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Lowell Brueckner

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Pecados, ayunos y domingos

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53. Un estudio expositivo de Isaías, capitulo 58

¡Clama a voz contra el pecado!

“Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado” (v.1). Éste es un mandamiento directo, enfático y claro, dado por Dios a quien se considere Su portavoz. Sólo veo dos razones posibles por la que alguien elegiría desobedecer, restar importancia o debilitar este mandato de Dios. 1) Elegiría ignorarlo por ceder lugar a la popularidad, por una compasión fingida y por su bienestar entre el pueblo. Tal persona no es digna de llamarse un siervo de Dios. 2) Podría argumentar que éste es un mandamiento del Antiguo Testamento, dirigido solamente a Israel; pero un pequeño análisis del Nuevo Testamento destruirá tal argumento.

El estudio de los Evangelios me ha mostrado que Jesús fue más que un gentil y benigno pastor que se juntaba con los pecadores y disfrutaba de su compañía. Considera esta declaración, hecha a Sus discípulos sobre una parte importante de Su ministerio:Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado” (Jn.15:22). Él destapó su pecado y culpa, y lo llamó por su nombre.


Algunos podrán especular y decir que esta frase estaba dirigida especialmente a los líderes de los fariseos y los saduceos, pero el contexto no da ninguna indicación de que esto fuera menos que una palabra a la población, en general, de pecadores. La instrucción que Jesús dio a ambos, tanto al paralítico como a la mujer adúltera, fue “no peques más” (Jn.5:14; 8:11). Todos los ejemplos de cómo trató con el pecado durante los tres años y medio de Su ministerio público, son demasiado numerosos como para mencionarlos ahora.

Jesús también reveló las consecuencias del pecado, refiriéndose más al infierno que al cielo. “Temed”, avisó, “más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt.10:28. Fíjate también en otros ejemplos que se encuentran en Mateo solamente… Mt.5:22,29,30; 18:9; 23:15). Pablo hablaba elocuentemente contra el pecado y enseñaba a sus jóvenes seguidores a hacer lo mismo. Refiriéndose, específicamente, a los líderes en la iglesia, mandó a Timoteo: “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman (1Ti.5:20). Éste es un mandamiento a menudo ignorado hoy en día. El pecado y el error son “barridos bajo la alfombra” o, por lo menos, hablados entre pocas personas “detrás de la puerta”. El cuerpo de creyentes, en general, tiene que estar informado del pecado entre el liderazgo para poder evaluar correctamente si la influencia recibida por ellos ha sido legítima o no. Debe traer un temor y un humilde exámen, no solamente de sus vidas personales, sino de toda la calidad del cristianismo que tal líder ha formado entre ellos.

Pablo instruyó a Tito: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado… enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, aguardando… la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio… Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie” (Tit.2:11-15). Según avanza a su fin, el Nuevo Testamento nos advierte, más que nunca, por medio de los apóstoles Pedro, Juan y Judas, acerca del engaño del pecado y su castigo, culminando en el libro de Apocalipsis.

La hipocresía vista en Israel es similar a situaciones que observamos en estos días, por ello, tenemos que dar el tiempo y atención necesarios a este tema: “Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios” (v.2).

Recuerda… lo que aquí está juzgando es la hipocresía, no el hambre espiritual o el tiempo tomado para conocer a Dios y andar en Sus caminos. Sin embargo, podemos ver esta situación entre personas que asisten a toda clase de enseñanzas bíblicas y convenciones con temas bíblicos, pero que no demuestran una transformación de corazón. Hablando de mí mismo, no estoy satisfecho con que la gente salga sencillamente con una reacción positiva. Quiero saber… ¿hay algo en nuestros encuentros de enseñanza más allá de la instrucción sobre ciertos principios relacionados con la Escritura? ¿Dónde está el fruto de la penetración del Espíritu Santo llegando al mismo centro de la existencia humana? ¿Dónde está el asombroso silencio que debe seguir tras un confrontamiento con la verdad eterna? Sabemos muy poco de esto en nuestros tiempos.


Un ayuno verdadero

“¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso…?" Otra vez, tenemos que insistir en que no está anulando el ayuno, sino una actitud inapropiada, llena de actividad religiosa. Posiblemente, abusar del ayuno no sea un tema que necesite ser especialmente enfrentado en la mayoría de los círculos cristianos del mundo oeste en nuestros tiempos. Como hay demasiados pocos ayunos, practicados por demasiadas pocas personas, debemos aplicar estos versículos, no solamente al ayuno, sino a cualquier actividad cristiana en la que podamos engañarnos, creyendo que, sencillamente, por realizarla, estamos bien delante de Dios, como los judíos en el día de Isaías.

Tenemos que aclarar también que Isaías no está atacando la humildad genuina, al citar esta pregunta del pueblo: "¿Por qué humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido?” Está refiriéndose a ciertos hechos que tenían apariencia de humildad, como “inclinar su cabeza como junco, y hacer cama de cilicio y de ceniza”.

En nuestros tiempos, tenemos que aplicarlo a otras acciones exteriores que tienen el mismo propósito de, en verdad, hacer alarde de nuestra espiritualidad. ¿Por qué Dios no está impresionado con nuestra entrega y devoción radicales? ¿No puede ver nuestra aparente humildad? La verdadera pregunta sería… ¿Ha sido quebrantado nuestro orgullo? ¿Tenemos un corazón contrito? Nota en el texto la evidencia de una carnalidad egocéntrica: “Buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores… para contiendas y debates ayunáis”. ¿Dónde está la evidencia de que Dios nos está haciendo caso y el fruto de que Dios ha aceptado nuestros esfuerzos? “No ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto… ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?” (vs.3-4)

Algunos han concluido que Isaías está dando por hecho que, literalmente, el ayuno ha terminado, y está enseñando que las actividades humanitarias deberían tomar su lugar. Simplemente, eso sería separar una porción del resto de la Escritura y hacer de ella una doctrina en general, lo cual es una clara indicación de una interpretación falsa. Tal doctrina no puede ser justificada por el Nuevo Testamento.

Jesús no elimina el ayuno como una práctica cristiana. Él enseñó:Cuando ayunéis…” (Mt.6:16). “Vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán” (Mt.9:15). Los mismos que enseñan que el ayuno no debe ser una actividad más en la iglesia, también intentarán decir que la ausencia de Cristo es una ausencia espiritual y, mientras “sentimos Su presencia” entre nosotros, no hay necesidad de ayunar.

Ésta es una conclusión “para coger con pinzas”, demasiado ridícula para que la tratemos, a no ser porque algunos la creen. Dondequiera que Jesús se referiría a dejar a Sus discípulos, habló literalmente de ir al Padre, y como éste es el caso hasta el día de hoy, los cristianos deben ayunar. Por favor, fíjate en Hechos 10:30 y 14:23. (En Marcos 9:29, el único manuscrito que omite la palabra “ayuno”, es el Vaticano, todos los demás la incluyen). Además, la doctrina que sugiere que Cristo abandonaría a Su iglesia en un sentido espiritual, es verdaderamente pobre.

Entonces, ¿qué vamos a aprender de los versículos 5-8? Primeramente, toda la humildad que deberíamos adquirir por medio del ayuno es sinónimo de desinterés o abnegación personal. Ésta nos quita la atención de nuestros deseos egoístas e incluso de nuestras propias necesidades, para poder concentrarnos en las de otros. Es una cualidad que tiene que estar presente en las personas que entran en la verdadera obra misionera. Más allá de una obra humanitaria, ésta produce fe en Dios, para que trabajemos con Él de manera sobrenatural. Además, produce libertad espiritual: “Desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo”.

Cuando el corazón se vuelve sinceramente en la dirección de Dios, entonces podemos esperar una conexión con el cielo. En el versículo 8, vemos las bendiciones derramadas sobre Su pueblo: luz, sanidad, justicia y gloria: “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación (o sanidad) se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia”. Las tinieblas huirán, el pueblo de Dios recibirá una dirección clara y la verdad será descubierta. Será obvio en su vida cotidiana. Su caminar ruinoso de la carne será reemplazado por un andar saludable en el Espíritu, y la justicia será su práctica habitual, seguida por la gloria de Dios. Estos son los frutos de un cuerpo dirigido por el Espíritu Santo.

La oración encabezará toda actividad; será algo vivo, una fuerza productiva, una relación íntima con el Señor. Él será una realidad porque se manifestará: “Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí”. Antes de que la gloria de Dios pueda brillar, tenemos que remover las obras del hombre caído; “Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad”. Los comentaristas ven en el dedo amenazador una señal de desprecio también.

Todas las características negativas que marcan la sociedad del hombre caído desaparecerán y serán reemplazadas por el respeto, la compasión y una preocupación por el prójimo. Habrá una diferencia como de la noche al día. El profeta describe los tiempos más grises de una sociedad transformada como si fuera mediodía. La dirección divina no será una excepción, sino una experiencia normal, habiendo un suministro continuo de bendición, denominado por el texto como manantial de agua. El Señor irrumpirá los tiempos de dificultad para cambiarlos en días de satisfacción. El hombre será hecho fuerte en su interior; experimentará frescura y vitalidad en su vida y labores (vs.10-11).

El control del hombre siempre tiene sus connotaciones negativas. Cuando Dios bendice a Su pueblo hay evidencias de vida y edificación. En lugar de deterioro y ruina, habrá reconstrucción. El edificará los fundamentos de muchas generaciones del pasado. Serán reconocidos como una sociedad que repara brechas y como constructores que proveen vecindades para los habitantes (v.12).

El domingo… el día del Señor

Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado” (vs.13-14). En uno de los artículos anteriores, prometí escribir algo sobre el día de reposo cristiano.

No comentaré mucho sobre el reposo espiritual, tipificado por el sábado, pero quiero que todos sepan que sí reconozco que es una doctrina a la que se refiere el autor de Hebreos en los capítulos 3 y 4. Solamente, el Señor Jesucristo trae un descanso verdadero cuando nos reclinamos sobre la obra que Él sólo pudo hacer por nosotros, por la cual tenemos paz con Dios. Tenemos que descansar de nuestros esfuerzos para obtenerlo y confiar en Él para el descanso eterno, que empieza aquí y es hecho perfecto en el cielo.

Al terminar los Evangelios hay algo significante sobre el primer día de la semana. El día séptimo fue cuando el Creador descansó de Su obra de la creación y bendijo aquel día. Dios mandó a los israelitas guardar el sábado, como un día apartado del resto de la semana para honrar al Señor, cesando de sus labores. Obviamente, el día que sigue al sábado es el primer día de la semana en el calendario judío.

En aquel día Jesús se levantó de la muerte. Las mujeres que prepararon las especias para Su cuerpo “descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento. El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro… he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes… Les dijeron… ‘No está aquí, sino que ha resucitado…’” (Lc.23:56; 24:1,4,5,6). Después, en Juan 20:19 dice: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana… vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: ‘Paz a vosotros’”. En el versículo 26: “Ocho días después… llegó Jesús… y se puso en medio y les dijo: ‘Paz a vosotros’”. El octavo día fue, otra vez, el primer día de la semana. Juan está queriendo asegurarse de que el lector no pierda de vista el hecho de que Jesús se levantó y se apareció a Sus discípulos el primer día de la semana.

El Pentecostés ocurrió 50 días después de la resurrección y, por eso, el Espíritu Santo fue derramado el primer día de la semana. Fue el día cuando ellos empezaron a reunirse: “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan…” (Hch.20:7) y “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo…” (1 Co.16:2). Los cristianos empezaron a llamar a ese día “El Día del Señor”, que en español es el domingo, significando lo mismo. Por eso Juan dijo en Apocalipsis: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor…” (1:10).

En la iglesia primitiva era un día apartado para honrar al Señor resucitado. Comenzaban la semana dándole la prioridad en sus vidas; reuniéndose, orando, y leyendo Su palabra; dedicándole a Él la semana por delante. Esta costumbre estaba firmemente establecida en la iglesia del primer siglo. Cuando Pablo escribió: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días” (Ro.14:5), estaba refiriéndose a los cristianos judíos y sus días festivos. Era muy difícil para ellos abandonarlos (así concluyen Jamieson Fausset Brown, Matthew Henry, Adam Clarke).

Albert Barnes añade: “El ‘día del Señor’, sin duda, fue observado por ‘todos’ los cristianos; los convertidos entre los judíos o los gentiles. Lo correcto en observar ‘ese día’, aparentemente, no era una cosa de controversia”. Entonces él reprendió a la persona que no honraba al Señor guardando Su día, sino que utilizaba el versículo anterior como una excusa. Ayunar ya no es popular entre “cristianos”, ni tampoco reconocer el Día del Señor.

Desde el primer siglo hasta el tiempo cuando yo era joven, los verdaderos cristianos siempre han honrado al Señor el domingo. Tristemente, durante el transcurso de mi vida, he observado como este día se ha ido haciendo común y profano. Como Barnes dijo, además, hay gente que quiere “profanarlo y dedicarlo a los placeres y a la ganancia”. Nuestra arrogancia ha permitido que pensemos saber mejor que todos los creyentes durante toda la historia de la iglesia. El tema raramente es discutido en nuestros días, y ésta es la razón por la que lo estoy enfatizando.   

Ahora vuelve a Isaías y lee lo que tuvo que decir sobre deleitarse y tomar placer en honrar al Señor… “no siguiendo tus caminos, ni buscando tu placer, ni hablando de tus propios asuntos” (LBLA). Algo que siempre me ha molestado es oir, después de una reunión en la cual Dios ha hablado por Su palabra y Su pueblo ha respondido con alabanzas del corazón, a personas charlar sobre asuntos mundanos. Isaías concluye el capítulo con una promesa de vida superior para los judíos. Es la misma vida en la cual nosotros, como gentiles, podemos ser injertados bajo el Nuevo Pacto: “Entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado”.



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