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Lowell Brueckner

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Insensatos y embrujados

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Gálatas 3:1-6

V. 1 “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?”

Los gálatas eran insensatos. La Versión Amplificada, con su característica exhaustividad, dice: “¡Vosotros gálatas, los pobres y absurdos y desconsiderados e irreflexivos e insensatos! No pienses que está exagerando la condición de la gente. Las palabras no pueden llegar a expresar adecuadamente la estupidez de aceptar el error, después de haberse enfrentado con la verdad; volver a la teoría, cuando la realidad ha sido experimentada; convertirse en ovejas que siguen a los lobos en lugar de seguir al Pastor; o creyentes que prefieren la ley sobre la gracia.

Para que pueda producirse tal engaño, Pablo reconoce algo más siniestro y poderoso que una persuasión meramente humana. Los demonios han estado involucrados. Ellos no solamente son tentadores que provocan a los cristianos a pecar moralmente, sino que se meten en la doctrina cristiana, torciendo las Escrituras. Pablo escribe a Timoteo: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Ti.4:1). La palabra que tenemos traducida en la RV60 fascinar, significa, exactamente, traer una maldición sobre alguien, hechizar, embrujar.

En Juan 10, Jesús asegura que Sus ovejas no escucharán a los extraños: “Al extraño no seguirán… Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas” (Jn.10:5,8). Estoy seguro de que habla de la misma manera en la que el Nuevo Testamento trata con el pecado: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado” (1 Jn.5:18). Es posible que el cristiano peque (1 Jn.2:1), pero no puede hacerlo habitualmente o persistir en el pecado. De igual manera, es posible que un extraño llame la atención a una oveja durante un tiempo, pero el Pastor intervendrá antes de que la oveja sea herida irremediablemente. Sin embargo, para que la falsa doctrina predomine, como pasó en Galacia, debe existir un buen número de cabras inconversas y carnales entre la manada. Por naturaleza, ellas están siempre predispuestas a seguir la falsedad.   


Fascinar o embrujar es un proceso, que involucra una coacción sobre la gente, moviéndoles a hacer malas decisiones y a tomar pasos perjudiciales. No conozco mejor ejemplo en toda la Biblia, que el caso del rey Saúl. Como el pueblo de Israel estaba bajo su reinado, así también los gálatas han estado bajo la influencia y autoridad de un liderazgo carnal. Para ayudarnos a entender el proceso, necesitamos saber la amistad que existe entre la carne (es decir, la naturaleza caída humana) y el diablo. Lo que empieza en la carne, eventualmente terminará en la esfera del ocultismo.

La vida de Saúl es un ejemplo que demuestra la carnalidad que puede existir en alguien que está delante del pueblo de Dios. Al estudiar acerca de su manera de dirigir, podemos entender lo que estaba pasando entre los judaizantes que influenciaban a las iglesias de Galacia. La carne tiene variedad de maneras de manifestarse. El judaísmo fue la herramienta utilizada en el día de Pablo, pero instruirnos solamente contra las artimañas del judaísmo no sería suficiente, ya que hay otros muchos recursos que pueden utilizarse. Vamos a intentar aprender los principios espirituales tras ellos para poder entender mejor el asunto que Pablo estaba tratando con los gálatas.

Cuando un individuo (o individuos) se aferra tercamente a su posición sobre la manada del Señor y exagera esa posición, puede salirse de los límites de su responsabilidad y empezar a tomar el papel de Dios sobre ella. Tomará la iniciativa, en lugar de esperar y confiar en el Señor. Como el rey Uzías  (2 Cr.26:18-19) muchos años después, Saúl intentó entrar en el ministerio del sacerdocio. Él pensó que era indispensable para el bienestar del pueblo (fíjate en 1 S.13:8-14).

Un segundo gran error que cometió Saúl fue poner sus preferencias sobre la Palabra de Dios. Me estoy refiriendo a la batalla contra los amalecitas, en la cual Saúl recibió el mandamiento de parte de Dios de destruir a todos con sus posesiones, pero en lugar de hacerlo, Saúl salvó la vida del rey y lo mejor de su ganado.

Pienso que también aquí debemos tomar en cuenta el don de profecía que de vez en cuando venía sobre Saúl. ¿Te recuerdas que hicieron un proverbio por el hecho de que Saúl profetizaba? “¿También Saúl entre los profetas?” (1 S.10:11-12, 19:24). ¿Podría ser que esta fama le causó, de alguna manera, alzar en alto su “don”, y tomar más ligeramente el mandamiento de Dios? Como acabo de decir, creo que es algo sobre lo que debemos pensar.

Después de este segundo error fatal, Saúl ya se movía totalmente en la esfera de la carne, cometiendo una equivocación sobre otra. Intentaba justificarse y excusar su comportamiento. Su temperamento se volvió gruñón e iracundo. Para todos era incómodo estar en su presencia, aunque de todos modos él recompensaba a los que eran leales a él. Asiéndose desesperadamente a su reino inseguro, finalmente entró en el ocultismo, visitando a una médium. Saúl había sido embrujado, pero aún con todas estas características, después de su muerte, él continuó teniendo seguidores, funcionando y batallando para adelantar sus propósitos. Por un conflicto de intereses, ellos no pueden discernir la dirección que el Señor está tomando.

Estoy sugiriendo que los judaizantes habían vivido un proceso semejante en su propia experiencia con la cristiandad y habían adquirido algún apoyo del reino de las tinieblas. Si alguna vez has tratado con las sectas, conocerás lo atadas que están a la religión. No se trata de algo natural, ni solamente intelectual, sino espiritual, y por estar tan metidos con fuerzas sobrenaturales, pocos son liberados.  

En el primer versículo, tenemos que considerar una última verdad. Es el tema del evangelio y el poder con que se proclama. Pablo se refiere a ello en una pequeña declaración. Intentaré ser breve con mis comentarios. El tema central del evangelio es la cruz de Cristo: “Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Co.2:2), escribió Pablo, y es lo que predicó a los gálatas. ¿Pero cómo lo predicó? “Mi palabra y mi predicación fue…con demostración del Espíritu y de poder” (1 Co.2:4).

Ante los ojos y oídos de los gálatas, él predicó públicamente con tanto poder del Espíritu Santo, que ellos pudieron ver a Cristo y Su cruz como una realidad. Ah, hermanos, ¡esto es indispensable! ¿Cómo podemos llevar un incidente que ocurrió hace dos mil años al siglo XXI, y captar la atención de los ojos y oídos modernos?  Me miro y veo insuficiente poder y pasión. ¡Que Dios nos ayude! Es tiempo de buscar al Señor… ¡que sea ésta la prioridad sobre todas las prioridades! Tenemos que ser revestidos con el poder del Testigo que presenció todo lo que aconteció. Él sí puede retratar a Cristo con un poder sobrenatural que hace al pecador postrarse ante Él, arrepentirse de su pecado, creer y recibir la salvación. Eso es lo que pasó a los gálatas y demuestra, con más intensidad todavía, el poder maligno que les cegó ante el Cristo crucificado, a quién Pablo puso delante de ellos.

V. 2-5 “Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? 
 3. ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? 
 4.   ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. 
 5.   Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe? 

En esta porción, Pablo transmite la realidad de la experiencia cristiana. Recibir el Espíritu como lo hacían los gálatas, no era algo teórico ni ninguna enseñanza que les dio Pablo. Al predicar el evangelio, Cristo Jesús crucificado fue claramente presentado; los gálatas creían, recibían el Espíritu y nacían de nuevo. No tenía que predicar sobre la circuncisión o las obras de la ley.

Cuando el evangelio comenzó en las ciudades de Galacia, no había dudas sobre la obra del Espíritu en las vidas personales. Los creyentes nacían del Espíritu y empezaban a andar en el Espíritu. Por eso, como hemos visto antes, fue una insensatez dejar aquella maravillosa realidad para aceptar una doctrina que ellos no habían probado. Fueron persuadidos por hombres astutos (inspirados por demonios) para cumplir con la ley y circuncidarse, sin saber su resultado. Judas los describe bien: “Éstos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos: nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados” (Jud.1:12). Al hacerlo, los gálatas funcionaban completamente a través de otra fuente de poder generada por la carne. Fue un esfuerzo humano, motivado por la naturaleza caída en la que confiaban, en lugar del mover del Espíritu.

Los gálatas sufrían por causa del evangelio. En Antioquía de Pisidia hubo una oposición de parte de la población judía que hizo que las mujeres destacadas y los hombres de la ciudad echaran fuera a Pablo y a Bernabé. El relato en los Hechos habla de esta persecución, tanto por parte de los gentiles como de los judíos. Pablo cayó como muerto después de ser apedreado en Listra. Los creyentes, seguramente, fueron testigos de un milagro o, posiblemente, de una resurrección, tras ver a Pablo levantarse del suelo y acompañarles a la ciudad. Puedes estar seguro de que la persecución continuó después de que Pablo saliese de esos lugares; los creyentes tuvieron que sufrir mucho.  

Él que suministraba el Espíritu y hacía maravillas fue, obviamente, Dios. Dondequiera que Pablo viajaba, la Palabra recibía confirmación divina por medio de la presencia misma de Dios, haciendo Su obra sobrenatural. Decir que los milagros han cesado después de los días de los apóstoles, según lo veo yo, es decir que Dios cesó de hacer Su obra.

Una teoría popular que se enseña hoy en día dice que Dios utilizaba los milagros en el primer siglo para convencer a los judíos de la realidad del evangelio, pero Pablo dice totalmente lo contrario en Romanos 15:18-19 (LBLA): “Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, en palabra y en obra, con el poder de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén y por los alrededores hasta el Ilírico he predicado en toda su plenitud el evangelio de Cristo”.

Pablo escribió a los tesalonicenses: “Nuestro evangelio no vino a vosotros solamente en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo y con plena convicción” (1 Tes.1:5). El escritor del libro de Hebreos habló de la manera en que la salvación fue anunciada, primeramente, por el Señor y después por los discípulos que escuchaban, “testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (He.2:4).

Pablo habló de la demostración y el poder del Espíritu por su palabra y predicación. Siguió diciendo que “el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Co.4:20). La obra sobrenatural continuó después de que Pablo se apartara, porque menciona que a los corintios nada les faltó en ningún don (1:7). En los capítulos 12 y 14, les aconsejó sobre el uso apropiado de los dones espirituales, y al darles una lista de ellos, uno puede ver la naturaleza milagrosa de cada uno, algunos manifestándose por el hablar y otros por los hechos. Aparentemente, en el tiempo en el que Pablo les escribió, los gálatas todavía estaban experimentando el poder sobrenatural de Dios, porque en el versículo 5, escribe en tiempo presente sobre los milagros entre ellos.  

¿Cuándo, entonces, empieza el Nuevo Testamento a comentar claramente sobre la cesación de la obra sobrenatural de Dios entre Su pueblo? La predicación del evangelio entre los gentiles sigue siendo una obra sobrenatural, y siempre lo será. La razón es porque, al hablar de la novia de Cristo, estamos tratando con una entidad celestial, y si fuera formada y alimentada meramente por el hombre natural sería una novia indigna. Poner el presente y el futuro de la iglesia en las manos de los hombres solamente es reducirla a una creación humana. ¡Eso nunca puede ser! La obra es totalmente espiritual en su naturaleza. ¿Cómo podría funcionar este cuerpo si estuviese limitado a los talentos y capacidades de los hombres? Me temo que ha llegado el día del cual Pablo escribió en 2 Timoteo 3:5: “Porque habrá hombres… que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”.

V.6 “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.”

Ahora, Pablo empieza con sus argumentos doctrinales y todo lo que ha reclamado en los primeros dos capítulos, sobre el apostolado y el liderazgo, está basado sobre su conocimiento, revelación e interpretación fiel de las Escrituras del Antiguo Testamento. Creo que lo iremos viendo más claro a medida que avancemos en el estudio. Está enseñándonos que el creyente, en el tiempo del Nuevo Testamento y por toda la época de la iglesia, será declarado justo por creer a Dios, así como Abraham lo hizo en Génesis. Más allá de cualquier otro derecho, sacrificio o capacidad que tenga o manifieste quien sea, la cualificación esencial para el liderazgo cristiano es el conocimiento y entendimiento de la Escritura. Nadie puede reclamar legítimamente cualquier posición entre el pueblo de Dios, si no puede insertar un sólido fundamento doctrinal entre ellos.  

Cada verdadero esfuerzo evangélico tiene que estar basado firmemente en toda la Palabra de Dios. Hemos visto que Pablo habló de haber fundado legítimamente las iglesias de Galacia porque había predicado el verdadero evangelio. Sabemos que era el evangelio, porque estaba totalmente basado en predicar la Escritura. Hemos visto en el libro de los Hechos que, repetidamente, Pablo predicó la Palabra de un lugar a otro. En Hechos 13:16-41, nos da una muestra de su predicación en Antioquía de Pisidia, y podemos ver que es totalmente bíblica porque está basada en el Antiguo Testamento (vs. 13-22); sigue un relato del ministerio de Juan Bautista y Cristo (vs. 23-31); continúa hasta el versículo 41 citando (en orden) Salmos 2:7, Isaías 55:3, Salmos 16:10 y Habacuc 1:5. 

El evangelio tendrá resultados cuando la gente crea y reciba las Escrituras. Tenemos un ejemplo de esto en lo que Pablo escribe a los tesalonicenses: “Cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tes.2:13). De esta forma, el cristianismo fue fundado en cada lugar; no puede hacerse verdaderamente de otra manera. Es la manera en la que Dios obra en las vidas y es la manera en la que Él forma a los cristianos. Pablo afirmó que, si volviera con algún otro mensaje que el que había predicado desde el principio, se considerara maldito (anatema).

Cuando Jesús dejó en manos de Sus discípulos el futuro del evangelio y el propósito de Dios en la tierra, dijo: “Que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (Lc.24:44-45). Ellos tenían que tener un claro entendimiento de la Palabra de Dios para poder estar involucrados en Su obra. En el mismo capítulo, Él mismo dio este ejemplo: “Comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían” (Lc.24:27). En los cuatro Evangelios los escritores fueron muy cuidadosos en demostrar que Jesús de Nazaret era el Cristo prometido en las Escrituras del Antiguo Testamento.



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