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Lowell Brueckner

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Los que entran al templo

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 Capítulo 7 

  Enseñanza falsa por profetas falsos

1. Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor, diciendo: 

     2. Párate a la puerta de la casa del Señor y proclama allí esta palabra, y di: «Oíd la palabra del Señor, todos los de Judá, los que entráis por estas puertas para adorar al Señor». 

3.    Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Enmendad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar. 

4.      No confiéis en palabras engañosas, diciendo: «Este es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor». 

5.      Porque si en verdad enmendáis vuestros caminos y vuestras obras, si en verdad hacéis justicia entre el hombre y su prójimo, 

6.      y no oprimís al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni derramáis sangre inocente en este lugar, ni andáis en pos de otros dioses para vuestra propia ruina, 

7.      entonces os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre.

8.      He aquí, vosotros confiáis en palabras engañosas que no aprovechan,

* Versión LBLA.

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!”, lamentaba Jesús (Lc.13:34). Este es el tercer mensaje que tenemos en el libro, predicado al principio del reinado de Joacim, y está conectado con el capítulo 26, que estudiaremos más adelante. Joacim fue hijo del buen rey Josías y fue puesto sobre el trono de Jerusalén por el rey de Egipto. Fue un rey malo y Jeremías estaba arriesgando su vida al dar este mensaje, pero tenía que hablar mientras existiese alguna posibilidad de que el pueblo le oyera (Jer. 26:3).

 El Señor envió a Jeremías desde su pueblo natal de Anatot a Jerusalén para empezar su ministerio profético. Al principio de este capítulo el Señor le manda ponerse en el atrio del templo de la ciudad, durante la celebración de una fiesta religiosa. Él se dirige a la multitud que viene a congregarse de los alrededores, asistiendo fielmente a la casa del Señor, mientras continúan con sus prácticas opresivas (v.2). Una vez más, el Dios de toda esperanza y misericordia ofrece una manera de escapar del castigo venidero, si es que se arrepienten (v.3).

 No importa si es el Antiguo Testamento o el Nuevo, los dos muestran claramente que la salvación empieza cuando hay arrepentimiento. Juan Bautista preparó el camino para Jesús y el evangelio predicando acerca del arrepentimiento. Jesús comenzó Su ministerio en Galilea, “predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mc.1:15). En el día de Pentecostés, Pedro predicó el primer mensaje apostólico en el libro de los Hechos. Los judíos, compungidos de corazón por la convicción del Espíritu Santo, al abrir sus ojos al hecho de que habían crucificado a su Mesías, preguntaron: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” La primera palabra con la que respondió Pedro fue: “Arrepentíos” (Hch.2:37-38).

Un ministerio verdaderamente profético no compromete su mensaje y no evita hablar en lugares públicos donde se congregan las masas. Es imperativo que el pueblo sea avisado. Dios ha enviado a Jeremías y le está respaldando. Los falsos profetas son populares en el mundo, por eso, con más razón, el hombre de Dios tiene que ser fiel y hablar la verdad entre ellos. Ahora, vamos a ver el daño provocado por hombres y falsos profetas con aspiraciones populares. 

 

 Los falsos profetas se ganan el cariño del público presentándole enseñanzas cómodas, pero falsas. En este capítulo habla de cómo estaba circulando una doctrina que supone que Dios protegerá Su templo contra todos los peligros porque ha sido elegido el centro de la adoración en Israel. El Reino del Norte fabricaba imágenes y lugares para la adoración, según les convenía, pero Dios había hablado a favor de Jerusalén y su templo; por eso la enseñanza sonaba algo verídica en cuanto a la elección de Dios y Su poder para proteger, pero su mensaje fue aplicado de forma incorrecta; fue un error y un engaño.

Cuando la multitud pasó por los atrios del templo, Jeremías desafió esa creencia. No hacía muchos años, Ezequías había quitado el oro de las puertas del templo sin que el Señor interviniera, y se lo dio a un tirano poderoso para que no atacara Judá (2 R.18:16). Jeremías sabía que el dicho sobre, ¡templo de Jehová, templo de Jehová es este!, fue una supuesta mentira y que el santuario había sido destinado a la destrucción (v.4).

 El Señor estaba mucho más preocupado por los caminos y las obras del pueblo que por la seguridad del edificio. Las obras son el producto de sus caminos. El problema más profundo de su ser son los caminos en los que se ha acostumbrado a andar.  Al hablar de “la manera en la que hacemos las cosas”, estamos refiriéndonos a nuestros caminos, lo que hacemos para llevar a cabo nuestras metas. El Señor demanda que Su pueblo corrija sus caminos. Me preocupa el hecho de que la iglesia de hoy a menudo intenta utilizar las maneras, es decir los caminos del hombre, para hacer la obra del Señor. Esas maneras jamás traerán resultados eternos, celestiales o espirituales. Entre los líderes de Israel se manifestaba una injusticia en los asuntos judiciales; en cómo juzgaban entre el hombre y su prójimo (v.5). Sus maneras oprimían al extranjero, al huérfano y a la viuda, y condenaban al inocente, derramando su sangre. Pero lo peor de todo es que invocaban el socorro de dioses falsos (v.6).  

 Mientras la gente entra en el templo, Jeremías les dice que el arrepentimiento y enmendar sus caminos los llevará a la salvación; que pueden apropiarse, si quieren, de las promesas perpetuas, dadas a sus patriarcas (v.7). Por medio del arrepentimiento todavía están a tiempo de poder escapar de la segura calamidad venidera, no por las maneras erróneas de los falsos maestros que producían una confianza vana (v.8), sin resultados.

 Los pecadores que entran al templo

9.      para robar, matar, cometer adulterio, jurar falsamente, ofrecer sacrificios a Baal y andar en pos de otros dioses que no habíais conocido. 

10.  ¿Vendréis luego y os pondréis delante de mí en esta casa, que es llamada por mi nombre, y diréis: «Ya estamos salvos»; para luego seguir haciendo todas estas abominaciones?

11.  ¿Se ha convertido esta casa, que es llamada por mi nombre, en cueva de ladrones delante de vuestros ojos? He aquí, yo mismo lo he visto —declara el Señor.

12.  Ahora pues, id a mi lugar en Silo, donde al principio hice morar mi nombre, y ved lo que hice con él a causa de la maldad de mi pueblo Israel. 

13.  Y ahora, por cuanto habéis hecho todas estas obras —declara el Señor— y a pesar de que os hablé desde temprano y hablando sin cesar, no oísteis; os llamé, pero no respondisteis, 

14.  haré con la casa que es llamada por mi nombre, en la cual confiáis, y al lugar que di a vosotros y a vuestros padres, como hice con Silo. 

15.  Y os echaré de mi presencia, como eché a todos vuestros hermanos, a toda la descendencia de Efraín.

16.  En cuanto a ti, no ruegues por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni intercedas ante mí, porque no te oiré. 

17.  ¿No ves lo que ellos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? 

18.  Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, las mujeres preparan la masa para hacer tortas a la reina del cielo, y derraman libaciones a otros dioses para ofenderme. 

19.  ¿Me ofenden a mí? —declara el Señor— ¿No es a sí mismos que se ofenden para su propia vergüenza?

Piensa en los millones de personas que confían fielmente en religiones vanas, aprendidas de sus padres y la sociedad que les rodea, que les conduce ciegamente por esta vida y hacia un destino de condenación eterna. Una mujer en el congreso de los Estados Unidos fue acusada de aborrecer a un adversario, y contestó: “No puedo aborrecer; soy católica”. Fue muy evidente para muchos que su religión no la había librado del aborrecimiento. El presidente de los Estados Unidos también profesa ser católico. Recientemente visitó al Papa en el Vaticano, quien le aseguró, según dijo el presidente, que puede seguir tomando la hostia, aunque, contra los principios católicos, favorezca el aborto de bebés en el seno de sus madres. Quizás le sea permitido practicar el rito, pero jamás experimentará la comunión con Jesucristo en Su mesa, mientras conduzca a innumerables multitudes a romper el Sexto Mandamiento: “No matarás”. En el día de juicio, el mandamiento tendrá mucho más peso y autoridad que el permiso del Papa.

 Jeremías predicó los Diez Mandamientos (los cuales voy a enumerar en este párrafo) a la gente pecadora que iba y venía al santo lugar, dejando tras ellos mandamientos quebrantados: Vosotros robáis (8º), matáis (6º), adulteráis (7º), juráis falsamente (9º), ofrecéis incienso a Baal (2º) y andáis tras dioses extraños (1º). Él no les está dando su opinión ni midiendo su pecado con la medida de la sociedad, sino que va directamente a la Ley de Dios, la última autoridad, demostrándoles que la han quebrantado miserablemente (v.9). Son criminales ante los ojos de Dios. “El pecado es infracción de la ley¨ (1 Jn.3:4), y “por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Ro.3:20).

 Salomón escribió acerca de la religión de los impíos: “He visto a los impíos ser sepultados, los que entraban y salían del lugar santo” (Ec.8:10). Dios desafió esta hipocresía: “¿Vendréis luego y os pondréis delante de mí en mi casa, que es llamada por mi nombre, y diréis: “Ya estamos salvos”; para luego seguir haciendo todas estas abominaciones? (v.10). Este versículo expresa otra falsa conclusión, pensando que, por los sacrificios hechos por sus pecados, tenían plena libertad para seguir pecando. Hay un punto de vista semejante en este tiempo de gracia que intenta hacer creer que no hay por qué temer el pecado, porque Dios nos seguirá perdonando. Es una falsa pretensión de falsos maestros en nuestros tiempos, como en el tiempo de Jeremías. ¿Enseñamos la doctrina de Pablo en Romanos 6?... “Porque los que hemos muerto al pecado ¿cómo viviremos aún en él?” (Ro.6:2).

 ¡Fíjate lo que tenemos en el versículo 11! Es el Espíritu de Cristo en la profecía, hablado por medio de Jeremías, por lo que vio en el templo de Salomón. Jesús utilizó esta misma palabra, una cueva de ladrones, por lo que vio en el templo de Herodes. ¡Tengamos por seguro que, prácticas semejantes en la iglesia, son observadas delante del trono del Omnisciente cuando los hombres hacen negocio con las cosas de Dios! 

 ¿Cuántas veces apunta la Biblia hacia la historia? En el versículo 12, el Señor recuerda a Su pueblo de Silo, entre Betel y Siquem, donde Josué levantó el tabernáculo. ¿Qué nos enseña esta historia? El sitio fue abandonado para siempre en el tiempo de Elí y sus dos hijos, entregados a la glotonería y al adulterio cuando eran sacerdotes (Sal.78:59-60). Así el Señor destruyó el argumento de que Él protegería Su templo en Jerusalén. Nabucodonosor, sí, destruyó el templo de Salomón, y el templo de Herodes también fue destruido después de que el Mesías fuera crucificado. Los que no aprenden de la historia son destinados a repetirla. Es una ley irrevocable.

 Es imposible que Israel reclame la inocencia, porque Dios les había dado bastantes avisos. Como acaba de terminar con el engaño sobre la protección divina para el templo, la profecía acabará con cualquier excusa en cuanto a una falta de información sobre el peligro de su pecado. El Señor ha sido fiel, no solamente a Israel, sino a todo el mundo, desde Edén hasta Jerusalén: “Os hablé desde temprano y sin cesar, no oísteis, y os llamé, y no respondisteis” (v.13). Y así continúa la historia…el hombre es descubierto como un pecador culpable que ha quebrantado cada ley de Dios y rechazado tercamente cada esfuerzo del Señor por alcanzarlo para hacerle bien. Por tanto, se repetirá el mismo abandono que en Silo (v.14).

 El rey Ezequías declaró que el Señor echó tras Sus espaldas todos sus pecados (Is.38:17) y un principio divino nos enseña que, ¡el Señor no mira para atrás! Sin embargo, cuando una persona ama su pecado y se aferra a él, este será echado con su pecado fuera de Su presencia (v.15). Esta maldición incluye a toda la tribu de Efraín, declara el Señor. Nadie debe asombrarse ni argumentar sobre el gran número de condenados: “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Ro.3:4). Jesús enseñó que, relativamente, pocos serían salvos, así es que debes asegurarte de no estar del lado de la mayoría. Sería totalmente justo si Dios echara a todas las naciones al infierno, sin excepción, por el motín mundial contra el Creador. El sacrificio de Cristo para salvar a la humanidad, y la gracia y misericordia de Dios, son dádivas totalmente inmerecidas.

 Dios dice a Jeremías que no interceda por Su misericordia en esta situación (v.16); el Nuevo Testamento también dice que hay cosas por las cuales el cristiano no debe orar: “Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida” (1 Jn.5:16). Dios sabe cuándo algo no tiene remedio y no recibe oraciones por ello. Yo no sé ninguna otra condición en la que uno pueda estar que me produzca más temor. ¿Puede una persona ver lo horrible que es el pecado y cómo Dios lo ve? Seguramente no pueda verlo con la visión perfecta de Dios, pero debe hacer todo lo posible, especialmente si quiere ser Su representante delante de los hombres. 

En el versículo 17, el Señor desafía a Jeremías a ver lo que Él ve: “¿No ves lo que éstos hacen?”. Él ilustra cómo los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego y las mujeres amasan la masa en honor a la reina del cielo. Podemos observar incluso a los niños involucrados en la idolatría. Yo he dicho a algunos jóvenes que darán cuentas a Dios por participar en pecados que se cometen o practican en sus hogares. Una de nuestras hijas me dijo que su hija a veces habla a sus padres sobre lo que están viendo en la televisión. ¡Que Dios la bendiga! No es rebelión contra su autoridad, sino temor de Dios. Está ayudando a su familia a evitar cosas que provocarían al Señor a la ira, y sus padres lo aprecian (v.18).

 Lo que Judá hace contra Dios no le moverá ni medio centímetro de la soberanía de Su trono, sino que son ellos, la nación, quienes se están encaminando hacia su propia autodestrucción. Todos los hombres están en este camino. El Cristo glorificado llamó a un fariseo en el camino a Damasco porque estaba persiguiendo a la iglesia: “Saulo, Saulo… dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hch.9:5). Mira bien los hábitos del ser humano y verás cómo está cometiendo un suicidio lento: Cubre sus pulmones con una capa de nicotina, ahoga su hígado con alcohol, expone su cuerpo al SIDA por pincharse con agujas sucias, quebranta leyes sin número para poder matarse en las carreteras, etc., todo esto sólo por poner algunos ejemplos (v.19).

 Los derechos del Creador

20.  Por tanto, así dice el Señor Dios: He aquí, mi ira y mi furor serán derramados sobre este lugar, sobre los hombres y sobre los animales, sobre los árboles del campo y sobre el fruto de la tierra; arderá y no se apagará.

21.  Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Añadid vuestros holocaustos a vuestros sacrificios y comed la carne. 

22.  Porque yo no hablé a vuestros padres, ni les ordené nada en cuanto a los holocaustos y sacrificios, el día que los saqué de la tierra de Egipto. 

23.  Sino que esto es lo que les mandé, diciendo: «Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y andaréis en todo camino que yo os envíe para que os vaya bien». 

24.  Mas ellos no escucharon ni inclinaron su oído, sino que anduvieron en sus propias deliberaciones y en la terquedad de su malvado corazón, y fueron hacia atrás y no hacia adelante. 

25.  Desde el día que vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta hoy, os he enviado a todos mis siervos los profetas, madrugando cada día y enviándolos. 

26.  Pero no me escucharon ni inclinaron su oído, sino que endurecieron su cerviz e hicieron peor que sus padres.

La humanidad es la creación de Dios y no tiene derecho a autodestruirse. Fue creada para la gloria de Dios y si pasa la vida cumpliendo cualquier otro papel, está robando de Dios Su propósito por haberla creado. “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap.4:11). Por eso, Dios promete reaccionar con ira y furor contra Israel (v.20). Sus atributos son infinitos y llevarán una destrucción infinita. En los últimos tiempos, Él derramará Sus copas de ira sobre toda la creación.

Recordemos que este es un mensaje para el que asiste al templo, trayendo sus sacrificios y ofrendas ante los sacerdotes. Él piensa que Dios lo requiere de él, pero El Señor le recuerda de su liberación de la esclavitud de Egipto. En ese tiempo, las leyes sacrificiales no existían todavía (v.22). Lo que Él deseaba, desde un principio, era una relación con Su pueblo y así poder enseñarle todos Sus caminos (v.23). Lo que está aclarando es que los sacrificios no fueron la base del servicio para Jehová, sino prestar atención a Su voz y andar en Sus caminos, para su propio bienestar. Este principio fue entendido siempre en su historia. Por ejemplo, Samuel preguntó al rey Saúl: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová?” El mensaje de Samuel estaba muy de acuerdo con el de Jeremías: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1 S. 15:22).

 Básicamente, hay solamente dos caminos para la humanidad: El camino del hombre o el camino de Dios. La sabiduría de Proverbios nos habla dos veces del engaño del corazón humano, en los capítulos 14:12 y 16:25: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” … y siempre es así. Él tiene que abandonar sus caminos para poder caminar con Dios.  Siguiendo sus propios caminos el hombre se aleja más y más de su Creador. El versículo 24 dice que camina “hacía atrás”. Lo que parece ser progreso, solamente tiene que ver con las cosas superficiales y temporales, pero en los asuntos importantes, moral y espiritualmente, camina hacia atrás y fracasa totalmente. Oímos los resultados en las noticias diariamente. Es una historia de desastres y destrucción, entre individuos y entre naciones. Hoy en día al hombre no le es suficiente con estar involucrado en los pecados “normales”, sino que ya practica una perversión nauseabunda y sin sentido. Da la vuelta a todo, exactamente como el Señor se lo declaró a Jeremías: “Fueron hacia atrás y no hacia adelante”.

 Moisés fue un profeta de Dios desde el momento en que Israel salió de Egipto y en el desierto. Dos párrafos atrás, mencioné el ministerio profético de Samuel al rey Saúl. David mismo fue un profeta que se comunicaba con, al menos, dos profetas más que le ayudaron inmensamente en su reino. Después leemos de Elías y Eliseo y, no mucho tiempo antes de Jeremías, Isaías profetizó palabras maravillosamente claras acerca del cielo (v.25).

 Es imposible culpar a Dios por no avisar a Su pueblo, pero su terquedad y rebelión constantes son asombrosas. Generación tras generación seguían empeorando (v.26). El propósito de recordarnos toda la historia de Israel no es para culparles más que a las demás naciones. Es la historia de la condición del corazón de todos los hombres y es una revelación horrible. Por eso, muchos rehúsan escucharlo o intentan minimizarlo.

 Pero pregunto: ¿Cómo puede ser que un pretendido estudiante de las Escrituras y pastor de miles de personas, como es Rob Bell, escriba que el castigo eterno de Dios ¡es desproporcionado con el pecado del hombre!? En un ambiente espiritual claro, producido por los avivamientos, los pecadores han clamado: “¡El infierno es demasiado bueno para mí!” Con solamente siete palabras, esta es la conclusión correcta y mucho más sabia que el engaño maligno de Rob Bell. Sí, dije maligno, amigo mío, porque insulta a la santidad infinita de Dios y degrada el sacrificio de Cristo. Nada menos que la cruz pudo remediar el pecado infinito del hombre. 

¿Por qué existe este libro?

27.  Les dirás, pues, todas estas palabras, mas no te escucharán; los llamarás, y no te responderán. 

28.  Entonces les dirás: «Esta es la nación que no escuchó la voz del Señor su Dios, ni aceptó corrección; ha perecido la verdad, ha sido cortada de su boca.

29.  Córtate el cabello y tíralo, y entona una endecha en las alturas desoladas; porque el Señor ha desechado y abandonado a la generación objeto de su furor».

30.  Porque los hijos de Judá han hecho lo que es malo ante mis ojos —declara el Señor—, han puesto sus abominaciones en la casa que es llamada por mi nombre, profanándola.

31.  Y han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle de Ben-hinom, para quemar a sus hijos y a sus hijas en el fuego, lo cual yo no mandé, ni me pasó por la mente.

32.  Por tanto, he aquí vienen días —declara el Señor— cuando no se dirá más Tofet, ni valle de Ben-hinom, sino el valle de la Matanza; porque enterrarán en Tofet por no haber otro lugar. 

33.  Y los cadáveres de este pueblo servirán de comida para las aves del cielo y para las bestias de la tierra, sin que nadie las espante. 

34.  Entonces haré cesar de las ciudades de Judá y de las calles de Jerusalén la voz de gozo y la voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia; porque la tierra quedará desolada.

“Tú, pues, les dirás todas estas palabras…” Pienso, que sobre todo lo que hemos visto en este capítulo, esta es la razón por la que Dios llamó a Jeremías a su ministerio. El hombre debe saber la severidad de su castigo, la inmensidad de su pecado, la profundidad de su engaño y la bondad y la paciencia de Dios al llamarle al arrepentimiento por medio de los profetas, vez tras vez (v.27). Israel es solamente una nación entre todas las del mundo que rechazan continuamente a su Creador y Su palabra. La humanidad seguirá hasta el tiempo del fin, engañando y siendo engañada, impenitente durante la Gran Tribulación, y andando tras el diablo que será soltado después del reinado justo de Cristo sobre la tierra (v.28).

 La señal de una tristeza extrema entre los judíos era rasurar su cabeza, y es especialmente una señal apropiada para un profeta llorón. Debe mostrar su pena en su persona y rasurarse el cabello. También debe escoger un lugar desolado para el luto. Nada puede ser más triste: “Jehová ha aborrecido y dejado la generación objeto de su ira”. Como hemos aprendido, ellos entran en la casa del Señor para profanarla con abominaciones hipócritas (v.30). Mientras tanto, construyen los lugares altos de idolatría e incluso sacrifican su propia carne y sangre en el valle del hijo de Hinom. La crueldad y dureza de corazón es inconcebible. Es el punto más lejano de la voluntad de Dios, de hecho, Dios dice, que el acto “ni subió en mi corazón” (v.31); y mucho menos Él lo mandaría.

 Israel pagó caro por medio de la mano de Nabucodonosor, cumpliendo, literalmente, esta profecía (vs.32-33). Sin embargo, hay otra matanza por delante en la Batalla de Armagedón. Allí les espera un destino peor a todas las naciones de la tierra. En el mismo lugar de que habla este libro de Jeremías, el libro de Apocalipsis habla de que la sangre alcanzará los frenos de los caballos (Ap.14:20) y aves carnívoras, sin número, no solamente no serán espantadas, como dice el versículo 33, sino que serán llamadas a una fiesta de cadáveres (Ap.19:17-18).

 Mientras la multitud festeja en el atrio del templo, Jeremías profetiza que toda clase de fiestas cesarán pronto en las calles de Jerusalén. El gran gozo de una boda ya no se experimentará, sencillamente porque los novios no existirán en la nación. Todas las ciudades de Judá serán desoladas (v.34). Pienso otra vez en la señora de Borovo que dio testimonio de la falta del piar de un solo gorrión en su pueblo. Los ciudadanos comunes descubrieron cadáveres al buscar alimento entre las ruinas. Yo mismo vi una película en la que los brazos y las piernas saltaban de los cuerpos, golpeados por la metralla, mientras la gente corría en busca de albergue. Una terrible y profunda depresión cayó sobre los residentes que no murieron en la devastación de su ciudad.

 El lamento del joven Jeremías se entiende fácilmente. “Oh, Señor, te rogamos, ¡extiende Tu paciencia y misericordia un poco más! ¿No sería posible vivir, una vez más, un mover potente de convicción del Espíritu Santo que llevara a muchos al arrepentimiento? ¿No podríamos regocijarnos junto a ellos con el gozo inefable por su salvación? Conmueve a Tu pueblo a la oración intensa y ferviente, y permite que sus oraciones alcancen Tu trono una vez más. Pido esto para la gloria de Jesús y el galardón de Sus sufrimientos. Amén.”

 

 

 

 

 

 


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