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Lowell Brueckner

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Apocalipsis 6:9-17

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Los últimos tres sellos

      9.   Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios y del testimonio que habían mantenido;
     10.  y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, oh Señor santo y verdadero, esperarás para juzgar y vengar nuestra sangre de los que moran en la tierra?
      11.  Y se les dio a cada uno una vestidura blanca; y se les dijo que descansaran un poco más de tiempo, hasta que se completara también el número de sus consiervos y de sus hermanos que habrían de ser muertos como ellos lo habían sido.
      12.  Vi cuando el Cordero abrió el sexto sello, y hubo un gran terremoto, y el sol se puso negro como cilicio hecho de cerda, y toda la luna se volvió como sangre,
     13.  y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como la higuera deja caer sus higos verdes al ser sacudida por un fuerte viento.
      14. Y el cielo desapareció como un pergamino que se enrolla, y todo monte e isla fueron removidos de su lugar.
     15.  Y los reyes de la tierra, y los grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
    16.  y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros y escondednos de la presencia del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero,   
       17.  porque ha llegado el gran día de la ira de ellos, ¿y quién podrá sostenerse?

El quinto sello: Martirio del último tiempo

Ahora hemos llegado a la segunda parte de los sellos, que contiene los últimos tres. Aquí, ya no se mencionan los cuatro seres vivientes. En su lugar, cuando se abre el quinto sello, quienes hablan bajo el altar en el cielo, son las almas de los mártires. Interpretaremos esto de forma literal, entendiendo que hay almas conscientes delante del trono de Dios. Supongo que pertenecen a las personas martirizadas desde el tiempo de los apóstoles y hasta los últimos tiempos (v.9).

Las imágenes del libro de Levítico son extremamente importantes para poder entender aquí el significado de las almas bajo el altar, el sacrificio de Cristo y nuestra salvación: “Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras almas; porque es la sangre, por razón de la vida, la que hace expiación” (Lv.17:11). Por la vida que hay en la santísima sangre de Cristo sobre el altar, y sólo por ella, las almas pueden estar en el cielo bajo el altar, cubiertas por la sangre. 

Pablo entendió que la libación de vino ofrecida, junto con el sacrificio, representaba su futuro martirio (Nú.15:5; 28:7,14): “Porque yo ya estoy para ser derramado como una ofrenda de libación, y el tiempo de mi partida ha llegado” (2 T.4:6). Pablo ya estaba sentenciado a pena de muerte, pero él, confiando en la sangre del Cordero, ofreció voluntariamente su sangre para la gloria de Cristo. El significado de partida aquí, es como un barco que se ha soltado del muelle; el alma de Pablo navegará en la eternidad.


Las almas clamaban a gran voz pidiendo justicia y venganza. ¡En el cielo existe un fuerte clamor de justicia y venganza! (v.10). Los cristianos, especialmente en estos tiempos, tienden a desarrollar conceptos extra bíblicos acerca de la ira, la justicia y la venganza. Tenemos que analizar muy seriamente nuestras conclusiones y conceptos, ya que esconden una percepción incorrecta acerca la naturaleza de Dios. El soberano Señor del universo es un Dios justo; los mártires usan los términos santo y verdadero, y porque Él es santo y verdadero, Él tiene que juzgar y vengarse o castigar. La justicia y la venganza son totalmente compatibles con la santidad y la fidelidad.

No es dado a los cristianos el vengarse por su propia cuenta. Pablo instruye: “Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mia es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Ro.12:19). La venganza pertenece sólo a Dios y ahora veremos cómo le describe el profeta Nahúm: “Dios celoso y vengador es el Señor; vengador es el Señor e irascible, el Señor se venga de sus adversarios, y guarda rencor a sus enemigos” (Nah.1:2).

Hay muchos versículos semejantes en el Antiguo Testamento. Recuerda que Dios es inmudable y estos términos mantienen la misma severidad en el Nuevo Testamento: “Es justo delante de Dios retribuir con aflicción a los que os afligen, y daros alivio a vosotros que sois afligidos, y también a nosotros cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tes.1:6-9).

No hay nada incorrecto ni malo en el hecho de que las almas clamen a Dios por justicia y venganza. Hay algo intrínseco en la naturaleza humana que reclama y espera que se haga justicia. La sociedad sufre cuando los malhechores no son castigados, y la misericordia no puede tomar lugar ignorando la justicia. Por eso, la cruz es vital para el cristiano. Cristo derramó Su sangre para satisfacer la justicia de Dios, para que Dios pudiera mostrar Su misericordia a aquellos que confían en Su castigo, tomando el lugar del suyo. Sin embargo, recuerda una cosa: Las almas claman por venganza en el cielo y no en la tierra. En este mundo, el testimonio cristiano siempre tiene que ser el amor hacia los enemigos: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber” (Ro.12:20).

Las almas vestidas en el cielo son visibles a los ojos de Juan. Él las está mirando mientras reciben sus vestiduras. En el cielo hay descanso para el alma cansada, continuamente abrumada en este mundo. La tierra es un ambiente hostil para el alma renacida y solamente hallará completa paz al llegar a su patria. Aquí sigue el testimonio de Lot, que vivía en Sodoma: “Rescató al justo Lot, abrumado por la conducta sensual de hombres libertinos (porque ese justo, por lo que veía y oía mientras vivía entre ellos, diariamente sentía su alma justa atormentada por sus hechos inicuos)” (2 P.2:7-8).

El martirio es una señal de los últimos tiempos y, mientras nos vayamos aproximando a los tiempos malignos de la Semana 70 de Daniel, podemos esperar una persecución que irá en aumento. Pablo habla de ello a Timoteo y utiliza una palabra griega que se define como difícil, es decir, peligroso, o (según la implicación) furioso; el diccionario griego utiliza el sinónimo… feroz. La causa que produce tal situación es un pueblo que tiene, entre otras muchas características, el ser “amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos… sin amor, implacables… salvajes... traidores" (2 T.3:2-4).

Hace muchos años leí un libro de 379 páginas, llamado “Por su sangre”, de James y Marti Hefley. ¡Es sorprendente ver lo que sus autores declararon! Dijeron que había más gente que había dado sus vidas por Cristo en este siglo que en cualquier otro periodo de la historia. El libro trata sobre los martirios del Siglo XX.

Hablaba del Levantamiento de los bóxeres en China, cerca de principios de siglo. En un año, solamente en 1900, 189 misioneros protestantes y 500 cristianos protestantes nativos fueron asesinados. En Camboya, el 90% de los cristianos fueron martirizados por el Khmer Rouge. Muchos más murieron a manos de los comunistas en otros países. Mientras vivimos en Méjico, muchos cristianos fueron perseguidos y asesinados entre 1964 y 1979. En una ocasión, pude hablar con una familia cristiana en Orissa, India, que se había escondido en la jungla durante la persecución de 2008. Ellos hablaban de muchos cristianos asesinados por multitudes de hindis extremistas. La persecución continúa todavía, especialmente en los países musulmanes, en África y Asia.

El quinto sello tiene que ver con el martirio que todavía está ocurriendo ahora, y las almas en el cielo están esperando “hasta que se complete también el número de sus consiervos y de sus hermanos que habrán de ser muertos como ellos lo habían sido” (v.11). Si vamos a Mateo 24, encontraremos a Jesús hablando sobre el martirio en el mismo orden que está en Apocalipsis: “Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por causa de mi nombre” (Mt.24:9).

El sexto sello: un gran terremoto

Al abrir el sexto sello se produce un cataclismo que parece alterar el estado de todo este planeta. Es causado por uno de los tres terremotos más grandes descritos en el libro de Apocalipsis (vs.12;11:13;16:18-19). El escritor de Hebreos informa: “Él ha prometido, diciendo: Aún una vez más, Yo haré temblar, no solo la tierra, sino también el cielo” (He.12:26). Solamente una vez, en toda la historia de la tierra, ha ocurrido un cambio físico semejante al que vamos a estudiar.

Me estoy refiriendo al tiempo de Noé, cuando Dios hizo llover sobre la tierra por primera vez. A partir de ese momento el sufrimiento en este planeta adquirió nuevas dimensiones: “Se rompieron todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas del cielo fueron abiertas. Y cayó la lluvia sobre la tierra por cuarenta días y cuarenta noches” (Gé.7:11-12). Todas las montañas quedaron cubiertas por el agua. La población humana fue reducida a ocho personas y cada especie de animal, ave e insecto, fue reducida a un par, macho y hembra, excepto los animales y aves limpios, de los cuales hubo siete de cada uno de ellos.

Sin embargo, recuerda siempre que aún los juicios de Dios tienen un propósito positivo que, al final, se cambiarán en el cumplimiento de Sus bendiciones eternas. Si no fuera por el horror de la cruz no existiría una resurrección ni vida eterna provista para el que desea (Ap.22:17). Cuando el Creador/Hombre entregó Su espíritu, hubo un terremoto; el sol se oscureció y las rocas se partieron. Después del diluvio, y por primera vez, apareció un arco iris en el cielo con la promesa de que Dios jamás mandaría otra inundación mundial de esas características.

Cuando estudiamos acerca del Milenio, vemos un estado peculiar en las condiciones meteorológicas; menos luz del sol y de la luna. Ya me he referido a este versículo en un capítulo anterior: “Entonces la luna se abochornará y el sol se avergonzará porque el Señor de los ejércitos reinará en el monte Sion y en Jerusalén…” (Is.24:23). Quizás sean estos horrendos terremotos los que provean a la tierra las condiciones milenarias. Así como después del diluvio la duración de la vida se redujo, quizás las condiciones que halla después del terremoto hagan que se incrementen los años de la vida humana.

Joel profetizó: “El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y terrible” (Joel 2:31). No es el propósito de la Biblia hablar de acuerdo a la ciencia, sino que habla al hombre común desde el punto de vista terrenal, tal y como él lo puede observar. Las estrellas pueden ser cuerpos celestiales, grandes y pequeños, según la definición bíblica. De pequeños hablábamos de “estrellas fugaces”, aunque más tarde aprendimos que, en verdad, eran meteoritos que caían ardiendo al entrar en la atmósfera de la tierra. Así, el versículo 13, nos habla de una lluvia de meteoritos como el mundo jamás ha visto. Quizás sea su gran tamaño y el poder de su impacto sobre la tierra lo que causará la alteración de las condiciones físicas de la tierra.

Para entender la metáfora: “Como la higuera deja caer sus higos verdes al ser sacudida por un fuerte viento”, tenemos que ir a Oriente Medio para obtener su significado. La metáfora tipifica la realidad de las “estrellas fugaces”. Aparentemente, los higos pueden formarse y quedar en el árbol durante los meses de invierno, sin madurar, pero, al soplar los vientos de la primavera, caen al suelo con mucha facilidad. Aunque algunos comentaristas intentan espiritualizar esta espantosa ocurrencia, John Wesley vio el terremoto de Apocalipsis 16:18 literalmente: “Un gran terremoto, como jamás ha sido observado sobre el mundo – por hablar así, tiene que ser un terremoto literal, no figurativo”.

El cielo, como lo conocemos ahora, no será visto más así, desde un punto de vista terrenal. El drástico deslizamiento de las placas tectónicas de la tierra causará un terremoto desconocido en la historia; las montañas caerán y las islas se moverán de su actual posición de latitud y longitud (v.14). Sólo podré comentar hasta aquí, porque la escena descrita me deja perplejo. Lo que sí sé es que, el Creador omnipotente, como aprendo de Él en Isaías 40, lo hará fácilmente, e incluso, todavía dejará suficiente orden físico como para que los hombres continúen existiendo.  

Los últimos tres versículos nos relatan la reacción de la población cuando el cielo y la tierra sean estremecidos. Especialmente, enfatiza a los políticos y militares, a los altos y poderosos, a los que poseen propiedades y riquezas, y a todas las personas influyentes de la sociedad. El propósito del pasaje es demostrar que nadie podrá escapar del desastre ni del temor que traerá. El esclavo también es mencionado, porque él depende del estado y la seguridad dados bajo su amo (v.15).  

Todos están apresurándose, buscando donde esconderse. ¿De qué están escapando? No están huyendo de la muerte u otros daños causados por las catástrofes. De hecho, invitan a la muerte a alcanzarles, rogando a los montes y a las peñas que caigan sobre ellos. Cuando llegue el fin de la época en la que vivimos, no estarán corriendo de algo, sino de Alguien… ¡Alguien más temible que la muerte! Escucha su petición: “Caed sobre nosotros y escondednos de la presencia del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque ha llegado el gran día de la ira de ellos, ¿y quién podrá sostenerse?” (vs.16-17)

Algunos dicen que no hay ateos entre los soldados en el campo de batalla. Sin embargo, esta demostración supera la ferocidad de cualquier frente de batalla. La realidad de Dios será tan evidente que no quedará ninguna persona ajena e insensible a ella. El ateísmo será borrado de la tierra y la única religión que los hombres reconocerán será el cristianismo. Despertarán a la verdad de un Dios viviente y esa convicción dominará absolutamente sus almas.

Otra convicción que les superará es Su atributo de ira; no habrá escape para ellos. Verán que son el objetivo de la ira divina y que Su juicio está estremeciendo el cielo y la tierra. El concepto de un Dios tolerante, irresoluto, permisivo y sumiso no existirá más sobre este planeta.

Permitamos que Warren Wiersbe nos explique la naturaleza del Gobernante entronado y del Cordero que fue inmolado: “La frase, ‘ira del Cordero’, nos parece una paradoja. ‘Ira del león’ sería más congruente. Estamos tan acostumbrados a enfatizar la mansedumbre y benignidad de Cristo (Mt.11:28-30) que nos olvidamos de Su santidad y justicia. El mismo Cristo que dio la bienvenida a los niños, también expulsó a los mercaderes del templo. La ira de Dios no es como la rabieta de un niño, ni como el castigo infligido de un padre impaciente. La ira de Dios es la evidencia de Su amor santo por todo lo que es correcto y Su aborrecimiento santo hacia todo lo que es malo. Solamente una persona blanda y sentimental quisiera adorar a un Dios que no trate justamente con la maldad en el mundo”. Esto es muy cierto, Sr. Wiersbe, ¡pero el mundo hoy en día está repleto de ellos y, desgraciadamente, muchos tras los púlpitos de las iglesias!

El séptimo sello: el silencio

Tendremos que esperar hasta el capítulo 8 para observar al Cordero abrir el séptimo sello, aunque vamos a citar y ver brevemente el versículo: “Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo como por media hora” (8:1). Supongo que podemos concluir que tras el séptimo sello hay un silencio celestial. Este no es menos asombroso que todas las actividades, escenas y sonidos del salón del trono. De repente, los truenos, las tempestades, las voces, la alabanza y la adoración cesan; a cambio, ¡un silencio temible y sobrenatural!

El ojo despejado de un huracán,
visto de un avión meteorológico
Será algo semejante a lo que sucede cuando un avión entra en un huracán con su turbulencia tremenda, pero, sin embargo, al llegar al “ojo” del huracán, experimentan una calma total, aunque no por mucho tiempo. De repente, el avión entra de nuevo en la turbulencia. Juan calcula cómo pasa el tiempo en su visión. Significa que no representa un periodo exacto, sino solamente una pausa con ansiosa expectación en la agenda del cielo. El libro, antes sellado, está ahora completamente abierto. ¿Qué es lo que seguirá? Los espectadores no están distraídos; están totalmente atentos. Todos perciben que los juicios seguirán. Volveremos pronto a esta escena, después de estudiar el capítulo 7.


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