Entradas Recientes
Lowell Brueckner

Ingrese su dirección de correo electrónico:


Entregado por FeedBurner

Rendirse a Nabucodonosor

Etiquetas:

  


Capítulo 27

Coyundas y yugos

      1.      En el principio del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: 

       2.      Jehová me ha dicho así: Hazte coyundas y yugos, y ponlos sobre tu cuello; 

       3.      y los enviarás al rey de Edom, y al rey de Moab, y al rey de los hijos de Amón, y al rey de Tiro, y al rey de Sidón, por mano de los mensajeros que vienen a Jerusalén a Sedequías rey de Judá. 

4.      Y les mandarás que digan a sus señores: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Así habéis de decir a vuestros señores: 

 Quizás recuerdes cómo empecé el capítulo 24, comentando sobre la necesidad del profeta de poder ver y sentir, clara y profundamente, el sentido de su mensaje antes de entregárselo al pueblo. El primer versículo de este capítulo declara que Jeremías recibió esta palabra del Señor al principio del reinado de Joacim. El versículo 3 habla de los mensajeros que llegaron de otras naciones al rey Sedequías, evento que ocurrió varios años más tarde.

 Algunos comentaristas, e incluso algunas versiones de la Biblia de tanta fama como la English Standard (la versión Inglesa Estándar), piensan que, a lo mejor, algún escriba cometió el error de escribir Joacim, en lugar de Sedequías, en el primer versículo. Creo que para resolver un pasaje difícil lo último que debemos considerar es que la Palabra inspirada pueda contener algún error. Otros dicen que Jeremías hizo los yugos en el tiempo del primer rey, pero que no se los entregó a los mensajeros hasta el reinado de Sedequías. Prefiero aplicar otra vez el principio del capítulo 24, que el profeta tenía que digerir primero la profecía sobre rendirse a Nabucodonosor por un largo periodo de tiempo. Calvino tampoco veía ningún error en la transcripción, sino que comenta: “(La profecía) fue depositada por largo tiempo en el seno del profeta para que, por medio de ella, fuese consolado para poder soportar mientras las pruebas de su carrera profética.”  Al menos, estas son dos explicaciones del porqué Dios habló Su palabra años antes de que el profeta tuviera que entregársela a las personas involucradas.

 Sea cual fuere la razón por la cual Dios determinó que fuera como lo leemos ahora, con una diferencia entre los versículos 1 y 3, lo que más nos importa a nosotros es estudiar el corazón del mensaje. Una vez más, Jeremías debe simbolizar su profecía, y ahora el Señor le instruye cómo hacer coyundas y yugos. Por supuesto, un yugo era puesto sobre el cuello de dos bueyes para unirlos mientras trabajaban juntos, que además servía para engancharlos a un objeto, como un arado, del cual tenían que tirar. Las coyundas, simplemente, unen la parte de abajo con la parte de arriba del yugo. Jeremías tiene que hacerse uno para sí mismo, para representar personalmente las ligaduras futuras al emperador de Babilonia. Después tiene que hacer otros y tenerlos preparados para presentárselos a los embajadores de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón, para llevárselos a sus reyes, mientras Jeremías llevará el suyo a Jerusalén. 

 

 Los dignitarios llegan a Jerusalén desde estas naciones vecinas, dos del norte y tres del este, formando una alianza para defenderse, precisamente, de Nabucodonosor (v.3). De nuevo Jeremías se halla en una posición impopular; su palabra, de parte de Dios, es un insulto directamente contrario a las intenciones oficiales. El profeta también es un embajador, pero del Reino de Dios, y expresa la voluntad y el propósito de su Señor. Su oficio es inmensamente prestigioso, y excede de manera incomparable al de los embajadores visitantes y al del hospitalario rey en Jerusalén. El profeta está totalmente dentro de su esfera de autoridad delegada. Un mundo sin temor de Dios, que rehúsa reconocer Su autoridad, no es capaz de reconocer la superioridad de la misión del profeta.

 En 2 Corintios 5:20, Pablo afirma: “Somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” El embajador habla de parte de la autoridad reinante para el bien de su patria, sin expresar su propio deseo u opiniones. De esta manera, recibe completa autorización de su gobierno. Es como si el gobernante mismo hablara por medio del mensajero.

 Es para nuestro enriquecimiento espiritual saber que, lo que es traducido en español como Dios rogase, y un poco más adelante os rogamos, son diferentes verbos en griego. Sí, las dos tienen significados casi iguales, pero yo diría que llevan un significado que la palabra rogar no transmite, algo más allá de una sencilla petición. Creo que estaría más cerca al sentido original decir: “Dios suplica por medio de nosotros; os imploramos en nombre de Cristo.” Lo que Pablo transmite no es algo común entre los dignatarios de este mundo, pero demuestra la sensibilidad, ternura y pasión que hay en el Reino de Dios… Dios y Sus embajadores ¡suplican, imploran!

 Además, Pablo se consideró un “embajador en cadenas” (Ef.6:20), expresión totalmente paradójica. La situación de un preso le posiciona debajo de la dignidad de un ciudadano común, habiendo perdido todos sus derechos y privilegios. Un embajador recibe el más alto respaldo de su gobierno para llevar a cabo su misión. El mundo ve en Pablo a un prisionero; Dios ve a un embajador.

 Jeremías envía a los representantes con los yugos puestos a sus distintas tierras con un propósito diferente al que tenían al llegar. Dios tiene absoluto derecho de dictar Su voluntad sobre estos reyes. Él puede interrumpir sus intenciones e insistir en que se sujeten a las Suyas. Jeremías comparte un mensaje profético para que se lo pasen a sus reyes, que no llegan con un mensaje del rey de Judá, a quien ellos habían ido a consultar, sino con una palabra del Dios de Israel, el Dios de los ejércitos, con una fuerza militar incomparable tras Su palabra (v.4).

 

El mensaje a las naciones paganas

 5.      Yo hice la tierra, el hombre y las bestias que están sobre la faz de la tierra, con mi gran poder y con mi brazo extendido, y la di a quien yo quise. 

6.      Y ahora yo he puesto todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y aun las bestias del campo le he dado para que le sirvan. 

7.      Y todas las naciones le servirán a él, a su hijo, y al hijo de su hijo, hasta que venga también el tiempo de su misma tierra, y la reduzcan a servidumbre muchas naciones y grandes reyes. 

8.      Y a la nación y al reino que no sirviere a Nabucodonosor rey de Babilonia, y que no pusiere su cuello debajo del yugo del rey de Babilonia, castigaré a tal nación con espada y con hambre y con pestilencia, dice Jehová, hasta que la acabe yo por su mano. 

9.      Y vosotros no prestéis oído a vuestros profetas, ni a vuestros adivinos, ni a vuestros soñadores, ni a vuestros agoreros, ni a vuestros encantadores, que os hablan diciendo: No serviréis al rey de Babilonia. 

10.  Porque ellos os profetizan mentira, para haceros alejar de vuestra tierra, y para que yo os arroje y perezcáis. 

11.  Mas a la nación que sometiere su cuello al yugo del rey de Babilonia y le sirviere, la dejaré en su tierra, dice Jehová, y la labrará y morará en ella. 

 Las Escrituras no nos dicen si los embajadores llevaron fielmente a cabo el propósito divino. Sabemos que el Señor de señores es capaz y sabe cómo hacer a las personas actuar de forma contraria a sus deseos. Pero de todos modos, Dios envía Su palabra y la gente es responsable de obedecerla, sin importar cómo reaccionen los hombres. Es un principio divino y, en los días de hoy, el mundo es responsable por las demandas del evangelio, incluso si la iglesia es infiel en cuanto a llevarle su mensaje, o si los que lo conocen no lo reciben. Veamos cómo Cristo expresa a los que iban a rechazarle que tendrán que enfrentar un juicio sobre la base de Su palabra: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Jn.12:48).

 Estudiaremos la forma en la que Jeremías presenta el mensaje inmutable del Señor a los cinco reyes. El Señor se les aproxima como su Creador, y por Sus derechos como tal, le pertenecen a Él, quien les formó para conformarse a Su voluntad y placer. Veinticuatro ancianos en el cielo caen delante de Él y expresan la verdad celestial: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap.4:11).

 Al tratar con Nabucodonosor, involucrará, no solamente a cada hombre, sino también a los animales, tanto domésticos como salvajes. Por Su omnipotente poder y Su brazo extendido, la creación existe; es Suya y Él tiene el derecho de dársela a quien quiera (v.5). En aquel tiempo fue Su voluntad y propósito ponerlo todo en manos de Nabucodonosor. El gran emperador es sencillamente un siervo de Dios, limitado a Su plan. En lugar de que las naciones se rijan independientemente, quedarán bajo el dominio de Babilonia.

Sobre el asunto de dar las bestias al emperador (v.6), Jamieson, Faucett, Brown comenta: “No solamente los caballos para llevar a los soldados caldeos y los bueyes para llevar sus provisiones; no solamente los desiertos, montaña, y bosques, el ambiente donde habitan las bestias salvajes, sino que implica la vasta influencia del Reino de Dios al decir que las bestias mismas se conforman a Su voluntad por medio de un instinto misterioso de su naturaleza.”  Las bestias tienden a responder mejor a su dueño que a los hombres: El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” (Is.1:3).

 El gobierno de Babilonia sobre las naciones permanecerá por tres generaciones. Él que sabe todas las cosas y reina soberanamente sobre los asuntos de los hombres con su perfecta sabiduría, lo juzga necesario en aquellos días. ¿Recuerdas cómo Dios levantó al imperio egipcio y envió a José allí para salvar al mundo de una hambruna? Pero después de que Su propósito se lleve a cabo a través de Babilonia, el Dios que le da hombres y bestias, traerá juicio sobre el imperio, convirtiéndolo en una nación de esclavos (v.7).

 En el tiempo de las profecías de Jeremías, el plan del Señor fue que las naciones se rindieran bajo el yugo de Babilonia, y las que se resistieran con una terquedad obstinada e independiente, serían castigadas. El castigo superará con creces al precio de la perdida de su independencia, porque a los rebeldes les vendrá un asedio seguido por un ataque sin misericordia, terminando con una hambruna y con pestilencias, hasta ser destruidas (v.8).

 Intentando oponerse a los propósitos de Dios, el enemigo viene con un engaño tremendo, usando al mundo religioso como su agente. Recuerda que Dios, como su Creador, está hablando, en este momento, al mundo pagano, que no solamente tiene falsos profetas, sino también adivinos, soñadores, agoreros y encantadores. El mundo espiritual controla el mundo físico, y poderes malignos perturbarán al hombre contra su Dios. Sus líderes espirituales están predicando la resistencia. El Señor dice: “Sujetaos al rey de Babilonia”; ellos dicen: “No le sirváis”. Si Dios dijera: “No le sirváis”, ellos hubieran dicho lo contrario. Así es la naturaleza del reino de las tinieblas, que es la misma del mundo que le sirve (v.9).

 El mundo pagano se ha acostumbrado a su falsa religión, siendo su partidario y defensor a lo largo de los siglos, pero es primordial para su salvación que le den la espalda. Para ellos es extremamente difícil hacerlo, porque está profundamente arraigada en sus vidas y cultura. Temen perderla. Su familia, amigos y todos sus vecinos, son seguidores leales y es probable que les rechacen y les persigan. Por esta razón, algunos predicadores no insisten en que los incrédulos que buscan la salvación se arrepientan y aparten este gran obstáculo de su existencia. ¡Deberían hacerlo!

 Escucha al profeta: “No prestéis oído a vuestros profetas… os profetizan mentira.” El resultado final, es que la pérdida de su alma será mucho más grande que la pérdida de su religión. Jesús fue fiel, como un Amigo para Sus discípulos, cuando ellos tenían que enfrentar decisiones difíciles: “Amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo… pero os enseñaré a quién debéis temer: temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno” (Lc.12:4,5). Sí, Dios mismo hará caer la condenación sobre ellos, y se asegurará de que perezcan (v.10).

 Sin embargo, en el juicio, Dios se acuerda de la misericordia; es Su naturaleza y Él alivia la carga para que el pueblo la pueda llevar. En el caso que estamos estudiando, someterse al rey de Babilonia es lo mismo que someterse a la voluntad de Dios. Promete a las naciones paganas que si ellos se rinden, no les sacará de sus tierras. Tendrán sus hogares, granjas, animales y ciudadanía (v.11).

 

Mensaje al rey, los sacerdotes y el pueblo de Judá

 12.  Hablé también a Sedequías rey de Judá conforme a todas estas palabras, diciendo: Someted vuestros cuellos al yugo del rey de Babilonia, y servidle a él y a su pueblo, y vivid. 

13.  ¿Por qué moriréis tú y tu pueblo a espada, de hambre y de pestilencia, según ha dicho Jehová de la nación que no sirviere al rey de Babilonia? 

14.  No oigáis las palabras de los profetas que os hablan diciendo: No serviréis al rey de Babilonia; porque os profetizan mentira. 

15.  Porque yo no los envié, dice Jehová, y ellos profetizan falsamente en mi nombre, para que yo os arroje y perezcáis vosotros y los profetas que os profetizan. 

16.  También a los sacerdotes y a todo este pueblo hablé diciendo: Así ha dicho Jehová: No oigáis las palabras de vuestros profetas que os profetizan diciendo: He aquí que los utensilios de la casa de Jehová volverán de Babilonia ahora pronto; porque os profetizan mentira.

 Jeremías habla al rey local de Judá, Sedequías, con un mensaje semejante, usando el mismo símbolo de un yugo. Le instruye a someterse en paz al emperador babilónico o si no, habrá consecuencias severas. De la misma manera que avisó a los cinco reyes extranjeros contra sus líderes religiosos, también avisa a Sedequías a no escuchar a los falsos profetas de Jerusalén. El engaño y el error han invadido la religión legítima de los judíos.

Quisiera enfocarme por un momento en el hecho de que el mensaje del profeta es un mensaje de vida (v.12). Como es un siervo de Dios, esto es lo que esperamos de él. El eterno Hijo de Dios bajó a la tierra y el apóstol escribió: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn.1:4). Él vino a dar vida, nueva vida por medio de un nuevo nacimiento, y esa vida trajo la luz de verdad desde el cielo a los hombres: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn.3:3). Igual que cuando nace un niño en el mundo empieza a ver la luz, así la persona que nace de arriba empieza a ver la luz del Reino de Dios.

 Es difícil para un rey entregar la soberanía de su nación, pero para poder salvar la vida de su pueblo, tiene que hacerlo. En este asunto, obedecer a Dios, no solamente lo salvará físicamente, sino también será un beneficio para su vida interior, porque en la obediencia pueden seguir viviendo en su tierra bajo Su bendición. ¿Por qué moriréis?, es una pregunta totalmente razonable, y si los hombres eligen la muerte antes que la vida, se lo atribuiremos a un engaño satánico (v.13). Pero esta es la mentira que los falsos profetas quieren promocionar.

 La artimaña más astuta del enemigo es provocar a los falsos profetas para que mientan en el nombre de Dios. Pregunto, ¿cuántos pastores y sacerdotes lo hacen domingo tras domingo? El engaño más efectivo viene a través de los profetas, que creen totalmente lo que hablan. Piensan que han escuchado al Señor pero, en verdad, están bajo la influencia de los demonios. Los que quieren escapar de la perdición tienen que negar la palabra de los falsos profetas, sin importar lo atractivo que parezca su mensaje (v.14).

 No importa lo sinceros que sean al hablar, ni lo genuinamente que piensen que están ayudando a sus oyentes, la meta del mensaje es que el Señor, que es justo, se opondrá a Su pueblo desobediente. El diablo es quien quiere que le desobedezcan, porque esta persuasión, claramente, no viene de Dios. Después, Dios cumplirá Su palabra contra los desobedientes, como les ha avisado, les conducirá fuera de su tierra, y así se perderán y el diablo habrá ganado su propósito. No solamente los oyentes, sino sus profetas perecerán (v.15). ¡Aprende los caminos del enemigo y “el galardón” que da a sus siervos fieles!

 ¡Cómo implora Jeremías! Él ha escuchado verdaderamente a Dios y está seguro de Su justo castigo contra la desobediencia (vs.16,17). Él sufre al ver el gran engaño que está sobre el pueblo, como una inundación cubriendo la tierra. Él ve la gran ciudad desolada, abandonada por sus habitantes, sus muros destruidos y su templo, histórico y costoso, en llamas. Los ciudadanos están escuchando a los profetas, aceptan sus mentiras, y beberán el vino de la ira de Dios.  

 

Orad por lo que resta

 17.  No los oigáis; servid al rey de Babilonia y vivid; ¿por qué ha de ser desolada esta ciudad? 

18.  Y si ellos son profetas, y si está con ellos la palabra de Jehová, oren ahora a Jehová de los ejércitos para que los utensilios que han quedado en la casa de Jehová y en la casa del rey de Judá y en Jerusalén, no vayan a Babilonia. 

19.  Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos acerca de aquellas columnas, del estanque, de las basas y del resto de los utensilios que quedan en esta ciudad, 

20.  que no quitó Nabucodonosor rey de Babilonia cuando transportó de Jerusalén a Babilonia a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los nobles de Judá y de Jerusalén; 

21.  así, pues, ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, acerca de los utensilios que quedaron en la casa de Jehová, y en la casa del rey de Judá, y en Jerusalén: 

22.  A Babilonia serán transportados, y allí estarán hasta el día en que yo los visite, dice Jehová; y después los traeré y los restauraré a este lugar. 

 El pueblo ha escuchado la profecía de Jeremías y ya ha visto cumplirse su palabra. Nabucodonosor ya ha venido y se ha llevado a su rey, a su madre y a muchos nobles a Babilonia. Al mismo tiempo saqueó muchos de los tesoros del templo. Uno creería que ellos se despertarán a la verdad, que confesarán sus errores y se arrepentirán, pero no es así. Ellos encuentran una manera de continuar ciegamente en el camino de la destrucción. En lugar de aprender de las pérdidas que ya han experimentado, confesar sus errores y salvar lo que resta, sus profetas les hacen creer que en breve todo será recuperado y su rey volverá.

 ¡Oh, amigos míos, vamos a aprender de la malignidad existente en el corazón humano caído! Me deprime pensar sobre el tema, pero tenemos que meditar en ello. Con el conocimiento que tenemos de nuestro potencial hacia el error, tenemos que caer en las manos del Señor y confiar en Él y Su salvación. Declara este antiguo himno:

 Levantaos, levantaos para Jesús,

Levantaos sólo en su fuerza;

Las armas de la carne os fallarán,

No os atreváis a confiar en las vuestras.

Con esta convicción caeremos sobre nuestras rodillas, intercediendo por el estado, sin esperanza, de aquellos que son dirigidos por un corazón engañado. Conociendo la verdad sobre la naturaleza humana, saldremos bajo la unción del Único que puede convencer de pecado, justicia y juicio. En Su poder, insistiremos a los perdidos a que escuchen la Palabra de Dios para poder ser salvos.

 Hoy, más que nunca, debemos ir al mundo revestidos del poder de lo alto, aunque muchos ministros influyentes nieguen un bautismo, post conversión, del Espíritu Santo. Están convenciendo a muchos de que los dones sobrenaturales del Espíritu han cesado. ¡Qué mentiras tan dañinas están creyendo los cristianos! ¡El diablo está regocijándose sobre su victoria en las mentes de los creyentes y está burlándose de un cristianismo impotente!

 Nabucodonosor nunca devolverá lo que ha tomado, como aseguraron los falsos profetas, sino que vendrá para tomar más todavía. ¡Esta es la palabra del Señor! Lo que se ha perdido está verdaderamente perdido. Y si hay un pequeño grano de verdad en los corazones de los profetas, que intercedan para que lo que permanece en el templo, en la casa del rey y en Jerusalén, en general, no sea llevado a Babilonia (v.18).

 Sin embargo, Dios es omnisciente y sabe de antemano que los profetas no reconocerán la verdad ni confesarán haber profetizado falsamente. Aunque ellos no estén dispuestos a retractarse de sus errores, sería dar un pequeño paso en la dirección correcta, si se humillaran e intercedieran al menos por los tesoros que están todavía en posesión de los judíos. No, pero no se doblegarán en lo más mínimo, porque están entregados a creer que Nabucodonosor devolverá sus bienes y a su rey.

 Como consecuencia, lo perderán todo, y Dios lista específicamente sus pérdidas. Nombra las grandes columnas frente al templo, el mar de bronce con sus diez basas que los sacerdotes utilizaban para la purificación, los vasos y utensilios, no solamente del templo, sino de la casa del rey y por todo Jerusalén (v.19). Lo que el emperador no se llevó en su primera invasión a Jerusalén, incluyendo a las personas sobresalientes y sus tesoros nacionales (v.20), se lo llevará a Babilonia en la siguiente expedición militar (v.21).

Ahora sería un beneficio para el lector que leyese el cumplimento de la profecía, del asedio contra Jerusalén por Babilonia y la horrible derrota de Sedequías, porque Jeremías lo cuenta al final de este libro. Menciona las pérdidas de las grandes columnas y, además, el mar de bronce y las basas… todo lo que el Señor predijo, fue tomado. Por supuesto, lo estudiaremos al llegar al capítulo 52.

En el versículo 22, nos demuestra un hecho que sigue siendo verdad a lo largo de todo el libro de Jeremías. La derrota de Judá es brutal y devastadora, pero nunca es absoluta y final. Los judíos recobrarán y serán restaurados en su Tierra Prometida. El Señor irá a por ellos a Babilonia: “Allí estarán hasta el día en que yo los visite, dice Jehová; y después los traeré y los restauraré a este lugar.” Su historia continúa desde este punto hasta el año 70 d.C., al sufrir otro contratiempo a manos del Imperio Romano. Otra vez, pierden su patria y son esparcidos por toda la tierra.   

 El apóstol Pablo declara enfáticamente (además lo leí en mi devocional por la mañana): No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció.” Tampoco lo hizo en el tiempo de Jeremías, ni en el año 70 d.C, y jamás lo hará, porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Ro.11:2,29). Cerca del siglo XX, Él empezó a atraer al judío a Palestina. Después, por primera vez desde el tiempo del profeta Ezequiel, hace unos dos mil quinientos años, Israel, una vez más, se convirtió en una nación soberana el 14 mayo de 1948. Pablo continúa, comparando a Israel con un olivo: “Poderoso es Dios para volverlos a injertar… ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?... y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad” (Ro.11:23, 24, 26). El apóstol también es un profeta y habla de un futuro glorioso que vendrá para Israel.

 

 

 


0 comentarios:

Publicar un comentario