesos en pocos segundos. En ambos casos se trata de lluvia, pero hay una gran diferencia entre una leve llovizna que apenas se ve y un repentino aguacero que te cae encima. Ahora bien, lo que se describe aquí, en Hechos 2, es comparable al chaparrón; un derramamiento. Dice Dr. John Owen refiriéndose a Romanos 5:2:

‘El regocijarse en la esperanza de la gloria de Dios, que sostiene al alma a través de cualquier tribulación hasta hacerla gloriarse, tiene su origen en el derramamiento del amor de Dios en nuestros corazones por el Espíritu… lo hace directamente, sin la consideración de ningún otro acto u obra propia, o interposición de razonamientos, deducciones o conclusiones… Él es una fuente de agua que salta en el alma aplicando directamente su eficacia y renovación… produce de inmediato en las almas y las mentes de los hombres un alegre regocijo y una disposición espiritual, llenándolos de exaltación y alegría… como hizo que Juan el Bautista saltara de gozo en el vientre al acercarse la madre de Jesús.’

Eso no es lo ordinario; sino lo extraordinario, lo inusual, por así decirlo, la verdadera antesala del cielo. Solo puede haber una cosa más allá; la gloria eterna misma. El mayor peligro que corremos actualmente, creo yo, es el de apagar al Espíritu… La iglesia de nuestro tiempo no necesita ser frenada, sino estimulada, despertada, llena de un espíritu de gloria, porque está fracasando en el mundo moderno.

El bautismo con el Espíritu Santo siempre está asociado, principal y específicamente, con la atestación, el testimonio y el servicio. Examina el libro de Hechos y, en cada caso en que se nos dice, ya sea que el Espíritu vino sobre aquellos hombres o que ellos fueron llenos del Espíritu Santo, descubrirás que fue para que hicieran una atestación o dieran un testimonio… Esto no tiene que ver principalmente con las cualidades morales o con el carácter, sino con la atestación, el testimonio y la eficacia en acción.

Toda la diferencia se basa en que en Efesios nos exhorta a hacer algo, mientras cada ejemplo del bautismo con el Espíritu Santo indica que se trata de algo que nos sucede, que nosotros no controlamos… Puedes vivir una vida buena, entregarte, hacer todo aquello que se te pide que hagas y, aun así, no estar bautizado con el Espíritu Santo… En cuanto a Efesios 5:18, podría demostrarte que corremos un grave peligro de malentender aquello que el apóstol está diciendo, y reducirlo a nuestro viejo nivel de vida eclesiástica en el momento presente….

¿Qué quiere decir Pablo cuando nos exhorta a que hablemos unos con otros con salmos e himnos y cánticos espirituales? Si quieres saber la respuesta, mira 1 Corintios 14 y descubrirás la clase de culto que tenían en la iglesia primitiva: “Cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, etc.” Todo el culto vibraba con un poder espiritual… Se trata, pues, de un tipo de cántico del que la mayoría de nosotros no sabemos nada en absoluto… ¡cuidado! No reduzcas lo que era la vida normal y habitual de la iglesia primitiva al nivel de aquello que ha llegado a ser lo acostumbrado en nuestras iglesias”.

En conclusión, lo que está diciendo Lloyd-Jones es que “sed llenos del Espíritu” es un mandamiento hacia el proceso de la santificación. El consejo de no embriagarnos es como cuando en otras partes Pablo ordena no mentir, sino hablar la verdad unos a otros; no unirnos en yugo desigual; limpiarnos de toda inmundicia de la carne, etc...

Una doctrina débil que brota de la incredulidad y el orgullo

Mencioné, en la primera parte de estos dos artículos sobre el bautismo en el Espíritu Santo, un estado en la iglesia que me preocupa más que todo. Es lo que Pablo escribió a Timoteo que acontecería en los últimos tiempos. Habla de los amadores de sí mismos que, “teniendo apariencia de piedad, niegan su poder” (2 Ti.3:5). Necesito enfrentar la que creo que es la doctrina principal que produce tal estado. Los que enseñan esta doctrina buscan respaldo en una porción de la Biblia a la que me voy a referir a continuación.

La maravillosa “canción de amor” del apóstol Pablo se encuentra entre su enseñanza sobre los milagrosos dones del Espíritu y la corrección a los corintios por cómo estaban utilizando el don de lenguas (1 Corintios 12-14). El capítulo 14, tiene que ver, principalmente, con el don de la profecía y el de lenguas. El lugar en el que está localizado el capítulo sobre el amor es importante. Al terminar el capítulo 12, el apóstol dice que demostrará “un camino más excelente”. Aquí no está reemplazando los dones sobrenaturales por el amor, ya que entonces el mejor lugar para tal enseñanza sería después de todo el tema de los dones. Diría, “bueno, ya que van a cesar los dones y los milagros, de aquí en adelante os quiero hablar de lo que tomará su lugar… el amor”.

Además, fíjate cuidadosamente en que no habla del amor como un don, sino como un camino. Cuando la Biblia enseña acerca los caminos de Dios, está refiriéndose a la manera en que Dios actúa. Pablo describe lo que es el amor de Dios con el propósito de que los corintios sigan este camino, utilizando los dones. Nos enseña que sin el amor los dones son inútiles. Entonces, sigue la corrección en el siguiente capítulo 14. Pablo mismo acaba con el argumento de que el amor reemplaza a los dones, en el primer versículo: “Procurad alcanzar el amor; pero también desead ardientemente los dones espirituales, sobre todo que profeticéis”.

Ahora ¿cuál es la parte en la que los “cesacionistas” se apoyan? Empezamos en el versículo 9: “Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño. Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Co.13:9-13).

Aunque puede haber diferencias de opinión entre los mismos cesacionistas, básica y brevemente, creen lo siguiente: Piensan que Pablo estaba escribiendo a los corintios durante un periodo de transición en la iglesia en el que los apóstoles estaban terminando de escribir el canon completo del Nuevo Testamento. Todo el tiempo y ministerio de los apóstoles, y todo el libro de los Hechos, tenía que ver con ese tiempo. Hasta que Juan no terminó su libro de Apocalipsis y murió, no se completó el canon, aunque faltaban todavía otros libros, como el Evangelio de Juan y otras cartas también. Sin embargo, al terminar el canon, la profecía, las lenguas y el (don del) conocimiento perderían su utilidad, nos dicen.

Según ellos, los dones sobrenaturales eran necesarios durante este periodo para respaldar a la iglesia en su infancia y también a sus mensajeros. Era especialmente para convencer a los judíos, quienes dependían, de forma especial, de señales y maravillas. Una vez que el Nuevo Testamento se completara, éste sería su única autoridad, y los dones y milaros desaparecerían. Creen que Pablo considera los dones como "juguetes" para niños, imperfectos y temporales, y que lo que es perfecto es el amor. El cristiano sólo puede ir madurando en el amor, y solamente por medio del amor puede ver correctamente su posición delante de Dios... "conoceré plenamente, como he sido conocido".

En general, esta es la doctrina de los cesacionistas, pero también mantienen otras posiciones, junto a las que acabamos de mencionar. Ellos creen que las lenguas no fueron desconocidas, sino conocidas, habladas mayormente para compartir el evangelio milagrosamente. También creen que la profecía ya no es un don que habla sobrenaturalmente a la vida de los oyentes (como, por ejemplo en 1 Co.14:24-25), sino que es poco más que la predicación de la palabra, hablado bajo inspiración. Estudiando cuidadosamente los capítulos 12-14 del libro de Corintios, uno puede ver muchos fallos en estos argumentos, pero no es el propósito de este artículo refutarlos uno por uno. 

Tengo cuatro cosas que decir sobre este asunto. 1) Me parece que se está excusando la ausencia de poder de sus propios ministerios. 2) Veo un orgullo de parte de aquellos que se creen superiores espiritualmente. 3) Pienso que es fruto de la incredulidad. 4) Es un argumento débil, indigno de la inteligencia, incluso de sus creadores.

¿Crees que esta doctrina puede nacer de gente celosa por la verdad y estar motivada por buscar la gloria de Cristo? No puedo imaginar que tal doctrina pueda ser engendrada con tales buenos motivos. Veo a algunos teólogos buscando una razón para excusar y justificar, entre su círculo, la falta de manifestación del poder de Dios, buscando apoyarse en la Biblia. Imagino que algunas personas creen que la mejor manifestación del cristianismo y las mejores enseñanzas ocurren entre ellos, que son los preferidos de Dios, y si los dones no son experimentados por ellos, entonces tienen que haber cesado totalmente.

Jesús se maravillaba de que, en su propio pueblo de Nazaret, existiera tan terrible incredulidad. Por eso, Matthew relata: “No hizo muchos milagros allí a causa de la incredulidad de ellos” (Mt. 13:58). Finalmente, diré que el argumento me parece muy débil, sin ninguna otra indicación en alguna porción de la Biblia que apoye tales conclusiones. Al contrario, la Escritura es una historia de lo que es sobrenatural y milagroso, desde la creación hasta los cielos y tierra nueva. John Wesley, en una carta escrita en junio de 1746, declara: “No recuerdo de ninguna Escritura donde se nos enseñe que los milagros debían confinarse a la edad apostólica o cualquier otro periodo de tiempo.”

Citaré otra vez a Martyn Lloyd-Jones, que se dio cuenta de que éste es un “argumento que se defiende en la actualidad y se ha defendido muy extensamente durante todo el siglo XX. Permíteme que responda al mismo, dándote por ahora una sola idea: las Escrituras jamás dicen, en ninguna parte, que estas cosas fueran sólo provisionales. ¡Jamás! No existe tal afirmación en lugar alguno.

“¡Ah!”, tal vez diga alguien, “¿y qué me dice del pasaje de 1 Corintios 13?” ¿Sabes lo que se nos pide que creamos? Se nos dice que la llegada de las Escrituras neo testamentarias nos colocan en una situación perfecta; mientras que si lees el versículo 12 verás que el mismo dice en realidad: “Ahora vemos,” es decir, el apóstol y otros (Pablo está incluido juntamente con el resto de los creyentes en Cristo anteriores al canon del Nuevo Testamento, gran parte del cual lo escribió él mismo), por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara”. ¿Entiendes lo que implica esto? Significa que tú y yo, que tenemos abiertas ante nosotros las Escrituras, sabemos de la verdad de Dios más que el apóstol Pablo. Quiere decir que somos absolutamente superiores a la iglesia primitiva, y hasta a los apóstoles mismos, ¡incluyendo al apóstol Pablo! Significa que ahora estamos en una posición en la que vemos ‘cara a cara’ y conocemos ‘como fuimos conocidos’ por Dios, porque tenemos las Escrituras.

Lo que el apóstol está hablando en 1 Corintios 13 es acerca del contraste entre lo más alto y mejor que el cristiano pueda conocer en este mundo y en esta vida, y lo que conocerá en la gloria eterna. Solo llegado ese momento conoceré como fui conocido, porque entonces “le veremos tal como él es” (1 Jn.3:2). Ya ves las dificultades en que acaban los hombres cuando no les gusta algo… y tratan de buscar razones para descartarlo.

Querido amigo, ésta es para mí una de las cuestiones más urgentes del momento: con la situación en que se encuentra la iglesia y cómo está el mundo, la mayor necesidad que tenemos es del poder de Dios, por medio de Su Espíritu, en la iglesia, para poder testificar, no sólo del poderío del Espíritu Santo, sino también de la gloria y la alabanza del único Salvador, Jesucristo, nuestro Señor, Hijo de Dios e Hijo del Hombre”.

Los santos de siglos anteriores no llegaron a desarrollar una teoría tan ridícula como la que acabamos de examinar. Igual que Lloyd-Jones, siempre han interpretado la frase, cara a cara, como el perfecto estado del cristiano en el cielo. Fanny Crosby, la compositora ciega de himnos, tituló una de sus obras más conocidas, Cara a Cara, viendo a Cristo, su Salvador, más allá del cielo azul. Conoceré como he sido conocido, obviamente es lo mismo que lo que escribió Juan: “Cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es” (1 Jn.3:2), y lo que declaró Pablo: “Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria” (Col.3:4).

Si ahora el cuerpo de Cristo no funciona por medio de dones espirituales y sobrenaturales, ¿de qué forma va a funcionar? ¿Puedes creer que la iglesia, que es la manifestación de la Jerusalén celestial en la tierra y la novia del Rey de reyes, pueda ser conducida por la sabiduría y capacidades humanas?

Hay otra cuestión que no intentaré responder en este artículo, aunque quiero ponerla delante de ti para que meditas en ella. ¿Cómo podremos luchar contra un enemigo sobrenatural, si vamos a él con lanza y espada humanas? Seguramente, seremos derrotados. Se ha dicho que antes de que ocurrieran los grandes avivamientos de la iglesia, primeramente, hubo una clara manifestación de demonios. La realidad del mundo espiritual impulsó a personas desesperadas y humilladas a buscar el poder de Dios… y Dios derramó Su poder sobre ellos.

Lo que sigue, son algunos testimonios acerca de una segunda experiencia. He escogido solamente a personas que existieron antes del movimiento pentecostal que ocurrió en California a principios del siglo XX. Lo hago para que sepas que el bautismo del Espíritu Santo no es una nueva doctrina, sino algo que Dios ha derramado sobre Su pueblo durante toda la época de la iglesia.

Testimonios desde el siglo XVII
 
El Puritano, John Flavel

Sus pensamientos empezaron a elevarse siempre más alto, como el río de Ezequiel, hasta que al final fueron una inundación enorme…perdió totalmente la vista y el sentido del mundo con todas sus preocupaciones, y por horas, no supo ni donde estaba, como si estuviera bajo un profundo sueño… Al llegar al hostal, no pudo dormir, y el gozo del Señor fluyó sobre él de tal manera que parecía ser un habitante de algún otro mundo. Muchos años después lo contó como una visita al cielo.

El gran teólogo, Jonathan Edwards


En el bosque, se desmontó de su caballo para contemplar y orar… “Tuve una vista extraordinaria de la gloria del Hijo de Dios… que continuó, según mis cálculos, como una hora… en la que las lágrimas fluían de mis ojos… lloré fuertemente, sintiendo un fuerte ardor en mi alma. Me sentí vaciado, aplastado y lleno de Cristo solamente, para amarle con un amor santo y puro…”

John Wesley

Él ya era un ministro ordenado de la Iglesia Anglicana aun antes de experimentar su nuevo nacimiento en 1738. Unos seis meses después, tuvo un poderoso encuentro con el Espíritu Santo. En sus propias palabras: “Estábamos reunidos y en constante oración, cuando alrededor de las tres de la mañana, el poder de Dios vino poderosamente sobre nosotros, a tal grado que clamamos con un gozo excesivo, y muchos cayeron al suelo. Tan pronto como nos recuperamos un poco de ese asombro y maravilla ante la presencia de Su majestad, irrumpimos a una voz: ‘¡Te alabamos, oh Dios, te reconocemos como el Señor!’” 

En cuanto a la clase de personas que impactarán en el Reino… En una ocasión, otro ministro le preguntó cómo hacer para lograr que mucha gente viniera a escucharle. La respuesta de Wesley fue: “Si el predicador está ardiendo, los demás vendrán para ver el fuego. Dame cien predicadores que no le teman a nada, excepto al pecado, y que no deseen nada excepto a Dios; me da igual si son ministros ordenados por una iglesia o si es gente común, ellos sacudirán las puertas del infierno.” 


Charles Spurgeon


“Necesitamos hombres ardiendo al rojo vivo, que irradien el fuego con tan intenso calor, que no podamos siquiera acercarnos sin sentir que nuestros corazones se están quemando; hombres como relámpagos lanzados de la misma mano de Jehová, despedazando estrepitosamente cada cosa que se opone en su camino, hasta que llegue a su blanco; ¡hombres impulsados por la Omnipotencia!”

Dwight L Moody

Este hombre, cuya educación formal equivalía al quinto año de primaria, fundó tres escuelas de renombre. Sin ninguna educación teológica, reestructuró el cristianismo de la Era Victoriana y, sin radio ni televisión, alcanzó a 100 millones de personas. Todo comenzó cuando este vendedor de zapatos inició una escuela dominical que llegó a ser la más grande de Chicago. Así que él ya tenía cierto éxito cuando conoció a dos ancianitas, quienes le dijeron: “Hemos estado orando por ti... ¡necesitas poder! ¡Necesitas poder!” 

Dice Moody: “Mi reacción inmediata fue: ¿Por qué no oran mejor por los perdidos? ¡Yo pensaba que ya tenía poder! Tenía la congregación más grande de Chicago, y había muchas conversiones. Pero ante la insistencia de ellas, por fin me animé a preguntarles exactamente a qué se referían cuando decían que yo necesitaba más poder”. 

Cuando les preguntó, ellas le contestaron que lo que él necesitaba era el bautismo con el Espíritu Santo. Fue entonces cuando él les pidió que no sólo oraran por él, sino también con él. 

Relata Moody: “Al escuchar y orar con ellas, mientras derramaban su corazón para que yo pudiera tener la plenitud del Espíritu Santo, comencé a reaccionar. Entró en mí una intensa hambre espiritual, que hasta entonces había sido desconocida para mí. Comencé a llorar como nunca antes. El hambre aumentó. Verdaderamente sentí que ya no quería vivir si no podía tener ese poder para su servicio”. 

Poco tiempo después, un día él estaba caminando por Wall Street en Nueva York, y en medio de la actividad y bullicio de esa céntrica calle, su oración fue contestada; el poder de Dios cayó sobre él mientras caminaba, al grado que tuvo que correr a la casa de un amigo y pedirle si le podía permitir estar a solas en una habitación. Allí permaneció por horas; y el Espíritu Santo vino sobre él llenando su alma con tanto gozo que por fin tuvo que pedirle a Dios que detuviera Su mano, para que no muriera en ese instante por el gozo tan desbordante. Salió de ese lugar con el poder del Espíritu Santo sobre él, y a partir de allí comenzó sus poderosas reuniones evangelísticas. 

Según él mismo relata: “Los mensajes fueron diferentes. No presenté verdades nuevas y, sin embargo, cientos de personas fueron convertidas. Jamás volvería atrás, a donde estaba antes de esa bendita experiencia (refiriéndose a su bautismo en el Espíritu Santo).”

Además, desde entonces, él siempre insistía en la importancia que los demás cristianos también fueran bautizados con el Espíritu Santo. Un amigo suyo era R. A. Torrey, quien relata: “Una y otra vez, el Sr. Moody venía y me decía: 

‘Torrey, quiero que hables del bautismo en el Espíritu Santo’. En una ocasión, él intervino para que me invitaran a predicar en una prestigiosa iglesia de Nueva York. Me dijo: “Esa iglesia es grandísima, y quiero pedirte que prediques tu mensaje acerca del bautismo en el Espíritu Santo.” Es más, siempre que él se enteraba de que yo estaba invitado a predicar en algún lugar, me llamaba y me decía: “Torrey, asegúrate de predicar acerca del bautismo en el Espíritu Santo”. 

Charles Finney

Mientras cerraba la puerta de esta habitación, sentí encontrarme con el Señor Jesucristo cara a cara y verle tal y como podría ver a cualquier hombre. No dijo nada, pero me miró de tal manera que me quebrantó hasta caer al suelo, a sus pies. Desde entonces he considerado esta experiencia como la más sobresaliente, pues me pareció que realmente Jesús estaba frente a mí, y que yo había caído a sus pies derramando ante él toda mi alma.

Lloré en voz alta como un niño, e hice las confesiones que me permitieron mis entrecortados sollozos. Me pareció bañar sus pies con mis lágrimas, y sin embargo no recuerdo ninguna impresión particular de haberle tocado. Debo haber continuado en este estado por un buen tiempo, pero mi mente estaba demasiado absorbida con el encuentro como para recordar nada de lo que dije.

Lo que sé es que tan pronto mi mente se tranquilizó lo suficiente como para terminar el encuentro, regresé a la parte de enfrente de la oficina y encontré que el fuego que había hecho con pedazos grandes de leña estaba casi apagado. Cuando estaba a punto de sentarme junto al fuego, recibí un bautismo poderoso del Espíritu Santo. Sin esperarlo, sin ni siquiera haber tenido en mi mente la idea de que algo así estaba disponible para mí, sin haber tenido memoria de haber escuchado nunca a nadie en el mundo mencionarlo, en el instante más inesperado, el Espíritu Santo descendió sobre mí en una manera en la que parecía correr a través de mi cuerpo y de mi alma. Sentí como si una ola de electricidad corriera a través y dentro de mí. De hecho, parecía que el Espíritu fluía en forma de olas ­­– olas de amor líquido. No puedo expresarlo mejor. Sin embargo, no era como agua, sino más bien como el aliento de Dios. Puedo recordar especialmente que parecía ventilarme con alas inmensas. Tuve la impresión de que estas olas, al pasar sobre mí, literalmente, movían mi cabellera como lo haría la brisa.

No hay palabras que puedan expresar el maravilloso amor que fue derramado en mi corazón. Me parecía estar a punto de estallar. Lloré en voz alta de amor y de gozo… no sé, pero fue como si, literalmente, clamé con el clamor inefable de mi mismo corazón. Estas olas venían sobre mí, una tras otra, hasta que recuerdo haber exclamado: "Moriré si estas olas siguen viniendo sobre mí". Le dije al Señor: "Señor, ya no puedo soportarlo más". Sin embargo, no tenía miedo de morir.

No sé cuanto tiempo estuve en ese estado, recibiendo este bautismo continuo sobre mí y a través de mí. Sé que fue ya casi al final de la tarde, cuando un miembro de mi coro – pues entonces yo era el líder del coro – vino a la oficina para verme. Este joven, miembro de la iglesia, me encontró en ese estado de llanto a gran voz y me dijo: "Señor Finney, ¿qué le sucede?" No pude responderle por algún tiempo. Él continuo: "¿Esta usted dolorido?" Me sobrepuse lo mejor que pude y le dije: "No, pero estoy tan feliz que ya no puedo vivir".

El hombre se dio la vuelta y salió de la oficina, y en breves minutos regresó con uno de los ancianos de la iglesia, cuya tienda se encontraba al cruzar la calle. Era un hombre muy serio; en mi presencia había sido muy cuidadoso y rara vez le había visto reír. Cuando entró, yo estaba prácticamente en el mismo estado en el que me había encontrado el joven que fue a buscarlo. Me preguntó cómo me sentía, y yo empecé a contarle lo sucedido. En lugar de decir nada al respecto, el anciano empezó a reírse espasmódicamente. Daba la impresión de que le era imposible parar de reírse; parecía ser un espasmo irresistible.

(sigue la tercera parte)



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