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Lowell Brueckner

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Lo que palparon nuestras manos, capítulo once

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  Los apóstoles lo tenían muy claro que los creyentes pertenecían solamente al Señor que les había comprado. Eran pastores que les guiaban, obispos que sobreveían, y ancianos que daba el ejemplo, pero nunca mandamases que manipulaban, controlaban o mandaban – “para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). “Ruego a los ancianos que están entre (no sobre) vosotros, yo anciano también con ellos... apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella... no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos...” (1 Ped. 5:3). Son de Cristo por redención de sangre y por relación: “Las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre... va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños” (Juan 10:3-5). “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (vs. 14) “...tengo otras ovejas... y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor” (vs. 16). “Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:27-29). 


CAPÍTULO 11

REGRESO A LA COSTA CHICA

Nuestros gemelos, Daniel y David
Nuestros hijos nos ayudaron a abrirnos paso en la Costa Chica. Cuando llegamos allí conocimos a un doctor muy bueno, un americano, del vecino estado de Guerrero. Por las malas condiciones de las carreteras entre nuestra casa y el hospital donde trabajaba, sugirió que Margarita fuera a quedarse con su esposa durante los últimos días de su primer embarazo. Lo que no nos dijo fue que Margarita llevaba gemelos y que posiblemente podría dar a luz antes de lo programado. Días antes de lo previsto, la madrugada del 23 de marzo de 1967, empezaron las contracciones. Sin tener ninguna idea de qué debía hacer, acudí a despertar a un vecino muy amable, que nos llevó hasta un doctor de la aldea. Antes de las nueve y media de la mañana de ese mismo día, Daniel y David habían nacido. La esposa del doctor pesó a los pequeños en una báscula que usaba para pesar el queso en su tienda. De pronto, el pueblo de Cacahuatepec se mostró interesado y orgulloso por estos niñitos que habían nacido entre ellos y que estaban registrados en el archivo municipal de su ayuntamiento. Además habían nacido el Jueves Santo. Esto era muy significativo para la gente religiosa. Nadie recordaba un caso en la aldea en el que los dos gemelos hubieran sobrevivido a un parto. Como puedes ver, nuestros hijos se hicieron misioneros y testigos desde el mismo día que nacieron.


Stephen nació el día de Acción de Gracias (un día festivo en los Estados Unidos), el 28 de noviembre de 1968, y le atendió el mismo doctor de la aldea. También era el aniversario del día en que mis padres habían conocido al Señor, 33 años antes. Seguidamente el doctor estuvo muy contento y orgulloso por asistir al parto de nuestra primera hija, Raquel Fe, el mismo día de su cumpleaños, el 11 de diciembre de 1970. Cuando abandonamos Cacahuatepec dos años después para mudarnos a Pinotepa, una persona con quien habíamos hecho amistad nos dijo: “Cuando llegasteis a vivir entre nosotros no tuvisteis ningún amigo, y ahora que os vais no tenéis ningún enemigo”.

Este pequeño tributo sigue emocionándome. Estamos sumamente agradecidos por haber podido ver las evidencias de la mano de Dios sobre los asuntos de nuestra familia desde un principio.

Abandonamos Méjico la primavera de 1979, justo después de que naciera nuestro último hijo, para mudarnos durante un tiempo a Minnesota, dirección oeste de las Ciudades Gemelas Minneapolis-St. Paul. Empezamos a hacer reuniones en nuestra casa los domingos por la tarde. Poco a poco el número de asistentes fue incrementándose hasta llegar a ser más de noventa personas cada domingo. Algunos podían sentarse en la sala, donde yo compartía apoyando mi Biblia sobre un atril de música, pero otros tenían que hallar sitio en la escalera, en la cocina, en el pasillo e incluso en las habitaciones. Nuestras hijas enseñaban a los niños en el piso de abajo.

Quisimos exponer al mayor número de gente posible al crudo trabajo de las misiones y por eso, en dos ocasiones, formamos una caravana de coches llenos de familias y gente soltera, y nos dirigimos 2.500 kilómetros por la AV-35 desde Minnesota hasta Laredo, Tejas. Allí cruzamos la frontera y atravesamos Méjico hasta entrar en el estado de Oaxaca, un viaje adicional de dos días, para llegar finalmente a la Costa Chica. El último viaje lo hicimos en verano de 1984.

La primera vez que Margarita y yo llegamos a la Costa Chica fue en octubre de 1966, siendo misioneros muy novatos. Veinte años después, el mismo mes, abandonamos Minnesota, cruzando el océano Atlántico rumbo a Alemania. En el año 2002 nuestros ocho hijos, ya adultos, habían abandonado la casa, y Margarita y yo nos mudamos a vivir a la costa oeste de España. No tuve oportunidad de volver a Oaxaca hasta 2009. Probablemente fue a finales de 2008 cuando recibí una invitación por email de un comité de líderes cristianos de grupos juveniles para dar unos mensajes en una convención, programada para marzo del siguiente año en la ciudad de Huajuapan, Oaxaca. Heriberto Ledezma con su esposa Licha y su hija me recogieron en el aeropuerto de la ciudad de Oaxaca al llegar. No hay manera de seguir con este relato sin escribir unas palabras sobre este hombre de Dios.

Heriberto Ledezma
Heriberto fue criado en un hogar cristiano y entró personalmente en la familia de Dios cuando tenía 12 años. Inmediatamente empezó a servir al Señor, tocando su guitarra en las reuniones en su aldea. No pasó mucho tiempo hasta que llegó a la conclusión de que Dios le estaba llamando para consagrarse totalmente a Su servicio, y por eso dejó su hogar para asistir a una escuela bíblica. Esa decisión da testimonio tanto de la seria entrega de sus piadosos padres, como de la entrega de su propio corazón. Sus padres eran pobres y necesitaban, por su propio bienestar, que su hijo se quedara para ayudar en la casa. Sin embargo, fielmente, le pusieron en las manos del Señor, y a la temprana edad de 14 años fue a servir a Dios a jornada completa.

Durante los años que mis padres vivieron en Laredo, Tejas, y después dentro del país de Méjico, Heriberto a menudo viajaba con mi padre, mientras él iba enseñando de iglesia en iglesia. Después, cuando nosotros nos mudamos a Oaxaca, Heriberto vino a ayudarnos en aquella obra. Ahora, transcurridos muchos años desde entonces, dos de sus hijas con sus familias se dedican a la labor cristiana de rehabilitación de toxicómanos en España y Portugal. Heriberto actualmente dirige una organización cristiana desde una iglesia central en Huajuapan. Está involucrado con la formación y edificación de muchas iglesias en la parte central y norte de Oaxaca.

Después de 25 años fuera pude visitar de nuevo la Costa Chica. Heriberto me llevó a través de las montañas por una sinuosa carretera la cual, aunque ahora bien pavimentada, era un camino de tierra, por cierto, muy bien conocido para mí. Al anochecer entramos en Amuzgos y nos estacionamos allí. La aldea está a pocos kilómetros al norte de Cacahuatepec, donde Margarita y yo nos habíamos establecido anteriormente. Caminamos hacia una pequeña iglesia blanca donde los cristianos estaban reunidos. Estando allí, mis pensamientos retrocedieron 43 años atrás, cuando nosotros éramos los únicos misioneros, o mejor dicho, los únicos cristianos en aquella zona tan hostil. Después de recorrer toda nuestra aldea yendo de casa en casa compartiendo el evangelio, empezamos a visitar Amuzgos. Inmediatamente vino la oposición. Probablemente todavía tengo guardadas en algún lugar las cartas de amenaza que recibimos. Por otro lado, algunas personas necesitadas nos invitaban a sus casas para que fuésemos a orar por ellas, y tuvimos que ir.

Recuerdo cuando fui a visitar a un hombre que estaba enfermo. Llegué con mi furgoneta hasta la plaza central de Amuzgos donde había una fuente, y de allí fui caminando hasta su casa. Al regresar encontré mi vehículo rodeado de gente con cubos llenos de agua en sus manos, y antes de que pudiera entrar en la furgoneta y cerrar la puerta me habían empapado. Pero ahora… ¡me encontraba en aquel mismo pueblo sentado en una iglesia entre creyentes! ¡El evangelio había triunfado allí!


Abel Olmedo y Cely, una
de sus hijas

Al día siguiente hicimos una parada sorpresa en Mancuernas frente a la casa de Abel Olmedo. En el último capítulo conté brevemente su testimonio. Relaté cómo aquel cantante de las cantinas, deprimido y contemplando el suicidio, después de arrodillarse en su campo de maíz, halló a Cristo y paz en su corazón. Esto sucedió hace 35 años, y casi desde el principio de su vida cristiana ha sido el pastor en la iglesia de Mancuernas (ya que no había otro con más experiencia para tomar ese lugar). Actualmente tiene nueve hijos, y cuando nosotros nos fuimos de la Costa, Miguel, el más grande, todavía era pequeño. Ahora él y su padre son cantantes de música cristiana, y juntos han grabado un CD.

Puedes imaginar la emoción que sentimos al reunirnos de nuevo. Nos sentamos en el porche de su casa, y sus tíos, una pareja con más de 80 años, también estuvieron con nosotros. Recordamos el tiempo del principio en Mancuernas, cuando fui a visitar a la tía que llevaba encamada dos años. Después de orar por ella el Señor restauró su salud, y su esposo y ella se convirtieron en cristianos fervientes y fieles. La anciana me recordó el día que vino a nuestra casa en Pinotepa para pedirme que fuera a visitar a su padre que estaba a punto de morir debido a un cáncer de pulmón. Él estaba preparado para creer en el Señor Jesucristo y su corazón se abrió al evangelio. Poco después empezó a agonizar y sus parientes, muchos no creyentes, empezaron a ponerse alrededor de su cama. En los últimos momentos, mientras todos le observaban, abrió sus ojos, y mirando hacia arriba exclamó: “¡Veo la gloria de Dios! ¿No lo veis? ¡Allí voy yo!” En pocos minutos, allí se fue.

Aunque la gente no sabía nada de nuestra llegada y no se habían hecho los preparativos, enseguida concertaron una reunión para la siguiente tarde. Sería en una de las casas, ya que estaban a punto de terminar el nuevo centro de reuniones, donde los ciento cincuenta creyentes de Mancuernas iban a congregarse en el futuro.

Antes de dirigirnos hacia el encuentro paseamos por las calles de la pequeña ciudad de Pinotepa, cerca de Mancuernas. ¡No pude creer lo que estaba viendo! Cuando vivíamos allí, si recuerdo bien, sólo estaba pavimentada la calle principal, pero ahora había grandes calles, muy transitadas, con semáforos en las esquinas. También vi una librería cristiana y versículos de la Escritura sobre algunas casas y pintados en los vehículos, e incluso a veces pude oír música cristiana saliendo a través de las ventanas.

En el último capítulo también compartí sobre nuestra despedida de Pinotepa (probablemente en 1974) y las dudas que sentí por el futuro de esos nuevos creyentes que se congregaban en la sala de la casa del pintor Javier Gómez. Ahora entiendo que no tenía por qué preocuparme. Heriberto y yo charlamos con Javier y nos dijo que actualmente se reúnen quinientas personas en la iglesia local de Pinotepa. Él ha sido el pastor por casi 35 años. Una vez más compartió su testimonio con nosotros.

Recordaba el tiempo cuando habíamos alquilado un edificio público en el centro de la ciudad para hacer campañas evangelísticas y habíamos acudido a él para que pintara un cartel grande anunciando la reunión. En cualquier época del año hace mucho calor en Pinotepa, sin embargo encontramos a este joven hombre, recién casado, sentado en su sala cubierto con una manta. Estaba sumido en una depresión. Ahora, sonriendo, nos recordó que él fue la única persona que respondió positivamente al mensaje en aquella reunión, para la cual él había hecho la publicidad.

Volvimos a Mancuernas, y después de haber hablado a los que se juntaron esa tarde, tuvimos que regresar a Huajuapan para la convención juvenil. Heriberto condujo toda la noche. Conozco la historia espiritual de Huajuapan y su fuerte oposición al evangelio. Por lo menos, que yo sepa, hubo dos parejas misioneras que la abandonaron derrotadas. La historia de cómo empezó la obra allí y se desarrolló, es otro relato milagroso. Ahora tiene grandes congregaciones con un total de unos mil creyentes. A la orilla de la ciudad hay una iglesia indígena que celebra sus reuniones en lenguaje mixteco. Hay otra congregación en el centro y una más en un barrio, para los de habla hispana.

La familia Pedd: Lilian, Carlos,
Gloria, David, Norman, y Ursula
Muchos años atrás visité en Milwaukee, Wisconsin, a un amigo que me habló de unos argentinos, la familia Pedd, que asistían a su iglesia. El hombre, Carlos, vino a los Estados Unidos buscando trabajo con el plan de ganar suficiente dinero como para volver a Argentina y establecer un negocio. El Señor empezó una obra maravillosa en su corazón y, cuando Cristo le transformó, también interrumpió sus planes y le dirigió en otra dirección. Conversando con Carlos me contó que orando una mañana dijo: “Jesús quiero que Tú seas mi Señor”. En ese momento vio una visión en la que la palabra MEXICO apareció 3 veces. Él sintió que el Señor le estaba llamando a ser Su representante en ese país y 2 meses después, él y su familia, estaban viviendo allí, en la ciudad de Huajuapan.

Un día, cuando conducía por la ciudad, el vehículo de Carlos golpeó frontalmente con un taxi, cuyo conductor se dio a la fuga al ver lo que había sucedido, dejando a sus dos pasajeros tirados en el suelo, gravemente heridos. Uno de ellos sangraba por la boca. “Apenas se podía pasar porque había mucha gente parada y vehículos estacionados”–relató Carlos. “Empezamos a orar por el que parecía estar más grave. Al ver el color de su piel volverse como el de los muertos y sus ojos hacia atrás, pensé ¡ha muerto! Entonces en mi mente clamé a Jesús ‘¿por qué le dejaste morir?’, y en ese momento se levantó. Había muchos testigos de lo que había ocurrido y algunos decían: ‘Murió y se levantó’. Eso tocó a mucha gente de Huajuapan, no sabemos el número, pero sin duda fue una apertura para el evangelio en aquel lugar”. La palabra sobre una demostración de un Dios que realmente contesta la oración se esparció por toda la ciudad. En poco tiempo doscientas personas se reunían con Carlos para escuchar la Palabra de Dios.

En mi reciente visita a Huajuapan en 2009, Heriberto me contó que la actual alcaldesa, cuando fue elegida, había acudido a él con una petición. Quiso saber si él podría recomendar a alguien de entre los líderes evangélicos para tomar el puesto como secretario de la población. Es un oficio muy importante en los ayuntamientos de las ciudades de Méjico; en algunos casos el secretario tiene tanta influencia en el gobierno como el alcalde. Heriberto la habló de un nativo mixteco con preparación universitaria, un fiel cristiano, marido, padre, y uno de los dirigentes de la juventud cristiana en esa región. De hecho, estaba en el comité que me había invitado a la convención. Huajuapan, que por tanto tiempo se oponía y resistía al evangelio de Jesucristo, ahora tiene a uno de Sus siervos en una alta posición pública.

Trescientos jóvenes asistieron a la convención, procedentes de las diferentes iglesias del estado de Oaxaca. Para mí fue algo increíble, mucho más allá de lo que hubiéramos soñado Margarita y yo cuando nos establecimos en Oaxaca en 1966. Durante los primeros años yo me iba a Putla cada semana. Un policía estatal que trabajaba vigilando la prisión, me había escrito una carta en la que expresaba el hambre que sentía por el evangelio, y fui a visitarle. Él entregó su vida a Cristo y le sirvió hasta el día de su muerte. Por medio de él pude entrar a la prisión para hablar con los reclusos. Prediqué el evangelio en diferentes casas y lo compartí individualmente con muchas personas y familias. A pesar del esfuerzo, durante el tiempo que vivimos en la Costa Chica no fue fundada ninguna iglesia en Putla. Tampoco tuve resultados en Zacatepec, aunque a veces me detenía para testificar a personas cuando iba de paso en dirección a Putla. Sin embargo, ahora en la convención, me encontré con buenos grupos de jóvenes, enviados desde las iglesias de aquellos dos lugares.

No sé las veces que habré podido leer las palabras de Pablo a los romanos cristianos: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…”, pero en el vuelo de regreso a España, la certeza absoluta de esta declaración impactó mi alma en una manera que jamás había experimentado antes. Han tenido que pasar 43 años para que se produjera la evidencia que fue puesta delante de mis ojos en ese viaje, pero ahora puedo deciros que el evangelio es más poderoso que cualquier oposición que viene en contra. No sólo puede conquistar al individuo rebelde, sino también lograr que territorios grandes reconozcan Su autoridad y se doblen ante Su poder.

También he aprendido esto: Cada persona que Dios utiliza para plantar, regar o cooperar en cualquier manera, mientras Dios desarrolla Su plan, es dispensable. No es la obra del hombre y nunca le es permitido a él reclamarla. Jesús dijo a Pedro: “Alimenta Mis ovejas”, y Pedro pasó el mandamiento a la siguiente generación: “Apacentad la grey de Dios”. ¡Escúchame bien, líder, pastor, misionero, evangelista..., estás en el negocio de Dios y sólo a Él pertenece la gloria! Puede usarte, pero en cualquier momento puede quitarte de la escena y poner a otros en tu lugar. Es absolutamente Su derecho y Su prerrogativa: es a Su novia a la que Él está preparando para las bodas. Mi corazón se llena de emoción y me satisface tremendamente saber que tuve el privilegio de cooperar con Él en un esfuerzo que continúa y crece hoy. Gente buena y fiel ha seguido con el trabajo, pero solamente Dios puede infundir la vida que hace que la semilla brote y crezca hasta que de fruto.


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