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Lowell Brueckner

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Enséñanos a orar

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Minutos después que esta diapositiva fue tomada por mi padre
en 1957 de un día de campo, los participantes desaparecieron
en el bosque en las garras de un espíritu de oración. Resultó
un mover de Dios sobre todo el territorio.  
¿Cuántas veces hemos creído una falsedad o una media verdad, porque la escuchamos repetidas veces? Tú y yo hemos oído que la oración es como una charla con Dios. Por mi parte, he quedado insatisfecho con esa definición. Me parece muy humanista y quita la gloria y el poder de lo que es la verdadera oración.

Una de las cosas que me hizo ver mejor la que es la oración, fue cuando fuimos a Londres y visitamos la antigua casa de John Wesley. El guía nos mostró una cámara bastante pequeña y dijo, “Esta fue the powerhouse de Inglaterra.” Fue el lugar donde Wesley arrodillaba para orar. Quizás la mejor manera de traducir al español powerhouse sería centro neurálgico. Las oraciones de Wesley no fueron charlas con Dios; fueron tiempos a solas con Dios que generaba poder para toda la nación de Inglaterra. ¡Muy bien! Si la viéramos así, personalmente y en grupos, entraríamos en nuestras cámaras con la potencial de transformar personas entre nuestras familias y amistades; de despertar espiritualmente a nuestros vecindarios, territorios, y las naciones.

Tozer escribió contra el argumento que pretende que Dios siempre contesta la oración, sólo que a veces contesta diciendo “que no” o “espera”. Tozer lo vio como una excusa por nuestras oraciones impotentes que no mueven la mano de Dios a acción. Nos conduce a la pasividad y la indiferencia. ¡Mover a Dios requiere pasión y desesperación! Cuando los esquimales en noreste Canadá vieron que sus jóvenes estaban cometiendo suicidio por un porcentaje cuatro veces más que lo del resto del país, los cristianos entraron en un intenso periodo de oración. Un cristiano se acordó del “dolor, los gemidos” de la oración. Lo mismo pasó en Uganda, cuando los soldados estaban masacrando a los cristianos en multitudes. Muchas veces, saldría un cristiano de su casa y jamás volvería. Los otros miembros de la familia supieron lo que había pasado y no tuvieron porque buscarle. Lo único que pudieron hacer era clamar a Dios.


Lee lo que sigue. Me fue enviado y no sé quién lo escribió, pero expresa mucho mejor lo que es orar…  

ENSÉÑANOS A ORAR

Jeremías 33:3 – “CLAMA A MI Y YO TE RESPONDERÉ.” - Cuando decimos que orar es hablar con Dios, no sé si estamos dando la mejor versión de tan sublime acto. Personalmente creo que orar es mucho más que hablar con Dios. Hay componentes que, sin ellos, nuestra oración se reduce a una cantidad de palabras religiosas, que muchas veces ni nos las creemos nosotros, e incluso pueden molestar al propio Dios.

Israel estuvo más de cuatrocientos años en Egipto, de los cuales, los últimos fueron un verdadero clamor y gemir, a causa de la opresión y el látigo egipcio sobre sus carnes. Leemos en Éxodo que Dios le dice a Moisés: “HE OÍDO EL CLAMOR DE MI PUEBLO”. Hasta que Israel no clamo, Dios no oyó. Tal vez antes habrían hablado con Dios; le habrían consultado, incluso se habrían quejado, pero Dios no oyó. Sólo intervino cuando su pueblo clamo.

Hermano mío, cuando después de la oración no ocurre nada, algo no está bien hecho. “FUERON MIS LAGRIMAS MI PAN DE DÍA Y DE NOCHE”, dice el salmista. Creo sinceramente que el Señor no está tan pendiente de nuestras palabras, sino de nuestra actitud interior. Es más, muchas muchísimas veces, con nuestros argumentos, lo único que intentamos hacer es tapar y sustituir la ausencia de un clamor y un gemir. 

Perdona, Señor, por nuestras oraciones llenas de palabras y vacías de lágrimas.



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