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Lowell Brueckner

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La mentalidad tras la idolatría

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Faraón Hofra (museo Louvre)

Capítulo 44

 

Recordar a los judíos en Egipto la calamidad en Jerusalén

1.      Palabra que vino a Jeremías acerca de todos los judíos que moraban en la tierra de Egipto, que vivían en Migdol, en Tafnes, en Menfis y en tierra de Patros, diciendo: 

2.      Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Vosotros habéis visto todo el mal que traje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá; y he aquí que ellas están el día de hoy asoladas; no hay quien more en ellas, 

3.      a causa de la maldad que ellos cometieron para enojarme, yendo a ofrecer incienso, honrando a dioses ajenos que ellos no habían conocido, ni vosotros ni vuestros padres. 

4.      Y envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: No hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco. 

5.      Pero no oyeron ni inclinaron su oído para convertirse de su maldad, para dejar de ofrecer incienso a dioses ajenos. 

6.      Se derramó, por tanto, mi ira y mi furor, y se encendió en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, y fueron puestas en soledad y en destrucción, como están hoy. 

7.      Ahora, pues, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: ¿Por qué hacéis tan grande mal contra vosotros mismos, para ser destruidos el hombre y la mujer, el muchacho y el niño de pecho de en medio de Judá, sin que os quede remanente alguno, 

8.      haciéndome enojar con las obras de vuestras manos, ofreciendo incienso a dioses ajenos en la tierra de Egipto, adonde habéis entrado para vivir, de suerte que os acabéis, y seáis por maldición y por oprobio a todas las naciones de la tierra?  

      Me parece muy interesante ver la cronología de los eventos que han ocurrido desde el principio de este capítulo, así que, por favor, permíteme repasarla. La cuenta bíblica es muy precisa al fijar la conquista final de Jerusalén en el onceavo año, el mes cuarto y el noveno día del reinado de Sedequías. La fecha de los eventos no es tan precisa en la Historia Mundial, pero seguramente nos ubica dentro del tiempo correcto. Así que, históricamente, Jerusalén fue derrotada entre los años 590-586 a.C.

 Casi inmediatamente después, Nabucodonosor nombró a Gedalías gobernador de Judá, que fue asesinado por Ismael dos meses después. Este se llevó consigo a la gente importante que estaba bajo el cuidado de Gedalías. Los capitanes del ejército de Judá que estaban bajo el liderazgo de Johanán, persiguieron a Ismael y, aunque fracasaron, ya que no consiguieron capturarle, pudieron librar a sus prisioneros. Estas personas, incluidas las hijas del rey Sedequías, se hicieron seguidoras de Johanán. Durante un tiempo, fueron a vivir cerca de Belén, a un lugar llamado Gerutquimam. 


 Desde allí, rechazaron el consejo del Señor dado por medio de Jeremías y se trasladaron a Egipto. No puedo encontrar cuánto tiempo pasó desde que los capitanes, anteriormente del ejército de Sedequías, la nobleza y los ciudadanos comunes de Judá, escucharon a Jeremías hasta que emprendieron su viaje a Egipto. Los capitanes se llevaron con ellos a Jeremías y a Baruc a la fuerza.

 Cronológicamente, en el capítulo 44 está la última profecía que Jeremías entregó al pueblo en Tafnes, Egipto. La pronunció cerca del año 571 a.C., unos quince o veinte años después de la caída de Jerusalén. Mientras, también profetizó a otras naciones antes de ser apedreado en Tafnes (según tradiciones muy confiables) por su propio pueblo, en el año 570 a.C. En el versículo 1, vemos que los judíos se han esparcido por tres lugares más de Egipto, además de en Tafnes: Migdol, cerca del Mar Rojo; Menfis, probablemente el Cairo moderno; y Patros, una provincia al norte de Egipto.

 Creo que a todos nos desconcierta saber que los israelitas se alejaron constantemente de Jehová su Dios para caer en la idolatría. ¿Por qué habrá pasado esto vez tras vez? Sucedió después de la conquista de Jerusalén y, en este capítulo, los judíos expresaron una mentalidad equivocada y condenable, que les condujo a la idolatría.

 El Señor Dios les recordó las calamidades que habían sufrido Jerusalén y toda Judá solamente quince o veinte años antes. Fue un golpe devastador que dejó a la tierra sin apenas habitantes (v.2). Fue Su juicio, aplicado como retribución a su pecado, en particular el pecado de idolatría. Su caprichosa devoción a los dioses falsos provocó la ira de un Dios celoso, quien les había formado como una nación desde los patriarcas. Les había hecho vivir y descansar bajo Su protección, como una posesión especial. Sin embargo, abandonaron a su Dios y Creador, con toda Su gloria, para seguir a ídolos extraños, llevados a Israel desde otros países (v.3). Su celo nace de Su amor por ellos.

 Los ha estado avisando, continua y fielmente, a través de muchos profetas, acerca del aborrecimiento que sentía hacia su adulterio espiritual. Fueron advertidos desde muy temprano, cuando vino la tentación, y los profetas continuaron avisándoles durante toda su historia, obligándoles al arrepentimiento. Su paciencia se extendió hasta el tiempo en el que ya no hubo más recursos, sino una retribución severa. Escucha Su pasión mientras les suplica: Oh, no hagáis esta cosa abominable que Yo aborrezco” (v.4, BTX).

 Hago una pausa en la exposición para enfatizar la realidad aterradora del odio en el carácter de Dios. Él, que ama de forma inmensurable, también aborrece de la misma manera. Su amor por Su pueblo fiel les conduce a un paraíso eterno en el cielo; pero Su odio por los que rechazan Su amor, resulta en la condenación en llamas eternas. ¡No ignores ni niegues la verdad que la Biblia nos retrata claramente!

 La culpa no reside en Jehová de Israel, Creador de todo, sino en la perversidad del corazón humano. El Antiguo Testamento utiliza el ejemplo de Israel para revelar el motín de toda la raza humana, desde la caída de Adán y Eva. Israel no tiene ninguna intención de escuchar la voz de Dios, que le llama a que se arrepienta de su adoración a dioses ajenos (v.5).

 Mi deseo es que una creación rebelde empiece a sentir el terror que debiera producir lo que está escrito en el versículo 6 de Su santa palabra… “¡Mi ira y mi furor!” Se conmueve el corazón de un Dios omnipotente, que puede ejecutar Su sentencia divina a un nivel infinito, más allá de cualquier repercusión que pudiéramos imaginar, inventada por el hombre. Hemos leído cómo cayó sobre los muy ancianos y los muy pequeños, los más nobles y los más comunes de Judá. Dios hace recordar a “hombres arrogantes” (43:2) lo que han visto con sus propios ojos, menos de dos décadas atrás (v.6).

 Su terca resistencia no ha podido cambiar a un Dios inmutable. No hay nada que la humanidad pueda hacer, ni ha podido jamás, para dañar el carácter del Señor. Debido a Su compasión, Él se preocupa por el daño que se hacen a sí mismos. Escucha la verdad que Jesús declara a Saulo de Tarso: “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hch.9:5). La humanidad está en el camino, muchas veces transitado, de la autodestrucción (v.7). 

 Las obras religiosas de las manos humanas provocan la ira de Dios. Creo que subestimamos Su disgusto hacia las intenciones y esfuerzos humanos, pero es algo a lo que la Biblia se refiere muchas veces. Empieza desde Génesis, cuando el Señor rechaza la ofrenda presuntuosa de las manos de Caín. El escritor de Hebreos enseña la insuficiencia de los esfuerzos humanos, al apuntar al “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (He.8:2). Las manos humanas producen ídolos. Los judíos han ignorado con determinación la palabra del Señor, que les advertía de no ir a Egipto, donde, precisamente, ya residen, habiendo adoptado su idolatría. Desobedecieron para su propia vergüenza, cayendo bajo la maldición, perdiendo también su nacionalidad.

 ¿Has captado la maldición dada por Moisés, en Deuteronomio 28:63, a los judíos en Egipto, desde muy temprano en su historia?: “Se gozará Jehová en arruinaros y en destruiros; y seréis arrancados de sobre la tierra a la cual entráis para tomar posesión de ella”. Otras maldiciones de este capítulo están cumpliéndose también: “Quedaréis pocos en número” (Dt. 28:62); “Jehová te esparcirá… y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres” (Dt. 28:64), dando dos ejemplos entre varios (v.8). 

 

El Señor les recuerda la maldad de sus antepasados

9.      ¿Os habéis olvidado de las maldades de vuestros padres, de las maldades de los reyes de Judá, de las maldades de sus mujeres, de vuestras maldades y de las maldades de vuestras mujeres, que hicieron en la tierra de Judá y en las calles de Jerusalén? 

10.  No se han humillado hasta el día de hoy, ni han tenido temor, ni han caminado en mi ley ni en mis estatutos, los cuales puse delante de vosotros y delante de vuestros padres. 

11.  Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo vuelvo mi rostro contra vosotros para mal, y para destruir a todo Judá. 

12.  Y tomaré el resto de Judá que volvieron sus rostros para ir a tierra de Egipto para morar allí, y en tierra de Egipto serán todos consumidos; caerán a espada, y serán consumidos de hambre; a espada y de hambre morirán desde el menor hasta el mayor, y serán objeto de execración, de espanto, de maldición y de oprobio. 

13.  Pues castigaré a los que moran en tierra de Egipto como castigué a Jerusalén, con espada, con hambre y con pestilencia. 

14.  Y del resto de los de Judá que entraron en la tierra de Egipto para habitar allí, no habrá quien escape, ni quien quede vivo para volver a la tierra de Judá, por volver a la cual suspiran ellos para habitar allí; porque no volverán sino algunos fugitivos. 

 Los capitanes, las princesas y, probablemente, el pueblo común, también sabían acerca de la historia de Israel, pero prefirieron ignorarla. Es asombroso ver cómo la verdad de la historia puede desvanecerse hasta el punto de olvidar sus lecciones. Estos rebeldes tenían el mismo Antiguo Testamento que tenemos tú y yo, repleto de historias de idolatría y otros pecados terribles. Las lecciones históricas empiezan en los libros de Moisés, pero con Josué empiezan los libros dedicados a la historia. Después está el libro de los Jueces seguido del de los Reyes, repleto de los atroces pecados contra Dios y sus semejantes. El texto habla de las maldades de ellos y de sus mujeres. ¿Recordamos a Dalila, la esposa de Sansón, y a Mical, Jezabel y Atalía, esposas de reyes? Ellas fueron malas e idólatras, y continuaban existiendo entre las refugiadas en Egipto (v.9). 

 El orgullo, como siempre, está en la raíz de todo pecado, y tanto hombres como mujeres rehusaban ser humillados. Por favor, observa que los pecados del espíritu son prominentes y mucho peor que los pecados carnales. El orgullo, el egoísmo y la arrogancia encabezan la larga lista de pecados espirituales, seguidos por una falta o ausencia total de temor de Dios: “Ni han tenido temor”. Existía en ellos un espíritu de anarquía; no querían obedecer al Señor soberano (v.10).

Ya hemos visto que Dios se identifica como el Señor de los ejércitos, que significa todo el ejército celestial para derrotar a Sus enemigos. También se llama el Dios de Israel, demostrando Su posesión absoluta sobre la nación. Esto es maravilloso si lo que significa es que Sus ejércitos y Su posesión se activan para cuidar y proteger a los Suyos, pero es espantoso cuando Su persona y Sus ejércitos son dirigidos contra nosotros (v.11).

Después de dirigir la profecía contra todo Judá, ahora vuelve a proclamar el futuro de este remanente de judíos que, aunque pocos en número, están desafiando al Dios Todopoderoso. Han desobedecido a Su palabra y han descendido a Egipto buscando protección, pero será su sepulcro. Recuerda su clamor de falsa esperanza en el capítulo 42:14: “No, sino que entraremos en la tierra de Egipto, en la cual no veremos guerra, ni oiremos sonido de trompeta, ni padeceremos hambre”. La desobediencia nunca termina bien. La espada, el hambre y la muerte, oscurecen su futuro, amenazándolos a todos, desde el capitán hasta el pobre, y hasta el siglo XXI, aprendemos de su reproche y maldición (v.12).

 Los que escaparon del castigo en Jerusalén e intentaron huir a Egipto, huyendo de la mano del Señor, no podrán tener éxito. Las mismas amenazas contra Jerusalén, que ya hemos estudiado, les alcanzarán en Egipto: la espada, la maldición y el oprobio. No hay escondite en el mundo que Dios no pueda descubrir (v.13).

 En general, todos los que están en Egipto serán destruidos. Será demasiado tarde cuando puedan ver que no hay refugio en Egipto y que su única esperanza está en Judá. Sin embargo, el Señor también les corta esa esperanza, porque no hay arrepentimiento ni temor de Él. Ahora vuelven sus ojos hacia Judá, pero les será negado. Al final, solo unos pocos volverán (v.14).

 

El engaño de la idolatría

 15.  Entonces todos los que sabían que sus mujeres habían ofrecido incienso a dioses ajenos, y todas las mujeres que estaban presentes, una gran concurrencia, y todo el pueblo que habitaba en tierra de Egipto, en Patros, respondieron a Jeremías, diciendo: 

16.  La palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti; 

17.  sino que ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer incienso a la reina del cielo, derramándole libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, y tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno. 

18.  Mas desde que dejamos de ofrecer incienso a la reina del cielo y de derramarle libaciones, nos falta todo, y a espada y de hambre somos consumidos. 

19.  Y cuando ofrecimos incienso a la reina del cielo, y le derramamos libaciones, ¿acaso le hicimos nosotras tortas para tributarle culto, y le derramamos libaciones, sin consentimiento de nuestros maridos? 

20.  Y habló Jeremías a todo el pueblo, a los hombres y a las mujeres y a todo el pueblo que le había respondido esto, diciendo: 

21.  ¿No se ha acordado Jehová, y no ha venido a su memoria el incienso que ofrecisteis en las ciudades de Judá, y en las calles de Jerusalén, vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y vuestros príncipes y el pueblo de la tierra? 

22.  Y no pudo sufrirlo más Jehová, a causa de la maldad de vuestras obras, a causa de las abominaciones que habíais hecho; por tanto, vuestra tierra fue puesta en asolamiento, en espanto y en maldición, hasta quedar sin morador, como está hoy. 

23.  Porque ofrecisteis incienso y pecasteis contra Jehová, y no obedecisteis a la voz de Jehová, ni anduvisteis en su ley ni en sus estatutos ni en sus testimonios; por tanto, ha venido sobre vosotros este mal, como hasta hoy. 

24.  Y dijo Jeremías a todo el pueblo, y a todas las mujeres: Oíd palabra de Jehová, todos los de Judá que estáis en tierra de Egipto. 

25.  Así ha hablado Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Vosotros y vuestras mujeres hablasteis con vuestras bocas, y con vuestras manos lo ejecutasteis, diciendo: Cumpliremos efectivamente nuestros votos que hicimos, de ofrecer incienso a la reina del cielo y derramarle libaciones; confirmáis a la verdad vuestros votos, y ponéis vuestros votos por obra. 

26.  Por tanto, oíd palabra de Jehová, todo Judá que habitáis en tierra de Egipto: He aquí he jurado por mi grande nombre, dice Jehová, que mi nombre no será invocado más en toda la tierra de Egipto por boca de ningún hombre de Judá, diciendo: Vive Jehová el Señor. 

27.  He aquí que yo velo sobre ellos para mal, y no para bien; y todos los hombres de Judá que están en tierra de Egipto serán consumidos a espada y de hambre, hasta que perezcan del todo. 

28.  Y los que escapen de la espada volverán de la tierra de Egipto a la tierra de Judá, pocos hombres; sabrá, pues, todo el resto de Judá que ha entrado en Egipto a morar allí, la palabra de quién ha de permanecer: si la mía, o la suya. 

29.  Y esto tendréis por señal, dice Jehová, de que en este lugar os castigo, para que sepáis que de cierto permanecerán mis palabras para mal sobre vosotros. 

30.  Así ha dicho Jehová: He aquí que yo entrego a Faraón Hofra rey de Egipto en mano de sus enemigos, y en mano de los que buscan su vida, así como entregué a Sedequías rey de Judá en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, su enemigo que buscaba su vida. 

 Al principio del capítulo mencioné que íbamos a aprender de la mentalidad rebelde del israelita que, vez tras vez, terminó en la idolatría. Ahora hemos llegado a este pasaje. A veces el engaño empezó al observar a un enemigo victorioso, queriendo imitar aquello que ellos pensaban que era la causa tras su éxito, es decir, su dios. Otras veces fueron engañados por no reconocer la bondad del Señor, atribuyendo su éxito a la ayuda de algún ídolo.

 No recuerdo haber estudiado alguna vez en la que los israelitas pronunciaran una confesión tan audaz, en toda su historia, como la que hallamos en nuestro texto de hoy. Pero llegando al fin de la historia del Antiguo Testamento, los vemos tan enredados en el engaño y con tan poco temor de Dios, que ya no les importa esconder sus pensamientos idólatras. Los hombres defienden a sus mujeres cuando ellas manifiestan una debilidad tan propensa a las mentiras satánicas sobre la idolatría.

 Desde Génesis hasta Apocalipsis, podemos estudiar y aprender del ejemplo de mujeres desobedientes e idólatras. Todos sabemos que Eva inició la desobediencia en el Jardín de Edén, escuchando a la serpiente, probando del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, y dándoselo a su marido (Gé.3:1-6). ¿Recordamos a Jezabel, hija del rey pagano de Sidón, a quien el rey del norte de Israel, Acab, tomo como esposa? Era una adoradora fanática de Baal desde su niñez. Dominó a su marido y, por medio de él, dirigió al reino a una idolatría desenfrenada. Persiguió y mató a los seguidores de Jehová (1 R.16:31). En el libro de Apocalipsis, Jesús reprendió a la iglesia de Tiratira por tolerar la enseñanza de una “profetisa” que dirigió a una parte de la iglesia a la fornicación y a la idolatría (Ap.2:20-23).

 El problema se manifiesta en muchos de los judíos en la provincia de Patros (Egipto) (v.15). Los hombres expresan audazmente su rebelión, diciendo que no tienen ninguna intención de escuchar a Jeremías (v.16). No, ellos van a seguir su camino, haciendo lo que ellos han determinado y jurado hacer. Todo procede de corazones engañados. Dicen que seguirán el ejemplo de sus padres, sus reyes y los príncipes de las ciudades de Judá. Toman las palabras de los versículos 6 y 9, cuando el Señor habló de cómo Su ira fue encendida por lo que hicieron “en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén”, y en el versículo 17, y hacen burla de ellas, repitiendo la frase. Atribuyen la prosperidad y seguridad de aquellos días a la diosa llamada la reina del cielo. Quisiera que el lector considere el origen y la devoción que continúan hasta el día de hoy a esa falsa deidad.

 En el libro de Apocalipsis se habla de un sistema religioso, político y económico llamado: Babilonia la Grande (Ap.17:5). Es definido como la madre de las rameras y las abominaciones. En Apocalipsis 17:18, un ángel interpreta un misterio sobre ella, diciendo que es “la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra”. La ciudad que reinaba en el tiempo de Juan, claramente, fue Roma. Babilonia simboliza la cabeza de varios imperios en una imagen revelada a Nabucodonosor, refiriéndose a su poder gubernamental. Su religión también fue prominente y fue la fuente de otras religiones del futuro. Tristemente, Israel siguió a muchas naciones que adoptaron los dioses y diosas de Babilonia. La devoción falsa de la ciudad continuó mucho tiempo después de que Babilonia fuera destruida, y continúa hasta el siglo XXI. Babilonia fue la madre de la prostitución espiritual, otra expresión de la idolatría.  

 Pablo enseña que los ídolos no son menos que demonios: “Lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios” (1 Co.10:20-21). El segundo ídolo más prominente de Babilonia, solamente superado por Baal, fue Istar o Astoret, la Reina del Cielo. Fue excesivamente adorada por los judíos.

 La idolatría no es menos diabólica cuando se dirige a los santos de la iglesia. Entre las referencias en mi Biblia, encontré esta anotación: “En Epifanio, hallamos unas mujeres de Arabia, cerca de los fines del Cuarto Siglo, que propusieron otra reina del cielo, la Virgen María, demasiado conocida desde entonces bajo este nombre y carácter, a quien ellos también adoraron como una diosa, haciendo asambleas cada año en su honor, y por hacer una ofrenda de una torta en su nombre. Estas herejes fueron llamadas Colliridianos, del nombre griego que significa torta.”

 Al verdadero Rey del Cielo no le hace falta una reina y no comparte Su gloria con nadie. Los sacerdotes y papas de la Iglesia Católica Romana han bautizado a María como: la Reina del Cielo. De la misma manera que la idolatría entró en Israel, también entró en la iglesia, donde María es considerada como una intercesora y corredentora con Cristo. Por supuesto, la mujer piadosa, María misma, no tenía nada que ver con esta posición, sino que le fue dada por hombres blasfemos y engañados. Ella reaccionaría como lo hicieron Pedro y Juan, cuando el pueblo en Jerusalén corrió hacia ellos después de que un cojo fuese sanado: ¿Por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?” (Hch.3:12). Los apóstoles, en Listra, detestaban el honor que recibieron cuando un cojo de nacimiento fue sanado: “Los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros” (Hch.14:14-15).

 Cuando una mujer en la Biblia quiso enfocarse en la madre de Jesús según la carne, ensalzándola y alzando la voz, diciendo: “Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste”, Jesús la reprendió: “Antes, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Lc.11:27-28). Es asombroso ver cómo el espíritu de idolatría se manifestó tan pronto entre la multitud que siguió a Jesús.

 Incluso el apóstol Juan, cuando un ángel le reveló maravillas celestiales, fue reprendido dos veces por postrarse delante de él: “No lo hagas; yo soy consiervo tuyo… Adora a Dios” (Ap.19:10 y 22:9). Postrarse delante de santos y ángeles es un tipo de idolatría del más alto nivel y es un acto de traición contra el Rey de reyes y Señor de señores. Seguramente Pablo hablaba contra judíos como los que estaban en Egipto, al decir: “No es judío el que lo es exteriormente… sino que es judío el que lo es en lo interior” (Ro.2:28,29). Nosotros, de igual manera, debemos considerar que cualquier persona que se llama “cristiano”, pero adora, venera, reverencia, u ora a santos, no es cristiano, de ninguna manera.

 Los judíos en Egipto no son verdaderos judíos porque están desafiando la palabra del Dios de Israel. En primer lugar, están engañados, porque no piensan que las bendiciones que recibieron en el pasado se debían a la gracia y a la paciencia de Jehová de Israel, y no a la reina del cielo. Este engaño siempre ha estado y permanece en el corazón de cada idólatra. Él rechaza la bondad de su Creador, que sigue obrando a pesar de la infidelidad, y honra a personas o cosas que en el fondo son ídolos para él.

 En segundo lugar, el idólatra no entiende la disciplina amorosa de Dios cuando Su paciencia llega a su límite y aplica el castigo, debido a su persistencia en la idolatría. En verdad, Dios, a menudo, les castigó por su pecado (fíjate en Jueces 2:14); pero la mentalidad idólatra no reconoce la mano de Dios en las calamidades. El judío interpretó que la falta de bienes y el castigo eran una señal de su culpabilidad por desagradar a sus dioses falsos. De esta manera, el idólatra vive en el temor de no servir fielmente a su(s) dios(es). Él ve cada cosa que falta y cada desastre que ocurre en su vida como la ira de un dios que necesita ser apaciguado (v.18).

 El tercer engaño es revelado cuando las mujeres argumentan que su idolatría no es por una insubordinación a sus maridos. Sin embargo, anota cuidadosamente que las mujeres no siguieron el ejemplo de los hombres en esta práctica religiosa, sino que sus maridos, simplemente, permitieron que continuara lo que ellas habían empezado. Existe una falta en el matrimonio: El marido y padre no toma la responsabilidad de cumplir con su deber como sacerdote en la familia. Además, ha desarrollado una actitud permisiva, dejando a su esposa tomar una posición indebida, en un intento de llenar el vacío que él ha dejado (v.19).

 Jeremías se enfrenta a toda la congregación y responde a todos los argumentos con la verdad de Dios (v.20). Primeramente, corrige la idea de que lo que resultó por las prácticas idólatras de todo el pueblo, mencionadas en el versículo 17, no tenía nada que ver con lo que agradó o no a un ídolo. Todo lo que sucedió fue porque el Señor observó y tomó en cuenta sus acciones (v.21).

 Su paciencia, al aguantar sus hechos abominables, terminó provocando que Su ira fuese derramada sobre la nación; nada que ver con ídolos airados (v.22). Sus hechos eran ataques contra el Señor: desobediencia a Su voz y a Su ley moral, a los deberes ceremoniales, y a los juicios legales, especialmente, los tres siguientes: “No tendrás dioses ajenos delante de Mi. No te harás imagen, ni ninguna semejanza… No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso…No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano” (Éx.20:2-7). Por estas razones se produjo la escasez y los desastres (v.23).

 Jeremías habla a los maridos y a sus esposas por la palabra del Señor (v.24). Lo que dijeron por sus bocas lo llevaron a cabo con sus hechos, e hicieron todo deliberadamente y con gran determinación, jurando lealtad a la reina del cielo. Dios observó que estaban entregados a poderes demoniacos (v.25) y los abandonó a su lascivia religiosa. El profeta declara la autoridad asombrosa del soberano Señor de todo, añadiendo algo inconcebible… ¡Él jura por Sí mismo!

 Es un misterio majestuoso que existe en la profundidad de Su carácter infinito. Nosotros pensaríamos que por la verdad absoluta de Su palabra no sería necesario ningún juramento, pero Él insiste en dar una confirmación. Los que estudian la ley saben lo que significa doble indemnización o doble compensación. Es una garantía dos veces demandada o recompensada. ¿Qué es en lo que Dios insiste tan firmemente? Que Su nombre o Su bendición jamás serán pronunciados por bocas idólatras en Egipto. Debido a su entrega profunda a los ídolos, Él declara que el juramento, “vive Jehová el Señor”, no podrá ser pronunciado por ellos. Al hacerlo, profanaron el tercer mandamiento de tomar Su nombre en vano. No van a poder mezclar las cosas de Dios con las de los ídolos.  

 Dios vela sobre Su pueblo, protegiéndoles y bendiciéndoles, cuando ellos andan en obediencia, pero cuando se alejan de Él en rebelión, Él continúa velando sobre ellos. Lo hace fielmente para asegurar que reciben las consecuencias adecuadas a sus pecados. Esta banda de desertores despreciables ha abandonado la tierra de la promesa, donde el Señor manda sus bendiciones, para descender a la profunda oscuridad de Egipto. En la simbología de Dios, han vuelto a la tierra de la esclavitud y la condenación. Han amado las tinieblas más que la luz; han confiado en el sistema del mundo, que es enemistad contra el Reino de Dios, y esa será su condenación (v.27).

 Habrá personas que serán testigos de todo lo que sucedió en Egipto. Volverán y declararán en Judá lo que observaron de la mano de Dios allí. Han escuchado los argumentos de los maridos y esposas idólatras, y también cómo el Señor respondió. Confesarán, con la cabeza inclinada, que las palabras del Señor prevalecieron (v.28). La caída de Faraón Hofra, según la palabra de Dios, será añadida a la derrota de Sedequías, el último rey de Judá. Los testigos han observado la caída del rey de Judá y pronto verán la señal del Faraón. ¿Qué esperanza queda para los judíos que han descendido a Egipto? (vs.29-30)

 Sí, la Palabra de Dios permanecerá, y toda la humanidad, en las edades venideras, se dará cuenta de ello. La Biblia es el testigo al siglo XXI, que lleva las evidencias en sus páginas de que la Palabra de Dios permanece para siempre. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt.24:35).



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