Entradas Recientes
Lowell Brueckner

Ingrese su dirección de correo electrónico:


Entregado por FeedBurner

Un pobre concepto del Señor

Etiquetas:

 


Capítulo 42

 

Una búsqueda fingida de la voluntad del Señor   

1.  Entonces se acercaron todos los capitanes de las tropas, Johanán, hijo de Carea, Jezanías, hijo de Osaías, y todo el pueblo desde el menor hasta el mayor, 

      2.   y dijeron al profeta Jeremías: Llegue ahora ante ti nuestra súplica, y ruega al SEÑOR tu Dios por nosotros, por todo este remanente, porque quedamos pocos de muchos que éramos, como pueden ver tus ojos, 

      3.   para que el SEÑOR tu Dios nos indique el camino por donde debemos ir y lo que debemos hacer. 

      4.      Entonces el profeta Jeremías les dijo: Os he oído. He aquí, voy a orar al SEÑOR vuestro Dios conforme a vuestras palabras, y todas las palabras que el SEÑOR os responda, yo os las declararé. No os ocultaré palabra alguna. 

5.      Y ellos dijeron a Jeremías: Que el SEÑOR sea un testigo veraz y fiel contra nosotros si no obramos conforme a toda palabra que el SEÑOR tu Dios te mande para nosotros. 

6.      Sea buena o mala, escucharemos la voz del SEÑOR nuestro Dios a quien te enviamos, para que nos vaya bien cuando escuchemos la voz del SEÑOR nuestro Dios. 

7.      Y sucedió que al cabo de diez días, vino la palabra del SEÑOR a Jeremías. 

8.      Entonces llamó a Johanán, hijo de Carea, y a todos los capitanes de las tropas que estaban con él, y a todo el pueblo desde el menor hasta el mayor, 

9.      y les dijo: Así dice el SEÑOR, Dios de Israel, a quien me enviasteis para presentar delante de Él vuestra súplica: 

Este es el tercer capítulo que estamos tratando con los capitanes del ejército de Judá. Ismael ya no está entre ellos y Johanán se convierte en líder del ejército. Pienso que podemos observar un cambio de carácter en este hombre que, en el principio, parecía un buen compatriota, descubriendo el complot de Ismael. Él había sido rechazado por el gobernador Gedalías, el cual murió por no creer y reaccionar a su palabra. Hemos mencionado anteriormente cómo el rechazo a sus consejos y un sentir de vindicación al ver en qué resultó lo que él había avisado, afectó negativamente al capitán. El rechazo produjo amargura y la vindicación reveló un orgullo; ahora veremos cómo le afectaron estos aspectos.

 Al quedarse sin gobernador, la palabra de Jeremías fue de mucho valor en Judá, ahora conquistada por los babilonios. Jeremías era muy respetado por el emperador y los otros oficiales de Babilonia. En el capítulo anterior vimos que Johanán temía repercusiones por parte de Nabucodonosor al ver muerto al gobernador que él había puesto sobre Judá (41:18). ¿Culpará a todos los capitanes del ejército por lo que hizo Ismael?

 Cuando una persona va buscando una palabra de parte del Señor, tiene que estar dispuesto a que Él hable según Su voluntad. Aunque uno no debe anticipar la respuesta según su propio deseo, vemos cómo Johanán va a Jeremías buscando exactamente una confirmación a lo que él tiene planeado de antemano. La motivación de manipular al profeta es, en verdad, un intento de manipular a su Dios. Cada cristiano debe saber que tal “búsqueda” no es de corazón y nunca va a tener el resultado esperado. Sin embargo, hoy en día, es muy común ver a gente intentar hacerlo. A veces las personas van de un consejero a otro, hasta hallar a alguno que esté de acuerdo con ellos.

 Los capitanes se juntaron (v.1) para enfrentar a Jeremías y pedirle una palabra de dirección de parte del Señor (v.2). La pregunta es: ¿Cómo puede este pequeño remanente conducirse sin un gobernador? Parece que estaban buscando sinceramente el camino del Señor y dispuestos a actuar como Él manda (v.3). Estas fueron sus palabras, pero tras sus labios, en la profundidad de su corazón, el Señor va a descubrir una motivación aún más profunda.

 Jeremías, por su parte, respondió positivamente, y prometió ir delante de Dios con su petición. Les aseguró que volvería con una respuesta (v.4). En el mismo momento, ellos prometieron obedecer al Señor. Observa la fuerte determinación con la que juraron que harían lo que el Señor les mandara, independientemente de que les complaciera o no Su respuesta: “Sea bueno, sea malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos.” Ellos estaban dispuestos a prometerlo delante de Dios… estaban hablando bajo juramento (vs.5-6).

 Jeremías fue a orar y lo hizo durante diez días (v.7). Podemos aprender, por el hecho, cual es la esencia del ministerio profético, y también una característica de la oración. Cada ministro de la palabra debe acercarse al Señor pensando en el bien de su pueblo con la seriedad y urgencia del profeta. Tenía la fuerte convicción de que no podía entregar su propia palabra a su pueblo. Sea como sea, él tenía que escuchar a Dios o su ministerio no será válido. Pero ¿cómo podía escucharle? Jeremías acudió a Él en oración. Anota: la oración es un camino de doble sentido. Él expresó la petición de Su pueblo delante del Señor, y después esperó hasta que llegase la respuesta desde el cielo.

 Debemos observar también que no estableció cierto periodo de tiempo para permanecer en la oración. En otras palabras, no dijo de antemano: “Voy a orar durante diez días.” Oraba con y para un propósito, no por un tiempo determinado. Un profeta tiene que oír a Dios, sin importar cuanto tiempo tenga que permanecer orando. Su ministerio debe tener el sello de Dios y, por eso, para poder hablar con autoridad, tiene que estar seguro de que Dios ha hablado. Jeremías ya está seguro de que Dios le ha contestado.  

 Pudo hablar a los capitanes y el remanente en la tierra. Jeremías llamó, en primer lugar, a Johanán, y después a todos los capitanes y a toda la población (v.8) para entregarles la palabra del Señor. No le pudieron culpar, porque había cumplido exactamente lo que le habían pedido (v.9). Dios se preocupa por su bienestar, pero ellos tienen que seguirle en obediencia. Nada en la vida puede tener buenos resultados sin el elemento básico de la obediencia.

 

El Señor contesta según Su voluntad

 10.  "Si os quedáis en esta tierra, entonces os edificaré y no os derribaré, os plantaré y no os                              arrancaré, porque estoy arrepentido del mal que os he hecho. 

11.  "No temáis al rey de Babilonia, a quien teméis; no le temáis"—declara el SEÑOR— "porque yo estoy con vosotros para salvaros y libraros de su mano. 

12.  "También tendré compasión de vosotros, para que él tenga compasión de vosotros y os restaure a vuestra tierra. 

13.  "Pero si decís: 'No nos quedaremos en esta tierra', no obedeciendo así la voz del SEÑOR vuestro Dios, 

14.  diciendo: 'No, sino que iremos a la tierra de Egipto, donde no veremos guerra, ni oiremos el sonido de la trompeta, ni tendremos hambre de pan, y allí nos quedaremos'; 

15.  en este caso, oíd la palabra del SEÑOR, remanente de Judá. Así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: 'Si os obstináis en entrar en Egipto, y entráis para residir allí, 

16.  entonces sucederá que la espada que vosotros teméis os alcanzará allí en la tierra de Egipto, y el hambre que os preocupa, os seguirá de cerca allí en Egipto, y allí moriréis. 

17.  'Así pues, todos los hombres que se obstinen en ir a Egipto para residir allí, morirán a espada, de hambre y de pestilencia; no les quedará sobreviviente ni quien escape del mal que voy a traer sobre ellos.'" 

18.  Porque así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: Como se derramó mi ira y mi furor sobre los habitantes de Jerusalén, así se derramará mi furor sobre vosotros cuando entréis en Egipto. Y seréis motivo de maldición, de horror, de imprecación y de oprobio; y no veréis más este lugar.

La respuesta fue sana y positiva. Su propósito era que permanecieran en Judá, y aunque estarían bajo el gobierno de Babilonia, sería para su bienestar. Dios sabe que esta situación es necesaria por un tiempo, para que Él lleve a cabo Sus grandes propósitos. Él quiso que los judíos estuvieran en su patria para asegurar Sus planes para el futuro, aunque tuvieran que ser gobernados por un poder extranjero. Previamente mencioné que estuvieron bajo el dominio de emperadores hasta después de los días de Cristo.

 Veremos que esta era una condición difícil de aceptar para los capitanes. Eran muy independientes y no podían entender cómo el pueblo de Dios podía existir bajo el control de poderes exteriores. Cuando vino Cristo, los judíos esperaban que Él les librara del dominio de Roma. Sin embargo, tenemos pruebas bíblicas de que Dios, a Su manera, permite que Su pueblo esté sometido a una nación más poderosa. De hecho, Él lo había resuelto bajo Gedalías.

 Antes dije que Egipto, en el Antiguo Testamento, es un símbolo de las personas que viven bajo la esclavitud del pecado. Esto es así en términos generales, pero no siempre. Hubo un tiempo, cuando el Señor quiso que Su pueblo fuera allí. ¿Recuerdas cuando habló a Abraham del futuro para sus descendientes en Egipto? Una pesada profecía vino a él acerca de la servidumbre que les sobrevendría allí: “He aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él” (Gé.15:12). Dios envió a José a esta nación poderosa como un precursor, y después Él aseguró a Jacob que estaba dentro de Su voluntad que él bajara para estar con José: “No temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver.” (Gé. 46:3-4).

 Ahora está pasando lo mismo; Judá ha perdido su independencia ante un poder enemigo, y vive bajo su dominio… es la voluntad de Dios en este tiempo. Por medio de Jeremías informó a Israel que tenía buenos propósitos para ellos en Babilonia:
“Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jer.29:11). No es Su voluntad que los capitanes y la población desciendan a Egipto ahora, sino que permanezcan en Judá bajo el dominio de Babilonia. En esta situación, Dios les edificará y les plantará, no les destruirá ni les arrancará (v.10).

 El Rey de reyes reina sobre este poderoso y cruel emperador, y el pueblo de Dios no le tiene que temer. El Señor le humillará y ablandará su corazón. “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Ro.8:31). “Estoy yo para salvaros y libraros de su mano” (v.11). Está con ellos para manifestarles Su salvación… para salvar y para librar y, además, ¡Él quiere demostrarles Su misericordia! Para ellos, esas cosas serán una realidad en la Tierra Prometida (v.12). Recuerda que el remanente que queda ahora en Judá es poco y, en su debilidad, Dios puede demostrar Su poder.

 Sin embargo, Dios ya sabe sus pensamientos. Los sabía aun cuando ellos estaban garantizando su conformidad a la voz del Señor, fuera bueno o malo. Él les avisa sabiendo de antemano lo que elegirán (v.13). En su corazón ya se están encaminando hacia Egipto, buscando paz y libertad de la guerra y del hambre. Ya han tomado su decisión, a la que han dado prioridad sobre la omnisciencia del Señor… ¡Esta es la asombrosa arrogancia del hombre! (v.14)

 Sí, Él sabe mejor y les advierte contra sus pensamientos limitados y corruptos (v.15). Lo que ellos temen de Babilonia es exactamente lo que vivirán en Egipto: "La espada que teméis, os alcanzará allí en la tierra de Egipto” (v.16). El hambre también les perseguirá hasta Egipto, y también les atrapará el temor más grande de Judá y de toda la raza humana: la muerte les alcanzará. Aquí están mencionadas las mismas calamidades que les habló Jeremías antes de la invasión babilónica: la espada, el hambre y la pestilencia (v.17). No habrá escape .

 En este libro hemos visto cómo el Señor se presenta como “Jehová de los ejércitos” y como “Dios de Israel”.  Él es el Dios de poder militar infinito, y Él es el Dios que formó a Su nación y Quien reina sobre ellos de una forma única, desde el principio y hasta el fin de su historia. Sin embargo, ha revelado su ira durante el asedio babilónico y la conquista de su tierra. Los que continúan desobedeciendo experimentarán la misma ira en Egipto. En lugar de ser honrados, como debe ser cuando su Dios es Jehová, recibirán la infamia de su desobediencia. Las naciones de alrededor se acordarán de su mal ejemplo. Quedarán tan impresionadas que formarán un dicho proverbial que les servirá de maldición. Cuando quieran maldecir a sus enemigos, lo harán usando el ejemplo de estos judíos, despreciados y obstinados. Nunca volverán a la Tierra Prometida (v.18). 

 

Jeremías pronuncia un amén

 19.      El SEÑOR os ha hablado, remanente de Judá: No entréis en Egipto. Sabedlo bien, que hoy lo         he declarado contra vosotros. 

 20.      Porque os engañáis a vosotros mismos, pues fuisteis vosotros los que me enviasteis al SEÑOR vuestro Dios, diciendo: Ruega por nosotros al SEÑOR nuestro Dios, y lo que el SEÑOR nuestro Dios diga, nos lo haces saber y lo haremos. 

 21.     Y hoy os lo he declarado, pero no habéis escuchado la voz del SEÑOR vuestro Dios, ni en cosa alguna de lo que Él me ha enviado a deciros

 22.   Ahora pues, sabedlo bien, que moriréis a espada, de hambre y de pestilencia en el lugar adonde deseáis ir a residir. 

 En el versículo 19, Jeremías pronuncia una palabra de confirmación, conforme a la palabra de Dios, a los capitanes y al remanente del pueblo, mandándoles que no entren en Egipto. Hay un principio en la misma naturaleza de Dios que requiere que Su palabra reciba confirmación. No importa si es una promesa a favor de Su pueblo, o si es una amenaza de juicio contra la desobediencia, siempre ha de haber una confirmación. El apóstol Pablo escribió a los corintios acerca de este principio en 2 Corintios 1:20, y quiero que lo veamos como se traduce en la Versión Inglesa Standard:
Porque todas las promesas de Dios son en Él, Sí. Y por eso, por Él, nosotros pronunciamos el Amén a Dios, para Su gloria.

 Nos enseña que todo lo que Dios dice es un “sí” absoluto, pero todavía requiere una corroboración. Como la confirmación se basa en el “sí absoluto” de Dios, la confirmación también es absoluta, y la palabra que confirma es “amén”. Esta versión aclara que son los creyentes (nosotros, dice Pablo), los que pronunciamos el amén. En el caso de Jeremías, él confirma lo que Dios ha dicho: “No entréis en Egipto” (este es el de Dios), y añade “hoy lo he declarado” (este es el amén). En otras palabras, el profeta está dando su “amén” a la palabra de Dios. Después, Jeremías sella el asunto con la fecha en la que lo pronunció: hoy. Son los creyentes los que tienen la responsabilidad y el privilegio de dar un amén de máxima autoridad a la palabra de Dios.

 Los capitanes y el pueblo no fueron sinceros al decir: Ora por nosotros a Jehová nuestro Dios, y haznos saber todas las cosas que Jehová nuestro Dios dijere, y lo haremos(v.20).  Aunque sea profeta, Jeremías es un ser humano con un conocimiento limitado, y recibió la petición con toda sinceridad. Ahora sabe más, porque le ha venido la palabra directamente del Señor, y le ha hecho entender que su petición fue hipócrita.

 Dios sabía lo que estaba en sus corazones desde el principio, pero, aun así, les aconsejó tomar los pasos correctos. Les dio la oportunidad de obedecer sus mandamientos para su propio bien. Como Él es omnisciente, conoce su reacción de antemano. El hecho de que Dios mande a las personas hacer lo que deben hacer, aun sabiendo que no obedecerán, es un dilema para algunos “teólogos”. He oído decir que el Señor elige no saber lo que será su respuesta.” No creo que esta lógica sea válida; el Dios omnisciente no está limitado ni por un momento, en cada momento y hasta la eternidad Él es omnisciente. Mucho más que Jeremías, yo soy limitado y no puedo explicar por qué Dios hace o no hace cosas, ni tampoco intentaré explicarlo. Desde el jardín de Edén, Dios da Su palabra soberana para el bien de la humanidad. Todo lo hace en Su gran sabiduría, llevando a cabo un plan eterno, en el cual todo tiene un propósito. ¿Puede el hombre esconder algo de su Creador? ¿Puede engañarle? Por supuesto que no.

 “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti…” (Miq.6:8), aunque poco le han obedecido y mucha de Su palabra ha sido ignorada. El capítulo que estamos estudiando es un buen ejemplo del principio que contemplamos, es decir, el principio de que Dios habla lo correcto al hombre, aunque sabe que el hombre no obedecerá, y ahora lo veremos en el versículo 21: Y os lo he declarado hoy, y no habéis obedecido a la voz de Jehová vuestro Dios, ni a todas las cosas por las cuales me envió a vosotros.” 

 Esta profecía declara que los judíos desafiarán a Dios e irán a Egipto contra Su buen mandamiento. Estamos viendo a personas con un concepto muy pobre de quien es el Señor y reaccionan según su concepto. Desde un principio temieron más el poder de Nabucodonosor que la omnipotencia del Señor. Tienen un concepto muy pequeño de Su omnisciencia, y por eso resisten Su conocimiento de lo que es mejor para ellos. Tienen el concepto de que pueden engañarle, por eso pueden decir cosas que no tienen la menor intención de cumplir. No tienen un buen concepto de Su soberanía, por eso sienten que su voluntad puede triunfar sobre la Suya. Tienen un concepto muy bajo de Su verdad absoluta, y por eso desafían Su palabra. Hoy en día, los cristianos tenemos que tomar la determinación, sobre todo, de ver al Señor en Su majestad, como la Biblia lo revela. Esto es lo que decidirá la cualidad de nuestra cristiandad.

 Jeremías, como tiene un alto concepto del Señor, lo ve como Él es, y por eso sabe “de cierto” que el juicio caerá sobre estas personas que ya han decidido dónde van a pasar el futuro, aunque fue un futuro muy corto (v.22). Amigo mío, ¿cómo es tu concepto de Dios? ¿Está tu futuro en las manos de Dios o ya has resuelto cómo y dónde lo vivirás? ¡Toma esta historia bíblica como una instrucción sabia y muy valiosa para tu futuro!




0 comentarios:

Publicar un comentario