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Formando un hogar para la gloria de Dios, primera parte

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Formando un hogar para la gloria de Dios

Padres: No provoquéis a la ira a vuestros hijos, sino criadlos con disciplina e instrucción del Señor.                                                                                                        Efesios 6:4

Raquel, nuestra hija mayor, y Daniel, el mayor, escribieron en 2012 acerca de su niñez. Pienso que un hijo es quien, con más autoridad, puede expresar lo que le impresionó mientras vivía con sus padres. Yo puedo dar clases sobre lo que opino en cuanto del tema de criar hijos pero, al final, la prueba queda en ellos mismos. ¿Cómo vieron su niñez y adolescencia?

También hemos oído a los otros cinco hijos hablar de las mismas impresiones, pero lo que citaré es de tres de ellos, ya que tengo unas cartas a mano, que además me ayudarán a respaldar lo que escribiré sobre los tres ingredientes básicos y esenciales que mantendrán en pie un hogar cristiano. Daniel nos escribió personalmente a nosotros, y Raquel lo escribió en una carta navideña. También en 2003, Mike, nuestro hijo menor, escribió su testimonio.

La realidad de Dios en el hogar

Entrevistando a Raquel para un programa de televisión
Raquel: “Vimos a Dios contestar oración tras oración de forma sobrenatural. Ninguno de nosotros tenía una razón para dudar de Él”.

“En medio de las pruebas, papá y mamá siempre estuvieron orando por nosotros, y Dios siempre nos envió esa paz que sobrepasa todo entendimiento. Nos enseñaban tan fielmente a confiar en Dios, que ellos mismos vivían así, confiando en Él”.

 “Cuando tuvimos el accidente de tráfico es cuando me sentí aún más agradecida por cómo había sido criada, y pude experimentar que, especialmente, por medio de las pruebas, Dios se manifiesta fielmente. En ese momento, Él nos llenó con mucha paz, con gozo y una conformidad sobrenatural de que era el plan de Dios. Lo entendimos tan claramente que hasta el día de hoy nunca he deseado que no hubiera pasado…  y el gozo permanece”. (Como resultado del accidente, Raquel está en una silla de ruedas).


Daniel: “Otra cosa que tengo muy clara en la memoria, tiene que ver con el tiempo en que vivímos en Pinotepa. Papá había salido de viaje y mamá estaba sola con nosotros en casa. Era tarde, por la noche, y… las luces estaban apagadas. Mamá cantó vez tras vez la canción: “Ser como Jesús, ser como Jesús, todo lo que pido es ser como Él; en toda la jornada, desde la tierra hacia el cielo, sólo lo que anhelo, es ser como Él”. ¡Qué ejemplo! No puedo cantar esa canción sin pensar en aquella ocasión”.

“Me acuerdo de ir a una iglesia grande en Oaxaca… íbamos a menudo y papá predicaba. Nos sentábamos todos juntos como familia con papá hasta que llegaba el tiempo de predicar. Había un restaurante cerca de la iglesia y los dueños eran cristianos. Uno de ellos fue sanado en una reunión… antes no podía levantar la mano”.

“Siempre anhelaba que llegara el tiempo de los campamentos. El último año fuimos a “Camp Lebanon” y papá compartió historias de su crianza y nuestra familia. Ese año fue especial. Me acuerdo la última noche, cuando papá despidió la reunión y nadie se movía. ¡Qué tiempo de oración hubo después! Aún dos adolescentes muy rebeldes no se movían”.

Rachel y Mike
Mike: “Fui criado en el campo misionero, y tengo que decir que no cambiaría esa oportunidad por nada en el mundo. Cuando me preguntan qué es lo que me motivó a continuar en la obra de Dios después de salir de la casa de mis padres, concuerdo con la respuesta que mis hermanos mayores dan a la misma pregunta: Fue la realidad de Dios… tan sencillamente, así fue. Nosotros crecimos en un hogar donde estaba el Dios vivo y donde podíamos verle obrar constantemente. Día tras día Él suplía nuestras necesidades porque mis padres daban a Dios la prioridad en todo. Uno de los problemas más grandes en los hogares cristianos de hoy es que los niños son criados con una apariencia de piedad pero sin el poder. No se permite a Dios ser una realidad. Claro, todos dicen que esto es lo que quieren, pero pocos están dispuestos a confiar en Dios para todo. Recuerdo haber entregado mi vida al Señor a la edad de seis años, en una reunión de la Santa Cena”.
…………………….

“Habló (Josué) a los hijos de Israel, diciendo: Cuando vuestros hijos pregunten a sus padres el día de mañana, y digan: ¿Qué significan estas piedras? Haréis saber a vuestros hijos, diciendo: Israel cruzó sobre lo seco este Jordán, porque el Señor vuestro Dios hizo secar las aguas del Jordán delante de vosotros hasta que cruzasteis, así como el Señor vuestro Dios lo hizo en el Mar Rojo, al cual secó ante nosotros hasta que lo cruzamos, para que todos los pueblos de la tierra puedan conocer que la mano del Señor es poderosa, a fin de que temáis al Señor vuestro Dios todos los días”. (Jos.4:21-24).

Yo vi esas “piedras” amontonadas en la casa donde fui criado. Por el mover del Espíritu Santo en las vidas de mis padres, pude conocer la realidad de Dios desde que era un niño. Todos los deleites del mundo pierden su sabor frente a un Dios vivo y verdadero. Ver Su poder y experimentar Su dirección desvanecen todo el brillo del mundo y cada demostración de las capacidades de los hombres. Sobre todo, si los padres cristianos no quieren que sus hijos vayan al mundo, lo que ellos tienen que experimentar frente a sus ojos es la realidad de Dios.

Pablo habló a Timoteo de los últimos tiempos, cuando los nombrados cristianos tendrían apariencia de piedad, pero negarían su poder. En mi caso, desde niño, también supe de la realidad de nuestro enemigo. Mi padre trabajaba entre la gente indígena en el medio oeste de los Estados Unidos, un pueblo con mucho conocimiento de poderes sobrenaturales. Mi padre intentaba protegerme de lo que estaba a nuestro alrededor, pero era imposible evitarlo todo.

Cuando ves a una persona hacer cosas extrañas e incluso sobrenaturales y, al acudir al psiquiatra, dice que no tiene ningún defecto mental, tienes que considerar que existe otra fuente de la que sale tal comportamiento. Cuando alguien pierde el uso de alguna parte de su cuerpo y los doctores dicen que no pueden hallar ninguna causa, no te sorprendas, porque en los Evangelios te hablan de lunáticos, de una mujer encorvada y de un sordomudo, cuyas enfermedades Jesús atribuyó a demonios.

A los doce años tenía un amigo ojibwe, una tribu de Minnesota, de mi edad, cuya hermana mayor acudió a un “medicine man” (brujo). Inmediatamente después empezó a tener visiones de hombres pequeños danzando alrededor de su cama por la noche. En una reunión se manifestó un espíritu en ella y, por lo que vi allí, no pude dormir bien durante mucho tiempo. Yo conocía bien a esa chica y sabía que era totalmente normal, por eso sé que lo que vimos esa tarde en su rostro, lo que la oímos decir y la voz con la que hablaba, no era de ella. Uno tiene que ver tales cosas por si mismo, porque es imposible describirlas. Podría dar muchos más ejemplos.

Una cosa que supe desde mi niñez es que el mundo espiritual es muy real y el mundo físico está sujeto a él. Dios tiene que ser una realidad palpable en nuestras vidas cotidianas y nuestros niños deben experimentarle. La mujer de un comandante del ejército americano que halló a Cristo en las reuniones de nuestra casa, habló de sentir que había Alguien más presente cada vez que entraba. No hace mucho tiempo seis personas entraron en nuestra casa con dos cámaras de televisión y el locutor me preguntó por la paz que había sentido al estar aquí. Un hombre mayor, que era juez, al salir de la casa de nuestro hijo en Alaska, comentó sobre la paz que había experimentado estando dentro.

Todos los miembros familiares estaban presentes en las reuniones de Cristo, y los niños estaban a su alcance cuando Él les puso en medio de todos para dar una enseñanza sobre lo que es el Reino de Dios. Cuando Jesús alimentó milagrosamente a cinco mil hombres y en otra ocasión a cuatro mil, los escritores mencionan también a las mujeres y a los niños. Está claro es asistían familias completas.

En una de estas ocasiones fue un niño quien tomó una parte muy especial: “Aquí está un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos, pero, ¿qué es esto para tantos?” (Jn.6:9)… Pues el niño pudo ver lo que era “esto para tantos”. La Biblia no nos habla de lo que pasó con este niño, pero puedes estar seguro de que nunca se le olvidó ese momento. Cuando venía el mundo con sus ofertas de provisión, pudo recordar lo que él experimentó aquel día; una fuente abundante que fluye de un mundo mejor para suplir todas las necesidades humanas. Y cuando el mundo le ofrecía una posición, siempre pudo recordar del ministerio que tuvo en ayudar a alimentar a cerca de 20.000 personas, cuando solamente era un niño.

Los discípulos quisieron despedir a los niños cuando sus padres les trajeron a Jesús, para que Él les bendijera. Jesús se indignó con ellos. Ahora los cristianos están repitiendo el mismo error. Cuando se juntan en la iglesia, los niños son sacados al empezar la reunión. Cada uno debe estar con su familia y, antiguamente, los miembros de una familia se sentaban juntos en una fila. Sin embargo, siempre hay una justificación para sacarlos y, según nos dicen, es porque los niños no pueden estarse quietos tanto tiempo y acaban molestando. En este caso, están admitiendo otra falta muy grave entre los cristianos, y es que los padres no saben disciplinar a los niños. La ignorancia no tiene excusa porque tenemos una Biblia llena de instrucciones para los padres.

Otra justificación para separar a los niños de sus padres es porque los niños no pueden entender los mensajes y deben estar en reuniones donde les enseñen según su edad. Esta es una demostración de la mentalidad carnal tan común en cristianos que ignoran el mover especial del Espíritu Santo en la iglesia al que los niños, igual que los adultos, son sensibles; quizás los niños lo son más. Yo he visto que sí, y además entienden mucho más de los mensajes de lo que pensamos. Claro, si Dios no se mueve en las reuniones, entonces les doy la razón. Y en ese caso, no deberían estar los niños… ni tampoco los adultos.


Amigo, es deber de los padres enseñar a los niños en la casa. Pronto voy a preparar dos artículos más, relacionados con este tema. En uno, Raquel y Daniel hablan de los tiempos en los que nos reuníamos toda la familia cada día en nuestra casa. Orábamos juntos por todas las necesidades. Orábamos cuando estaban los hijos enfermos y todos observaban cómo Dios los sanaba. Orábamos cuando había una necesidad financiera y todos los niños podían ver cómo Dios suplía. Los testimonios son muchos, y la brevedad del artículo no me permite contarlos.  


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