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La primera epístola de Pedro

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Introducción

 

“Pedro, apóstol de Jesucristo, a los ex-patriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia.”                   1 Pedro 1:1 

 No será necesario contar toda la biografía bíblica de Pedro porque su historia es muy conocida por todos los que hemos leído los Evangelios de Jesucristo y el libro de los Hechos. La posición que tenía entre los doce apóstoles, su carácter fuerte e impulsivo, nos han enseñado mucho sobre la autoconfianza y la autosuficiencia, incluso siendo ya un discípulo de Cristo. Sencillamente, vamos a recordar los puntos más importantes de su vida, antes de meternos en su enseñanza inspirada.

 Él, junto con Jacobo y Juan, formaron un círculo íntimo, y vivieron cosas que los otros nueve discípulos no pudieron experimentar. Como todos los cristianos, él también tuvo que aprender los caminos del Señor, que eran contrarios a toda la instrucción humana recibida durante los años previos a su discipulado. A la vez, Pedro vivió consagrado al Señor. Le siguió fielmente durante tres años y medio, dejando atrás su manera de ganarse la vida.  

 Nativo de Betsaida, Galilea, llamado Simón por sus padres, había aprendido el arte de la pesca de su padre. Al principio de su discipulado, cuando fue llevado al Señor por su hermano Andrés, Jesús le puso el nombre de Pedro, que significa piedra. Después vivió en Capernaum, un pueblo de pescadores a orillas del mar de Galilea. Era un típico galileo, gente despreciada por los judíos más selectos, especialmente los de Jerusalén. El Sanedrín le vio como un hombre sin letras y del vulgo, e incluso una sierva común reconoció su acento galileo. Su idioma nativo fue el arameo, tan mal pronunciado que los judíos del sur de Israel no podían entenderlo bien. 

 

Al meditar en las dos epístolas de Pedro, es imposible no apreciar el gran cambio que hubo en él, como un escritor sabio e inspirado, después de haber conocido su historia en los Evangelios. Quedamos admirados por la humilde sabiduría de este sencillo pescador, un hombre poderosamente bautizado en el Espíritu Santo, formado y enseñado por Él. En el libro de los Hechos podemos observar un gran crecimiento espiritual. Sin embargo, la revelación básica de la persona de Jesucristo le fue dada en los primeros años de su discipulado. Él fue quien, por el Espíritu Santo, confesó sobre qué iba a ser edificada la iglesia… que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 

 La primera epístola de Pedro que vamos a estudiar está bien autenticada como parte del canon del Nuevo Testamento, y Pedro, seguramente, fue su autor. Policarpo, que fue el obispo de Esmirna, nació en el año 69 d.C., menos de cuatro décadas después de la muerte, resurrección y ascensión del Señor. Conoció personalmente a algunos de los apóstoles. Fue discípulo de Juan y murió como mártir a la edad de 86 años. En sus escritos cita frecuentemente la carta de Pedro, como lo hacen otros padres de la iglesia.

Clemente de Alejandría nació en el año 150, en el segundo siglo, y todavía podía conocer la vida y cosas que les ocurrieron a los apóstoles, después de que la Biblia fuera escrita.  Es interesante descubrir lo que comenta acerca de la esposa de Pedro. Dice que murió como una mártir, y que su marido la animó a ser fiel hasta la muerte: “Recuerda, querida, al Señor”, la dijo Pedro, según Clemente. Citó mucho de sus cartas.

 Jamieson-Fausset-Brown rechaza muchas de las leyendas sobre Pedro, incluso el mito de que fue obispo de Roma por 25 años. La Biblia no cuenta que Pedro visitara Roma. Le hallamos siempre en Jerusalén, como una de las columnas de la iglesia. En Hechos 8:14, vemos que “los apóstoles que estaban en Jerusalén … enviaron a Pedro y a Juan” a Samaria. En Hechos 11, después de visitar Lida, Jope y Cesarea, volvió a Jerusalén. Estaba allí cuando Pablo fue con Bernabé, diecisiete años después de la conversión de Pablo, y después de que Pedro visitara Antioquía, cuando la iglesia de esta ciudad estaba bien establecida. Es en Antioquía donde Pablo le reprende por su hipocresía, por haber vacilado ante algunos que llegaron de Jerusalén, de parte de Jacobo (Gal.2:11) (Jacobo ya había ocupado el lugar principal de líder en Jerusalén). Seguramente Pedro no estaba en Roma cuando Pablo escribió la epístola a los romanos en el año 58 d.C., porque si hubiera estado, Pablo, probablemente, le hubiera saludado y dirigido alguna palabra. 

 La iglesia primitiva reconoció a Pedro como “el apóstol a los de la circuncisión”. Permíteme, por favor, citar lo siguiente de Matthew Henry: “En muchas ocasiones, el Señor expresó su afecto hacia él, durante su vida y después de su resurrección. Pero hay muchas cosas, atribuidas a este santo hombre que son directamente falsas. Por ejemplo, la creencia de que tuviera prioridad  y superioridad sobre los demás apóstoles – más que una persona igual – que él fue su príncipe, monarca, y soberano – y que ejercitó una jurisdicción sobre todo el oficio del apostolado: además que él es el solo pastor universal sobre todo el mundo cristiano, y el único vicario de Cristo sobre la tierra – que él fue durante, más o menos, 20 años obispo de Roma – que los papas de Roma sucedieron a San Pedro, y reciben de él una preeminencia universal y una jurisdicción sobre todas las iglesias y cristianos en toda la tierra – y que todo esto fue ordenanza y nombramiento del Señor; al contrario, Cristo nunca le dio cualquier preeminencia de esta clase, sino que lo prohibió y dio preceptos contrarios. Los otros apóstoles nunca cedieron a tal reclamación. No hay una dignidad superior hacia Pedro, a quien Pablo se tomó la libertad de culpar y resistir cara a cara (Gal.2:11). Y Pedro mismo nunca asumió cualquier cosa semejante, sino que humildemente se presentó como un apóstol de Jesucristo; y, cuando escribe a los presbíteros de la iglesia, se pone humildemente en el mismo rango que ellos: Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos.”

 La iglesia romana no fue fundada por Pedro sino, probablemente, por judíos romanos, quienes habían asistido a la fiesta de Pentecostés en Jerusalén cuando el Espíritu fue derramado, y fueron convertidos. La supuesta estatua de Pedro encontrada en el río Tíber en 1574, en verdad era la estatua de un dios sabino, Semo Sanctus, mejor conocido como Hércules. Vamos a dejar estos mitos a los supersticiosos religiosos, porque es muy probable que Pedro jamás visitara Roma.

 No entraré en detalles, pero parece que Pedro estaba muy familiarizado con las epístolas de Pablo, a las que hace referencia frecuentemente. Lo digo solamente para demostrar que las epístolas de Pedro se escribieron después que las de Pablo. Estoy sorprendido de que algunos comentaristas crean que Pedro escribió esta carta estando en Babilonia, literalmente. Lo que sí recuerdo haber estudiado es que en el primer siglo todavía moraba en Babilonia un gran número de judíos, y es muy posible que Pedro les visitara allí.

 Pedro, el apóstol a los judíos, como Santiago, escribe a los que están expatriados en tierras ajenas. Los judíos habían estado en estos lugares durante generaciones y habían nacido allí. Sin embargo, hay referencias claras a gentiles en la epístola, demostrando que Pedro se preocupaba también por ellos, a quienes el mensaje del evangelio había alcanzado. En Romanos 11:5, Pablo llama a los judíos convertidos, un remanente.

 El territorio de aquellos a quienes Pedro escribe es mucho más pequeño que el que ocupan aquellos a quienes escribe Santiago. Fíjate en el mapa que encabeza este texto y verás las áreas en las que moraban, todas en la parte oeste de la Turquía moderna. El círculo más grande pertenecía a Asia Menor, mencionado por Pedro, y también Ponto, Galacia, Capadocia y Bitinia.

 Anota que, en Hechos 2, judíos piadosos se reunieron en Jerusalén para la fiesta de Pentecostés, de Capadocia, Ponto y Asia (Menor), a los cuales identifica Pedro, pero también están mencionados los de Frigia y Panfilia, dentro del territorio al que Pedro se refiere. Dice que moraban en Jerusalén, y parece que se habían reunido por un periodo más largo que solamente la fiesta, debido a la expectación del cumplimiento de las profecías mesiánicas, como en Daniel 9:25-27. Una prueba de ello está en Lucas 19:11: Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.” 

 Ellos se convirtieron al cristianismo antes de volver a sus naciones nativas. De este poderoso movimiento espiritual resultó una gran obra misionera. Pedro, habiendo estado con estas personas por un tiempo considerable en Jerusalén, y habiendo visto como creyeron y fueron bautizados inmediatamente, se preocupó por su progreso en la fe. Es probable que muchos formaran iglesias indígenas en los lugares donde vivían. También Pablo y su equipo evangelizaron estas áreas y establecieron iglesias.

 

 

 

 

 


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